22 agosto 2007

Thatcher y Nessie

En el Reino Unido tienen la interesante costumbre de desclasificar los documentos confidenciales al cabo de 30 años. Esto ha revelado más de una vez notables sorpresas sobre las actividades gubernamentales, aunque reconozco que algunas son ciertamente fabulosas.

Tal es el caso recientemente desclasificado: durante el mandato de la primera ministra Margareth Thatcher se ideó un plan para buscar a Nessie, el sobrenombre con que se conoce al supuesto monstruo del lago Ness, utilizando delfines norteamericanos amaestrados.

Al parecer, se encontraban tan convencidos de que el monstruo existía, que los funcionarios estaban verdaderamente preocupados con las consecuencias que se derivarían para el turismo de la zona si éste fuese abatido por algún cazador, en caso de emerger a la superficie.

Supuestamente, los delfines debían portar unas minicámaras de fotografía con que poder identificar a Nessie. Además, llevarían también unos flashes que se activarían automáticamente al toparse con un objeto de grandes dimensiones.

La existencia de Nessie es más que legendaria, ya que se habla de periódicas apariciones del “monstruo” desde, ni más ni menos, que el siglo VII.

Hay que ver en qué se gastan los políticos el dinero de sus contribuyentes, por favor. Esto me recuerda a otras situaciones similares, como el famoso caso de los círculos sobre los sembrados que tan de cabeza trajo a tantísima gente.

Recuerdo que sobre el tema llovieron ríos de tinta y se vertieron multitud de opiniones. Eso sí, casi todo el mundo estaba de acuerdo en algo: la fantástica precisión con que estaban trazados hacía imposible que fuesen obra de la mano humana.

Cuál fue la sorpresa cuando un par de ancianitos de la localidad en donde habían aparecido los dibujos anunciaron que habían sido ellos los responsables e hicieron una pública demostración de cómo lo habían hecho, dejando con un palmo de narices a toda la comunidad new age del planeta.

Lo mejor fue su comentario de que lo habían hecho porque se aburrían y querían atraer el turismo a la zona. Y, en efecto que lo consiguieron: centenares de personas, periodistas e investigadores de “lo oculto” se desplazaron al lugar armados de potentes teleobjetivos a fin de cazar a la causa de tan sorprendente fenómeno.

Se trata de un tipo peculiar de turismo pseudocientífico, como las expediciones para cazar OVNIs a la Patagonia, las excursiones para reseguir las misteriosas líneas de Nazca, las visitas en su día a las caras de Bélmez y así sucesivamente. Todo sea por el fomento del turismo y por el saneamiento de las arcas locales.

Esperemos que Nessie siga sin aparecer durante mucho tiempo, no vaya a ser que eche a perder el encanto de su misterio, como en el relato de George R. R. Martin “Las brumas se ponen por la mañana” (”With Morning Comes Mistfall”, 1973).