02 mayo 2006

La diversidad lingüística en la ciencia ficción

En otro post ya comenté el tratamiento dado a la lingüística por la ciencia ficción, así que no redundaré en el tema. Pero lo que sí que quiero analizar es un tema estrechamente ligado a éste y que se está poniendo bastante de moda en la actualidad. Se trata de la linguodiversidad.

La linguodiversidad es el equivalente de la biodiversidad pero aplicado al patrimonio lingüístico de la Humanidad. En el mundo se hablan alrededor de unas 6.000 lenguas, aunque el número exacto depende de qué entendamos por lengua. De momento nos conformaremos con una idea más o menos intuitiva.

Lo curioso del caso es que se calcula que durante el siglo XXI podrían llegar a desaparecer entre el 50 % y el 90 % de las lenguas y no parece importarle a demasiada gente fuera de los círculos lingüísticos en sí.

A fin de cuentas, podríamos pensar que esto de que haya tantas lenguas es una maldición bíblica (acordémonos de la Torre de Babel) y que ello ha impedido un mejor entendimiento entre los pueblos de la Tierra.

Pero no seamos ingenuos. El monolingüismo no traería la paz: de hecho aún sería peor. Porque, a fin de cuentas, una lengua se puede adoptar o no, se puede hablar o no, pero lo que sustituiría las ganas de diferenciarse del vecino (tan típicas de nosotros los humanos) serían elementos culturales tradicionalmente más virulentos, como ideologías, patrias o religiones.

Por otro lado, cada lengua es una manera de ver el mundo distinta. Sin entrar en controversias Chomsky versus Sapir-Whorf, es evidente según múltiples estudios realizados que:

a) Una lengua permite ver la realidad de una determinada manera. Por supuesto ello no altera la realidad, pero puede inducir ciertas pautas de comportamiento en los individuos.

Un ejemplo de ello es que cuando los ingleses llegaron a Australia descubrieron un extraño marsupial similar al lobo al que llamaron "lobo". Bien, pues inmediatamente después, como en Inglaterra existía la tradición de matar al lobo empezaron a perseguirlo y exterminarlo sin que hubiese la más mínima evidencia de que el pobre animal fuese pernicioso para los hombres.

b) Cada lengua activa zonas diferentes del cerebro mientras se utiliza. Esto ha podido ser demostrado gracias a las modernas técnicas de resonancia magnética nuclear (RMN) que permiten ver la actividad cerebral in vivo y de manera no intrusiva.

Pero es que además, cada lengua es un depósito de cultura, de saberes tradicionales, de ecología local que deberían preservarse por su interés intrínseco. Pero incluso si nos ponemos muy utilitaristas, veámoslo desde un punto de vista meramente pragmático: no sería la primera vez que se descubre un fármaco revolucionario gracias a una tribu que conoce una planta o animal que contiene dicha sustancia.

Las lenguas son depositarias de esos saberes y tan sólo por ello ya merecen la pena ser preservadas. De la misma manera que existe una biodiversidad ecológica, existe una linguodiversidad. Es más, ambas están interrelacionadas: las zonas del planeta con mayor biodiversidad son las que registran mayor cantidad de lengudas diferentes.

La ciencia ficción, en general, cuando se ha imaginado el futuro lo ha hecho desde un punto de vista etnocentrista. La mayor parte de la ciencia ficción es anglosajona, por lo que la lengua que se habla en el futuro es el inglés o un derivado del inglés al que se le han incorporado elementos de otras lenguas (básicamente chino, ruso o árabe).

Asimov, por ejemplo, estaba convencido de que el inglés se impondría y que en un día no muy lejano todos hablaríamos inglés o algo muy aprecido a éste. Personalmente, no me imagino algo más horroroso que un mundo monolingüe, como el descrito en La naranja mecánica, en el que se habla una mezcla de inglés y ruso.

Después están los que creen que sólo las grandes lenguas sobrevivirán, como el mundo descrito por Arthur C. Clarke en 2001, una odisea en el espacio o 2010. Odisea dos, en que las grandes potencias espaciales son las que marcan las pautas lingüísticas del mundo, a saber, los norteamericanos (inglés), los rusos y los chinos.

Pero no todos los tratamientos han sido igual de homogéneos. Conforme han ido pasando los años, los escritores, más sensibilizados con la multiculturalidad, han ido proponiendo escenarios alternativos. Desde el Dune de Herbert, en el que se hablan varias lenguas Galach, resultado de la fusión de las antiguas lenguas terrestres, al increíble mundo políglota de Lengua materna de Suzette Haden Elgin, en que los niños, desde muy pequeños, son instruidos en tantas lenguas como es posible, ya que ello facilita el aprendizaje de las lenguas extraterrestres con las que pueden comerciar con civilizaciones interestelares.

También Orson Scott Card nos propone en su saga de Ender un universo en el que cada planeta tiene su propia cultura y lengua propia. Parece que conforme avanzan los años, la sensibilidad hacia la linguodiversidad se incrementa en el mundo de la ciencia ficción.

En contraposición, en el mundo real, parece que el hecho de que desaparezcan bibliotecas enteras del saber no parece preocupar a mucha gente. En algunos estados, como en Francia (y hasta hace poco en España) se ha luchado por erradicar de sus respectivos territorios las lenguas minoritarias, con la idea de que una lengua = una nación y que cualquier cosa que se interpusiese en esa ecuación era una amenaza de estado.

Espero que, ni que sea gradualmente, la gente se dé cuenta de la riqueza que representan las diferentes lenguas habladas en el mundo y muestren respeto e interés en su conservación y dejen de considerarlas como estorbos a la modernidad o como simples hechos folklóricos.