27 julio 2007

No necesariamente un gato negro

Según la tradición, si en tu camino se cruza un gato negro es señal de que algo malo te va a ocurrir. No sé exactamente de dónde viene esta superstición en concreto, pero me imagino que debe de ser bastante antigua.

Desde luego no es el caso de algunos de los gatos más famosos de la ciencia y de la fantasía. Ni el gato de Schrödinger ni el gato de Cheshire, ni si quiera en su maravillosa versión sapkowskiana de La tarde dorada son indicadores de mala suerte.

Sucede, no obstante, que a menudo la realidad supera la ficción. Parece ser que hay un gato llamado Óscar, que vive en el estado de Rhode Island, en Estados Unidos, concretamente en un geriátrico. Este simpático felino tiene la curiosa virtud de predecir con bastante acierto el óbito de los pacientes de la residencia.

Vaya, que cuando el gato visita a un paciente en concreto, éste tiene todos los números para irse al otro barrio al cabo de poco. ¿Fascinante, no? La tasa de acierto es bastante elevada y de momento el gatito ha predicho la muerte de 25 pacientes con una antelación de dos horas como mucho.

Nadie sabe cómo se las arregla este animalito para ser pájaro de mal agüero con tanto acierto. Se especula que podría haber alguna sustancia química que despiden los cuerpos antes de morir que el sofisticado olfato del felino capta y le hace reaccionar de esta manera.

Por supuesto, los new agers en seguida nos hablarán de telepatía animal y de otros fenómenos paranormales, aunque particularmente prefiero creer que se trata o bien de una increíble casualidad, o que hay alguna causa racional subyacente (como la de las sustancias químicas).

De hecho, que no sepamos por qué pasa una cosa exactamente no significa que estemos ante un misterio insondable o ante un fenómeno paranormal. Incluso podría ser un montaje y la información ser falsa. ¿Quién sabe?

Eso sí: algo tienen los gatos y los perros ante la muerte, sobre todo de sus dueños, que parecen poder percibir más claramente que los humanos. Quizás algún día sepamos qué mecanismos hay implicados.

La tradición popular afirma que un perro es capaz de saber exactamente el momento en qué murió su amo aun estando separados por una gran distancia. Claro que lo mismo dicen de los hermanos gemelos y no hay estudios concluyentes al respecto. Y es que experimentar con este tipo de fenómenos es complicado de por sí.

Entraríamos aquí en un largo y arduo debate sobre los límites de la ciencia y la falsabilidad. Si algo no es falsable (o sea, si no se puede demostrar que es falso) no podemos decir que sea estudiable científicamente. Lo que no implica que sea un fraude. Simplemente, la ciencia tiene también sus limitaciones.

Para acabar con esta entrada, prefiero quedarme con algo más simpático. La presencia de animales y, en especial, de gatos en la ciencia ficción no es algo extraño. Desde los que sirven para poner título a un libro (La llegada de los gatos cuánticos de Frederik Pohl) aunque no contengan felinos, hasta personajes entrañables, como el maravilloso gato de Puerta al verano de Robert A. Heinlein.

O el gato evolucionado de The Red Dwarf (El enano rojo), personaje vanidoso e irreverente como los hay pocos. Y por supuesto, siempre nos quedará el gato de Cheshire de Alicia y su inefable sonrisa: siempre fue mi favorito.