23 noviembre 2020

No hay dos sin tres

1920 fue un año importante para la ciencia ficción. En este año nacieron Isaac Asimov y Ray Bradbury, de los cuales ya hemos hablado, pero también nació otro conocido escritor de ciencia ficción: Frank Herbert, autor de la aclamada Dune (1965).

 

Franklin Patrick Herbert Jr. nació en la ciudad de Tacoma, en el estado de Washington, el 8 de octubre de 1920. Trabajó como periodista, fotógrafo, crítico literario, consultor ecológico y conferenciante. Parte de su formación profesional se verá reflejada en su obra, especialmente en Dune y sus secuelas.

 

El entorno familiar de Herbert era complicado. Nació en una familia humilde, de la que escapó y fue a vivir con unos tíos suyos a Salem (Oregón) y empezó de muy joven a trabajar en un periódico local.

 

Durante la II Guerra Mundial sirvió unos meses como fotógrafo y luego recibió un alta médica. Poco después se casó y se trasladó a vivir a California, aunque se divorció de su mujer en 1945.

 

Volvió a casarse en 1946 con una mujer que conoció en unas clases en la Universidad de Washington sobre escritura creativa. En 1949 se mudó con su esposa a California, donde se hizo amigo de unos psicólogos que le introdujeron en las ideas de Freud, Jung, Jaspers, Heiddeger y en el budismo zen. Esta curiosa amalgama de influencias tendría una cierta importancia en sus obras posteriores.

 

Escribió sus primeros relatos en 1952, para la revista Startling Stories. Poco después publicaría su primera novela: El dragón en el mar (Dragon in the Sea). En esta época trabajó como redactor de discursos para el senador republicano Guy Cordon.

 

Su gran éxito le llegó con Dune, formada inicialmente por dos partes que acabaron siendo una única novela. Esta obra monumental, que acabó por ser un icono de la contracultura universitaria de la época, fue rechazado inicialmente por veinte editores hasta que encontró uno que lo publicó y el resto ya es historia.

 

El origen de Dune hay que buscarlo en un artículo que debía escribir sobre las dunas de arena de Oregón, para una publicación estatal, en el que acabó involucrándose demasiado. El artículo nunca fue escrito, pero el resultado acabó siendo la conocida novela.

 

En 1974 su mujer contrajo cáncer y aunque sobrevivió una década, su salud se resintió enormemente. En 1984, su mujer murió, pero también fue el mismo año en que David Lynch lanzó su versión cinematográfica de Dune, que lo encumbró a la fama.

 

Aún tuvo tiempo de volverse a casar y dos años después, tras una cirujía por cáncer de páncreas, moría en 1986, en Wisconsin, a los 65 años.

 

Sus escritores favoritos del género eran, según el propio Herbert: H. G. Wells, Robert A. Heinlein, Poul Anderson y Jack Vance.

 

Otras novelas de Herbert, consideradas por muchos, como menores fueron Destino: el vacío, Los ojos de Heisenberg, La barrera Santaroga  o la serie de la cosintienza (Estrella Flagelada y El experimento Dosadi).

 

En muchas de estas novelas aparecen ideas y situaciones ciertamente cercanas al surrealismo. Algunas se hacen hasta difíciles de seguir o de entender y recuerdan vagamente a Philip K. Dick, aunque más que cuestionarse la realidad, Herbert parece decir que la realidad es más rara, rara, rara.

 

Dune, su obra capital, fue la primera gran novela ecológica de la ciencia ficción, pero en ella aparece también política, intriga, religión, historia y muchos más componentes, que la hacen difícil de catalogar, siendo esta una obra muy sui generis.

 

Sus secuelas, tuvieron menos éxito, aunque también contienen elementos interesantes. Su hijo, Brian Herbert, ha seguido explotando el filón que dejó abierto el padre con una serie de precuelas y secuelas, ayudado por el escritor Kevin J. Anderson.

 

Dune ha sido llevada al cine por David Lynch y también en formato de serie de televisión en el año 2000 (Dune) y 2003 (Hijos de Dune). Actualmente se está realizando una nueva adaptación cinematográfica.

 

El imaginario de Dune es ciertamente espectacular y resulta difícil olvidarlo una vez es conocido: Arrakis, los gusanos de arena, la especia melange, el Kwisatz Haderach, las Bene Gesserit, los mentat, los Atreides y los Harkonnen, los fremen, la Cofradía de la CHOAM, los navegantes espaciales… La lista es larguísima y forma parte de un tupido tapiz en el que múltiples tramas e ideas se entretejen. No en vano es considerada por muchos como una obra capital de la ciencia ficción y uno de sus ejemplos más destacados.