24 agosto 2007

Manual del superviviente

En el reciente libro La venganza de la Tierra, de James Lovelock, cocreador de la teoría Gaia junto a Lynn Margulis, se hace una interesante reflexión que más de una vez me he planteado.

Supongamos que hay una catástrofe mundial y la civilización colapsa. Supongamos también que en el futuro, ésta intenta reconstruirse a partir de los pedazos dejados por nuestra civilización. Posiblemente se nutrirían de los restos de libros que pudiesen ser encontrados en los pocos lugares que no hubiesen sufrido demasiado por el colapso de la civilización. Tal vez casas ubicadas en lugares aislados.

¿Qué tipo de libros encontrarían? ¿Encontrarían un compendio del saber universal de nuestra civilización? ¿Las grandes obras de la literatura clásica? Más bien no. Me temo que nuestros sucesores tendrían que conformarse con luchar contra una plaga de tifus utilizando libros de acupuntura o con remedios homeopáticos.

Posiblemente intentarían predecir el futuro trazando cartas astrales o diseñarían casas siguiendo las normas del feng-shui. Y por supuesto, creerían que los extraterrestres son los responsables del colapso de nuestra civilización y que los OVNIs nos están espiando desde hace milenios.

Ni que decir tiene que no les serviría de gran cosa. Por desgracia se llevarían una flasa sensación del progreso real de nuestra civilización, aunque me temo que no sacarían conclusiones demasiado equivocadas sobre la mentalidad de nuestra época.

Vivimos unos tiempos en que la mayor parte de la gente ha perdido la fe en las religiones tradicionales, en la ciencia y en los políticos. Las principales instituciones están desacreditadas y en la ética rige un pasotismo y un relativismo casi total.

La gente, no obstante, busca algo en qué creer, algo a lo que aferrarse. Supongo que en cierta manera lo llevamos escrito en los genes. Y como la ciencia en parte no se entiende y en parte se la hace responsable de todos los males que nos aquejan, se agarran a imaginativas, pero absurdas teorías de la realidad.

Muy poca gente comprende las complejidades de la ciencia. Se requiere preparación, formación y un esfuerzo para dominar los intríngulis de ésta y la mayor parte de la gente quiere soluciones rápidas, explicaciones sencillas que puedan digerir sin gastar demasiado tiempo, preferentemente por televisión, que eso de leer es muy aburrido.

Y así nos va. La ciencia y la tecnología podrán ser en parte responsables de la situación actual que vive la Humanidad, pero no nos engañemos, sólo ellas nos podrán sacar también del atolladero en que solitos nos hemos metido.

No va a ser ni la Biblia, ni las modas new age, ni las meditaciones trascendentales, ni los cristalitos de colores, ni la homeopatía, ni el pseudoecologismo, ni fumar maría quienes salven la civilización.