Legislando
El imaginario colectivo
está lleno de supuestas leyes ficticias que funcionan mejor o peor. Algunas las
han creado escritores de ciencia ficción. Otras no.
Así, por ejemplo, tenemos
la archiconocida Ley de Murphy, que en su versión más famosa
dice:
“Si algo puede
salir mal, saldrá mal.”
Con diversas
consecuencias:
“Si algo puede
salir mal de diversas maneras, saldrá mal de la peor manera posible.”
o
“La tostada
siempre cae al suelo por el lado de la mantequilla.” (de esta, hasta
se han escrito artículos científicos justificándola).
Más sofisticadas son las 3
leyes de Arthur C. Clarke, que rezan:
Primera ley:
"Cuando un
distinguido científico de edad madura afirma que algo es posible, es casi
siempre correcto. Cuando afirma que algo es imposible, es muy probable que esté
equivocado."
Segunda ley:
"La única
manera de descubrir los límites de lo posible es aventurándose un poco hasta lo
imposible."
Tercera ley:
"Cualquier tecnología
suficientemente avanzada es indistinguible de la magia."
También tenemos algunas
contribuciones más pesimistas. Por ejemplo, ley de Theodore
Sturgeon:
“El 90% de toda
la literatura de ciencia ficción es basura.”
A lo que alguien repuso:
“De hecho, el 90%
de todo es basura.”
Y yo apostillo:
“Como
mínimo.”
Otra conocida ley es el
principio de Peter:
“En una
jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia.”
(muy indicado para la clase política).
Existe una secuela,
conocida como principio de Dilbert que reza:
“Las compañías
tienden a ascender sistemáticamente a sus empleados menos competentes a cargos
directivos para limitar así la cantidad de daño que son capaces de provocar.”
Menos conocidas son las 3
leyes de Parkinson:
1.
"El
trabajo se expande hasta llenar el tiempo de que se dispone para su realización."
2.
"Los
gastos aumentan hasta cubrir todos los ingresos."
3.
"El
tiempo dedicado a cualquier tema de la agenda es inversamente proporcional a su
importancia." (de esta doy personalmente fe, como miembro que
soy de diversas asociaciones).
De algunas de estas leyes,
como de la ley de Murphy o del principio de
Peter, se han llegado a escribir libros, con todo tipo de corolarios,
secuelas y ejemplos.
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