04 octubre 2010

Eureka y la tecnología reservada

Hoy os hablaré de Eureka, una serie norteamericana cuya premisa es que existe un cierto lugar del país en que la tecnología es mucho más avanzada que en el resto del mundo, debido a que después de la II Guerra Mundial y a propuesta de científicos como Einstein se fundó una pequeña ciudad ultratecnológica con lo mejorcito de la clase científica americana.

Y claro, allí, entras en un bar y en vez de encontrar en la barra el clássico diario de deportes, te encuentras en Scientific American. Algunas casas funcionan con un minireactor nuclear y los proyectores holográficos tridimensionales están por todas partes. Eso por no hablar de las sorpresas que alberga el instituto de ciencias avanzadas alrededor del que creció la ciudad.

La serie no deja de ser interesante, aunque en mi opinión no mata. Pero el concepto de "tecnología reservada", explotada también en novelas como Las estaciones de la marea, de Michael Swanwick, le añade un plus de interés, rayano en las más notorias teorías de la conspiración.

Porque lo primero que uno se pregunta es: si en la ciudad de Eureka existe esa tecnología, ¿por qué no se comercializa o se difunde en el resto del país, cosa que les daría una ventaja competitiva enorme respecto del resto del mundo?

En Las estaciones de la marea el planteamiento es a mayor escala: una sociedad galáctica en la que el acceso a ciertas tecnologías está reservado a cierto Departamento del Gobierno.

Ello me recuerda a los vanos intentos de ponerle puertas al campo de algunos países, como China y san Google o Irán y la televisión por satélite. La élites de las dictaduras siempre han querido restringir el acceso a ciertas tecnologías por parte de sus súbditos ya que, de toda la vida, la tecnología es poder. Pero también es cierto que dicho control suele estar destinado al fracaso más absoluto y que si algo hacen las tecnologías es filtrarse para ser consumidas por la mayoría de los ciudadanos.

Así lo hemos podido ver en el Santo Grial de la tecnología de la segunda mitad del siglo XX: la energía nuclear, que pasó de estar en manos de una sola potencia (Estados Unidos) para acabar de manos de estados como Israel, Sudáfrica o Pakistán. Y no hablemos ya de Corea del Norte o Irán.

Cuando una tecnología se desarrolla, su contención es francamente difícil y, a largo plazo, está condenada al fracaso.