Correlaciones: Escuela analógica vs. Escuela digital
Existe en la actualidad
una cierta polémica acerca de qué sistema educativo es más adecuado para
desarrollar intelectos: si el clásico, conocido como escuela analógica, ya
sabéis, pizarras con tiza, libros de texto de papel y nada de tablets ni de
móviles en clase; o la escuela digital, justo con todo lo contrario.
Algunos avezados dicen que
los líderes de la revolución digital, los propietarios de las grandes empresas como
Amazon, Google, Facebook, etcétera, llevan a sus hijos a escuelas analógicas y
son partidarios de una educación tradicional y que por algo debe ser.
También en nuestro país
han surgido voces que dicen que tanta digitalación lleva al desastre, a la nula
atención de los niños, a una educación a base de “retazos” y otras lindezas por
el estilo.
Ello me recuerda
indefectiblemente a un relato bastante premonitorio de este tema, de Isaac
Asimov: “¡Cómo se divertían!” (The Fun They Had, 1951),
contenido en Con la Tierra nos basta, en el que unos niños
del futuro se quejan de cómo de divertida debía ser la enseñanza en el pasado,
cuando los niños se reunían en clases y después podían jugar juntos.
Me temo que vamos a esto.
De hecho, el sistema educativo siempre ha sido más una especie de aparcamiento
de niños o un condicionador de futuro proletario, más que una formación de
individuos racionales y pensantes. Si la sociedad considera que la
digitalización permite conseguir estos objetivos más fácilmente, no tendrá
manía alguna en aplicar los nuevos métodos con entusiasmo.
La ciencia ficción ofrece,
en cambio, otras visiones más optimistas de la educación digital. Tal es el
caso de La era del diamante. Manual ilustrado para jovencitas,
(The Diamond Age, 1995), de Neal Stephenson, Premio Hugo
1996.
El tiempo dirá cuál de las
dos visiones es más apropiada para la vida del siglo XXI, si es que alguna lo
es.
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