Correlaciones: Grafitis
Últimamente, abundan las
noticias sobre ataques a obras de arte o monumentos arquitectónicos, incluso a restos
arqueológicos, por parte de ciertos grafiteros sin escrúpulos, que dejan sus
discutibles muestras pictóricas sobre elementos patrimoniales.
Soy un gran admirador del
arte de los grafitis. De hecho, mucha gente no los considera arte, pero yo creo
que los hay verdaderamente espectaculares y algunos de sus autores están
dotados de considerable talento.
Pero el problema es más el
“dónde” que no el “qué”. No entiendo cuál es la gracia de pintar vagones de
tren, ermitas románicas o, el último grito aberrante de estos personajes
incívicos: la muralla nazarí de Granada. Sinceramente, no lo entiendo.
Seguro que algunos se
creerán la mar de reivindicativos y de provocadores antisistema, pero no dejan
de ser unos guarros y unos incultos. Allá ellos con su conciencia. A mí me
parece absurdo y más en una sociedad en la que es posible expresarse libremente
en muchos otros ámbitos.
Ello me recuerda a la
película Demolition Man (1993), en la que unos antisistema
se dedican a atacar al supuesto régimen utópico futuro de San
Ángeles con pintadas de grafitis en los edificios. Ni que decir, que
la mayor parte de los edificios tienen un sistema antipintadas que se
autolimpian en cuestión de segundos.
En ese caso, puedo
entender lo de los grafitis, porque se trata de una muestra de protesta ante un
régimen injusto opresor que no permite la libre expresión. Pero nuestras
sociedades occidentales, con todas sus imperfecciones y limitaciones, todavía
permiten expresarse en diversos ámbitos sin necesidad de dañar un patrimonio
que, no lo olvidemos, es de todos.
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