31 enero 2022

Pureza de genes

Con el avance de las nuevas tecnologías en ingeniería genética, gracias a cosas como la edición genética del CRISPR y otros avances habidos y por haber, pronto se desarrollará toda una rama nueva de la medicina -la de terapeuta genético- que permitirá asesorar a los futuros padres sobre las posibilidades genéticas de sus futuros hijos. Vaya, lo que se conoce desde hace tiempo como “hijos a la carta”.

 

La ciencia ficción viene advirtiendo de esta posibilidad desde hace décadas, mucho antes de que fuese tecnológicamente posible. Bueno, esa es una de las grandezas del género: que nos previene de lo que está por venir y nos permite reflexionar sobre el mundo futuro antes de que se convierta en presente.

 

Esta posibilidad me inquieta. De hecho, me produce un profundo desasosiego. Está claro que si nuestros hijos van a nacer con una malformación o algo que les va a dificultar la vida, como una enfermedad o una minusvalía grave y lo podemos evitar editando los genes oportunos, lo haremos. Se tardará más o menos, pero se acabará haciendo.

 

El problema, como siempre, esta en el límite. ¿Querremos un hijo potencialmente homosexual? ¿Qué pasa con ese límite entre el autismo y la introversión? Si rechazamos las personas con posibles patologías mentales, también podríamos estar lanzando a la hoguera a toda una generación de potenciales genios artísticos o científicos.

 

El límite es confuso. Algunos creen que, como vamos a tardar bastante en tener ese límite claro, mientrastanto, mejor no jugar con fuego y dejar los genes en paz. Pero de hecho, ya se está haciendo. En tratamientos de fertilidad, muchas veces se seleccionan artificialmente aquellos embriones que cumplen una determinada característica.

 

¿Y qué pasa si queremos un varón? ¿O una fémina? ¿O gemelos? ¿Qué tal un niño alto, rubio y con los ojos azules, de piel clara y consistencia atlética? ¿O un niño muy inteligente o alguien muy creativo o alguien con gran facilidad para la música? ¿Qué sucederá con determinadas combinaciones de genes poco frecuentes? ¿Tal vez sean poco frecuentes por algún buen motivo, no?

 

Está claro que no todo está en los genes. Muchas cosas se aprenden o dependen del ambiente, pero otras sí que pueden radicar en los genes. ¿Debemos dejar libertad total de elección a los padres? ¿O al estado? ¿Cuál es el grado óptimo o aceptable?

 

¿Qué sucedería si un determinado estado dictase que se prohiben ciertas características genéticas, del tipo que fuese? Tal vez ni si quiera se tratase de una dictadura formal. Puede pasar. Durante muchos años, el régimen franquista en España estuvo buscando el supuesto “gen rojo”. No creo que hayan sido los únicos.

 

Tal vez en un mundo futuro de personas rubias, altas, esbeltas y con los ojos azules, Cuasimodo sería el rey. O tal vez aún sería peor visto que en un mundo más diverso como el nuestro. Es difícil de saber.

 

La literatura y el cine han especulado mucho sobre este tema. Pero no hay veredicto. Solo hay montones de preguntas sin respuesta. Y conforme nos acercamos más y más al mundo en que todo esto será cotidiano, más me inquieta que no se debata acerca de estos temas, aparte de algún observatorio de bioética o en las páginas de una novela de ciencia ficción.

 

Tal vez nos encaminamos hacia un mundo similar al de GATTACA, en que solo los genéticamente puros y aptos tienen asegurado un lugar entre la élite de la sociedad y los demás son poco menos que unos parias. A fin de cuentas, no hay mucha diferencia entre la pureza de sangre que exigía la Inquisición, de la pureza de genes que puede que exija alguna otra entidad cuyos cimientos estamos construyendo entre todos maximus itineribus.