Jugando
En 2001. Una
odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, aparece una escena en la
que se ve a un astronauta jugando con el ordenador de a bordo, HAL 9000, al
ajedrez y creo recordar que el ordenador está programado para dejar ganar a los
humanos la mitad de las veces, porque este podría ganarles siempre. Una simple
cuestión psicológica. Por cierto, que Kubrick era un apasionado del ajedrez.
Esto, que en aquel momento
era pura ciencia ficción, es desde hace años una realidad. Desde que el
superordenador Deep Blue ganó al Gran Maestro Garry Kasparov
(y posteriores victorias), el ajedrez se ha convertido en uno de esos muchos
juegos solo para humanos, porque las máquinas siempre nos ganan.
Parecía que el juego del
go iba a resistir los envites de los superordenadores durante más tiempo, pero
lo cierto es que no ha resultado así, ni de lejos. Poco después de
Deep Blue hiciese de las suyas, los humanos consiguieron
programar una red neuronal entrenada para reconocer patrones de partidas de go
y acabaron ganando a un Gran Maestro de este juego. Otro más para el cajón.
Otra película muy conocida
de los años 80 que tractaba sobre la teoría de juegos es Juegos de
guerra (War Games, 1983), en la que un superordenador
encargado de gestionar el arsenal nuclear de los Estados Unidos de América se
descontrola e inicia la búsqueda del resultado ideal para ganar una guerra
termonuclear total.
En última instancia, los
juegos son para jugar. Ello afecta al desarrollo cognitivo de los seres humanos
y les ayuda a desarrollarse mentalmente o a mantener ciertas habilidades de por
vida. Que los ordenadores puedan ganarnos por la fuerza bruta, no tiene mayor
interés. Lo raro sería lo contrario.
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