23 octubre 2019

Jugando


En 2001. Una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, aparece una escena en la que se ve a un astronauta jugando con el ordenador de a bordo, HAL 9000, al ajedrez y creo recordar que el ordenador está programado para dejar ganar a los humanos la mitad de las veces, porque este podría ganarles siempre. Una simple cuestión psicológica. Por cierto, que Kubrick era un apasionado del ajedrez.

Esto, que en aquel momento era pura ciencia ficción, es desde hace años una realidad. Desde que el superordenador Deep Blue ganó al Gran Maestro Garry Kasparov (y posteriores victorias), el ajedrez se ha convertido en uno de esos muchos juegos solo para humanos, porque las máquinas siempre nos ganan.

Parecía que el juego del go iba a resistir los envites de los superordenadores durante más tiempo, pero lo cierto es que no ha resultado así, ni de lejos. Poco después de Deep Blue hiciese de las suyas, los humanos consiguieron programar una red neuronal entrenada para reconocer patrones de partidas de go y acabaron ganando a un Gran Maestro de este juego. Otro más para el cajón.

Otra película muy conocida de los años 80 que tractaba sobre la teoría de juegos es Juegos de guerra (War Games, 1983), en la que un superordenador encargado de gestionar el arsenal nuclear de los Estados Unidos de América se descontrola e inicia la búsqueda del resultado ideal para ganar una guerra termonuclear total.

En última instancia, los juegos son para jugar. Ello afecta al desarrollo cognitivo de los seres humanos y les ayuda a desarrollarse mentalmente o a mantener ciertas habilidades de por vida. Que los ordenadores puedan ganarnos por la fuerza bruta, no tiene mayor interés. Lo raro sería lo contrario.