01 noviembre 2005

Sumergido en Bradbury

Últimamente me he aficionado considerablemente a los relatos de Ray Bradbury. Hace tiempo que leí Crónicas marcianas (que encontré maravilloso) y Fahrenheit 451 (que supuso todo un shock para mi, pues fue una de mis primeras lecturas distópicas).

El año pasado inicié la exploración del autor en el campo del relato y del relato corto con libros como Las doradas manzanas del sol, Algo más en el equipaje, El árbol de las brujas (una especie de fix-up temático) y Las maquinarias de la alegría, que me dejaron un estupendo sabor de boca.

Actualmente he acabado de leer o estoy leyendo El hombre ilustrado, Más rápido que el ojo, Conduciendo a ciegas, Fantasmas de lo nuevo, Mucho después de medianoche y El signo del gato.

La prosa lírica y metafórica de Bradbury me fascina. Esa estupenda combinación de trazos fantásticos dentro de la cotidianeidad más contemporánea o algunos de sus relatos rayanos en el realismo mágico son deliciosos.

Sin duda, una de las cosas que más llama la atención son los personajes reiterativos de Bradbury. No me refiero a tal o cual persona con nombre propio, sino a los "otros" personajes: la mansión con personalidad propia, los niños que descubren algo nuevo de la vida o manipulados por siniestras fuerzas, los irlandeses en su clásico pub, las carreteras que van a quién sabe dónde, los poblados polvorientos bajo el tórrido sol, los antiguos escenarios de Hollywood y, por supuesto, Marte. No el Marte tecnocientífico al uso, sino un Marte utópico, íntimo, diferente. Un Marte interior y mágico que nos transporta a las llanuras del medio oeste americano o tal vez, más allá del Arco Iris por una carretera de adoquines de oro...