09 enero 2006

Correlaciones: Desenseñar a desaprender cómo se deshacen las cosas

Últimamente ha estado en boca de todos la educación en nuestro país a raíz de la tramitación parlamentaria de la tan denostada LOE (Ley Orgánica de la Enseñanza) la enésima reforma educativa de las últimas décadas.

Uno tiene la sensación que esto de la educación de los niños y de los jóvenes en el fondo interesa a muy pocos. Baste ver en dónde han estado las discusiones: en la asignatura de religión y en hasta qué punto se respetaban las competencias en educación que tienen transferidas todas las Comunidades Autónomas.

La educación es de esas cosas que siempre están mal pero que a nadie parece importarles demasiado. Los niños no son llevados a la escuela en muchos casos, sino que son directamente aparcados allí. El concepto de parking de niños es tristemente conocido. Ahora nos deshacemos de ellos ya a la edad de 6 meses gracias a las guarderías. Entiendo que si se quiere compatibilizar trabajo y maternidad/paternidad, muchas veces no queda otro remedio, pero debemos ser conscientes de los problemas que van a sobrevenirse y tratar de compensarlos de alguna manera.

La ciencia ficción ha tratado de manera muy diversa a lo largo del tiempo algunos aspectos sobre la educación de los niños. Podríamos decir que hay dos grandes posturas no necesariamente excluyentes: los que creen que el desentenidimiento de los padres respecto de sus hijos es un verdadero problema y los que, desde la postura contraria, creen que tampoco es bueno ahogarlos con demasiada atención. Supongo que ambas partes tienen su razón.

Sobre la posición del desentendimiento de los padres me gustaría citar un par de relatos de Ray Bradbury:

"La pradera" (The World the Children / a.k.a. The Veldt, 1950) contenido en El hombre ilustrado trata sobre los perturbadores efectos que causa una tecnología similar a la televisión en realidad virtual en los niños. Los padres no parecen darse cuenta de que hay un problema hasta que es demasiado tarde. Y Bradbury, con una cierta saña nos hace ver desde la óptica de los niños que el problema son los padres.

Es un relato verdaderamente premonitorio de lo que ha llegado a ser la televisión, las videoconsolas, el ordenador, el móvil y otras tecnologías. Los niños viven inmersos en un mundo virtual donde lo real y lo falso conviven y en los que ambos ámbitos se hallan inextricablemente ligados.

Todos hemos sabido de alguna estadística que nos alerta acerca de la cantidad de horas que se pasan los niños solos, viendo la tele o realizando otras actividades similares en vez de estar jugando con sus amigos o relacionándose con los padres.

El mundo moderno ha hecho que ambos cónyuges (cuando los hay) trabajen simultáneamente y los niños se pasen mucho tiempo sin la compañía de sus padres. A veces parece como si los hubiesen abandonado. No es de extrañar que busquen algún tipo de sustituto. Después, no nos podemos quejar si no ejercemos la menor influencia sobre ellos...

Otro interesante relato es "¡Muchachos! ¡Cultiven hongos gigantes en el sótano!" (Come Into My Cellar / a.k.a. Boys! Raise Giant Mushrooms in Your Cellar!, (1962) en Las maquinarias de la alegría . Es un extraño y perturbador relato en clave alegórica sobre lo fácil que es manipular a los niños. Esta narración me hace pensar en todos esas chicas y chicos que se pasan horas y horas en los canales de chat y en el messenger relacionándose muchas veces con desconocidos o con conocidos poco de fiar, a quienes muchas veces les explican detalles de su vida que jamás contarían a sus padres o a sus amigos en persona. También nos alerta sobre el dejar que los niños hagan lo que quieran sin la menor supervisión por parte de sus progenitores.

Esto me lleva a pasar a lo contrario: el exceso de celo en controlar lo que hacen. Como todos los extremos, no es bueno tampoco. Algunos padres, creen que deben controlar hasta la última kilocaloría que consumen sus hijos y, si pudiesen, hasta el menor pensamiento. Esta actitud no es incompatible con el desentendimiento. Por ejemplo, a veces se envía a los niños a todo tipo de actividades extraescolares que, no sólo sirven para cultivar el amor propio de los padres (natación competitiva, tenis, fútbol, clases de piano, gimnasia...) sino que permite tener entretenidos a los niños sin que molesten.

En la novela corta de J. G. Ballard, Furia feroz (Running Wild, 1988) se emite una llamada de atención ante un interés excesivo en reglamentar la vida de los jóvenes sin dejar que tengan su propio espacio y su propio tiempo. En clave parecida tenemos "En fila" de Bradbury (By the Numbers!, 1984) en El convector Toynbee, en este caso sobre una educación demasiado rígida, espartana y manu militari.

Aunque tal vez uno de los relatos más estremecedores sobre la manipulación de la educación para obtener determinados tipos de futuros ciudadanos se nos muestre en el crudo relato de Harry Harrison "Siempre hago lo que dice Teddy" ( I Always Do What Teddy Says , 1950) en 50 en 50. Medio siglo de relatos I , donde mediante un simple pero efectivo sistema de manipulación (no me atrevo a llamarlo educación) se pretende erradicar la violencia de la sociedad.

El sistema educativo occidental está en verdadera crisis. Es muy difícil determinar cuáles son las causas de ello, aunque el fin de la familia tradicional, la sustitución de determinados valores (solidaridad, esfuerzo, sacrificio) por otros (beneficio inmediato, impaciencia, autocomplacencia, competitividad, individualismo), el poco tiempo que pasan los padres con los niños, la influencia de los medios de comunicación de masas y de las nuevas tecnologías y la pérdida del respeto hacia los adultos o hacia determinadas profesiones de autoridad (como el maestro), seguro que algo tienen que ver.

El resultado, a parte de una mayor inestabilidad social y problemas de todo tipo, es una masa de personas con poco criterio, carentes muchas veces de una mínima cultura general y completamente ombliguistas.

La dificultad más o menos notable en comprensión lectora que tienen muchos adolescentes o incluso adultos es uno de los muchos motivos por los que cada vez se lee menos. Recuerdo una conversación que mantuve hace unos años con un editor que me comentaba que se estaban planteando dejar de editar libros para niños, porque éstos no se leían lo que les regalaban los padres y que cuando se diesen cuenta, el negocio entraría en crisis. Claro que si los niños jamás ven coger a los padres un libro y leer, ¿por qué tendrían que hacerlo ellos?

Esto podría resumirse en lo que un famoso escrito humorístico sobre la evolución del sistema educativo describía como "subraya la palabra patata y discute de ella con tu compañero". Tal vez, las estadísticas nos digan que nunca como hoy había habido en este país tantos licenciados o graduados, pero la verdad es que estamos produciendo cantidades enormes de analfabetos funcionales.

Como hizo notar John Allen Paulos en su célebre libro El hombre anumérico, la mayor parte de personas es incapaz de decir si el 50% de 1 es mayor o menor que 1, o cuestiones de la más elemental aritmética o lógica. Los mismos que, según las estadísticas, tienen aprobadas las matemáticas.

Para finalizar y, entroncando con este tema, me gustaría recordar un clásico relato de Isaac Asimov: "Sensación de poder" (The Feeling of Power) contenido en Cuentos completos I que, ya en 1958, nos alertaba de la pérdida de capacidades de cálculo mental entre la gente debido a las calculadoras... antes de que se inventasen las calculadoras. El Buen Doctor se quedó corto.