07 abril 2006

El camino de la cruz y el dragón

Hace unas semanas leí en la prensa una pequeña noticia que pasó desapercibida para casi todo el mundo que me llamó la atención. Al parecer, la Iglesia católica había decidido restaurar el "buen nombre" de Judas Iscariote, quien supuestamente traicionó a Jesús a las autoridades romanas por trenta monedas de plata y, posteriormente, arrepentido de lo que había hecho se ahorcó.

La verdad es que la noticia era un tanto extraña, porque saber que la Iglesia quería limpiar el buen nombre de alguien que durante toda la historia del cristianismo ha representado a un traidor repelente, la verdad es que chocaba bastante.

Hoy, por la prensa, aunque también por la televisión nos hemos enterado que National Geographic ha recuperado un antiguo pergamino de unos 17 siglos de antigüedad -el evangelio de Judas, como lo han bautizado- en el que la figura del apóstol es vista desde una óptica muy diferente: Judas era el favorito de Cristo y entregó a éste a las autoridades romanas a petición del propio Cristo.

Como todos los evangelios apócrifos, no cuadra con la versión oficial de los hechos con que la Iglesia nos ha querido adoctrinar a lo largo de los siglos. Es posible que ésta, ante la inminente revelación del documento en cuestión, haya querido curarse en salud restituyendo a Judas un cierto honor. Quién sabe...

Lo que me ha llevado inmediatamente a pensar en el magnífico relato corto de ciencia ficción del escritor George R. R. Martin, ganador de un Hugo, "El camino de la cruz y el dragón" (The Way of Cross and Dragon, 1979).

Se trata de un relato preciosista en el que se nos describe un grupo de conspiradores encargados de inventarse religiones a lo largo y ancho de la historia y de la galaxia, con supuestas finalidades de estabilidad social y de la lucha de un Inquisidor neocatólico que se topa contra este hecho, cosa que le lleva a perder la fe.

Dicho así, parece un argumento poco original, pero el relato es espléndido. Con un lenguaje muy descriptivo, tal como suele ser habitual en el Martin de los relatos, se nos describe con gran viveza nuevos mundos, culturas y especies, con unas pocas pinceladas, como pintando con palabras, de manera magistral.

Martin da un enfoque claramente agnóstico al relato y denuncia el engaño que representan, a su modo de ver, todas las religiones y del fraude que conlleva perseguir las herejías, pues acaban siendo tan absurdas y falsas como las heterodoxias que concitan dichas persecuciones.

El relato nos ofrece una versión de los hechos del Nuevo Testamento radicalmente diferentes a los narrados por la historia oficial, mucho más imaginativos y con un papel central de Judas y sus dragones. La verdad es que a mí me pareció una historia maravillosa la de Judas llorando a sus dragones perdidos, de un lirismo notable.

El trasfondo de la historia es, por eso, amargo y trasmite decepción y escepticismo, que parece ser la postura que adopta Martin ante el fenómeno religioso. No es, desde luego, ni el primero ni el último de los escritores de ciencia ficción que adoptan esta postura, pero con este relato, lo hace de manera soberanamente fascinante.