27 mayo 2010

Más oscuridad: Martin Gardner

Hace unos días murió el escritor y divulgador norteamericano Martin Gardner. Con él se nos va otra mente lúcida de nuestros tiempos, escéptico, con mentalidad científica y buscador del rigor y de la verdad. No sólo eso, sino divulgador: es decir, de los que enseñaban deleitando.

Muchos de ellos nos han dejado: George Gamow, Isaac Asimov, Carl Sagan, Jacques-Yves Cousteau, Arthur C. Clarke, Stephen Jay Gould... y ahora Martin Gardner. No quedan muchos de la "vieja escuela" de divulgadores a escala planeraria, que utilizaron los medios de comunicación de masas para abarcar de punta a punta del planeta.

Lo que más me duele no es tanto su desaparición, que en definitiva es ley de vida, sino el vacío que dejan. La naturaleza aborrece el vacío y supongo que por ello encuentro preocupante que su lugar no sea ocupado por otros nombres igual de potentes.

Estamos huérfanos de racionalidad. Nuestros tiempos dedican muchísimo más interés a los astrólogos de pacotilla o a los jugadores de póker que a los científicos o a los intelectuales. Baste poner cualquier canal no especializado de televisión, hojear una revista o diario, escuchar una emisora de radio o navegar aleatoriamente por internet.

Echadoras de cartas, astrólogos, tarots evolutivos, cristales energéticos, sanadores filipinos, bioenergías indetectables, pirámides curativas, viajes astrales, vudú, feng-shui, cursos para ver ángeles, cromoterapia, viajes mágicos, acupuntura o meditación trascendental. Todo vale.

Mientras las iglesias se vacían, los cuartos de estos nuevos brujos del siglo XXI se llenan. Más por demérito de los primeros que por mérito de los segundos, pero así están las cosas.

La gente parece tenerle alergia a la química, a lo artificial, a lo industrial, a lo sintético, pero después corren a vacunarse en masa cuando les amenaza una supuesta pandemia, se dan de puñetazos en la cola por ser los primeros en adquirir la última versión de ese conocido sistema operativo o fardan de ser los primeros en haber adquirido un iPad.

Absurdo e incoherente. ¿Pero a quién le importa?