Antikitera y la navaja de Ockham
Decía en un post publicado el 11 de
enero de 2007, titulado: “La calculadora de Antikitera: el Pre-Steampunk”
que: “Quizás alguien pueda ver en la calculadora de Antikitera un eco de la
tencología perdida de los imaginarios atlantes o váyase a saber de quién, pero
en todo caso nos demuestra por enésima vez que la realidad supera casi siempre
a la ficción”.
Pues alguien tuvo la misma idea. Baste
ver la última y en principio definitiva película de la saga de Indiana Jones, “Indiana
Jones y el dial del destino”. De la película no hablaré mucho por dos
motivos: para no introducir espóilers y porque no me ha gustado excesivamente.
Si pensaba que nada podía superar la ida de olla de “Indiana Jones y la
calavera de cristal”, estaba terriblemente equivocado.
En el post hablaba de Steampunk,
aunque en la película la cosa va mucho más allá. Sin entrar en detalles
“perturbadores”, de lo que se trata es del concepto que tenemos de la Historia
y de cómo aceptamos o no los errores cometidos en el pasado para poder vivir el
presente.
Pero volvamos a la calculadora de
Antikitera (o Anticitera, el nombre de la isla cerca de la que se descubrió el
artefacto). Sabemos realmente poco de este desconcertante dispositivo que ahora
la película ha vuelto famoso. Desde luego nada tiene que ver con el uso con el
que le dan en la película y es poco probable que tampoco tuviese nada que ver
con el genial Arquímedes, aunque el genial griego sí que parece que fabricó
dispositivos que podrían ser compatibles con el mecanismo de Antikitera.
Mas el mundo griego nunca deja de
sorprender. Casi todo lo que descubrieron o inventaron los griegos y que se
acabó perdiendo, más o menos, tras el colapso del mundo clásico, fue
redescubierto en la Edad Media gracias a las traducciones de los clásicos efectuadas
por los árabes o bien reinventado por el mundo que surgió de Isaac Newton y
posteriormente, de la Ilustración y de la Revolución Industrial.
Hay muchas cosas que desconocemos del
mundo clásico o de civilizaciones como la sumeria o la egipcia, que no eran
nada primitivas, incluso siguiendo los cánones modernos. Está claro que no
disponían de la ciencia y la tecnología modernas, pero eso no quiere decir que
fueran poco sofisticadas. Incluso hoy día sería complicado construir ciudades como
Uruk o Babilonia o levantar las pirámides.
Por supuesto, siempre habrá gente que
preferirá creer en alienígenas que lo solucionan todo pero que introducen más
enigmas que no resuelven. Los seguidores de von Däniken y similares. Les
reconozco un cierto atractivo romántico, pero por supuesto, la explicación más
simple suele ser la correcta, como reza el principio de la navaja de Ockham.
En caso de emergencia
Cuando empezaba a leer ciencia ficción y
apenas había leído otra cosa que a Asimov o a Clarke, cayó en mis manos un
ejemplar de la colección Super Ficción de la editorial Martínez Roca
llamado Órbita de alucinación (1986), que contenía una antología de
relatos relacionados con el mundo de la psicología en la ciencia ficción.
No recuerdo bien todos los relatos que
la componían, pero hubo uno que me impactó muchísimo y que aún recuerdo y que,
de hecho, me ha inspirado en diferentes circunstacias de mi vida. Se trata de
“En caso de emergencia” (“In Case of Fire”, 1960), de Randall Garrett,
un autor muy poco traducido en España.
El relato se basaba en una premisa
curiosa: un embajador tiene que negociar con unos extraterrestres bastante
quisquillosos y marrulleros y para ello decide reclutar un equipo de gente que
hoy llamaríamos con “diversidad funcional” (sic), con diferentes problemas
psicológicos, lo que, curiosamente, lo convierte en un equipo invencible.
La idea de aprovechar las
características peculiares y específicas de cada persona, incluso cuando en
otras circunstancias puedan ser desfavorables o peligrosas, me llamó
profundamente la atención.
Pensemos que en el año en que fue
escrito el relato, en 1960, eso de la “diversidad funcional” ni existía e
incluso debía estar bastante mal visto, me temo. Así que es un relato que se
adelantó en más de medio siglo a su tiempo.
Pero es que va mucho más allá. No se
trata solo de integrar a los “disfuncionales”, que eso podría ser muy
humanitario pero nada útil, sino de convertir lo que aparentemente es un
hándicap en una ventaja estratégica, idea verdaderamente revolucionaria. Si el
relato hubiese sido escrito en la China clásica hoy se estudiaría en las
universidades, como lo es El arte de la guerra, de Sun-Tzu, por ejemplo.
Como os digo, lo he aplicado en alguna
ocasión en mi vida y os garantizo que suele funcionar muy bien. A veces hay que
dejarse de buenas intenciones y ser, sencillamente práctico y aprovechar todo
lo que el destino pone en tus manos.
Shakespeare era klingon
Un detallito curioso de Star Trek,
especialmente de las películas sobre la serie original, vaya, la del capitán James
T. Kirk y Mr. Spock, es que están llenas de pequeñas referencias y guiños a
citas literarias muy diversas. Para ilustrar lo que quiero decir, pondré unos
cuantos ejemplos, aunque podría haber muy bien seleccionado otros, ya que hay
muchísimos.
En la segunda película, en “La ira de
Khan”, el susodicho Khan le espeta a Kirk una frase tremebunda inspirada
directamente en “Mobby Dick”: “Desde el corazón del infierno, yo te
apuñalo”. De hecho, cuando Chekov va a Ceti Alpha V y se encuentra a Khan
en el Botany Bay (nombre del famoso lugar de Australia en que James Cook
desembarcó en este continente por vez primera), puede ojear un ejemplar de “Mobby
Dick”.
Aunque será en “Primer Contacto”,
con el capitán Picard, cuando “Mobby Dick” y la búsqueda obsesiva del
capitán Ajab llegará a su pleno esplendor, ya que se convierte en el leitmotif
de todo el comportamiento de Picard en la película.
En la tercera película, “En busca de
Spock”, se cita la conocida frase: “Era el mejor de los tiempos, era el
peor de los tiempos”, mítico inicio de “Historia de dos ciudades”,
de Charles Dickens.
El comandante Chekov alude al famoso
cuento “ruso” (???) de la Cenicienta y Spock, para no quedarse corto en eso de
los apropiamientos indebidos, cita un conocido proverbio “vulcano” que afirma
que “Solo Nixon podía ir a China”. Y, ¿cómo no?, también hay referencias
a películas, como “Adivina quién viene a cenar esta noche”.
En la cuarta película, “Misión:
salvar la Tierra”, Spock y Kirk discuten sarcásticamente sobre los clásicos
del siglo XX. Bueno, lo que ellos consideran clásicos y que posiblemente
nosotros consideraríamos material fungible.
Pero será en la sexta película, en “El
país desconocido” cuando las citas shakespearianas se multiplican. El
propio título, “El país desconocido”, alude al conocido monólogo de
Hamlet, en el que se alude al futuro, diciendo que es el país del que no
retorna ningún viajero.
Los klingon, que afirman orgullosamente
que “no se descubre a Shakespeare hasta que se lee en el klingon original”,
también recitan el “Ser o no ser”, pero en klingon, claro (“taH pagh
taHbe”). El general Chang, el archivillano klingon, excelentemente
interpretado por Christopher Plummer, tiene una gran afición a las citas del
autor de Strattford-upon-Avon.
Así, exclama, cuando empieza una cacería
entre las naves klingon y las federales: “Comienza el juego” (de “Enrique
V”) y también: “Soy constante como la estrella polar” (del “Julio
César”) o “A partir de ahora soltaré a los perros de la guerra”
(misma obra); “Partir es siempre una dulce tristeza” (de “Romeo y
Julieta”); “¿Acaso escuchamos las campanadas a medianoche?” (de “Enrique
IV”); “Sentémonos en el suelo y contemos la triste historia de la muerte
de los reyes” (de “Ricardo II”) y una de mis favoritas: “Nuevamente
en la brecha, amigos míos” (de “Enrique V”).
Otro autor citado en el universo Star
Trek es Sir Arthur Conan Doyle, concretamente, su Sherlock Holmes. Así, Spock
comenta: “Si de lo que tenemos eliminamos lo imposible, lo que nos queda,
por improbable que parezca, será la verdad”.
En las diferentes series de las
franquicias, las referencias son aún más numerosas, pero lo dejaremos para otra
entrada.
Resumiendo: uno de los rasgos
característicos de Star Trek es la multitud de referencias
multiculturales que aparecen en sus episodios y películas, que abarcan toda la
historia del arte y de la mitología.
Esto es interesante, porque para
aquellos que nos aficionamos de jóvenes a la ciencia ficción, las referencias
ajenas a ella son importantes a la hora de abrirnos las puertas de otros mundos
igual de interesantes que esta y picarnos la curiosidad.