25 abril 2007

Una buena crítica

En el mundo de la ciencia ficción, el término crítica literaria suele provocar todo tipo de reacciones, algunas incluso bastante virulentas, entre quienes creen que la ciencia ficción és básicamente una literatura de ideas y entre los que opinan que es, simplemente, una rama más de la literatura de género.

Sin entrar en este campo de minas que tantos cadáveres ha dejado y que tantos ríos de tinta (o chorros de bits) ha hecho correr en el mundillo, me gustaría profundizar un poco en la necesidad de una crítica seria, independiente y sólida en lo que a la literatura de ciencia ficción se refiere.

Por un lado, toda crítica, siempre que sea mínimamente constructiva, suele aportar matices nuevos a todo texto. Básicamente, suele resaltar ciertos recursos estilísticos, poner de manifiesto la estructura interna del texto o poner los elementos que lo componen en relación con los referentes culturales, sociales o incluso antropológicos que los lectores podamos tener en común. Si una crítica es sólida, se encargará, al menos, de hacer posible todo esto.

La crítica también debe ser seria. Con ello no quiero decir que no pueda emplearse el humor, la ironía o incluso el sarcasmo, sino que se debe ser consecuente y coherente en las afirmaciones que se hagan. Además, todo lo que se diga debe razonarse mínimamente, huyendo de interpretaciones personalistas del tipo “esto es basura” o “este escritor hiede” que, a parte de ser generalmente ofensivas, no están justificadas, sino que suelen provenir de algún prejuicio del crítico. En todo caso, si un autor “hiede” debe justificarse el porqué.

Finalmente, la crítica debe ser independiente. No me valen las críticas de un determinado editor que pone por las nubes su producto, ni las de sus amigotes. De acuerdo que pueden ser críticas muy acertadas y que, posiblemente, si el editor está publicando algo es porque cree en la bondad del material publicado, pero no siempre es así. A veces, se es plenamente consciente de la baja calidad de los materiales, cosa que suele quedar compensada con pingües beneficios en ventas. Ya sabemos que calidad y éxito no siempre van de la mano.

Si una crítica cumple estos tres requisitos, a mi entender básicos, siempre será bienvenida. Todo lo que sirva para enriquecer una lectura, aportar nuevos puntos de vista o incluso revelar la clave en que debe/puede interpretarse un texto, debería ser tenida en cuenta.

Es por ello por lo que me gusta mucho el ensayo sobre la literatura fantástica, a pesar de que, por desgracia, abunda poco. Y no hablo de las clásicas reseñas al uso que todos podemos hacer en calidad de aficionados, sino de las críticas profundas y analíticas.

Lamentablemente un cierto sector del mundillo (¿del fandom?) ve esas críticas como algo ajeno a él y las rechaza. Es más: eso de “meterse” con las vacas sagradas que tanto idolatran puede ser considerado poco menos que como un pecado mortal digno de una buena lapidación. Si a ello le sumamos que fuera del mundillo este tipo de críticas literarias tampoco suelen ser especialmente apreciadas –por aquello de que la literatura de género suele estar en las catacumbas del prestigio- hace que las críticas serias abunden poco.

(Para profundizar en el tema, véase el magnífico artículo “Sobre la crítica” de Fernando Ángel Moreno publicado en el número 3 de Hélice).

20 abril 2007

Tirados: el porqué de las ardillas compulsivas

Dentro del fandom, se denomina ardilla compulsiva a aquellas personas que se dedican a comprar todas o casi todas las novedades que se publican de literatura fantástica. Lo sé bien porque soy una de ellas.

¿A qué viene este comportamiento compulsivo? Pues, consumismo excesivo a parte, puede tener su origen en diferentes causas. Veamos un par de ellas:

- El recuerdo a una época no tan y tan lejana (los años 90) en que hubo una sequía tremenda de publicaciones de ciencia ficción y de fantasía y apenas llegaba nada nuevo a nuestras polvorientas estanterías. Ya se sabe, la generación de la guerra, que pasó muchas privaciones, tiene la costumbre de aprovecharlo todo. Pues algo así.

- Porque tememos que si un libro que forma parte de una saga nos gusta y no tiene suficiente éxito, el resto de la saga se quede en el tintero o se demore su publicación ad calendas graecas.

¿Quién no ha leído algún libro de los que se ha anunciado que habría continuación y se ha quedado con un palmo de narices conforme iban pasando los meses (y hasta los años) y la continuación no llegaba ni tenía visos de llegar?

Más de una serie ha quedado incompleta después de despertarnos el gusanillo. Esto ha pasado incluso con antologías. Un par de ejemplos: los cuentos completos de Philip K. Dick que en su día publicó Martínez Roca quedaron inconclusos. Ahora están siendo reeditados por Minotauro y no tengo muy claro que el trabajo vaya a completarse.

Otro ejemplo: los cuentos completos de Harry Harrison, anunciada en tres volúmenes en Minotauro. De momento se han publicado dos. ¿Se publicará algún día el tercero?

¿Y qué me decís de antologías tan notorias como las de Los premios Hugo que editaban Asimov y Greenberg que no pasaron de principios de los ’80? ¿O los premios Nebula, que no tuvieron si quiera esa suerte?

También está ese libro que tanto éxito ha tenido en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Polonia, Rusia, Francia, Italia… y que aquí ve demorada su publicación por falta de interés de ningún editor.

Y por supuesto, están los descatalogados, que a veces son reeditados (como algunos incunables de Nova actualmente en reedición), como los que pasaron a mejor vida y a los que la única manera de acceder es mediante alguna biblioteca, préstamo personal o desembolso de una pequeña fortuna en el mercado de segunda mano.

Es evidente que el mercado editorial de la literatura fantástica en España no está normalizado. Si no, no sería necesario atesorar títulos y las ardillas compulsivas podríamos descansar y dejar de acaparar nueces ante la hipotética llegada de un nuevo invierno.

19 abril 2007

El uso de glosarios

Últimamente se repite bastante en las críticas, aunque de hecho es algo bastante antiguo, que para que un relato tenga una cierta “calidad”, el autor debe rehuír de introducciones con farragosas explicaciones en que se nos introduce en el universo del relato a base de indicaciones. La idea es que el escritor debe ser suficientemente hábil como para presentarnos su particular universo mediante detalles más o menos sutiles y colocarnos directamente en este universo para que nosotros mismos podamos hacernos una idea de él.

Es evidente que ello requiere un cierto esfuerzo por parte del lector (y por supuesto, del escritor) a la hora de empezar un relato, aunque también su evolución es mucho más satisfactoria que si tuviésemos que aprendernos una biblia de memoria. Uno de los grandes maestros clásicos del género en este tipo de introducciones fue Robert A. Heinlein.

Existe otra posibilidad, que tal vez pudiéramos tachar de algo tramposa, que consiste en soltar al lector en medio de la trama, en un entorno desconocido pero darle una especie de mapa-guía del universo en el que se encuentra. Para ello, se le facilita un glosario de términos e incluso mapas explicativos.

En el mundo de la ciencia ficción, un ejemplo clásico de novela con glosario es Dune, de Frank Herbert, mientras que en fantasía, tenemos el muy conocido caso de El Señor de los Anillos, con glosario, mapas, genealogías e incluso diccionarios de élfico.

¿Son los glosarios una ayuda, una guía para situar al lector o son directamente una trampa para eludir dar explicaciones suficientes que lo ubiquen en el entorno?

Supongo que depende del caso. Es evidente que, en una obra como El Señor de los Anillos, el trasfondo es tan enorme y detallado, que el uso de glosarios queda completamente justificado. Es más, de hecho, estos glosarios deben entenderse más bien como un complemento de lectura, una especie de “Para saber más, véase” que no un apoyo durante el proceso de lectura.

Tal vez en otras obras más incompletas y menos elaboradas, como El Silmarilion, los glosarios son casi apuntes del propio autor sobre líneas argumentales a desarrollar en el futuro que quedaron truncadas.

En lo que respecta a Dune, yo al menos reconozco que tuve que recurrir bastante al glosario en la primera lectura que hice de esta novela y que sin ellos hubiese estado bastante perdido. Creo que aquí el uso de los glosarios no estaba tan justificado y que el autor podría haber hecho un esfuerzo algo mayor en explicarnos en el texto algunos detalles relegados al glosario.

Ello no le resta fuerza a Dune como buena novela que es, en mi opinión. De hecho, tal vez le confiere un cierto exotismo que la hace aún más atractiva, sobre todo en primera lectura.

18 abril 2007

Correlaciones: Arte efímero

Según la maldición china: vivimos tiempos interesantes. Esto es aplicable a muchos de los aspectos de nuestra vida diaria. Y entre ellos, al arte. Una tendencia más o menos moderna es lo que podríamos denominar arte efímero. Todos hemos oído hablar de él, aunque quizá no bajo esta denominación.

Conocidas son por todos algunas muestras de arte efímero, como la esculturas de hielo, cada vez más populares. No en vano, incluso en entornos poco acogedores térmicamente hablando, se han llegado a habilitar pabellones refrigerados para acoger estas bellas, pero poco duraderas muestras de arte escultórico.

Vivimos un tiempo en que la norma parece ser “usar y tirar” o “consumir sin mirar atrás”. Mientras los usos no cambien, esta parece ser la norma de estos tiempos acelerados en que vivimos.

Que se lo digan al señor aquel que se dedicaba a “pintar” en las pistas de esquí cuadros mediante sustancias que teñían el color de la nieve. Nadie –salvo los propietarios de las pistas de esquí- criticarían su talento pictórico, aunque tal vez, sólo una fotografía en el momento y lugar adecuados podría preservar para la posteridad estas muestras de arte.

También la ciencia ficción nos ha ofrecido algunos ejemplos de arte más o menos efímero. Los cantores de “El tiempo considerado como una espiral de piedras semipreciosas” de Samuel R. Delany es un caso de este arte efímero y consumista.

Otros ejemplos son las esculturas luminosas que realiza un robot en “Parodia rimada” de Isaac Asimov o la totalmente onírica “Los escultores de nubes de Coral D” de J. G. Ballard, relato contenido en su colección de narraciones Vermilion sands. En éste, unos aviadores dotados con unos aviones especiales, se dedican a esculpir las nubes para obtener figuras evanescentes que se disiparán en pocos instantes.

Aunque, tal vez, la muestra más clásica y extendida de arte efímero de nuestros días sea la alta gastronomía, con sus peculiares combinaciones de sabores, aromas y texturas, congregados y deconstruidos de múltiples maneras, como en el también asimoviano “Buen gusto”.

13 abril 2007

¿La imposible madurez?

Hace tiempo que detecto una inquietante tendencia en algunos de los más destacados escritores de ciencia ficción españoles: la deriva hacia fuera del género. No es que lo critique, pues cada cual escribe lo que quiere o busca fortuna allí donde cree que puede encontrarla, pero ello no es óbice para que no ponga el foco en este fenómeno.

Hace tiempo, ya pudimos ver como autores consagrados como Elia Barceló y César Mallorquí, dos de los grandes de la ciencia ficción española, abandonaban definitivamente (o casi) el género y se dedicaban a cosas más lucrativas o interesantes para ellos, como la novela juvenil o el terror.

También hemos podido ver cómo en todas las ediciones que llevamos hasta el momento del premio Minotauro, se están premiando básicamente novelas de corte fantástico, a pesar de que el premio incluye –en teoría, también- la ciencia ficción.

Pero lo que me ha llamado más la atención últimamente ha sido la proliferación de ucronías o de novelas históricas directamente, disfrazadas bajo la forma de ucronías. Uno de los primeros que marcó el camino fue León Arsenal, con novelas como El hombre de la plata o Las lanzas rotas y, posteriormente, con una novela con un cierto sabor a lo Código da Vinci: El espejo de Salomón.

Pero no ha sido el único. Uno tras otro, las principales plumas del género han ido desfilando por la misma senda: Juan Miguel Aguilera (El sueño de la razón), Rafa Marín (Juglar) o Javier Negrete (Alejandro Magno y las águilas de Roma). Incluso Rodolfo Martínez parece haber descubierto el filón de las pseudoucronías holmesianas.

Tampoco quiero ser alarmista. Es cierto que muchos otros escritores siguen escribiendo relatos e incluso alguna novela de ciencia ficción española, pero los más conocidos y los que más venden parece que se alejan cada vez más del género.

Muchos han querido vestirlo como la tan cacareada trascendencia del género o el mestizaje del género, pero a mí me parece que, simplemente, se están abriendo a otros mercados más agradecidos y menos ghetto que la ciencia ficción.

Es cierto que hemos podido ver como algunos escritores de fuera del mundillo han escrito recientemente obras de una cierta relevancia dentro de la fantasía o de la ciencia ficción, pero dicho fenómeno en España no está tan afianzado como en otros países. Tal vez porque seguimos en las catacumbas del género y de ahí no hay quien salga.

En todo caso, quería sacar el tema a colación, pues observo con preocupación como se ciernen alargadas sombras sobre la ciencia ficción española. A fin de cuentas, ¿qué sucederá cuando otros autores aún noveles despunten? ¿No seguirán la misma tendencia que sus antecesores? ¿Está condenado el género en España a carecer de madurez?

12 abril 2007

Fallece Kurt Vonnegut

El conocido escritor estadounidense Kurt Vonnegut acaba de fallecer en la ciudad de Nueva York a la edad de 84 años, a consecuencia de las secuelas cerebrales de una caída que tuvo hace unos días.

Vonnegut era especialmente conocido por novelas como Matadero 5 o Las sirenas de Titán y últimamente había publicado obras tales como El desayuno de los campeones o la políticamente comprometida y muy incorrecta Un hombre sin patria.

Personalmente, le recordaré por este último libro y por el sarcástico y bastante corrosivo Galápagos.

Vonnegut era conocido por su antibelicismo, su pensamiento comprometido con el humanismo y el racionalismo, así como por su compromiso entre la ciencia y la literatura. Muchas veces dijo que no se sentía exactamente un escritor de ciencia ficción y que había sido catalogado como tla sólo porque en ocasiones había escrito sobre ciencia.

Su estilo, muy característico y plenamente reconocible, se caracterizaba por el sarcasmo, la sátira, la crítica social y el humor negro.

Su experiencia como soldado durante la II Guerra Mundial, en que fue capturado por los nazis, le sirvió como inspiración de su más conocida novela: Matadero 5 (1969).

Podríamos decir muchas cosas de Vonnegut, pero permitidme que sea él mismo quien hable a través de algunas de sus citas más sarcásticas:

“El verdadero terror es levantarse una mañana y descubrir que tus compañeros de instituto están gobernando el país”.

“Somos lo que pretendemos ser, así que elige bien lo que pretendes ser”.

“Reír y llorar pueden ser respuestas al agotamiento y la frustración. Por mi parte yo prefiero reír, simplemente porque hay menos que limpiar después”.

”Me pregunto quien nos ha dado el derecho de estropear nuestro planeta”.

”Te lo digo de verdad. Nosotros estamos en la Tierra para tirarnos pedos y no dejes a nadie que te diga lo contrario.”

Descanse en paz.

11 abril 2007

Agua en el desierto

Parece que la búsqueda de agua en los diferentes cuerpos planetarios de nuestro entorno se está convirtiendo en tema de actualidad. En el caso de la Luna y de Marte, porque posibles depósitos de agua congelada facilitarían su ocupación por el hombre. En el caso de la Tierra, por simple necesidad, dado que vivimos tiempos de escasez, que se verán agravados muy probablemente en el futuro debido a la superpoblación y al cambio climático.

La verdad es que el agua aparece muchas veces donde menos te la esperas. En África, uno de los principales reservorios de agua subterránea es… ¡el desierto del Sáhara! Otra cosa es que dichas reservas sean fácilmente accesibles.

Ahora se ha descubierto que existe un enorme depósito de agua en las profundidades del manto terrestre, con el volumen del océano Ártico, cosa que no deja de ser sorprendente. Aún no se conocen con certeza los mecanismos que han permitido esta notable acumulación de agua, aunque existen algunas teorías al respecto. Por desgracia –o por suerte, según se mire- esta agua está demasiado profunda como para ser explotada por el hombre.

Se ha dicho muchas veces y se repite cada vez más que las guerras del futuro no se producirán por el petróleo, sino por el agua. La escasez de agua dulce es un serio problema en muchos lugares del planeta y no tardará en serlo también en Occidente, que es esa parte del planeta en que se decide casi todo. Una cosa no existe si no afecta a Occidente. Por desgracia nos va a afectar.

Los últimos informes sobre cambio climático no auguran muy buenas noticias a nuestro país. Desaparición de playas, sequía, incendios, desertización, alteración del clima estacional, pérdida de los últimos glaciares pirenaicos, pérdida de biodiversidad…

La verdad es que no se trata, precisamente, de un panorama muy halagüeño. Son encomiables los esfuerzos de búsqueda de agua en otros cuerpos celestes, pero tal vez llegará muy pronto el día en que lo verdaderamente difícil sea encontrar agua dulce en la Tierra. Espero que no acabemos como en Dune. Almenos, no se ven gusanos a la vista…

10 abril 2007

¿Varitas o fásers?

Según los últimos rumores, a los que hay que hacer un caso relativo, la próxima película de Star Trek que se está preparando tendría como protagonista principal al actor Daniel Radcliffe, conocido por ser el joven mago Harry Potter en la gran pantalla. Daniel ínterpretaría los primeros tiempos del capitán Kirk, cuando éste y Spock estarían aún en la Academia de la Flota Estelar o recién licenciados.

No sé qué opinión les va a merecer a los trekkies de toda la vida la noticia de confirmarse, pero me huelo que como mínimo les va a chocar. Parece que los productores de la franquicia desean, por encima de todo, notoriedad. No es preciso recurrir a fichajes estelares para hacer una gran película, como ya demostraron con Star Trek: Primer Contacto, tal vez la más lograda de las de la Nueva Generación.

Tampoco tengo muy claro que recurrir a las precuelas sea una buena idea. La cosa no acabó de funcionar del todo bien con Enterprise y el capitán Archer (aunque a mí, particularmente, dicha serie me encanta) en lo que a audiencia y a aceptación entre el fandom se refiere. Pero poner un actor ya muy marcado por otro personaje como alguien tan carismático para los trekkies como el capitán Kirk, me da que no va a resultar.

Vaya, que cuando Kirk se enfrente al matón de turno, no sabremos muy bien qué esperar: si que le propine un golpe de faser al malo maloso o que saque su varita del bolsillo y le propine un latinajo acompañado de chispitas de colores. No sé, pero me parece que la cosa va a quedar rarita.

Y es que los grandes capitanes de Star Trek –los actores William Shatner, Avery Brooks o Kate Mulgrew- no eran excesivamente conocidos en el cine ni en la pequeña pantalla antes de su aparición en Star Trek. Patrick Stewart era un renombrado actor shakespeariano con alguna memorable aparición en la pequeña pantalla, como su personaje de Aecius Sejanus en Yo, Claudio y Scott Bakula era más conocido en el mundillo. Pero aún así, ninguno de ellos era una estrella consolidada, como lo es Daniel Radcliffe, a pesar de su corta edad.

Pánico me da en pensar en quién estarán pensando para el papel de Spock, pero espero que no se les ocurra la genial idea de tirar de más casting de famosos y recurrir a algún ex-hobbit, porque si no, esto va a parecer más un cuento de hadas que no una película de ciencia ficción. Veamos por dónde van los tiros…