Correlaciones: Se busca viajero del tiempo
Unos investigadores de la Universidad de Michigan (USA) han
decidido ponerse a buscar hipotéticos viajeros del tiempo utilizando San
Google. La idea era localizar posibles búsquedas en Google sobre
acontecimientos famosos antes de que sucediesen.
Por ejemplo, averiguar si alguien había buscado referencias
del tipo “Papa Francisco” antes de que éste fuese elegido o bien “Cometa ISON”
antes de que éste fuese conocido o si quiera bautizado con este nombre.
Ya os adelanto que loa búsqueda ha sido infructuosa. De
todas maneras, dudo que un hipotético viajero del tiempo se dedicase a
“googlear” según qué cosas sabiendo que aún no habían sucedido. Pero todo es
ponerse.
Esto me recuerda a cierto elemento de la trama de la novela
de ciencia ficción, El fin de la Eternidad (“The End of
Eternity”, 1956) de Isaac Asimov, en que un viajero del tiempo inserta un
anuncio en un diario de la época con una referencia a la energía nuclear antes
de que ésta existiese para llamar la atención.
En fin, yo creo que hay cosas más interesantes a que dedicar el tiempo
de los investigadores, pero si alguien quiere entretenerse a buscar viajeros
del tiempo camuflados, a mí ya me está bien. Eso sí, ¿qué hacemos con ellos en
caso de encontrarlos? ¿Realmente nos interesa conocer nuestro futuro? ¿No lo
cambiaríamos irremediablemente en caso de conocerlo con antelación, si tal cosa
fuese posible?
Correlaciones: Exoesqueletos
Leo en prensa el siguiente titular: “Comienzan a producirse
en serie las armaduras robóticas de ciencia ficción”. Y a continuación: “Panasonic
fabricará mil unidades al año de un exoesqueleto que multiplica la fuerza y que
venderá por 3.500 euros”.
Estamos ante otro de esos titulares que nos recuerdan que
vivimos en un mundo de ciencia ficción y que el futuro ya ha llegado hace días
y ha echado raíces en nuestro presente.
La noticia nos puede recordar irremediablemente a películas
como Robocop (que no es estrictamente un exoesqueleto) y
otras similares, aunque a mí me recuerda inevitablemente a dos relatos: “El
hombre de la casa de la carne” (“Meathouse Man”, 1976), contenido en Híbridos
y engendros, de George R. R. Martin y a “Blue champagne” (“Blue Champagne”,
1981), de John Varley.
Aunque estoy convencido de que si rascamos un poco,
encontraríamos unos cuantos relatos más sobre armaduras multiplicadoras de
fuerza en el mundo de la ciencia ficción.
En el primer relato, el uso de los exoesqueletos es de
carácter industrial, mientras que en el segundo, es de carácter terapéutico.
La cosa tampoco es estrictamente nueva. Recordemos las
famosas manipuladoras de productos altamente radiactivos o de alta peligrosidad
que hemos podido ver en muchas películas futuristas (y no tan futuristas).
La novedad es que estos exoesqueletos por primera vez son de cuerpo
entero y preveo que tendrán multitud de aplicaciones, desde aumentar la
productividad y seguridad de ciertos trabajos mecánicos, hasta usos
terapéuticos para personas impedidas físicamente.
Las predicciones de Asimov
En las últimas semanas, he podido leer en diferentes medios
de comunicación comentarios acerca de un artículo de divulgación que escribió
Isaac Asimov hace cincuenta años, tratando de predecir cómo sería el futuro.
Supongo que como escritor de ciencia ficción y mente
privilegiada del siglo XX, lo debía tener más fácil que otros coetáneos, pero a
pesar de que la ciencia ficción no suele acertar siempre, Asimov sí que lo hizo
notablemente.
Dejando a parte que tal vez previó un mayor desarrollo de la
exploración del espacio y los coches voladores (¡ay! ¡Esos coches del futuro
que nunca llegan!) sí que es cierto que acertó en muchas otras predicciones.
Previó, por ejemplo, una sociedad altamente tecnificada e
hipercomunicada, como la nuestra, con móviles, internet y redes sociales,
aunque tal vez no con tanto detalle. Supongo que a toro pasado era facil de
prever, pero el mérito lo tuvo hacerlo cincuenta años antes.
Como decía anteriormente, la ciencia ficción y los
escritores que la cultivan, no siempre han tenido una visión del futuro
particularmente desarrollada. Famoso es el caso de escritores que meses antes
de la caída del muro de Berlín, todavía preveían escenarios futuros con la URSS
como superpotencia y una Europa dividida por el telón de acero. O aquéllos,
como el propio Asimov en la Trilogía de las Fundaciones, que
no previeron la importancia de las computadoras.
En todo caso, nos quedamos con una cierta sensación amarga: los coches
no vuelan (lo cual, tal vez no sea tan malo), los robots no son especialmente
inteligentes, Susan Calvin aún no parece haber nacido y los viajes al espacio
aún no son habituales. Y de colonias en la Luna o en Marte, nada de nada.