Correlaciones: Terra Prime
En la serie de televisión Star Trek:
Enterprise, cerca del final de la cuarta y última temporada, aparece un
movimiento político y social revolucionario entre los humanos terrestres que se
opone radicalmente a la creación de lo que después será la Federación,
es decir, una alianza estable entre la humanidad y diversas especies
inteligentes de la galaxia, como los vulcanos, los andorianos y
los telaritas.
Puede parecer solo ciencia ficción, pero
me ha llevado a pensar directamente en el “America, First” de Donald
Trump. Y eso que Enterprise es unos cuantos años anterior al mandato de
Trump. En la serie se habla de un movimiento supremacista y abiertamente
racista (¿especista?) llamado Terra Prime.
¿Casualidad? Bueno, tal vez sea una de
las historias más viejas del mundo. Los seres humanos siempre hemos sido
tribales, seguidores de bandos. La unidad natural comunitaria, después de la
familia, era la tribu y posteriormente, la aldea. Por eso se habla de la “patria
chica”, refiriéndose al lugar de nuestro nacimiento y adscripción.
Y claro, “nosotros, primero”, lo
debemos llevar prácticamente programado en los genes. De hecho, hay estudios
que sugieren que esto es así. Incluso nuestra capacidad de reconocer rostros es
especialmente afilada en aquellos que comparten rasgos genéticos parecidos a
los nuestros. Por eso, a los occidentales “todos los chinos nos parecen
iguales”, mientras que a ellos les sucede justo lo contrario.
Por desgracia, a lo largo de la
historia, hemos pasado con demasiada frecuencia del “nosotros, primero”
al “el que no es como nosotros es nuestro enemigo”. No en vano, “America,
first” era un lema empleado por ciertos grupos nazis a finales de la década
de los 30 del siglo XX en Estados Unidos.
En la serie Babylon 5, esto
sucede primero con algunos alienígenas (el odio de los humanos respecto de los
antiguos enemigos minbari) y después a los telépatas humanos por parte
de los humanos “normales” y viceversa.
También, en Star Trek, esta vez,
en la Serie Original hay un capítulo delicioso (“Que ese sea su
último campo de batalla”, 1969) en que aparecen dos razas enfrentadas:
ambos tienen la mitad de la cara blanca y la mitad negra. Pero mientras que
unos tienen la parte blanca a la izquierda, los otros la tienen a la derecha.
Motivo suficiente para considerarse enemigos a muerte.
En Enterprise se reproducen los
clásicos esquemas xenófobos, de miedo al otro, al desconocido. Y ya sabéis por
el maestro Yoda, que “el miedo conduce al odio”. Esto lo han
sabido explotar muy bien muchos demagogos a lo largo de la historia, hasta el
último ejemplo reciente: el de Donald Trump, quien, por desgracia, es el último
en llegar pero no será el último en hacerlo.
¿Transportes futuristas?
En la conocida película de ciencia
ficción Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985) aparecían patinetes
voladores y en El quinto elemento (Luc Besson, 1997) había todo un
submundo de coches, taxis y camionetas voladoras en las ciudades del futuro.
También aparecían coches voladores en Hombres de negro (Barry
Sonnenfeld, 1997), aunque como una tecnología “reservada”.
Pero parece que las cosas son bastante
más mundanas y no tan coloridas. Eso sí, ¿quién nos iba a decir que tendríamos
bicicletas eléctricas, patinetes eléctricos, segways o drones? A veces, la
realidad no supera a la ficción, pero es capaz de sorprenderla y confundirla.
Los maglevs y los overcrafts no son de
uso general ni son el transporte del presente, pero existen y tienen su
mercado, aunque reducido, ya que los costes de mantenerlos en funcionamiento
suelen ser prohibitivos.
En lo relativo a los maglevs, es posible
que si algún día descubrimos superconductores a temperatura ambiente, se
conviertan en algo habitual, pero hoy día, todavía gastan bastante energía.
Y por supuesto, lo que más se echa en
falta, vistas las películas futuristas, son los coches voladores. No os penséis
que yo particularmente esté esperándolos. Ya bastante saturados tenemos los
altos cielos, solo nos faltaría contaminar y superpoblar los bajos cielos: más
ruido, polución, accidentes y sería el fin de los pájaros.
Un sucedáneo de ellos, presentado
recientemente, es una especie de coche volador a base drones. Aunque ni tiene
la potencia, autonomía ni maniobrabilidad que esperaríamos de un cachivache
futurista.
Lo que sí que parece que tiene un cierto
futuro es el coche eléctrico. Hay varias tecnologías compitiendo: baterías
eléctricas, hidrógeno, etc. Pero parece que los tiros van por ahí. Y una vez
que la tecnología eléctrica se haya adueñado de las carreteras, veremos también
cómo proliferan cada vez más los coches inteligentes que se conducen solos. La
revolución está al llegar y si no nos extinguimos antes y hacemos colapsar la
civilización, ahí nos estará esperando.
Cuánto espacio desaprovechado
Un equipo internacional de astrónomos ha
calculado que en nuestra galaxia podría haber hasta 300 millones de mundos
potencialmente habitables, a partir de inferencias de los exoplanetas
encontrados hasta la fecha.
En la novela Contacto (Contact,
1985), de Carl Sagan, llevada al cine por Robert Zemeckis en 1997 y
protagonizada por Jodie Foster y Matthew McConaughey, aparece una frase que
resume perfectamente el párrafo anterior: “Si solo estamos nosotros, cuánto
espacio desaprovechado”.
Naturalmente, ello no deja de ser un
deseo. Podría haber cien veces esa cantidad y ni un solo mundo habitado como el
nuestro o haber cien veces menos mundos y estar la galaxia rebosante de
civilizaciones inteligentes.
Los mundos habitables similares a la Tierra
no son los únicos que podrían albergar vida (inteligente o no). Asimismo, que
sean similares a la Tierra no implica automáticamente que contengan vida
(inteligente o no). Son condición necesaria, pero no suficiente. Y de hecho,
tal vez no sean ni condición necesaria.
Por otro lado, en la Tierra, durante
cientos de millones de años, la vida no pasó del estadio de los microbios. La
vida multicelular es relativamente reciente. Las plantas lo son aún más y de
los animales, no hablemos. Las especies antropoides inteligentes son unas
recién llegadas y desde la invención del fuego, han pasado solo centenares de
milenios.
Las primeras civilizaciones humanas
tienen menos de 10.000 años y la revolución industrial solo sucedió hace apenas
dos o tres siglos. El hombre llegó al espacio hace poco más de medio siglo y
desde luego no tenemos naves warp, colonias lunares o marcianas ni mucho
menos, federaciones de planetas de otros sistemas estelares. Jamás hemos puesto
el pie fuera de nuestro sistema solar y lo máximo que hemos llegado nosotros
físicamente es a la Luna. Tal vez pronto, a Marte.
Con todo esto quiero decir que quizás
las civilizaciones extraterrestres, caso de existir, sean realmente raras o
efímeras. Tal vez evolucionen exponencialmente hacia una singularidad
tecnológica y desaparezcan del mapa en poco tiempo.
Es posible que la vida compleja sea muy
rara en la galaxia. A fin de cuentas, la Tierra no es un planeta muy atípico,
viendo los exoplanetas encontrados, pero sistemas como el Tierra-Luna, sí que
parecen ser excepcionales.
Y la Luna podría haber influido
notablemente en la aparición de vida compleja en la Tierra. Primero,
estabilizando el eje de rotación terrestre, facilitando la existencia de
estaciones moderadas climáticamente hablando y después están las mareas, que
sin la Luna, serían mucho menores y que pueden haber tenido una importancia
capital en la colonización de la tierra firme por parte de las especies marinas
originiarias.
Es evidente que una civilización
únicamente marina es mucho más compleja de desarrollarse tecnológicamente que
una en tierra firme, con la posibilidad de usar el fuego y otros artefactos.
Las manos han sido capitales en el
desarrollo de nuestra inteligencia y de las civilizaciones. De habla de Homo
faber, el hombre que fabrica cosas, que construye herramientas. En los
océanos, prima la hidrodinámica y las manos serían un estorbo. A parte que
encender fuego es bastante complicado.
Por ello, la existencia de
civilizaciones avanzadas tal vez sea una rareza. Y no nos olvidemos del hecho
que las especies dominantes en el planeta, hace tan solo 65 millones de años
eran reptilianas: los dinosaurios. Tuvo que caer un señor meteorito para
cargárselos a casi todos (sus escasos descendientes son las actuales aves) y
dejar paso libre a los mamíferos y entre ellos a los primates antropoides.
Después, tuvo que venir una gran sequía
en el centro de África para que los humanos decidiesen emigrar y ocupar el
globo y con ello, se enfrentasen a nuevos retos y oportunidades que condujeron
a la civilización. Si no, tal vez, aún estaríamos tan ricamente comiendo fruta
e insectos en la sabana africana.
Todo ello nos muestra que la evolución
desde los microbios, que parece que surgieron muy deprisa geológicamente
hablando, hasta la vida evolucionada inteligente, ha sido casi siempre producto
del más puro azar. Solo en tiempos recientes hemos podido empezar a controlar
el medio ambiente, gracias a la tecnología e incluso nuestra propia evolución
como especie, gracias a la educación y a la ingeniería genética.
Tal vez, realmente haya mucho espacio
desaprovechado o, simplemente, es lo que debe ser. Puede que poblar el universo
de vida inteligente sea nuestra misión cósmica. O tal vez no. Dejo la cuestión
para los filósofos del futuro que seguro que si no nos autodestruímos antes,
tendrán que tratar esta cuestión tarde o temprano.