23 diciembre 2008

¿Remake o remate?

Acabo de ver el remake de Ultimátum a la Tierra y la verdad es que me ha decepcionado bastante. Y eso que fui a verlo sin grandes pretensiones y sin esperarme nada del otro mundo. Pero es que aún así, no me ha acabado de convencer.

Supongo que tengo muy reciente el visionado de la película original, que no pude disfrutar completa hasta hace unas semanas, por lo que la tenía fresca. El remake nos cuenta una historia parecida (que no igual), pero sin la ingenuidad de la película original.

Particularmente, creo que ha acabado siendo una simple película de efectos especiales, con personajes muy superficiales, nula empatía y demasiados autohomenajes" cinematográficos.

Así, hay un par de escenas (el "nacimiento" del alien o su conexión a las redes informáticas) que parecen sacadas de Matrix que, estando interpretada por le mismo actor, se tornan excesivamente repetitivas.

Por otro lado, la conversión de GORT en un enjambre de nanobichejos parece calcado de Presa de Michael Crichton y más que miedo, da un cierto asco. Nada comparable a la mujer de la serie original diciéndole al robot que se le abalanza encima "Klaatu barada nikto", frase que eché en falta.

Finalmente, la escena inicial del reclutamiento de los científicos, parece una copia barata del de Esfera, también de Michael Crichton y la escena de la pizarra con un John Cleese convertido en viejecito científico, es de las pocas que se han salvado de la película original.

En definitiva, si bien se conserva hasta cierto punto el mensaje original y aún se refuerza, dejando claro que la Tierra no es propiedad de los humanos y que es más valiosa que la raza humana en sí misma, la película no tiene la garra de la original que, además se vale del ambiente hostil y paranoico de la guerra fría.

Está visto que los buenos guiones de ciencia ficción los encontramos cada vez más en las series de televisión más que en la gran pantalla, donde parece que lo único que cuenta es sacar unas cuantas caras conocidas y gastarse cantidades enormes en efectos especiales.

09 diciembre 2008

Todos los hijos de Dios

Acabo de ver los diez capítulos de la cuarta temporada de Battle Star: Galactica, inconclusa debido a la huelga de guionistas de azotó los Estados Unidos y que ha hecho que esta cuarta temporada deba concluirse con una especie de segunda parte el año que viene.

En contrapartida, los DVD contienen un capítulo especial titulado "Razor" ("Navaja") que reexplica ciertos aspectos ya pasados de la serie y que explican algunos detalles que no habían quedado suficientemente claros, como el origen de los "híbridos" y de los propios "cylon" humanoides.

Sin destrozar el final (que, por cierto, es totalmente anticlimático y a años luz del de la tercera temporada), tal vez uno de los conceptos que más me han llamado la atención es la importancia de la mortalidad como núcleo de unión entre cylon y humanos.

Este tema ha sido abordado multitud de veces en la literatura y el cine, pero en un par de ocasiones lo ha sido desde una óptica muy parecida a la que se adopta en Galáctica.

Por un lado, en Star Trek: Generations, donde el Capitán Picard expone en un brillante discurso que la mortalidad no es el monstruo de afilados dientes que pretende su oponente, el doctor Soren, sino que es lo que nos define como humanos y que nos recuerda constantemente que debemos mimar cada instante, porque es único.

Por otro, en la versión cinematográfica de El hombre del Bicentenario, la Humanidad, por boca de sus representantes de la ONU viene a decir algo así como: "podemos aceptar un robot inmortal, pero nunca aceptaremos un humano inmortal", ante la petición de ciudadanía del androide.

En Galáctica se plantea el interesantísimo debate de qué diferencia hay entre un humano y un cylon si ambos tienen prácticamente el mismo "hardware" y el mismo "software", si ambos son mortales y si ambos parecen tener un "alma" y creen en la trascendencia. ¿Dónde está la diferencia? Es más, ¿merecen las diferencias un enfrentamiento a muerte como el que ha habido hasta entonces?

Yo, de todas maneras, me quedo con la malévola escena del doctor Gaius Baltar intentado convencer a un cylon centurión de que Dios existe y también es su Dios, a saber con qué ocultas finalidades.