30 noviembre 2007

Correlaciones: De obras subterráneas

La existencia de mundos subterráneos ha fascinado al hombre desde el alba de los tiempos. Muchas mitologías ubicaban algún tipo de más allá bajo tierra. Tal es el caso de la mitología judeocristiana (el Infierno) o la greco-romana (el Tártaro). Quizá sea por eso por lo que desde muy antiguo se ha especulado con la existencia de ciudades y de civilizaciones subterráneas.

Cosas de von Däniken aparte, encontramos un fascinante mundo infraterreno en Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne. La ciencia ficción de los años 20 y 30 también desarrollaba historias en mundos subterráneos, como las de “Tumithak en los corredores” y posteriores secuelas (Charles R. Tanner). Los propios morloks de La máquina del tiempo de H. G. Wells vivían bajo Tierra y en Planeta prohibido se nos mostraba una impresionante ingeniería subterránea para obtener energía por parte de una raza alienígena ya extinta.

Las ciudades subterráneas o bajo cúpulas fueron una de las modas en la ciencia ficción en la segunda mitad del siglo XX. Las encontramos tanto en películas como La fuga de Logan como en la clásica Bóvedas de acero y El sol desnudo de Isaac Asimov. Recientemente, hemos podido leer acerca de una Roma subterránea en el primer capítulo de Roma eterna de Robert Silverberg.

La lista es inacabable. Pero como siempre, la realidad suele ser más sorprendente que cualquier ficción imaginada por el hombre. Hace escasas décadas se descubrió una enorme y sorprendente ciudad subterránea en la Capadocia (Turquía), llamada Derinkuyu, que data de la época de los hititas, C. 1400 a.C.

En la actualidad, se han descubierto 20 niveles y se cree que tiene un fondo de 85 metros. Son visitables los primeros 8 niveles. La ciudad fue utilizada como refugio y se cree que llegó a albergar hasta 10.000 personasy se beneficiaba de la existencia de un río subterráneo. La ingenieria necesaria para excavar esta ciudad sorprende a propios y extraños. Para mayor colmo, está conectada por un túnel de 8 Km de largo con otra ciudad subterránea: Kaymakli.

No deja de ser sorprendente que en una época en que una de las principales preocupaciones urbanísticas de una urbe como Barcelona sea el paso por la ciudad del tren de alta velocidad, que podría poner en peligro los cimientos de la Sagrada Familia, en una época con los adelantos tecnológicos más espectaculares, seamos incapaces de replicar con seguridad algo mucho menos ambicioso que Derinkuyu. Vivir para ver.

28 noviembre 2007

Sobre la continuidad

Me estoy leyendo un entretenido libro de divulgación filosófica titulado El cerdo que quería ser jamón, de Julian Bagini. Contiene 100 experimentos mentales sobre cuestiones muy diversas de orden filosófico. Algunas de ellas, claramente sacadas de la ciencia ficción.

Uno de los temas que trata ya lo he analizado en alguna ocasión en este blog: la continuidad de la conciencia. Pero vayamos por partes y planteémonos una serie de preguntas:

1. Supongamos que en el futuro somos capaces de construir un teletransportador al estilo Star Trek, en el que los objetos y personas que en él se introducen son reducidos a partículas y su información transmitida a otro transportador en donde son reconstruidos. La persona reconstruida, ¿es la misma que el original o ñeste se perdió al ser desintegrado?

Está claro que se trata de una copia, pero si la composición material es idéntica, ¿no se trata de la misma persona? ¿Qué sucede con la conciencia? ¿Y si el original no fuese destruido?

En mi opinión se trata de una copia que tendría la misma noción de existencia que el original y sus mismos recuerdos, pero sería una persona diferente, como se podría comprobar si el original no fuese destruido.

2. Cada diez años, aproximadamente, todos los átomos de nuestro cuerpo han sido sustituidos por otros iguales. De tal manera que ninguna molécula original ha sobrevivido. Eso sí, una molécula de agua es indistinguible de otra molécula de agua y así sucesivamente. De alguna manera, la sustitución material se ha ido realizando progresivamente y existe una continuidad entre la persona actual y la de hace diez años.

De hecho, Ray Bradbury utiliza esta paradoja para justificar que el personaje que se casó con su mujer, no es la misma persona que la que hoy existe.

3. Supongamos que vamos sustituyendo las redes neuronales de nuestro cerebro progresiva y lentamente por redes artificiales de neuronas. En principio la conciencia no desaparece y se produce una adaptación progresiva. ¿Cuándo colapsaría nuestra conciencia? ¿Cuándo se reemplazase alguna red neuronal sensible? ¿Con una cierta cantidad de sustituciones? ¿Nunca?

Este es el argumento de un curioso capítulo de Star Trek: Deep Space Nine.

4. La ameba es un ser, en cierta manera inmortal. Se reproduce por escisión, es decir, su cuerpo se divide en dos partes iguales que después crecen y se convierten en dos amebas idánticas. Y así ad infinitum. De hecho, salvo mutaciones, cualquier ameba que podamos encontrar hoy es idéntica a la ameba original. En cierta manera, es la misma ameba.

¿Qué sucedería si un ser humano pudiese reproducirse así? ¿Qué pasaría con la conciencia? ¿También se duplicaría? ¿Y la conciencia original? ¿Se perdería?

La continuidad es un tema fascinante, especialmente cuando se aplica a procesos que aún no conocemos bien (o en absoluto) como la conciencia. Sigue siendo un tema en el que la especulación tiene mucho campo por recorrer y que, por lo tanto, seguirá siendo foco de interés de los relatos de ciencia ficción.

21 noviembre 2007

De Troya a Roma

Pocas satisfacciones deben ser más grandes para un arqueólogo que descubrir una ciudad o elemento mítico de una cultura que es conocido desde antiguo y que se tiene prácticamente por legendario. Algo así debió sentir en 1871 Heinrich Schliemann cuando encontró los restos de la mítica Ilión (Troya), ciudad que se creía mitológica hasta aquel entonces.

Algo parecido sucedió hace unos años en Roma, cuando los arqueólogos hallaron los restos del que pudo haber sido el muro original de Roma, aquél que se supone que construyó Rómulo. La historia ha vuelto a repetirse ahora, aunque con un elemento mucho más espectacular.

Al parecer, los arqueólogos han encontrado en el subsuelo del monte Palatino de Roma la cueva originaria en que empezó todo, donde se supone que la Loba Capitolina amamantó a Rómulo y Remo, fundadores de la Ciudad.

En la época de Augusto, esta cavidad fue embellecida y en ella se celebraban rituales de una cierta importancia. En siglos posteriores, debido a la acción de la Iglesia, el lugar cayó en desuso y se olvidó su ubicación, hasta el punto que muchos creían que era mítico.

Pero ahora los arqueólogos lo han redescubierto y está previsto que el año que viene pueda ser visitado. Para un amante de la historia como yo, ese lugar ejerce una atracción sobre mucho mayor que la cripta de San Pedro, donde supuestamente está enterrado el fundador de la Iglesia. Si tengo que escoger, me quedo con la Loba Capitolina, que es mucho más antigua y más sugerente para mí.

La ciencia ficción tiene una interesante conexión con la arqueología y los lugares míticos. Sólo hay que echar un vistazo a los estantes de cualquier librería y ver la cantidad de obras que existen sobre la Atlántida o sobre entelequias danikenianas. Incluso algunas series de televisión de este género tienen una alta componente arqueológica, como es el caso de Star Gate.

La unión de lo antiguo y lo moderno a través de lo místico, ejerce una fascinación poco común sobre los seres humanos. Supongo que por eso novelas como El código da Vinci han tenido tanto éxito. La historia mítica nos fascina. Pero la realidad, casi siempre suele superar a la ficción. Yo, por lo pronto, pienso personarme en Roma el año que viene para poder contemplar con mis propios ojos dónde empezó la historia del Imperio más influyente de toda la historia de Occidente.

20 noviembre 2007

Reseñas vacuas

Últimamente me he encontrado con un fenómeno bastante generalizado en lo concerniente a las reseñas bibliográficas: son completas nulidades. Si lees la contraportada de una novedad, especialmente si se trata de una novela, tienes la sensación de que te están tomando el pelo.

Por un lado están los clones, ya sabéis, el nuevo Tolkien, el nuevo Dan Brown, la nueva J. K. Rowling, el nuevo san Sisebuto, etc. Cuando en una reseña no me dicen nada más que eso, a falta de más datos sobre el libro, suelo dejarlo en la estantería o abandonar la página web que estoy consultando.

Por otro lado están los que te hablan del autor y de su vida, pero no te dicen nada acerca de la nueva obra. O peor, los que te ponen un fragmento completamente descontextualizado y nada significativo de la obra como reseña, cosa que a mí particularmente me molesta bastante, porque lejos de ser un atractivo, suele generar una sensación de rechazo profundo, ya que no me aporta nada de nada. Lo mismo podrían haberme puesto un fragmento de la guía telefónica.

¿Es que las editoriales no tienen reseñadores? ¿Nadie es capaz de escribir una breve síntesis del libro que incite a comprarlo o a leerlo o a ambas cosas? ¿O se trata de una nueva estrategia de marketing basada en váyase a saber uno qué nueva idea del gurú de turno?

Yo creo, más bien, que se trata de incompetencia pura y dura. O tal vez que consideran que nadie se lee las reseñas y embuchan texto de relleno porque se supone que toca poner algo, pero no se matan demasiado. Si es así, creo que se equivocan, porque un cierto sector del público tiene muy en cuenta las reseñas.

Concretamente, los que compramos a través de internet. Muchas veces, la única información de que disponemos es esa breve reseña textual de contraportada, por lo que sería conveniente que los editores lo tuviesen en consideración si no quieren perder ventas potenciales.

19 noviembre 2007

Ira Levin

Ha fallecido Ira Levin (1929-2007), escritor conocido por obras como La semilla del diablo o Los niños del Brasil, ambas llevadas al cine. No obstante, a mí, lo que más me llamó la atención de este escritor fue la distopía Este día perfecto (This Perfect Day, 1970).

A diferencia de otras distopías más clásicas, como 1984 de George Orwell o ¿Un mundo feliz? de Aldous Huxley, Este día perfecto es más fluído y está escrito en tono aventurero. A mí me llamó bastante la atención en su día y es por esta obra por la que más conozco a Ira Levin, aunque seguro que soy una excepción, porque tanto La semilla del diablo, como Los niños del Brasil tocan temas más llamativos y, además, han sido llevados a la gran pantalla.

Es una lástima que Este día perfecto haya pasado tan desapercibido entre el público, pero supongo que en parte se debe a que Ira Levin nunca ha sido considerado exactamente un escritor de género dentro de la ciencia ficción, como les ha sucedido a otros tantos.

Ira Levin desarrolló su carrera literaria más bien a caballo entre el misterio y el terror, con interesantes incursiones en el teatro. De hecho, la componente de ciencia ficción ha sido más bien algo ocasional en su obra, no algo claramente dominante.

Por mi parte, además de Los niños del Brasil, que nos recuerda a las recientes polémicas acerca de la clonación humana, me quedo con Este día perfecto, en especial por la capacidad de cuestionarse la sociedad establecida que de ella se destila. Por desgracia, pocas son las obras de ciencia ficción en la actualidad con esta componente crítica.

15 noviembre 2007

Los tres pilares del futuro

Ben Bova, editor y escritor norteamericano de ciencia ficción, comenta en una entrevista que los grandes avances del futuro cercano serán el acceso a los recursos materiales y energéticos del Sistema solar, la fusión termonuclear y el uso de biotecnologías para aumentar la esperanza de vida entre los humanos.

Como síntesis no está nada mal. Ciertamente, el siglo XXI será el siglo de las biotecnologías, no sólo en lo concerniente a cultivos y animales transgénicos, sino en ingeniería genética para curar enfermedades, alargar la vida, mejorar la calidad de vida y en la obtención de múltiples productos de uso doméstico e industrial. No en vano es una de las tecnociencias más jóvenes de las que existen hoy día.

En lo relativo a la energía de fusión, es sin duda el santo Grial del siglo XXI. Las perspectivas funestas que auguran los modelos climáticos no dejan lugar a dudas: el clima está cambiando y lo está haciendo por culpa del hombre. Pero no podemos colapsar nuestro sistema económico de la noche a la mañana, porque significaría el fin de la civilización. De alguna manera, hay que ir sustituyendo las energías derivadas de los combustibles fósiles por otras formas de energía.

Se habla mucho de la economía del hidrógeno como varita mágica para todo, pero en principio el hidrógeno es sólo una nueva manera de transportar energía, no la fuente en sí. ¿De dónde sacaremos, pues la energía? Hoy día, si renunciamos a los combustibles fósiles, sólo tenemos tres opciones rentables: la biomasa o biocombustibles, las energías alternativas y la energía nuclear.

Los biocombustibles son una solución provisional que tampoco es muy deseable en lo que a cambio climático se refiere, pues implica aumentar la superficie terrestre cultivada, lo que agravará el problema, aunque no se emitan cantidades netas de dióxido carbónico a la atmósfera.

Las energías alternativas son muy interesantes, pero por desgracia él estado actual de la tecnología no permite su aprovechamiento en la medida deseada. La tecnología de energíaa solares no es suficientemente avanzada todavía y los aerogeneradores son muy dependientes del cambio climático, ya que éste puede alterar el régimen de brisas y convertir un territorio ventoso en uno calmo.

Finalmente, la vieja y temida energía nuclear parece ser la única que ofrece garantías inmediatas y realistas para combatir a los gases de efecto invernadero, pero no podemos olvidar que genera residuos nucleares, problema aún no solucionado, y tiene ciertos riesgos: en la memoria de todos está el accidente nuclear de Chernobyl.

Así pues, la posibilidad de obtener una fuente de energía rentable, barata, limpia y segura como sería la fusión termonuclear es la panacea y es normal que se viertan muchas esperanzas en ella. Por desgracia, la necesidad no se corresponde con la poca cantidad de dinero que se ha invertido en el desarrollo de esta tecnología. Así pues, su utilización a gran escala se encuentra muy lejos todavía en el tiempo, posiblemente a décadas.

El tercer asunto que anunciaba Bova puede sonar más a ciencia ficción –el uso económico del espacio- aunque la cosa puede que esté más cerca de lo que nos pueda parecer. Es evidente que no vamos a ver minería en los asteroides en los próximos años, ni obtención de grandes cantidades de energía solar mediante centrales solares espaciales, pero sí que podemos empezar a beneficiarnos un poco de los usos espaciales.

Concretamente, el desarrollo de ciertos productos químicos, farmacológicos o industriales es mucho más sencilla y eficaz en condiciones de ingravidez o de vacío, por lo que la industrialización del espacio puede que esté más cerca de lo que nos pensamos.

Una posible solución de compromiso puede ser la Luna, que dispone de grandes cantidades de materiales, baja gravedad, ausencia de atmósfera y la posibilidad de obtención de energía barata mediante placas solares de manera mucho más eficaz que en la Tierra.

Así pues, el futuro a medio plazo que sintetiza Bova, creo que es bastante acertado. Claro que nunca se sabe qué puede pasar mañana. Puede aparecer una nueva tecnología revolucionaria, o puede que nos autodestruyamos en una espiral absurda de caos y violencia. El futuro suele ser bastante imprevisible.