Palabras asesinas
Acabo de leerme
Lexicón, de Max Barry, una curiosa e interesante novela, a
caballo entre el techno thriller y la ciencia ficción
propiamente dicha, en la que se explora el uso del lenguaje como fuente de
poder y de manipulación.
No es nada nuevo, desde
luego, en el mundo de la ciencia ficción. En Los mundos de
Pao, de Jack Vance, ya aparecía un planeta subyugado que, para
liberarse, utilizaba la ingenría lingüística para conseguirlo.
También en
Segunda Fundación de Isaac Asimov se utilizaba una
combinación de lenguaje y dominación telepática para controlar a las personas
de manera más o menos efectiva.
Aunque donde tal vez se
desarrolla de manera más espectacular el tema sea en la serie de
Dune de Frank Herbert, con el uso de la “Voz” por parte de
las Bene Gesserit para controlar con fines dominativos.
Lexicon
no va excesivamente más allá, aunque ahonda un poco más en algunos detalles del
uso de la “Voz”, o mejor dicho, de las palabras, como elementos que afectan al
cerebro de las personas como si de conjuros mágicos de tratase. De hecho, se
insinúa que los antiguos magos no eran más que manipuladores mentales que
utilizaban ciertas palanras cargadas de poder para ejercer el control sobre los
demás.
En
Lexicon también aparece otro interesante concepto: el de los
Inmunes, o sea, personas a las que las palabras “mágicas” parece que no les
afectan en absoluto.
A medio camino entre la
ciencia ficción y la metáfora, Lexicon nos hace reflexionar
acerca del uso del lenguaje en publicidad, en la política y en el mundo de la
empresa para hacerse con el control de nuestras emociones y nuestras más
íntimas convicciones y obligarnos a hacer cosas que tal vez en condiciones
normales no haríamos.
Finalmente,
Lexicon también plantea la clásica idea de
superorganizaciones secretas que dominan el mundo en la que sus miembros tienen
prohibido relacionarse íntimamente entre ellos, ni con otros de fuera del
sistema, lo cual no deja de ser sino una fuente de graves problemas. Y si no,
que se lo pregunten al pobre Anakin Skywalker que acabó convertido en Darth
Vader por culpa de las estrictas normas de la Orden Jedi.
Los ramanes lo hacen todo por triplicado
Hace unos meses ya
apareció en los medios de comunicación que había sido detectado un objeto
celeste, posiblemente un asteroide o un cometa, extremadamente alargado, que
provenía de fuera de nuestro sistema solar y que nos había “visitado”.
Hasta aquí nada especial.
El objeto fue denominado “Oumuamua”, un nombre hawaiano, ya que había sido
descubierto por un telescopio sito en dicho archipiélago. Pero los científicos
en seguida se dieron cuenta de que había algo extraño en el objeto. A parte de
sus extrañas proporciones (diez veces más largo que ancho) y que no parecía
desprender materia al acercarse al sol, parecía estar acelerando.
Todos recordaréis la
escena de Independence Day cuando uno de los técnicos que
monitorizan la aparición de una nave extraterrestre dice: “Está decelerando”.
Pues aquí pasaba lo contrario.
Los científicos
especularon que tal vez había perdido masa al acercarse al Sol y que por eso se
había acelerado, pero la verdad es que no se había detectado en absoluto dicha
pérdida de masa. Tampoco es nada raro. La precisión de las imágenes dejaba
bastante que desear y todo eran meras hipótesis.
En seguida saltó a los
medios que podía tratarse de una nave extraterrestre que nos había visitado, o
los restos de una y que tal vez la aceleración fuese debida al uso de una vela
solar. Lo cierto es que tras escuchar el espectro de radio entorno al objeto,
no se detectó ninguna emisión inusual, lo cual tampoco implica nada definitivo.
¿Nos ha visitado una nave
extraterrestre al estilo de la de Cita con Rama, de Arthur
C. Clarke? Yo personalmente lo dudo, aunque de todo con lo que nos hemos topado
desde que escudriñamos los cielos, este fenómeno tal vez sea lo más prometedor
que hemos encontrado que se parezca a una nave alienígena.
No sé si el tiempo lo dirá
o simplemente el objeto desaparecerá poco a poco dejándonos con la duda. Ahora,
por algún motivo que desconozco, ha vuelto a aparecer la noticia en los medios.
Y si hacemos caso de la
novela de Clarke, recordemos que: “los ramanes lo hacen todo por triplicado”.
Tal vez dentro de poco tiempo detectemos otro Oumuamua en los cielos y eso sí
que sería mucho más sospechoso.
El arca inteligente
La evolución en los
homínidos no ha escrito todavía su última palabra. Al parecer, una población de
monos capuchinos de cara blanca en Panamá acaba de entrar en la edad de piedra,
al empezar a utilizar instrumentos líticos para partir nueces y abrir moluscos.
Los cuervos no se quedan a
la zaga. Los cuervos de Nueva Caledonia han aprendido a construir y utilizar
herramientas, incluyendo una especie de anzuelo de pesca. Son capaces de
resolver complejos problemas. Para verificarlo, los científicos han utilizado
una máquina expendedora diseñada especialmente para ellos, a fin de determinar
cómo interactúan con esta.
La inteligencia animal no
deja de sorprendernos cada día. Mientrastanto, algunos científicos creen que la
inteligencia humana individual en general se está reduciendo poco a poco desde
el advenimiento de la civilización. ¿El motivo? Que nos hemos domesticado.
Ya no necesitamos de
habilidades especiales para escapar de los dientes de sable o para cazar mamuts
y eso se nota. Tal vez la supuesta reducción de inteligencia individual se vea
compensada con una mayor inteligencia colectiva, como especie. Sea como sea, la
inteligencia sigue siendo algo muy difícil de definir y desde luego, no es un
atributo exclusivo de los seres humanos.
Tal vez, el futuro
descrito por David Brin en su serie de los Sofontes, no esté
tan lejos de la realidad como pueda parecer en un principio. Es posible que el
ser humano, mediante la manipulación genética, sea capaz de desarrollar nuevas
especies inteligentes en nuestro planeta.
Quizás, el futuro más
inmediato de nuevas inteligencias no humanas no pase sólo por la Inteligencia
Artificial de las máquinas, sino que debamos girarnos a lo que siempre hemos
tenido al lado: nuestros compañeros de planeta.
Tal vez no esté muy lejos
el mundo descrito en “Cuando los osos descubrieron el fuego” (“Bears Discover Fire”,
1990), de Terry Bisson.