29 noviembre 2018

Palabras asesinas


Acabo de leerme Lexicón, de Max Barry, una curiosa e interesante novela, a caballo entre el techno thriller y la ciencia ficción propiamente dicha, en la que se explora el uso del lenguaje como fuente de poder y de manipulación.

No es nada nuevo, desde luego, en el mundo de la ciencia ficción. En Los mundos de Pao, de Jack Vance, ya aparecía un planeta subyugado que, para liberarse, utilizaba la ingenría lingüística para conseguirlo.

También en Segunda Fundación de Isaac Asimov se utilizaba una combinación de lenguaje y dominación telepática para controlar a las personas de manera más o menos efectiva.

Aunque donde tal vez se desarrolla de manera más espectacular el tema sea en la serie de Dune de Frank Herbert, con el uso de la “Voz” por parte de las Bene Gesserit para controlar con fines dominativos.

Lexicon no va excesivamente más allá, aunque ahonda un poco más en algunos detalles del uso de la “Voz”, o mejor dicho, de las palabras, como elementos que afectan al cerebro de las personas como si de conjuros mágicos de tratase. De hecho, se insinúa que los antiguos magos no eran más que manipuladores mentales que utilizaban ciertas palanras cargadas de poder para ejercer el control sobre los demás.

En Lexicon también aparece otro interesante concepto: el de los Inmunes, o sea, personas a las que las palabras “mágicas” parece que no les afectan en absoluto.

A medio camino entre la ciencia ficción y la metáfora, Lexicon nos hace reflexionar acerca del uso del lenguaje en publicidad, en la política y en el mundo de la empresa para hacerse con el control de nuestras emociones y nuestras más íntimas convicciones y obligarnos a hacer cosas que tal vez en condiciones normales no haríamos.

Finalmente, Lexicon también plantea la clásica idea de superorganizaciones secretas que dominan el mundo en la que sus miembros tienen prohibido relacionarse íntimamente entre ellos, ni con otros de fuera del sistema, lo cual no deja de ser sino una fuente de graves problemas. Y si no, que se lo pregunten al pobre Anakin Skywalker que acabó convertido en Darth Vader por culpa de las estrictas normas de la Orden Jedi.


23 noviembre 2018

Los ramanes lo hacen todo por triplicado


Hace unos meses ya apareció en los medios de comunicación que había sido detectado un objeto celeste, posiblemente un asteroide o un cometa, extremadamente alargado, que provenía de fuera de nuestro sistema solar y que nos había “visitado”.

Hasta aquí nada especial. El objeto fue denominado “Oumuamua”, un nombre hawaiano, ya que había sido descubierto por un telescopio sito en dicho archipiélago. Pero los científicos en seguida se dieron cuenta de que había algo extraño en el objeto. A parte de sus extrañas proporciones (diez veces más largo que ancho) y que no parecía desprender materia al acercarse al sol, parecía estar acelerando.

Todos recordaréis la escena de Independence Day cuando uno de los técnicos que monitorizan la aparición de una nave extraterrestre dice: “Está decelerando”. Pues aquí pasaba lo contrario.

Los científicos especularon que tal vez había perdido masa al acercarse al Sol y que por eso se había acelerado, pero la verdad es que no se había detectado en absoluto dicha pérdida de masa. Tampoco es nada raro. La precisión de las imágenes dejaba bastante que desear y todo eran meras hipótesis.

En seguida saltó a los medios que podía tratarse de una nave extraterrestre que nos había visitado, o los restos de una y que tal vez la aceleración fuese debida al uso de una vela solar. Lo cierto es que tras escuchar el espectro de radio entorno al objeto, no se detectó ninguna emisión inusual, lo cual tampoco implica nada definitivo.

¿Nos ha visitado una nave extraterrestre al estilo de la de Cita con Rama, de Arthur C. Clarke? Yo personalmente lo dudo, aunque de todo con lo que nos hemos topado desde que escudriñamos los cielos, este fenómeno tal vez sea lo más prometedor que hemos encontrado que se parezca a una nave alienígena.

No sé si el tiempo lo dirá o simplemente el objeto desaparecerá poco a poco dejándonos con la duda. Ahora, por algún motivo que desconozco, ha vuelto a aparecer la noticia en los medios.

Y si hacemos caso de la novela de Clarke, recordemos que: “los ramanes lo hacen todo por triplicado”. Tal vez dentro de poco tiempo detectemos otro Oumuamua en los cielos y eso sí que sería mucho más sospechoso.


20 noviembre 2018

El arca inteligente


La evolución en los homínidos no ha escrito todavía su última palabra. Al parecer, una población de monos capuchinos de cara blanca en Panamá acaba de entrar en la edad de piedra, al empezar a utilizar instrumentos líticos para partir nueces y abrir moluscos.

Los cuervos no se quedan a la zaga. Los cuervos de Nueva Caledonia han aprendido a construir y utilizar herramientas, incluyendo una especie de anzuelo de pesca. Son capaces de resolver complejos problemas. Para verificarlo, los científicos han utilizado una máquina expendedora diseñada especialmente para ellos, a fin de determinar cómo interactúan con esta.

La inteligencia animal no deja de sorprendernos cada día. Mientrastanto, algunos científicos creen que la inteligencia humana individual en general se está reduciendo poco a poco desde el advenimiento de la civilización. ¿El motivo? Que nos hemos domesticado.

Ya no necesitamos de habilidades especiales para escapar de los dientes de sable o para cazar mamuts y eso se nota. Tal vez la supuesta reducción de inteligencia individual se vea compensada con una mayor inteligencia colectiva, como especie. Sea como sea, la inteligencia sigue siendo algo muy difícil de definir y desde luego, no es un atributo exclusivo de los seres humanos.

Tal vez, el futuro descrito por David Brin en su serie de los Sofontes, no esté tan lejos de la realidad como pueda parecer en un principio. Es posible que el ser humano, mediante la manipulación genética, sea capaz de desarrollar nuevas especies inteligentes en nuestro planeta.

Quizás, el futuro más inmediato de nuevas inteligencias no humanas no pase sólo por la Inteligencia Artificial de las máquinas, sino que debamos girarnos a lo que siempre hemos tenido al lado: nuestros compañeros de planeta.

Tal vez no esté muy lejos el mundo descrito en “Cuando los osos descubrieron el fuego” (“Bears Discover Fire”, 1990), de Terry Bisson.