20 enero 2011

Nieve y niebla

Cuentan -no sé si debe ser cierto o es una leyenda urbana- que hace poco se cometió un determinado delito en una fiesta y la policía fue capaz de reconstruirlo segundo a segundo gracias al material disponible de la gente de la propia fiesta: filmaciones y fotografías de móviles, básicamente.

Que estamos llegando a unos niveles increíbles de pérdida de la intimidad es más que evidente. En muchos sitios, como en vestidores de gimnasios, se ha tenido que prohibir la presencia de móviles por razones más que obvias. Uno ya no puede salir a la calle sin que lo filme un móvil o una cámara de seguridad. Tal vez esté exagerando, pero el futuro va por aquí, desde luego.

Por otro lado, hay quien ha decidido filmar toda su vida mediante un dispositivo de grabación que lleva siempre encima. Ello me recuerda indubitablemente al magnífico relato de John Crowley, "Nieve", excelente narración que trata de un tema similar.

De hecho, "Nieve" trata sobre la pérdida, porque las escenas de la vida cotidianas que se consultan se presentan aleatoriamente y no pueden volver a ser consultadas. En cierta manera, nuestro cerebro funciona de manera parecida. Los recuerdos se deforman al ser consultados, porque se reconstruyen. Al cabo del tiempo, una secuencia de acontecimientos más o menos clara, puede haberse transformado mucho más en aquello que querríamos que hubiese acontecido que no en lo que sucedió realmente.

Si filmamos con un dispositivo de grabación nuestra vida, ¿podría suceder algo parecido? Desde luego, si consultásemos al cabo de mucho tiempo sucesos concretos nos llevaríamos muy probablemente la tremenda sorpresa de que no los recordábamos así en absoluto. La memoria es muy traicionera y los recuerdos siempre están en movimiento...