29 septiembre 2006

Pastiches y plagios

¿Qué diferencia un pastiche de un plagio en lo literario? ¿Y qué diferencia un pastiche de una obra original?

Estas cuestiones siempre son difíciles y peliagudas de abordar. Primero, porque no existen definiciones comunmente aceptadas por todo el mundo a la hora de tratar estos temas. Y por el otro, porque el ego del escritor suele ser bastante sensible y a nadie le gusta que califiquen su obra de pastiche , ya que implica unas ciertas connotaciones negativas.

¿Existen obras originales? Supongo que apenas. Como reza la Biblia en Eclesiastés, "No hay nada nuevo bajo el sol". También hemos oído muchas veces que los griegos ya lo inventaron todo y aunque considero excesiva dicha afirmación, su parte de razón tiene.

En lo que respecta al mundo de la literatura fantástica, tal vez estemos repitiendo historias y esquemas desde La Ilíada y La Odisea o incluso desde Gilgamesh. Algunos escritores, como Robert Silverberg defienden esta tesis.

Lo cierto es que la literatura fantástica es rica en ideas y problemáticas originales. Posiblemente por ello me guste tanto y sea tan atractiva para un cierto tipo de mentalidades que buscan la innovación, la especulación o, simplemente, la sorpresa.

Pero también es cierto que se han escrito muchísimas obras desde Frankestein, novela gótica precursora de la ciencia ficción moderna y que ya casi todo ha sido imaginado, tanto en lo tecnológico como en lo psicológico; tanto en el tratamiento de los personajes, como en la exposición de las ideas y en el uso del lenguaje y de las tramas.

Así que es normal que muchas obras sean pastiches, es decir, que se nutran de ideas originales expuestas con anterioridad o incluso de otros pastiches. Ello no quiere decir que la obra en cuestión sea mala. Uno de los pastiches más monumentales de toda la historia de la literatura fantástica, es algo tan espectacular como El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien.

La obra de Tolkien está basada, sobre todo, en las múltiples mitologías europeas, en la historia de Inglaterra, en la Biblia y en diversos poemas épicos. Es, pues, un pastiche. ¿Pero alguien le niega el mérito? Es un maravilloso pastiche que se convierte en algo original y que ha sido copiado hasta la saciedad.

En ciencia ficción también tenemos ejemplos. Un clásico es Dune, basado en múltiples historias (el Maadi, Lawrence de Arabia, los Átridas...), culturas (la musulmana, la budista, la judía), lenguas y mitologías. Sin embargo, nadie niega su originalidad y también ha sido copiado desde su aparición, aunque con irregular éxito.

Un caso más reciente es Ilión y Olympo de Dan Simmons o, de hace más tiempo, Salomas del espacio de R. A. Lafferty, en conmemoración de los hechos narrados en La Ilíada y La Odisea. También Robert Silverberg ha hecho su particular versionado de los mitos antiguos en Gilgamesh, el rey.

¿Qué diferencia un pastiche de un plagio? A mi modo de ver, cualquier reelaboración de una idea es válida. Yo creo que un plagio sólo puede considerarse en casos muy concretos, en que exista una copia descarada de una obra en argumento, personajes y contenidos, llegando incluso a transcribirse literalmente algunos o muchos pasajes de texto.

Desde luego que no pretendo que esta definición aproximada coincida con la realidad. Supongo que cada cual tiene su concepto de plagio. Pero hoy día resulta cada vez más difícil no inspirarse en otras obras. Los escritores no son tamquam tabula rasa in qua nihil est depictum, no son islas y es natural que existan similitudes.

También hay un caso especial que es más discutible: los homenajes de un determinado escritor a otro. Sin que puedan considerarse estrictamente plagio, son más discutibles, ya que el grado de originalidad suele ser bajo y la copia es bastante descarada. No obstante, tampoco son rechazables de plano, pues algunos homenajes pueden llegar a superar el original.

Como rezaba un cartel en una parada de libros en yiddish: "Shakespeare, traducido y mejorado". Pues eso.

28 septiembre 2006

Misterios del Universo

Quisiera llamar la atención sobre tres noticias breves aparecidas hoy en la prensa que me han parecido deliciosas y que no me resisto a compartir con todos vosotros.

Hace tiempo, en este mismo blog, teorizaba sobre La Gioconda de Leonardo da Vinci y sobre cómo mediante un programa informático, un equipo de cierta universidad había sido capaz de diseccionar las diferentes emociones presentes en el rostro de la Mona Lisa.

Ahora, un nuevo equipo de técnicos nos sorprende mediante un análisis topológico de la pintura y nos proponen que el origen de la misteriosa sonrisa es debido a que, la señora en cuestión, acababa de dar a luz. Fascinante lo que se puede deducir de una pintura de medio cuerpo de unos cuantos siglos de antigüedad aplicando técnicas modernas.

Me pregunto qué deduciría dicho equipo de cuadros como el de Goya, Saturno devorando a sus hijos. Tal vez que el pintor padecía de gota o de úlcera: a saber.

Esta noticia me ha recordado de La Fisognomía, de Jeffrey Ford.

La otra noticia, que no tiene ninguna relación con esta (espero) es que en Colombia, siguiendo los memorables pasos de Ronald Reagan en los Estados Unidos, han descubierto consternados que el Fiscal general del Estado tenía contratado como ayudante a un parapsicólogo que ejercía como tal.

Verdaderamente delicioso. ¿No les recuerda a Medium, esa peculiar serie de Cuatro en que una mujer dotada de precognición pone sus poderes al servicio de la justicia? A mí sí, desde luego.

Por último, un equipo de científicos croatas han descubierto un proceso que podría ayudar revivir células muertas, concretamente neuronas. A nadie se le escapa las enormes potencialidades de este descubrimiento en el campo de las enermedades neurovegetativas.

Uno que además es amante de la ciencia ficción, no ha podido de dejar pensar en uno de los grandes clásicos, precursor de la ciencia ficción moderna: Frankestein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley.

Desde luego, la realidad sigue superando a la ficción y que siga así por mucho tiempo.

27 septiembre 2006

Algunos enemigos de la ciencia ficción

¿Por qué tradicionalmente la ciencia ficción tiene una cierta mala fama? Sin entrar en las especificidades propias de nuestro país, que tal vez merecerían un artículo a parte, me gustaría remarcar algunos de los más destacados enemigos del género en la cultura occidental.

Los OVNIs y los hombrecillos verdes

A partir de los años cincuenta, en occidente y muy especialmente en los Estados Unidos, se desarrolla una verdadera fiebre por el fenómeno OVNI. Durante mucho tiempo se mantuvo un estado de opinión favorable a la existencia de este fenómeno. Evidentemente, existía una conspiración mundial para ocultar la verdad a la gente y los gobiernos hacían todo lo posible por echar tierra por encima. Los OVNIs estaban por doquier.

Posteriormente, el fenómeno saltó a Europa, en donde se desarrolló muy especialmente en el Reino Unido, Francia y España. Todos conocemos personas que en su día se hicieron famosos con sus libros y que aún hoy día viven del cuento.

Además, los OVNIs no eran simple objetos volantes no identificados. Eran naves alienígenas tripuladas por extraterrestres (o marcianos, en el caso más común), con los hombrecillos verdes como caso paradigmático.

La ciencia ficción obtuvo un cierto rédito de este fenómeno y, ¿por qué no?, se apuntó también al fenómeno. Así, cuando posteriormente éste entró en crisis y la gente fue más reacia a creer en platillos volantes y hombrecillos verdes, la ciencia ficción quedó tocada de muerte. O si se prefiere, manchada.

Aún hoy, es normal encontrar los libros de ciencia ficción al lado de los libros de OVNIs o de pseudociencias.

Otro problema es que, en cierta manera, muchas novelas de ciencia ficción y muchos libros de OVNIs trataban de lo mismo. Pero mientras los primeros lo hacían desde la ficción y en clave especulativa, los segundos lo daban por cierto y querían hacer creer a todo el mundo en su verdad.

Pero eso son detalles y el demonio está en los detalles. No todo el mundo tiene suficiente discernimiento para captar el importante matiz diferencial que existe entre un libro sobre platillos volantes y uno de ciencia ficción.

Es más, en España, algunos ufólogos (estudiosos del fenómeno OVNI), como Antonio Ribera o J. J. Benítez, escribieron también ciencia ficción, por lo que la separación se complicó aún más.

Las pseudociencias

Las pseudociencias -con tan poco crédito intelectual como tienen, a pesar de su éxito de público- también contribuyeron a denostar la ciencia ficción. Incluso en obras de escritores racionalistas como Asimov (por influencia de su editor, John W. Campbell), podemos encontrar referencias muy directas a los supuestos poderes paranormales de ciertos individuos.

De hecho, esa es la clave de la novela Segunda Fundación y de muchas de sus secuelas. Y Asimov no, fue en absoluto, un caso único. La telepatía, la telecinesis, la capacidad de prever el futuro, etc., eran recursos habituales en los escritores de ciencia ficción de los años cincuenta y sesenta. Aún lo son en la actualidad en muchos de ellos. Y no siempre se trataba de metáforas para expresar otras cosas, sino que son tomados como cosas posibles.

Las pseudociencias también dañaron a la ciencia ficción hasta cierto punto, ya que mucha gente identificaba el género con un montón de chorradas sin sentido.

Una continuación de este fenómeno se dio posteriormente con el surgimiento de los fenómenos New Age, tan coloridos como diversos, en que algunos escritores de ciencia ficción se inspiraron para crear sus mundos.

La ciencia

Pero es que también la ciencia y la tecnología han perjudicado a la ciencia ficción. Por un lado, muchas personas con formación científica tienden a rechazar todo lo que no sea ciencia ficción hard. Así pues, no es posible construir imperios galácticos mediante naves hiperespaciles, ni existe la telepatía, ni nada que no sea estrictamente científico.

Ello limita mucho las posibilidades de los escritores que, pueden querer utilizar los recursos fantásticos que brinda la ciencia ficción para especular o desarrollar una determinada trama. Así, muchas novelas estrictamente hard son intachables desde un punto de vista científico, pero un asco desde un punto de vista literario.

Por otro lado, la ciencia también tiene sus detractores. La ciencia y su brazo ejecutivo, la tecnología, son los responsables de muchos de los problemas medioambientales que tenemos hoy día. En última instancia la culpa no es de la técnica, sino de las personas que la utilizan. Pero ése es otro de aquellos matices que no todo el mundo es capaz de distinguir.

Predicciones fallidas

Muchos escritores de ciencia ficción han vendido su producto como prospectiva, es decir, como mundos inventados en los que se especulaba sobre cómo sería el futuro para preverlo. Eso está muy bien siempre que las predicciones se tomen con mucho cuidado. Y cuando las predicciones son fallidas, todo el género puede resentirse.

Así, tras la crisis del petróleo, el mundo actual en que vivimos era un mundo hiperpoblado y sin petróleo. No obstante, sigue habiendo petróleo. Tal vez no por mucho tiempo, pero de momento las predicciones más pesimistas no se han cumplido.

Recuerdo que cuando iba al instituto y hablaba de ciencia ficción con un profesor mío, éste me decía que no le gustaba nada el género precisamente por este motivo.

Novelas para adolescentes

Otro de los sambenitos que ha tenido colgados la ciencia ficción es el de que se trata de literatura para adolescentes, en definitiva, para gente inmadura. La gente "seria" no lee "esas cosas". Sólo los jóvenes sueñan con ir a las estrellas o con mundos fantásticos. El resto de los mortales se tienen que preocupar por pagar la hipoteca.

No obstante, esos mismos "adultos", después consumen toneladas de literatura escapista que, disfrazada de literatura "seria" no es muy diferente de las novelas para adolescentes.

Muchos escritores de ciencia ficción han escrito novelas para jóvenes. Ello ha hecho que mucha gente no supiese diferenciar en un determinado autor entre las novelas para adultos y las destinadas a públicos más juveniles. Es la cuestión de matiz que hemos notado ya anteriormente.

Un par de ejemplos: Asimov, con su serie de novelas Lucky Starr o Robert A. Heinlein con sus muchas novelas para adolescentes (algunas de las cuales son estupendas, por cierto).

Todo suena a magia

Si bien no es fácil trazar una barrera clara entre la fantasía y la ciencia ficción, creo que intuitivamente todo el mundo tiene un concepto más o menos bien definido de dicha frontera, aunque no exista un consenso total.

Por ejemplo, si hay magia, en principio es fantasía, no ciencia ficción. Pues bien, parece ser que el matiz es demasiado complejo para la mayor parte de la gente, en especial para los ajenos al género.

No es raro encontrar series de televisión en que se combinan elementos de ciencia ficción con elementos claramente de fantasía. Un ejemplo, Smallville.

Literatura de género

Por si todo esto fuera poco, la ciencia ficción es, además un género y mucha gente "seria" no lee género, pues es sinónimo de western, novela erótica o novela negra y no todos esos géneros están lo suficientemente prestigiados entre el gran público.

El cine de efectos especiales

Uno de los últimos lastres que ha caído sobre la ciencia ficción ha sido Hollywood, quien se ha aficionado extraordinariamente a realizar producciones de ciencia ficción, en películas carísimas, en general con malos actores, muchos efectos especiales y vacías de contenido.

El equivalente de las películas de romanos o de las películas del oeste, pero llevadas al futuro. Desde luego no hablo de algunas obras maestras como 2001. Una odisea en el espacio o de Blade runner. Pero si hacemos un rápido listado a las películas de ciencia ficción que recordamos, la mayoría cumplen estos requisitos.

Para más inri, de muchas de las películas se ha realizado una versión novelada, cuando la película no estaba inspirada en alguna novela, que casi siempre suele ser superficial, burda y destinada como producto de consumo masivo.


En definitiva, parece que la ciencia ficción tiene muchos enemigos. Pero posiblemente el mayor de ellos sea la devaluación en que parece haber entrado en los últimos tiempos. No abundan autores rompedores e iconoclastas que traten de derribar muros y propongan sugerentes e innovadoras tesis.

El conformismo está muy premiado económicamente. No interesa construir novelas que hagan pensar o que nos obliguen a revolvernos incómodos en el sofá. Es mejor algo ligerito, escapista y que venda bien. A ser posible, que sea suficientemente neutro como para venderse en cuantos más países, mejor.

Esta tendencia es tal vez la más demoledora de todas. La que puede hacer que los lectores se cansen de leer ciencia ficción y se refugien en los clásicos o en otras ramas de la literatura. O que incluso la abandonen.

Muchos escritores más o menos transgresores han abandonado el género. Un ejemplo a nivel internacional: Thomas Disch. Un par de ejemplos en España: Elia Barceló y César Mallorquí. Incluso algunos escritores reconocidos tienen problemas para que les publiquen obras especialmente transgresoras.

La ciencia ficción se refugia en space opera más o menos intrascendentes o en ucronías que permiten vender la novela también como de carácter histórico, con un mercado mucho más jugoso.

O simplemente, el escritor se decanta hacia la fantasía, en donde los prados son todavía más verdes y los pastos más jugosos.

26 septiembre 2006

Un triste número

Para empezar, quiero dejar muy claro que lo que sigue no es un ataque a nadie. Lo digo, porque parece que hay muchas susceptibilidades sueltas y fáciles de herir y nada más lejos de mi propósito. Lo que sigue son sólo reflexiones extrictamente personales. Cada cual es libre de hacer lo que quiera.

Me cuesta mucho hacer reseñas de libros. No es una dificultad teórica. Se cómo se analiza un texto. Tampoco es una cuestión práctica: lo he hecho muchas veces, aunque reconozco que disfruto más analizando relatos que no novelas.

La cuestión es que la mayor parte de las críticas literarias no pasan de ser reseñas y, a su vez, la mayor parte de éstas, se limitan a un "esto está bien" o "esto es muy chulo porque tal o cual". Permitidme que os diga que me parece poco.

El extremo de todo esto es cuantificar una novela con un número del 0 al 5 (o del 0 al 10) o con la escala que sea. Lo encuentro reduccionista en extremo. Pero en los tiempos que corren, con la endémica falta de tiempo que nos espolea y la necesidad de argumentos simples y predigeridos, entiendo que a veces no queda más remedio.

Como decía al principio no pretendo criticarlo. Simplemente, a mí me cuesta a horrores, por eso en este blog encontraréis pocas críticas o reseñas literarias, al menos de novelas.

Por otro lado, cuando entramos a analizar una obra nos encontramos con una multitud de posibilidades. Hay gente que destaca la audacia de las ideas de un determinado autor o bien la maestría con que domina la narración, el tempo logrado o lo rompedor que es su estilo.

Todo esto es destacable y puede ser destacado. ¿Pero qué busca un potencial lector? ¿Audacia en las formas o conservadurismo? ¿Desea pensar o relajarse? ¿Desea que se le estimule intelectualmente o sólo quiere evadirse de una realidad que no le acaba de gustar?

Destacar todos los posibles elementos que pueden interesar a un potencial lector es algo muy complejo. No obstante, las críticas que más me asustan son las que concluyen recomendándonos encarecidamente el libro o denostándolo hasta el extremo que pretenden disuadirnos de que perdamos el tiempo con él.

Yo mismo, en casos verdaderamente extremos, he recomendado la no-lectura de algún libro. Pero tiene que ser algo que considere extraordinariamente espantoso.

Pero volvamos al asunto central: ¿quién soy yo para decir que tal o cual obra no merece la pena ser leída? O peor: ¿quién soy yo para recomendar cómo debe gastar un lector su posiblemente escaso tiempo de ocio?

Soy más partidario de presentar las características del libro. Lo que pasa es que si nos limitamos a eso, la crítica-reseña puede salir más bien sosita. A la gente le gustan las opiniones, la carnaza, la polémica. Lo he podido comprobar bien. No gustan de una supuesta objetividad que siempre será muy discutible.

Por eso no hago críticas ni reseñas, porque encuentro que lo que tendría que decir de los libros sería más bien algo muy aburrido. Sólo me decido a hacer recomendaciones en situaciones muy notables. Aún así, siempre me queda la duda.

Connie Willis y los espiritistas

He leído ya un par de libros de Connie Willis en que trata el tema del escepticismo versus la superchería. En uno, Por no mencionar el perro se hace de manera colateral, con una escena de una truculenta sesión de espiritismo trucada.

En otro, Infiltrado, una novela corta centrada precisamente en este tema. Supongo que Willis tiene formada una opinión sólida al respecto. Debe influir, me imagino, que esté casada con un físico.

En Infiltrado, no obstante, se hace una crítica contumaz de los espiritistas y de los canalizadores que tan de moda están en muchos ámbitos, en especial en los Estados Unidos. Hay una frase bastante lapidaria en la novela, en la que afirma que todo el mundo en Hollywood cree en esas cosas.

Tampoco hay que ir muy lejos. El expresidente Ronald Reagan y su mujer Nancy eran verdaderos fanáticos de estas cosas y durante mucho tiempo, una de las personas más influyentes del país, y por extensión, del mundo, fue su astróloga.

Me alegro que algunos escritores se pongan del lado de la racionalidad y la defiendan, en especial, ahora que algunos de los grandes baluartes del racionalismo y del humanismo, como Isaac Asimov o Carl Sagan han desaparecido.

Connie Willis no es la única escritora de ciencia ficción que está en ese bando. También forma parte de los humanistas un escritor tan reconocido como Kurt Vonnegut, aunque su obra no destaca especialmente por una crítica del fenómeno.

Por desgracia, en nuestro país, algunos escritores de literatura fantástica parecen defender posturas contrarias. Tal es el caso de Matilde Asensi quien, en El origen perdido hace poco menos que una loa del creacionismo, lo cual se carga la novela según mi modo de ver. A mí, al menos, se me atragantó.

25 septiembre 2006

Sentido del humor

Hay muchas obras de ciencia ficción con sentido del humor, aunque pocas tratan sobre el sentido del humor en sí mismo. No me extraña, porque es un espinoso tema, sobre el que los psicólogos y los antropólogos no se acaban de poner de acuerdo.

¿Qué es el sentido del humor? ¿Qué hace que una cosa sea graciosa y otra no? O, incluso, ¿qué hace que algo que es gracioso en una cultura, pueda parecer insípido o de mal gusto en otra?

Es evidente que hay una componente innata en el humor, pero también hay fuertes componentes culturales que varían notablemente.

Isaac Asimov, en su relato "El chistoso" (Cuentos completos I), concluía, tras un análisis computacional muy complejo que el sentido del humor tenía un origen poco menos que extraterrestre. Por cierto que el Buen Doctor tenía una fascinación por el humor, hasta el punto de escribir varios libros de chistes y epigramas graciosos.

En "Mister Risus", de Alexsandr Beljaev (Pólux. 6 relatos de ciencia ficción rusa), un cómico profesional con mentalidad de ingeniero, es capaz de diseccionar a la perfección la magia del sentido del humor y reducirla a fórmulas que utiliza con fines prácticos, aunque con inesperadas consecuencias personales.

Para Larry Niven, en Mundo anillo, el humor es un rasgo típicamente humano y lo define como "un mecanismo de defensa interrumpida", cosa que es criticada por los alienígenas coprotagonistas (el kzinti y el titerote).

Para Kurt Vonnegut, en muchas de sus obras, el humor, incluso el humor negro es un mecanismo de liberación de la tensión reprimida, una manera de afrontar grandes desgracias o sucesos trágicos de gran embergadura.

Pero no todos los autores consideran que el sentido del humor es algo propiamente humano. Fredric Brown nos presenta en Marcianos, go home! unos hombrecillos verdes con un sentido del humor verdaderamente retorcido: gamberro, despiadado y sin escrúpulos.

En Star Trek, el personaje de Data, un androide inspirado en los robots positrónicos de Asimov, intenta acercarse más a la Humanidad tratando de reproducir el sentido del humor, con desiguales resultados.

Finalmente, me gustaría citar otra serie de TV de ciencia ficción, en este caso, The Red Dwarf (El enano rojo), en que uno de los personajes es un ordenador de a bordo -Holly- con inteligencia artificial y un peculiar sentido del humor desarrollado tras estar sólo durante siglos.

22 septiembre 2006

Qui s'excuse, s'accuse

Me estoy leyendo Pólux. Seis relatos de ciencia ficción rusa de Editorial Nadir, porque me interesa ver otros puntos de vista en la ciencia ficción diferentes de los típicos anglosajones.

Pero cuál ha sido mi sorpresa al leer la introducción del editor en la que, primero mete en un mismo saco el cine, el cómic y la ciencia ficción para, a continuación, excusarse de manera lamentable acerca del contenido del libro.

Me explico: resulta que -¡oh, gran sorpresa!- parece que hay libros de ciencia ficción de alto valor literario y que hasta son interesantes y todo. Y nosotros sin saberlo.

Supongo que las explicaciones van dirigidas al público potencial a quien le da un cierto repelús leer "tonterías del espacio" o "historias de hombrecillos verdes". Aun así, flaco favor se hace a sí mismo, excusándose de una acusación que, en principio, nadie le había hecho. Es aquello tan famoso de "qui s'excuse, s'accuse".

La verdad es que me puso un poco de mala uva si, a estas alturas, todavía es preciso hacer una introducción así. La verdad es que el público potencial, después de ver la portada, ya se hace a la idea que puede tratarse de un libro de ciencia ficción. No tanto por la ilustración, como por lo de "Seis relatos de ciencia ficción rusa".

No sé, no soy editor y tampoco quiero criticarlo excesivamente. Igual es una buena idea, aunque a mí no me lo parezca. Tal vez tiene miedo que un libro de esta naturaleza pueda desprestigiar a la editorial o tal vez sólo sea buena fe, exhortando al potencial lector a que no se arredre por la supuesta mala fama del género.

En cualquier caso, choca un poco la advertencia, viniendo del editor. Parecería más natural que se dedicase a exaltar el producto que no a prevenirnos de hipotéticos fantasmas.

21 septiembre 2006

Portadas ultrarealistas

Ojeando en la librería las novedades, he observado que a un libro sobre Salvador Puig i Antich, el joven anarquista ajusticiado por la dictadura franquista, le habían añadido una banda con un fotograma de la película recientemente estrenada, de tal manera que parecía que Puig i Antich tenía el aspecto del actor Daniel Brühl.

Este fenómeno, el de sustituir la realidad por la ficción cinematográfica, tiene una clara explicación: a pocos le sonará la cara del verdadero Puig i Antich, pero una vez vista la película, todos recordarán el aspecto que en ella tenía Brühl, así que identificarán más fácilmente el libro con la película. Un simple fenómeno comercial.

No es que lo critique. A fin de cuentas, si ayuda a vender libros, pues mejor que mejor, pero no deja de ser paradigmática esta necesidad de sustituir la realidad por una metarealidad cinematográfica que es casi más real que la realidad misma.

Recuerdo, por ejemplo, la edición de Dune de Ultramar, con unas curiosas y sugerentes portadas ilustradas. En posteriores ediciones (y en otra editorial), las ilustraciones fueron sustituidas por fotogramas de la versión cinematográfica de David Lynch. Paul Atreides ya no era como nos lo habíamos imaginado, sino que era Kyle McLachlan, Gurney era Patrick Stewart y así sucesivamente.

Otro ejemplo de esta sustitución se da en Minority report de Philip K. Dick, en cuya portada, en Ediciones B, aparece Tom Cruise, protagonista de la versión llevada a la gran pantalla. O la reedición en esa misma editorial de Brigadas del espacio, de Robert A. Heinlein. Y así sucesivamente.

Puedo entender más este fenómeno cuando el libro deriva directamente de una película, como en las franquicias del tipo Star Wars o Star Trek, pero creo -y es una opinión personal- que es mejor una buena ilustración cuando el libro es la versión original.

Una ilustración es más sugerente. Puede deformarse mentalmente más a lo que habíamos imaginado previamente y no es tan real como un fotograma. De hecho, éste es hiperreal, porque va más allá de la realidad a través de la ficción. Parece como si por el hecho de haber visto una película, más o menos creíble, aquello tuviese ya una existencia que sustituye a la del texto.

Por fortuna, no todos han adoptado esta costumbre. En la mayor parte de las reediciones de El Señor de los Anillos han prevalecido las ilustraciones previas, que de por sí tenían ya una gran fuerza. Aunque una explicación para ello es que en estas ilustraciones se inspiraron los realizadores de la versión de Peter Jackson a la hora de llevarlo al celuloide, por lo que las diferencias tampoco son muy acusadas.

20 septiembre 2006

TerPi

Un grupo de amigos frikis y yo hemos decidido montar una tertulia en el lugar en donde vivimos y trabajamos, en Puigcerdà, en pleno Pirineo, motivo por el que la vamos a llamar TerPi.

Inicialmente, el lugar habitual de reunión será Puigcerdà (Cerdanya), pero si se apunta más gente del resto del Pirineo, supongo que habrá que descentralizarse.

Asimismo, en aquellos lugares que estén razonablemente cercanos, podríamos desplazarnos a fin de tener una mayor "masa social" y poder intercambiar puntos de vista sobre el género.

Para aquellos que quieran conocernos (gente con ganas de liquidarme, abstenerse, por favor) nos reuniremos los sábados a las 18,30 h en el Casino Ceretano (que a pesar del rimbombante nombre, es una cervecería) el último sábado de cada mes.

Especialmente invitados estáis todos los que viváis relativamente cerca de nuestro terruño.

Pronto pondremos en la red una web explicativa. Seguiremos informando.

Correlaciones: Peculiar extinción

Es común hoy día oír hablar de extinciones. Por desgracia, las noticias nos informan con demasiada frecuencia de que tal o cuál especie vegetal o animal se hallan en peligro de extinción o, simplemente, se han extinguido.

La ciencia ficción ha tratado el tema multitud de veces. No pocos son los relatos y las novelas en que los animales se han convertido, por ejemplo, en algo verdaderamente raro (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick o bien "Ocaso" de J.G. Ballard).

Lo que nunca se le hubiera pasado por la cabeza que podría extinguirse es un mineral y eso es algo que está a punto de suceder en el mundo real. Se trata del jade blanco, una extraña variedad del jade que se extrae de los depósitos aluviales de la ciudad de Hotan, en China.

Se trata de una población del noroeste chino en que centenares de máquinas trabajan día y noche para extraer lo que queda de este mineral del río Yurungkak. Este enclave había formado parte hace siglos de la ruta de la seda y hoy día exporta el precioso mineral al resto del mundo.

No obstante, su explotación descontrolada ha provocado que sea muy difícil encontrar grandes muestras de este material, que se cotiza en el mercado a 100 euros el gramo. A veces hay que excavar a grandes profundidades para localizarlo.

Esta búsqueda desenfrenada poco tiene que envidiar a las prospecciones petrolíferas o a la extracción de diamantes y aunque se la considera sólo una piedra semipreciosa, los precios que está alcanzando la convierten en todo un trofeo de caza.

Hay bastantes sustancias imaginarias que nos ha brindado la ciencia ficción que también han sido objeto de persecución. Desde los diamantes jovianos de Arthur C. Clarke, pasando por el jade azul de Giedi Prime de Dune o el ilirión de Nova de Samuel R. Delany, por no olvidarnos del mítico dilitio de Star Trek. El número de sustancias valiosas que la imaginación humana es capaz de inventarse no tiene límite.

De la misma manera, la codicia tampoco. Si no se pone remedio, dentro de poco el jade blanco se convertirá en una pieza de museo y dejará una fea cicatriz en una zona más del planeta.

19 septiembre 2006

Veneración filial

Leo en prensa que Christopher Tolkie, hijo de J.R.R. Tolkien tiene intención de publicar próximamente una obra inconclusa de su padre, titulada Los niños de Hurin (The Children of Hurin), que se empezó a escribir en 1918 y que quedó aparcada. Al parecer, el propio Christopher la ha acabado.

¡Hay que ver con qué devoción se rescatan retazos del pasado, en especial cuando no se han heredado los derechos de obras tan jugosas como El Señor de los Anillos y con cuánta devoción se exprime hasta el último papel del padre!

Tampoco es que lo critique severamente. A fin de cuentas, él sabrá lo que hace con su legado, que suyo es, en estos tiempos de explotación filistea de todo cuanto tiene éxito.

Pero se llega a un punto en que cuesta distinguir dónde acaba la pluma del original y dónde empieza la del continuador. Ya sé que no es algo muy infrecuente en la literatura, pero tal vez se está exprimiendo la gallina de los huevos de oro más allá de lo razonable.

Así, la obra de Tolkien parece que acabará convertida en una especie de franquicia inagotable. Si algo dejó Tolkien padre fueron papeles e ideas embastadas que no acabó de desarrollar y que podrían nutrir la imaginación de muchos escritores ávidos de ventas y de protagonismo.

No es que deba extrañarnos mucho. Christopher ya hizo algo parecido con El Silmarilion ha muchos años y parece que se ha reservado para más adelante la publicación de parte del material.

Repetiría aquí mucho de lo que ya dije en otro post, así que a él os remito.

¿Para qué sirve el fandom?

¿Para qué sirve el fandom? ¿Qué lo diferencia de un simple grupo de amigotes que se reúnen de vez en cuando para hablar de fútbol o de mujeres? A primera vista, no se diferencia excesivamente.

En teoría el fandom es un grupo más o menos organizado que se mueve para proponer iniciativas, conseguir metas y promocionar la literatura fantástica.

Ahora bajemos del cielo y toquemos con los pies en el suelo. Puede que en el pasado, cuando no existía internet y el fandom era poco y se articulaba a través de fanzines, hubiese mucho más de eso. Como quien suscribe estas líneas no vivió dicha etapa, no puede hacer valoraciones más precisas al respecto.

Pero vivimos en la época que vivimos y somos los que somos. Desde este punto de vista contemporáneo, ¿para qué sirve el fandom? Yo diría que más bien, para muy poca cosa.

¿Nos hacen caso los editores cuando queremos que se reedite tal o cual libro descatalogado desde hace mucho tiempo? Pues a veces, cuando hay una ventana de opinión con mucha influencia y que a ellos les puede representar un número importante de ventas, se pueden dignar a escucharnos. Pero en general, aplican criterios contables, de stock o de lo que sea.

¿Las convenciones de ciencia ficción bullen de actividad y sirven para intercambiar ideas y proyectos? Bien, aunque no he asistido a ninguna, creo que aquí sí que puedo opinar. Para empezar, conozco muy bien, por descripciones detalladas, qué se cuece en una -pongamos por caso- Hispacón o una Asturcón.

Y son lo que decía al principio: reuniones de unos cuantos amigotes para meterse con el facha de Heinlein o para chismorrear sobre la futura línea editorial de Gigamesh o para sorprenderse por lo envejecido que se ve a tal o cual escritor o editor. Eso cuando no derivan en un baile de disfraces.

Algunos se lo toman como una caza de autógrafos del escritor de turno que se haya dignado a acudir al evento, aunque muchas veces no se hayan leído ninguno de sus libros ni lo vayan a hacer en un futuro previsible. Pero un autógrafo es un autógrafo.

Así pues, vuelvo a plantearme la pregunta: ¿para qué sirve el fandom? Últimamente he visto una de las facetas de éste: el barullo y el folloneo, pero no es algo exclusivo del fandom, ni mucho menos. Pero parece que eso de pegar puñaladas traperas y desaparecer en medio de la niebla nocturna por un callejón solitario, le va lo indecible a más de uno.

Minorías prescindibles a parte, el fandom, sobre todo desde que internet es algo extendido y sólido, ha demostrado capacidad de organización sin que nadie muy visible dirija los hilos. Me consta que esto ha molestado a más de una vaca sagrada acostumbrada a que todos los eventos de un cierto calibre pasasen por sus manos.

El resultado ha sido un despotricar continuo acerca de todo lo que representa internet y apologías estremecedoras sobre la infinita superioridad del papel por encima de los flujos de bits.

Podríamos decir que el fandom ya no se divide exclusivamente en bemitas y cenobitas -o entre C's y L's- sino que hay una vieja guardia (en disolución) partidaria del papel (los bradburianos) y una mayoría que prefieren internet (los gibsonianos), por escoger un par de autores de ciencia ficción representativos de ambas posturas.

Tal vez esta visión sea un poco estrecha de miras y suene mucho a tópico, aunque creo que es esencialmente cierta, si bien admite muchos matices.

Mi principal preocupación es que el fandom más serio y más organizado parece ser el bradburiano, mientras que la gran esperanza blanca, el gibsoniano, parece más interesado en leer o en el equivalente de hablar de fútbol que no en participar en proyectos.

Veamos unos cuantos ejemplos:

- Cada vez cuesta más organizar una Hispacón. Ya hemos visto lo que ha pasado en las dos últimas ediciones. Falta gente, dinero y a veces ganas. Pero creo que, por encima de todo, falta público. Una cosa tan simple como acudir a un evento anual no es capaz de movilizar a la mayor parte del fandom.

- ¿Cuánta gente lee ciencia ficción en España? ¿Cuánta gente participa en foros u otros proyectos? ¿Cuánta gente forma parte de alguna asociación para la promoción de la ciencia ficción? Las cifras son cada vez menores conforme avanzamos de una pregunta a otra.

- ¿Cuántos nuevos proyectos surgen del fandom que requieran de un respaldo significativo de éste? Me explico: próximamente, con un grupito de amigos vamos a montar una tertulia de ciencia ficción en el Pirineo (básicamente, en el Pirineo cercano a donde vivimos, al menos de momento). Pues bien, seremos cuatro gatos. No se necesita una presencia importante del fandom para que funcione.

Pero si quisiéramos crear un portal similar a lo que fue Cyberdark.net o decidiésemos tirar adelante un proyecto que requiriese de una cierta colaboración masiva, ¿encontraríamos suficientes colaboradores?

Conozco la respuesta. Sé cuánta gente colaboraba de verdad en Cyberdark y cuántos estaban por allí sólo para recoger los frutos del trabajo de los demás. De acuerdo que de todo tiene que haber, pero esta actitud comodona y poco colaborativa es la que le echo en cara a buena parte del fandom.

Chicas y chicos, señoras y señores, despertad o pronto seréis completamente prescindibles y ya no tendremos que preocuparnos más por el tema.

18 septiembre 2006

Correlaciones: De lo que se come se cría

Leo en prensa que "Supercerdos" y "superpollos" alimentarán a la población china, mediante la clonación de animales.

Resulta interesante el comentario de que "la carne de estos animales será comestible sin ningún problema" (¿por qué debería haber problemas? ¿sólo por el pequeño detalle que sean engendros de la manipulación genética?).

Tampoco debería extrañarnos excesivamente la noticia: China es uno de los mayores productores de transgénicos (un 5%), aunque queda lejos del 60% de los Estados Unidos o el 20% de Argentina.

Cuando leo estas noticias no puedo evitar reflexionar sobre lo que comemos y sobre el tratamiento que le ha dado la ciencia ficción a estos temas. Sin entrar en detalles más o menos escatológicos (¿se acuerdan de las galletitas Soylent Green?), tenemos ejemplos para dar y tomar.

Uno de los más neutros son las fábricas CHONs de la serie de Pórtico, en que toda la comida es producida mediante síntesis química a partir de los principios inmediatos básicos basados en moléculas que contienen carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno (de ahí lo de CHONs).

En un plano más humorístico, casi rozando el humor negro tenemos tres maravillosos ejemplos de la literatura de ciencia ficción que nos hablan y alertan sobre lo que comemos.

Por un lado, la famosa gallina descrita por Frederik Pohl y Cyril Kornbluth en Mercaderes del espacio, una especie de masa informe monstruosa, precursora de los peces sin espinas o de los pollos sin cabeza.

En El restaurante del fin del mundo, Douglas Adams nos presenta una vaca que quiere convertirse en bistec y que es ofrecida a los comensales, de la misma manera en que en ciertos establecimientos uno puede seleccionar el pescado que desea consumir a partir de las muestras de una pecera. Merece la pena el libro sólo por la delirante conversación entre la vaca y los futuros comensales.

En un tono más polémico y plenamente inmerso en el humor más negro, tenemos "MacDonald tenía una granja" de Mike Resnick. El relato nos presenta un futuro en que los problemas nutricionales de la humanidad han sido solucionados gracias a una especie transgénica de alto valor calórico. Pero, por desgracia, no todo es tan perfecto como parece y los animalitos en cuestión parecen presentar unas cualidades más que notables. Y no digo más, para no estropear la sorpresa.

Finalmente, no me gustaría olvidarme de "Buen gusto" de Isaac Asimov, en el que nos presenta un futuro de gourmets en que todos los aromas son obtenidos sintéticamente a partir de aromas y en el que la posibilidad de comer un producto que haya crecido en la tierra, de origen natural, es considerado como completamente repulsivo.

¿No nos estamos acercando cada vez más a esa sociedad? Quien haya comido alguna vez una manzana directamente del árbol y lo compare con el sabor que tiene una manzana de las que se venden en los comercios sabrá a qué me refiero...

17 septiembre 2006

La experiencia de publicar en internet

Llevo unos cuantos años ligado a internet. Inicialmente fue una cuestión meramente profesional (soy informático), pero rápidamente se extendió a mi vida privada, en especial, a través del chat, que era lo que daba fuerte por aquél entonces (1997).

Desde entonces ha llovido mucho. El chat se ha pasado de moda. Ahora la gente se conecta a través del Messenger en grupos más o menos cerrados (no muy diferente de un canal privado de chat). El mail es omnipresente (y el spam) y la cantidad de material disponible en la www es tan grande que creo que nadie se hace una verdadera idea de lo que hay por ahí pululando, entre redes y servidores.

Mi primer encuentro serio con internet y la ciencia ficción a la vez, fue Cyberdark.net, una experiencia interesantísima y muy enriquecedora, de la que participé activamente con un grupo de amigos y que volvería a repetir con los ojos cerrados.

Allí conocí a mucha gente: algunos fantásticos, otros deleznables y la mayoría poco notorios. Supongo que yo también entro en dichas categorías a los ojos de los demás. También vi cómo se repetían algunos de los problemas que había observado en mi época del chat y cómo surgían otros nuevos.

Tras el cierre de Cyberdark.net, se produjo lo que se ha bautizado como la diáspora naranja. Por diversos motivos, me vi desligado de los proyectos que de allí surgieron de manera directa, como La Tercera Fundación, SeDice.com, etc. Y como otros tantos, abrí mi propio Blog.

Hacía tiempo que venía observando el fenómeno, pero no se me había ocurrido que yo podía disponer de uno. ¿Para decir qué? Pero al ver como muchos de mis ex-compañeros de Cyberdark abrían el suyo y hablaban, la mayoría de ellos, de ciencia ficción y tras los ánimos -especialmente- de Nacho, me decidí a intentarlo.

En una etapa previa que duró muy poco, el blog era muy genérico y hablaba de cosas diversas. Pronto me di cuenta que de lo que quería hablar era de ciencia ficción, casi exclusivamente.

Desde entonces, ha pasado casi un año. He abierto otros blogs, pero el que más me atrae es el primero, éste: El mundo de Yarhel. Naturalmente, tras este tiempo, los problemas que observé en el chat y volví a ver en Cyberdark, se han reproducido en el ámbito de la blogosfera, con pequeñas variaciones.

Creo que podemos catalogar los problemas de editar contenido en internet -más o menos serios- en tres grandes grupos:

1) El anonimato

Ésta es, en mi opinión, la gran lacra de internet: que favorece la existencia de entidades anónimas que pueden aprovecharse de su condición para decir e insinuar cualquier cosa sin tener que preocuparse por las consecuencias de sus actos.

Además, el hecho de actuar desde el anonimato, favorece que muchas veces tampoco se produzca una empatía entre los distintos participantes, al menos no una empatía directa, como la que acontece cuando dos personas charlan en persona.

Este anonimato bidireccional no sólo permite desmanes, sino que, además, inhibe la responsabilidad de los participantes, como si lo que hay al otro lado de la línea, de la pantalla, no fuese real. Como si no tuviese sentimientos o problemas. Pero los tiene.

Así pues, el anonimato genera irresponsabilidad, un cierto infantilismo y falta de empatía para con los demás participantes. Pero yo diría aún más: hace que muchos sentimientos y actitudes larvadas de nuestro subconsciente emanen libremente.

Uno no diría según qué a otra persona, por timidez o vergüenza. Pero pueden llegar a ser sorprendentes las conversaciones que pueden tener lugar entre dos participantes del chat: explicarse toda su vida o mantener conversaciones de naturaleza muy íntima.

Los blogs son algo diferentes, pero no mucho. La gente pone en ellos cosas que a lo mejor no pondría en otro lugar. La virtualidad hace mucho. También tienen el problema del anonimato: si una persona se oculta tras un nick (apodo) y no da detalles de contacto, es imposible saber quién hay detrás.

Además, gracias a la existencia de mails anónimos, nos podemos comunicar con el blogger en cuestión sin tener ni la más remota idea de quién se esconde tras esa identidad: si es una persona seria, si es alguien que se ríe de nosotros o si es un grupo de personas. Y por supuesto, puede llegar a ser en extremo dificultoso, deducir qué intenciones reales tiene.

Esto fomenta la paranoia y la desconfianza. En el chat lo viví especialmente, pero la experiencia se reprodujo en Cyberdark.net y la estamos reviviendo actualmente (¿quién no se ha preguntado qué se esconde detrás del friki bocazas?).

2) La calidad

Si uno quiere publicar un contenido en cualquier medio escrito o audiovisual, se le exigirán unos mínimos de calidad. Lo más probable es que estos mínimos se conviertan en máximos cuanto más serio y caro sea el medio en cuestión. Y es posible que no siempre estemos a la altura y se nos acabe rechazando.

Una editorial seria o una radio competitiva, no permiten cualquier chapuza y, las televisiones, mucho más caras todavía, aún menos. Pero internet, que es prácticamente gratuita, sí que lo permite.

Cualquiera con conexión a internet puede hacerse con espacio gratuito para colgar su blog, obtener uno o varios correos electrónicos o, incluso, disponer de un gestor gratuito de contenidos. Todo sin gastarse un céntimo (a parte de la conexión).

Así pues, ¿qué podemos esperar que prolifere en la red? Pues basura. Podemos definir la basura como nos plazca y mirárnoslo desde el punto de vista que queramos. La ley de Sturgeon ("El 90% de todo es basura") se acabará cumpliendo.

Es natural: la gente no suele autocensurarse. Es como ponerle un suculento prado a una vaca hambrienta. Estará más contenta que unas pascuas. No irá cribando sistemáticamente el pasto, sino que irá picando de aquí y de allá, cubriendo una amplia área y llenando el campo de defecaciones (vale, el ejemplo es un poco escatológico, pero creo que es muy gráfico).

También tenemos que añadirle que la mayor parte de la gente suele tenerse en muy alta estima y se cree que es lo mejorcito del universo. Sin un editor severo que corrija nuestras faltas y que nos niegue el paso cuando la calidad sea insuficiente, el cyberespacio se llena de porquería.

Lo peor, es que todo lo que se acaba publicando en internet acaba con una pátina de descrédito. Es cierto que algunos sitios de la red tienen un cierto prestigio. Por ejemplo, a pesar de la naturaleza colectiva y autoparticipativa de la Wikipedia, ésta suele ser bastante precisa en sus contenidos y cada vez es más consultada.

A pesar de ello, la dificultad de verificar muchas veces la calidad de un determinado contenido (¿quién nos lo va a certificar?) plantea muchísimas dudas acerca de la veracidad de lo que se publica.

3) La volatilidad

Un sitio magnífico y muy visitado puede desaparecer de la noche a la mañana. Esto añade un plus de desánimo y virtualidad a la red de redes. Nadie nos puede garantizar que un sitio que no pertenezca a una institución muy consolidada vaya a seguir existiendo un cierto tiempo.

Un ejemplo clarísimo de ello lo tenemos en Cyberdark.net, una página rebosante de artículos, entrevistas, foros, grupos de discusión, mensajería interna, etc, que colapsó por razones personales de quien lo administraba en muy poco tiempo. Aún así, hubo margen para migrar parte de los grupos y algunos contenidos importantes, como la Biblioteca, pero todo el contenido de los foros, se perdió para siempre.

Nadie nos garantiza que mañana, Blogger no va a decidir cobrarnos una tarifa si queremos mantener nuestro blog en la red. O el servicio puede desaparecer porque sí. Podemos migrar a otro lugar, pero no siempre se dispone de copias de seguridad del contenido ni se domina la informática lo suficiente como para efectuar un traspaso de datos en condiciones.

Todo es etéreo, todo es virtual. Hoy está y mañana ya no. ¿Quién se puede fiar a medio y largo plazo de un sistema que es esencialmente volátil?

Hay muchos más problemas, pero también me gustaría resaltar, al menos, una notable ventaja: internet ha supuesto para un segmento numerosísimo de nuestra sociedad, el acceso a contenidos diversos y la posibilidad de publicar, cosa que antes estaba destinada a una élite minoritaria.

De acuerdo que la calidad se resiente, pero también surgen ocasionalmente algunas perlas que, posiblemente no hubiesen aparecido de no ser por internet. Yo personalmente leo a diario varios blogs que me parecen muy interesantes y que me aportan puntos de vista enriquecedores.

Sólo por este motivo, ya merecía la pena, pero la publicación de contenidos en internet no está exenta de una cierta polémica. He llegado a ver verdaderas barbaridades en la red. Por poner un ejemplo, un blog delirante sobre Terry Schiavo, una burla salvaje y cruel de la trágica situación en que se encontraba una persona en coma terminal.

La autocensura y la autoregulación no existen -en términos generales- en internet, lo que abre el clásico debate de si debería existir alguna norma de obligado cumplimiento. Pero eso, es harina de otro costal.

¿Cuál es mi postura personal ante los tres grandes grupos de problemas que presenta la publicación en internet?

Sobre el anonimato, está claro. A pesar de que publico con un nick, mi identidad real está clarísima. Hace poco, incluso, para evitar cualquier tipo de polémica o de malentendido, añadí mi nombre real a mi nick.

Asimismo, suelo ignorar por sistema aquellas intervenciones que no vengan firmadas por un nombre real o por una identidad conocida. Y desde luego, cuando alguien anónimo efectúa unas declaraciones polémicas, procuro no darle publicidad y no le hago el más mínimo caso. No siempre lo consigo, pero al menos lo intento.

Sobre la calidad, suelo ser exigente e ir aprendiendo de mis errores. Agradezco especialmente los comentarios en el blog cuando alguien cree que he metido la pata o existe una discrepancia con lo que digo. No soy feliz cometiendo errores, pero me alivia bastante el tratar de repararlos y de no repetirlos.

Finalmente, la volatilidad. Cuando hace unas semanas me planteé cerrar el blog, en ningún momento pensé en borrarlo. Tal vez su contenido no sea ninguna maravilla y tampoco es que haya dicho cosas que no puedan encontrarse en otro lugar, pero después de los apoyos recibidos, me hubiera parecido una traición borrar su contenido.

Si alguna vez tengo que dejar Blogger, procuraré efectuar una migración ordenada a otro lugar y si alguna vez me canso del blog, dejaré de actualizarlo, pero seré muy renuente a eliminarlo.

Por lo que a mi participación en otros proyectos se refiere, después del fiasco de Cyberdark, me he vuelto muy selectivo con quien colaboro. No tengo ganas de dejarme la piel en un proyecto que, en definitiva no controlo mínimamente, para que de la noche a la mañana, todo o buena parte de mi trabajo se evapore.

15 septiembre 2006

Las drogas en la ciencia ficción

Pues no, no voy a hablar de Philip K. Dick. La temática de este artículo son las drogas en la ciencia ficción, pero las de un determinado tipo. En la mayor parte de relatos, las drogas tienen una finalidad escapista o de exploración de estados alterados de la conciencia (Los tres estigmas de Palmer Eldricht de Philip K. Dick, Congreso de futurología, de Stanlislaw Lem, etc.).

Pero a mí me interesa hablar de otro tipo de drogas: las legales. Sí, esas que hoy en día están bastante mal vistas pero que tienen un uso social intensivo: las drogas de la civilización occidental.

Existen algunas tesis que afirman que toda sociedad tiene sus drogas. Así, podríamos hablar del peyote o de la ayahuasca (y otras muchas) en Sudamérica; los chamanes han utilizado muchas sustancias, entre ellas la Amanita muscaria y en Europa, hasta tiempos relativamente recientes, no era extraño el uso de plantas alucinógenas como el estramonio, la belladona y similares.

¿Cuáles son las drogas de occidente? Básicamente son tres y por todos conocidas: el alcohol, la nicotina y la cafeína. Todas ellas son drogas muy extendidas socialmente, aunque desde siempre han tenido un uso muy fuerte entre las clases proletarias, reservándose las clases más aristocráticas otro tipo de sustancias, sin desdeñar éstas.

Son drogas para los trabajadores, para rendir más, para producir más. El alcohol permite ahogar las penas o calentar el estómago en entornos fríos (aunque fisiológicamente no es lo más indicado).

La nicotina del tabaco es un estimulante de primera magnitud, consumido por un porcentaje muy grande de la población, aunque actualmente está siendo perseguido socialmente por los efectos secundarios (cardiopatías, cánceres, etc) que produce.

Finalmente, la cafeína, en forma de té, café o chocolate, consumido también en grandes cantidades y con una finalidad similar a la nicotina, aunque con efectos menos nocivos sobre el organismo.

Éstas son las tres drogas que han hecho posible que Occidente sea tan efectivo, por expresarlo suavemente y que nos han llevado a una cierta adicción al trabajo. Es cierto que no son exclusivas de Occidente. El tabaco y el café son originarios de Sudamérica y el uso del alcohol estaba ampliamente difundido desde la antigüedad en multitud de civilizaciones.

¿Y qué tiene que ver esto con la ciencia ficción? Bueno, como decía al principio, no me interesa tanto el uso de drogas psicodélicas en la literatura, como su uso "legal". Tenemos un ejemplo impresionante en Dune de Frank Herbert.

Es cierto que en Dune la droga melange es utilizada con fines psicoactivos y hasta místicos, pero también tiene usos tecnológicos fundamentales. Por un lado, permite a los navegantes, unos mutantes humanos, guiar gigantescas naves a través del hiperespacio, haciendo factible el vuelo interestelar.

Por otro, la especia melange es una sustancia geriátrica, que permite alargar la vida de las personas de manera notable, amén de los posibles usos litúrgicos y adivinatorios dados por las Bene Gesserit.

Tan importante es la melange, que todo el comercio del imperio pasa por ella y más teniendo en cuenta que su fuente de producción es única (sólo se produce en un planeta: Arrakis o Dune) y su desaparición será catastrófica, suponiendo el fin de la civilización tal como se la conoce.

La verdad es que esta situación de monopolio y de dependencia de una sustancia no nos es desconocida. Herbert se inspiró en el petróleo que, de hecho, es la reina de las drogas de occidente: somos adictos a ella de una manera inimaginable. Todo el comercio depende del petróleo y nuestra civilización tecnológica se sustenta en él.

El simple hecho de que no lo sorbamos no significa que no sea una especie de droga para todos nosotros. Basta mirar el mapa de conflictos en el mundo para saber dónde hay petróleo y dónde no, en especial ahora que empieza a agotarse el petróleo barato y se inicia una etapa que no sabemos muy bien cómo acabará.

Esta visión economicista del mundo, reflejada en Dune es, a mi entender, uno de los aspectos más interesantes de la novela, por encima de los misticismos y los ecologismos que también traspúan en ella.

14 septiembre 2006

Las lecciones de la historia

"Si hay algo que nos enseña la historia, es que la Humanidad no aprende las lecciones de la historia".

Paradojas aparte, es una gran frase. La prueba la tenemos en la ciencia ficción o, al menos, en un tipo bastante amplio de ciencia ficción. Mi literatura favorita puede tratar del pasado, del presente o del futuro, pero analiza temas de interés para buena parte de la sociedad humana.

Hace décadas que la ciencia ficción nos está planteando los dilemas y los problemas derivados de la ingeniería genética y de la clonación, así como sus potencialidades positivas.

Hace décadas que la ciencia ficción nos habla de un mundo superpoblado, con migraciones masivas, con pobres cada vez más pobres hacinados en condiciones miserables y ricos cada vez más ricos, refugiados en sus torres de marfil.

Hace décadas que la ciencia ficción nos advierte de los riesgos de una sociedad desestructurada, con una juventud desorientada, con ultraviolencia, en la que el ascensor social ha fallado y en la que sólo unos pocos afortunados pueden acceder a la cúspide.

Hace décadas que la ciencia ficción nos describe un mundo occidental opulento, en que todo se mueve por modas, en que los medios de comunicación controlan hasta el último detalle de nuestras vidas y en el que la democracia se ha convertido en algo básicamente teórico, gobernado por grandes emporios comerciales transnacionales, en un mundo con estados de soberanía perforada.

Hace décadas que la ciencia ficción nos advierte sobre los problemas medioambientales, de posibles plagas, de cambios climáticos catastróficos, de carreras armamentísticas y de mil y un posibles armagedones.

Hace décadas que la ciencia ficción teoriza sobre la creciente influencia de la tecnología en nuestras vidas: electrónica, robots, ordenadores, videovigilancia, juegos adictivos, tecnotribus urbanas...

¿Pero hacemos caso? Pues no mucho. La gente que lee, que es cada vez más minoritaria, suele leer literatura escapista o literatura realista que, según mi gusto, es todavía más escapista, aunque sin el factor de entretenimiento y de desarrollo de la imaginación que ofrece la primera.

La ciencia ficción es una literatura que anticipa los problemas o que, simplemente, nos habla de los problemas y tendencias que tenemos entre nosotros. Nos habla de todo: de política, de la sociedad, de economía, de ciencia, de discriminaciones, de religiones, de personajes vulgares y corrientes y de personajes extraordinarios, de lo que representa ser humano, de la publicidad, de la moda, de la esperanza, de los sentimientos,...

Para mí es la literatura genuina del siglo XX y de parte del XXI. A pesar de haber atravesado etapas históricas muy diferentes y algunas de ellas ciertamente convulsas, la ciencia ficción moderna, se ha ido adaptando con mejor o peor fortuna a cada una de ellas: la II Guerra Mundial, la Guerra fría, el hundimiento del comunismo, el posmodernismo... pero todavía sigue ahí y tiene mucho que decir.

Aun así, es un fenómeno minoritario en la sociedad occidental y completamente residual en otras sociedades. ¿Por qué? ¿Tal vez porque pensar no está de moda? ¿Tal vez porque no nos interesa saber hacia dónde vamos ya que nos daríamos cuenta de lo vacías y carentes de rumbo que son muchas de nuestras vidas? ¿Tal vez porque estamos tan fatigados de trabajar y del ocio que no tenemos tiempo para nada más?

A fin de cuentas, nunca hubo grandes porcentajes de población pensantes y que se preocupasen por el futuro. Y cuando hablo de futuro me refiero al futuro de la Humanidad, no al futuro personal de cada uno. ¿Por qué ahora debiera ser diferente?

Creo que la ciencia ficción es un fenómeno minoritario, casi elitista, porque debe ser así. Porque a pocos les interesa saber el porqué de las cosas. Pretender lo contrario me temo que es poco realista.

Segunda etapa

Inicio hoy, con esta entrada, una nueva etapa en mi blog. Tal como dejé claro en el anterior post, hago también borrón y cuenta nueva con cierto tipo de fandom. Es posible que acabe un tanto ombliguista, aunque procuraré no caer en el nefando vicio solitario.

Así pues, poco hablaré del fandom a partir de ahora y, si lo hago, será para recalcar las buenas iniciativas y apoyarlas o bien para llamar la atención sobre fenómenos surrealistas, aunque procuraré que haya mucho más de lo primero que de lo segundo.

No quiero ponerme pedante, pero creo que nuestro mundillo necesita una cierta catarsis o purificación. Allá cada cuál con su conciencia, que yo me he aprendido bien la lección y pienso llevar adelante mis conclusiones.

En principio, seguirá la columna de "Correlaciones", que nació de la extinta Cyberdark.net, así como buena parte de las secciones que ya había creadas. Espero tener que recurrir poco al apartado de "Obituario", aunque me temo que rondan muchos buitres por el cielo de la ciencia ficción, en especial, por la avanzada edad de muchas de las vacas sagradas que aún están entre nosotros.

Mi interés principal se centrará en comentar libros (básicamente, novedades y clásicos), pero sobre todo, relatos de ciencia ficción, así como alguna antología de éstos. Tengo in mente elaborar un canon, partiendo de la lista publicada por Julián Díez en Solaris, yendo autor por autor, cosa que llevará -posiblemente- varios años de trabajo. Pero sarna con gusto, no pica...

Este es el planteamiento actual del blog. Tengo otro proyecto relacionado con la ciencia ficción e internet, aunque está muy verde todavía y llegado el momento ya lo sacaré a la luz, cuando tenga una estructura bien definida. De momento, está en fase de diseño.

Espero que os guste el cambio de rumbo del blog. Con casi 200 entradas y un año de vida, tocaba una cierta renovación. Prometo también efectuar más adelante una reforma estética, para darle un aire más moderno, aunque siempre he creído que es más importante el contenido que el continente.

12 septiembre 2006

El fandom: cómo cocinarlo

Este va a ser un post algo diferente. Con él descongelo el blog y vuelvo a la actualidad, por decirlo de alguna manera. Generalmente soy diplomático y me gusta decir las cosas de forma suave. Pero reconozco que esta vez me ha sido del todo imposible.

Siempre hay movidas en el fandom. De hecho, cuando no las hay, alguien se las inventa. Es como un colectivo de niños revoltosos que tienen que estar todo el santo día dándole a la húmeda como verduleras y destilando todo tipo de humores. Casi se les podría dar el premio Nobel de química a alguno de ellos.

Las últimas que ha habido -no hace falta dar nombres, pues si alguien quiere publicidad, que se la pague- me han hecho reflexionar profundamente acerca del estado actual de una buena parte del fandom.

Desde luego, no de ese fandom que trabaja y deja trabajar a los demás que es, siento decirlo, bastante minoritario, sino de aquel que lo único que hace es tocar las narices a diestro y siniestro.

Lo curioso del caso es que este fandom está compuesto también por escritores y editores. ¿Dónde se ha visto que los escritores departan con sus lectores al grito de quién me ha robao los melones? ¿Dónde se ha visto que algunos editores se vean a sí mismos como una especie de dioses intocables que nos están haciendo el enorme favor de sacrificarse por nosotros, ajenos a todo interés pecuniario?

Hay últimamente algunas declaraciones de autores españoles sobre las críticas que reciben que son cojonudas. ¿Pero qué se han creído esos egos sobrealimentados? Vamos a ver, nosotros -es decir, los lectores, tus lectores- nos gastamos los dineros en tus libros, los leemos y sacamos de ellos una valoración. Puede ser positiva o negativa o dejarnos indiferentes, pero en cualquier caso, como vivimos en un país (teóricamente) libre, podemos decir lo que nos venga en gana.

Ahora bien, si no queréiss que se os critique, por favor, dirigíos a vuestros editores y pedidles que pongan en la portada una banda fluorescente bien visible que ponga:

"Prohibido criticar al autor de este libro. Si no es usted una eminencia literaria dispuesta a dejar al autor por las nubes, aparte sus sucias manos de este ejemplar".

A ver por dónde os dice el editor que os metáis la banda fluorescente. Eso sí, si le convencéis, al menos sabremos a qué atenernos y que determinados manjares no están hechos para la boca del asno.

Todo ese sulfuro que parecéis destilar muchos, no sirve para que os leamos más, de veras, sino justo para todo lo contrario. Mucha gente que os admiraba, al darse cuenta de cómo sois en la vida real, de cómo reaccionáis desaforadamente ante minucias sin importancia, os acaba cogiendo ojeriza y deja de leeros. ¿Craso error? No sé, pero en mi lista de próximas lecturas habéis desaparecido muchos de vosotros. Lo digo: tal vez sea un error, pero de la misma manera que no me leería ahora mismo las memorias de Tonny Blair después de todo lo que ha hecho por la Humanidad, tampoco tengo ganas de leer a autores que se tienen tan bien pagados de sí mismos. Me temo que no soy digno de vosotros.

También podemos ver sublimes puñaladas traperas. Hace poco, Julián Díez ha anunciado que cierra su blog por cuestiones de desavenencia personal con Rodolfo Martínez. Resumiendo: el primero metió el dedo en la llaga y el segundo le respondió con un tomahawk. No está mal, así me gusta, dando ejemplo. Y es que últimamente hemos visto a personajes como Rodolfo Martínez ligeramente endiosados y carentes de cualquier capacidad autocrítica. Pero es igual, que ellos sí que valen.

Podría seguir, pero es igual. Este fandom está podrido. A mí, no me interesa nada de nada. Ya tuve suficiente durante mi etapa en Cyberdark de escritores divinos, editores intocables y de vacas sagradas del fandom que no se han enterado que a los cincuenta ya no valen las mismas gamberradas que a los veinte. Cosas de la edad.

También estoy harto de aquellos que se ponen a discutir un post y no se molestan en leerse las contribuciones de los demás. No digo ya a ponerse en su piel, sino simplemente a escucharlos.

Para vosotros, oh fandom que habitáis en las profundidades de la noche, va este post. Para mí, dejáis de existir. Lo dicho anteriormente: quien quiera publicidad, que se la pague. Si alguno ha venido aquí a hablar de su libro, lo lleva claro. No todo vale para hacerse autobombo y si queréis jarana, apuntaros a los Latin Kings, que seguro que os reciben con los brazos abiertos. Aunque ahora que se han moderado igual no os ven con demasiados buenos ojos.

En definitiva, para todos aquellos que os escondéis tras nicks anónimos para expeler bilis y pegar puñaladas, que abrís un blog para escupir sobre los demás que, en última instancia dais más pena que otra cosa, para todos aquellos que preferís destruir antes que construir, la puerta es bien ancha.

Yo, a la mía. Seguiré hablando de libros de ciencia ficción y de fantasía, de relatos, procuraré seguir con la columna de "Correlaciones" e intentaré con la ayuda de algunos amigos desarrollar el canon de ciencia ficción de literatura breve, porque es algo que me apetece y que encuentro interesante. Desde mis capacidades, que son las que son. A fin de cuentas, nadie de los aquí presentes tiene un doctorado en ciencia ficción. ¿O sí?

Pero a vosotros, ejércitos de la noche, ni agua y, como mucho, alguna sonrisa condescendiente que es lo máximo que os merecéis. Que os aproveche. A la cuestión que plantea el título: el fandom, ¿cómo cocinarlo?, ya os cuento: en su propia bilis.

Benedicto XVI dice que la teoría de la evolución es irracional

¡Fantástico! ¡Lo que nos faltaba! Después de las gloriosas teorías del diseño inteligente (que en mi opinión, tienen únicamente de inteligente el título), ahora nos viene el líder espiritual de centenares de millones de católicos en todo el mundo diciendo que la teoría de la evolución es irracional.

Claro, desde luego. Los fósiles que se encuentran paleontólogos y antropólogos por doquier son sofisticadas maquetas de polímero. Las mediciones con isótopos de la antigüedad de las cosas, se las inventan los físicos y los geólogos, que forman parte todos de un inmenso complot mundial para hacerle la puñeta a los cristianos que creen en estas cosas. Sólo por fastidiar.

Todas las pruebas que apuntan a favor de las teorías evolucionistas de Darwin y sus continuadores son falsas. En cambio, cualquier huequecito que se encuentre, eso sí que es un descubrimiento de proporciones colosales.

Pensaba que este debate había sido superado hace más de un siglo. Incluso parecía que después del ridículo espantoso que hizo la Iglesia católica con Galileo y Copérnico, tendría que haber escarmentado. Pero no. Ahora, Benedicto XVI vuelve a las andadas y se dedica a hacer ciencia en vez de teología, que sería lo propio.

Parece que los múltiples problemas que tiene la Iglesia moderna y el mundo no le quitan el sueño y que aún tiene tiempo para dedicarse a criticar a Darwin. Pues ya puestos, a mí me parece más irracional una teoría que dice que le mundo se creó en seis días y que postula que el Salvador nació de una madre virgen.

¡Qué queréis que os diga! La fe es la fe y la ciencia es la ciencia y mejor no mezclarlas. Respeto profundamente todos los credos que tengan como centro la bondad de la persona y que respeten los derechos humanos. En general, creo que así sucede en el cristianismo, por lo tanto nada qué decir. Pero que lo respete no quiere decir que cualquier cosa que nos diga el Papa tengamos que tragárnosla, en especial cuando se trata de valoraciones completamente ajenas al terreno de la fe.

¿La teoría de la evolución es irracional? Bien, ¿de veras es capaz la doctrina católica de pasar la prueba del algodón de la racionalidad? Lo dudo mucho. Es más, siempre que llegan a un callejón sin salida, recurren al artilugio de la fe. Muy bien, pues así sea, pero dejad la racionalidad en manos de los que creen en ella y la utilizan a diario, en su vida y en su trabajo.

02 septiembre 2006

El Cid campeador de la ciencia ficción

¿Extraño título, no? La verdad es que hay una serie de autores de ciencia ficción y de fantasía, o mejor debiera decir ex-autores, porque están muertos, que siguen ganando batallas después de muertos. En su caso, se trata de escritores que, no hartos con ser prolíficos en vida, siguen siendo la mar de productivos después de muertos.

Quienes mejor entendieron el negociete que representaba seguir produciendo post-mortem fueron los herederos de Isaac Asimov, a saber su viuda Janet Jeppson y sus hijos. Así, incluso en vida de Asimov, comenzaron a aparecer una serie de libros-franquicia, como los de Robot city y posteriormente los de Robots en el tiempo, que poco tenían que ver con el Buen Doctor, pero que generaban pingües beneficios.

Este fenómeno fue seguido con una serie de novelas escritas por Robert Silverberg basadas en relatos y novelas cortas de Isaac Asimov, tales como Anochecer que, si bien tienen una cierta calidad literaria (cosa que no se puede decir de las anteriores franquicias), por Silverberg es mucho Silverberg, no deja de ser un cierto timo.

Ya habíamos hablado en este blog de otro de los grandes explotadores comerciales de su nombre, en este caso, sin necesidad de morirse: Arthur C. Clarke, con las series de novelas de Rama (cuatro en total) y las de Venus Prime (seis). No quiero ni imaginarme qué legado literario suculento dejará a sus sucesores cuando fallezca.

Pero lejos de ser un fenómeno agotado o puntual, la verdad es que esta oportunista y un tanto filibustera estrategia es algo más que una moda pasajera. Brian Herbert, hijo de Frank Herbert (Dune), en colaboración con Kevin J. Anderson nos han obsequiado con un montón de precuelas a los hechos relatados en Dune.

No contentos con el negociete que se han montado, ahora han aparecido casualmente unos papeles con la trama y los personajes profusamente detallados de lo que debía ser el final de la serie de Dune. ¿Se imaginan que va a suceder? En efecto, acertaron: Herbert y Anderson van a escribir el final de la saga de Dune, según san Herbert.

Y es que el negocio parece ser que da para bastante. El nombre, vende y hay que aprovechar al máximo. Incluso el sacrosanto Heinlein -o mejor dicho, sus herederos- entran en el juego. Spider Robinson ha escrito una novela a partir de unas notas dejadas por Heinlein de una novela que no llegó a concluir (Variable Star).

Por supuesto, todos estos productos se venden bastante bien. Normal, cuando uno ha estado toda la vida leyendo cosas de Clarke y de Asimov, o de Herbert y Heinlein y el autor llega al final de sus días, no nos vamos a detener ante una minucia como es la muerte. La rueda del negocio supera ese problemilla de nada gracias a escritores con pocos escrúpulos, pero ávidos de dinerillo.

En la fantasía, algo parecido ha sucedido con Tolkien y El Señor de los Anillos. Véase la cantidad de libros que ha escrito el hijo de Tolkien a partir de las notas de su padre. Eso por no hablar del inconcluso El Silmarillion. Vaya, que en todas partes cuecen habas y en mi casa, a calderadas.