21 diciembre 2006

Correlaciones: La estrella de Navidad

Hay un curioso relato corto de Arthur C. Clarke, ganador de un premio Hugo, llamado “La estrella” en el que se revela la naturaleza de la estrella de Belén, cosa que origina una crisis de fe en el protagonista debido a las consecuencias de dicha naturaleza. No diré más para no estropear la sorpresa del relato.

En definitiva se podría decir que para que hubiese brillando en el “portal de Belén” una estrella en el cielo, se tuvo que pagar un precio muy alto. Casi parece una alegoría de los tiempos que corren.

Ello me lleva a pensar en la cantidad de luz y de recursos que gastamos inútilmente por Navidad. Entiendo que es una tradición muy arraigada esto de iluminar calles y plazas, las casas, el árbol… pero la energía tiene que salir de algún lado y en nuestro caso es de la quema de carbón, de la energía nuclear y de otras fuentes de energía, rara vez renovables.

Si se me permite una imagen un tanto rocambolesca, podríamos hacer un belén tradicional en el que el niño Jesús portase un cartucho de uranio en la mano, en las montañas del fondo hubiese aerogeneradores y en el que los Reyes Magos le trajesen carbón… para la central térmica.

Desde luego, es una exageración, pero al menos nos recordaría que la energía que tan alegremente derrochamos estos fraternales días tiene que salir de algún lugar y que según el principio de conservación de la energía, ésta ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.

Otro tanto podríamos decir de multitud de cosas que consumimos estas fiestas. Grandes cantidades de comida y bebida, regalos, desplazamientos masivos, algunos a puntos bastante alejados de nuestro lugar habitual de residencia, fiestas, ocio desenfrenado…

Parece que no nos damos cuenta de hasta qué punto hemos llevado las cosas a límites un tanto excesivos. Pero relatos como “La estrella” me recuerdan que a veces, cosas aparentemente inofensivas, pueden tener grandes repercusiones.

20 diciembre 2006

Diez años sin Carl Sagan

Hoy se cumplen diez años de la desaparición del astrofísico y divulgador norteamericano Carl Sagan, más conocido a nivel mundial por la serie de divulgación Cosmos.

Carl Sagan fue un maestro de la divulgación y de la comunicación. Tanto Cosmos como sus libros han inspirado a multitud de personas a seguir una carrera científica o, simplemente, a aumentar sus conocimientos sobre la ciencia y el Universo en general.

Sagan es uno de esos científicos que renunció en parte a su carrera dentro de la ciencia para poder acercarla al público en general. Prueba de que lo consiguió es el enorme éxito que Cosmos ha tenido en cuanto a audiencia en todas las televisiones en que se ha emitido y de la fama personal del propio Sagan.

Como otros científicos mediáticos, tales como Jacques-Yves Cousteau, Gerald Durrell o Félix Rodríguez de la Fuente, Carl Sagan pasará a la historia dentro de la memoria colectiva más por su imagen de divulgador televisivo, ataviado con su clásica chaquetilla marrón claro, que como miembro destacado del cuerpo científico.

Esta función de divulgadores científicos era reclamada por gente como Isaac Asimov que, muchas veces se quejaron amargamente por no ser considerados seriamente dentro del mundo científico por su labor divulgadora.

Pero la divulgación es imprescindible si queremos evitar que la gente vea la ciencia como una jerigonza incomprensible, en la que sus miembros hablan en clave, mediante un lenguaje incomprensible y sobre cosas que aparentemente no tienen nada que ver con la realidad ni los problemas cotidianos.

Además, la ciencia depende en buena medida de subvenciones públicas y éstas son concedidas por los políticos, que rara vez suelen tener formación científica y que, además, son representantes electos de una masa popular con todavía menos conocimientos científicos.

Por ello son tan importantes figuras como Carl Sagan, que actúan como un puente tendido entre el rigor científico y la mentalidad popular. Y si alguien no lo cree posible que le eche un vistazo de Cosmos, tanto en su formato escrito, como en el televisivo.

También realizó Sagan una breve incursión en el mundo de la ciencia ficción, con su conocida obra Contacto, llevada posteriormente al cine por Robert Zemeckis y con una magnífica Jodie Foster en el papel protagonista de Ellie Arroway. Tal vez no sea una obra maestra de la ciencia ficción, pero es una interesante discusión entre fe y racionalidad y también nos hace reflexionar sobre las grandes cuestiones filosóficas: ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos? ¿hay alguien más ahí?

El último libro escrito por Sagan antes de morir fue, El mundo y sus demonios, que lleva por subtítulo La ciencia como una luz en la oscuridad. Se trata de una obra extraordinaria, un verdadero testamento científico del legado de Sagan, lectura imprescindible para cualquier mente racional y crítica.

Os dejo con esta recomendación como homenaje y me gustaría citar también una de las frases con que se abre Cosmos: El Cosmos es todo lo que fue, es o será alguna vez. Es de esas frases que enganchan y maravillan por su sencillez y su potencia. Descanse en paz, Carl Sagan.

14 diciembre 2006

Vendrán lluvias suaves

Siempre he creído que algunos de los mejores relatos de la ciencia ficción, son relatos breves, que desarrollan una idea o concepto o que juegan con algún aspecto de manera más o menos sutil y deliciosa.

Éste es el caso de “Vendrán lluvias suaves” (“There Will Come Soft Rains”), de Ray Bradbury, una de las piezas que componen la maravillosamente onírica Crónicas marcianas y que toma el nombre del título de un poema de Sara Teasdale escrito en 1920.

El tema del relato es que la naturaleza persistirá mucho tiempo después que desaparezca el hombre. Incluso parte de su obra permanecerá un cierto tiempo, aunque acabará sucumbiendo al canto incesante de la lluvia, los vientos y de los otros elementos, que acaban finalmente derrotando la obra del hombre, poniendo fin a su reinado sobre la Tierra.

El tema es profundo, pero no parece tampoco nada excepcional, de no ser por la manera magnífica en que Bradbury construye el relato, desde el punto de vista de una casa automatizada que ha sobrevivido al holocausto y que repite las tareas que tiene programadas aun cuando ya no hay nadie que pueda beneficiarse de ello.

La casa carece de alma y repite una y otra vez las acciones para las que estaba programada, a pesar de que la catástrofe se cierne sobre ella. Decía Pascal que el hombre es como un junco. El Universo puede aplastar al junco, pero éste, al menos, es consciente de ello. La casa del relato, no.

La inclusión del relato de Teasdale es realmente acertado, ya que poema y relato expresan lo mismo, de diferente manera, complementándose perfectamente el uno con el otro.

El relato destila lirismo por todas partes. Más concretamente, melancolía por un mundo ya desaparecido del que sólo ha sobrevivido una parte mecánica, pero no su alma misma. En cierta manera, se puede establecer una analogía entre las ruinas terrestres de la civilización humana y las ruinas marcianas.

“Vendrán lluvias suaves” es una de las mejores crónicas marcianas y sin duda, de las más conocidas y apreciadas y, posiblemente, uno de los mejores relatos breves de la historia de la ciencia ficción.

13 diciembre 2006

Buenas noticias del Vaticano

“Buenas noticias del Vaticano” es un peculiar y original relato de Robert Silverberg en el que se narra la elección de un cardenal robot como Papa de Roma. Así visto, el planteamiento dista bastante de ser ortodoxo.

Silverberg aplica su humor sarcástico, que no siempre deja traslucir en sus narraciones, en este relato sui generis. El relato contiene algunos detalles que me gustaría remarcar.

Primero, está la frase de uno de los protagonistas del relato que afirma que puede ser la época adecuada para escoger un robot. En la sociedad en que se desarrollan los hechos, al parecer los robots están al orden del día y son muy comunes.

Después está el rabino especialista en ángeles que da una digresión culta sobre los diversos ángeles que pueblan el cielo. Entre ellos se encuentra el Metatrón, que hasta que releí este relato pensaba que era un personaje ficticio de Dogma. Pero no, al parecer pertenece a la mitología judeocristiana.

Hace poco hemos tenido una elección papal y la verdad es que, robot a parte, Silverberg retrata bastante bien los entresijos y parafernalias diversas que acompañan la elección de Papa.

Debo reconocer que tengo un especial cariño por este relato, pues fue lo primero que leí de Silverberg. Me acuerdo que en una reunión universitaria, cuando pertenecía a la UPCF, una asociación de amigos de la ciencia ficción, Miquel Barceló nos habló de este relato.

En seguida le pedí que me dejase un ejemplar del relato para poderlo leer, cosa a la que accedió muy amablemente. Y el resto es historia.

“Buenas noticias del Vaticano” trata en muy pocas páginas sobre la naturaleza humana y sobre los efectos que supondría introducir algo prácticamente eterno como un robot en una institución tradicional y tan antigua como la Iglesia católica.

Y desde luego, soy de la opinión que un Papa robot haría menos daño a la Humanidad que algunas de las elecciones con que el Sacro Colegio Cardenalicio nos ha obsequiado generosamente.

“Buenas noticias del Vaticano” no es el mejor relato de Silverberg, en mi opinión, pero sí que es uno de los más inclasificables y curiosos que ha escrito. Si podéis haceros con él, os recomiendo su atenta lectura.

12 diciembre 2006

Correlaciones: De grandes hermanos

Me resulta bastante alucinante contemplar cómo desde hace unos cuantos años hay en la televisión un programa que se llama Gran Hermano. No discuto el contenido, su posible calidad, ni la conducción del programa. Como tampoco lo sigo, me parece que no soy la persona más indicada para ello.

Lo que me sorprende de verdad es el título. Sacado de 1984 de George Orwell, hemos convertido una figura siniestra y omnisciente, una verdadera pesadilla del absolutismo es un fenómeno televisivo más o menos simpaticoide. Nunca dejará de sorprenderme hasta qué punto el dinero es capaz de subvertir el arte de una manera tan grosera.

He leído recientemente dos relatos en los cuadernos Artifex Tercera Época que me han recordado mucho a este programa. Ambos son de escritores españoles conocidos y ambos destilan una cierta mala leche. Supongo que la temática no es para menos.

El primero es “200” de Santiago Eximeno, que nos describe un mundo en que ciertos seres humanos son tratados como animales, enjaulados y ofrecidos a las fieras como en un circo romano. Pero este panem et circensis es, como no podía ser de otra manera, un espectáculo televisado. El relato produce una sensación de opresión difícil de olvidar.

El otro relato es “Huitzilopochtli Tonight” de Alejandro Carneiro, que describe directamente un programa como Gran Hermano desde una perspectiva mucho más salvaje y sarcástica. En este show televisivo, culmen de la estupidez y de la insensibilidad humana, los concursantes son sacrificados en un rito de corte azteca. Y, por supuesto, hay verdaderas bofetadas para asistir como concursante.

Ambas visiones de la realidad son claramente sesgadas, pero en eso consiste la ciencia ficción, ¿no?: en ofrecer una visión distorsionada de la realidad que nos permita ver el presente o el futuro inmediato con una mayor claridad, ya sea aumentando las características que se quiere resaltar, ya sea distorsionándolas para que llamen más la atención.

¿Hasta dónde llegará la televisión para mantener nuestra atención? La batalla es ardua. Según recientes estudios, los medios digitales ya superan, y no sólo entre la gente joven, a los medios clásicos como la televisión o la radio en preferencias. Supongo que mucha gente está cansada de una realidad predigerida y prefieren lanzarse a la aventura de construirse un mundo a su medida.

No es que en internet las cosas estén menos predigeridas, claro, pero la variedad es mayor y, en consecuencia, la sensación de mayor libertad también es más palpable. No obstante, en una era de globalización de la información, es cada vez más difícil encontrar cosas originales, ni en la televisión, ni en la red de redes. Nil novum sub sole?

11 diciembre 2006

Fragmentos del futuro / AA. VV.

Fragmentos de futuro es una iniciativa conjunta de la editorial Espiral y del ex-editor de la versión española de la revista Asimov a fin de poder publicar aquellos relatos de autores hispanos que se quedaron en el tintero tras el cierre de la Asimov.

La verdad es que el nivel de alguno de los relatos es muy bueno y merecía por sí sólo una edición. De esta manera, quedan rescatados del olvido una serie de narraciones que tal vez no hubiesen visto la luz en una edición más o menos asequible a todo el mundo.

Una de las cosas que llaman la atención de este libro es la cantidad de relatos que tratan directa o indirectamente con el viaje en el tiempo (tres de las ocho narraciones).

“El fluir del tiempo” de Domingo Santos nos presenta a una serie de personas capaces de viajar al pasado mientras sueñan, en una especie de experiencias extracorpóreas. Tal vez lo más interesante del relato no sea saber qué opina el autor sobre el asesinato de Kennedy, sino las reflexiones que hace tanto sobre el uso de esta nueva tecnología, como en qué se convertirían las personas capacitadas para viajar al pasado.

“Mi diario” de J. E. Álamo es un estremecedor relato en forma de diario sobre un mundo que ha sido invadido y arrasado por unos alienígenas hostiles y acerca de la dura supervivencia que hay que afrontar después. Tiene un cierto regusto a Mecanoscrito del segundo origen de Pedrolo, aunque tal vez con un final menos optimista.

“La fuerza del destino” de José Carlos Canalda es un interesante relato de viajes en el tiempo en el que, de forma parecida a La compañía del tiempo de Kage Baker, el protagonista tratará de recuperar una obra de arte perdida, con insospechadas consecuencias.

“La ausencia de oscuridad no significa presencia de luz” de Juan Carlos Planells nos habla acerca de una obra de arte alienígena que se encuentra “codificada”, es decir, que no puede percibirse de manera directa.

“Kretacic rap” de Vladimir Hernández y Ariel Cruz es un impresionante pastiche de ideas, temáticas y personajes que parece funcionar bien como novela de aventuras, sobre una expedición de caza al Jurásico que se complica de mala manera.

“La isla” de Pablo Dobrinin es un extraño relato, bastante onírico, sobre un artista incomprendido que antes de morir es trasladado a un lugar utópico en donde se le preparará para ser transferido a un mundo que apreciará verdaderamente su arte.

“Cachorros” de Roberto Bayeto nos habla de una nueva raza de seres humanos, armas letales, condicionados para matar.

Finalmente, “Una de vampiros” de Eduardo Gallego y Guillem Sánchez es una de las piezas más interesantes del libro. Perteneciente al universo Unicorp, concretamente al ciclo de los antropólogos historiadores, se nos describe una cultura que vive inmersa gracias a la nanotecnología en una realidad virtual perpetua y que se ve incapaz de resolver una serie de extraños crímenes, por lo que se ve obligada a pedir ayuda exterior.

En resumen, una buena colección de relatos para leer y disfrutar, muy variados y con diferentes estilos.

10 diciembre 2006

Coincidencias increíbles

Estamos bastante acostumbrados que en muchas novelas de aventuras, el personaje se salve por los pelos mediante un as que tenía guardado en la manga. Otras veces, un acontecimiento extremadamente improbable desencadena una serie de acontecimientos que, en condiciones normales, jamás hubiesen sucedido.

¿Son estos recursos algo propio de las novelas de aventuras o suceden tales cosas en la vida real? Pues aunque pueda parecer increíble, tales cosas suceden y más a menudo de lo que nos pensamos. A fin de cuentas, el ser humano no está acostumbrado a lidiar intuitivamente con los conceptos de probabilidad y por eso es tan fácil engañarnos en según qué cosas.

Supongamos que queremos saber qué probabilidad existe de que ocurra un suceso de esos que se llaman altamente improbables. Vaya, un milagro. Esas cosas que sólo pasan una vez de cada millón de veces. Puede parecer que algo así nunca sucederá, pero pensemos un poco…

A lo largo del día hay muchas ocasiones en que nos puede pasar algún evento de esos de uno entre un millón. Para redondear, supongamos que lo limitamos a 50 momentos por día: cada vez que giramos una esquina, cada vez que llamamos por teléfono, cada vez que iniciamos una conversación, cada vez que vamos a pagar algo, etc. Desde luego que hay mucho más que 50 momentos al día en que nos pueden suceder cosas, pero vamos a adoptar un número conservadoramente bajo como es 50.

Ahora escojamos una duración de vida de unos 40 años, que es algo más que optimista teniendo en cuenta la esperanza de vida que tenemos. En 40 años, de 365 días con 50 momentos cada día, tenemos un total de 730.000 momentos.

Calculemos la posibilidad de que nos suceda, en un momento dado, algo muy pero que muy improbable: ya lo sabemos, hemos dicho que 1/1.000.000. Calculemos ahora la probabilidad opuesta, es decir, la probabilidad de que en ese momento no suceda nada: será 1- (1/1.000.000) = 999.999 / 1.000.000. A esta probabilidad la llamaremos p.

Multipliquemos p por sí misma 730.000 veces y obtendremos la probabilidad de que en 40 años no nos suceda nada “milagroso”. El resultado es: 0,48 = 48% . Es decir, casi un 50% de posibilidades de que no nos suceda un milagro. O dicho de otra manera, algo más de un 50% de posibilidades de que SÍ que nos suceda un milagro.

En término medio, a una de cada dos personas le pasarán, a lo largo de su vida, al menos algo tan sorprendente que le parecerá inexplicable. Los milagros están al orden del día. Y ya no hablemos de cosas raras, pero más probables que algo de probabilidad 1/1.000.000.

Naturalmente, nuestra manera de ser psicológica hace que no nos fijemos en los centenares de miles de sucesos corrientes y en cambio magnifiquemos ESE suceso tan extraordinario.

Lo raro no es que sucedan milagros. Lo raro sería que no sucediesen.

Por eso, cuando nos encontremos, ya sea en la literatura, ya sea en la vida real con un evento increíble o un deus ex machina argumental, no seamos tan cínicos pensando que se nos pide un esfuerzo descomunal a la hora de suspender nuestra credulidad, porque estas cosas, a veces, suceden.

05 diciembre 2006

Artifex 4 Tercera Época / AA. VV.

“Huitzilopochtli Tonight” de Alejandro Carneiro es una descarnada parodia de cierto tipo de programas como “Gran Hermano” que han invadido las televisiones. El relato lleva la tendencia actual a sus últimas y espeluznantes consecuencias.

“El señor de las ratas” de Juan Díaz Olmedo es un relato a caballo entre la fantasía oscura y el relato de terror sobre el proceso de metamorfosis de una persona en algo… diferente.

“Ainé de los elfos” de Raquel González Osende es un sensible relato, moderna revisitación del mito de Pigmalión.

“La caja de Pandora” de Juan Carlos Planells nos cuenta la historia de un rico excéntrico obsesionado con una diva del cine mudo y cómo pretende “recuperarla” mediante el uso de una nueva tecnología de inmersión.

“Borgeano” de Daniel Vázquez y Alejandro Alonso es un relato de aventuras en el que se explora el posible efecto que tendría sobre nuestra realidad la irrupción de otras dimensiones espaciales y temporales.

“Principio de exogénesis” de Sergio Mars es una revisitación a la teoría de la panspermia, según la cual, el origen de la vida en la Tierra hay que buscarlo fuera de ésta, posiblemente traída en fragmentos de cometas que impactaron en los océanos primigenios.

En el relato, se nos presenta una expedición humana que aterriza en un planeta en el que se descubren los restos de una civilización tecnológica, pero en el que no quedan rastros de vida superiores a las bacterias y de la estremecedora conclusión a que llegan los exploradores.

“Oneiros” de Domingo Santos nos cuenta una historia que no es nueva, pero que está muy bien narrada, la de la conexión entre dos personas que viven separados en el tiempo.

“Reina de sangre” de David Mateo Escudero es una atípica historia de vampiros ambientada en la Edad Media.

“Son de piedra” de Rafael Marín es una bellísima historia de brujas y de la casa que les da cobijo. La maestría de Marín se hace patente en el uso que hace de la casa como contadora de la historia y como nexo de unión entre pasado y presente.

En “La escena definitiva” de Roberto Malo se nos presenta a un obseso de las películas porno que acaba convertido, de manera misteriosa, en personaje de una de ellas, aunque no de cualquier película ni de cualquier manera…

Finalmente, “Quieres ampliarme” de Sergio Parra es un relato sobre un futuro en el que las inteligencias artificiales servirán de psicólogos.

04 diciembre 2006

Artifex 3 Tercera Época / AA. VV.

“Argos”, de José Antonio Cotrina fue galardonado con el Premio Alberto Magno 2005. Se trata de un relato estupendo en clave de cyberpunk que es triplemente satisfactorio.

Por un lado, nos presenta un mundo futuro magníficamente ambientado; por otro lado, nos presenta un dilema moral sobre la problemática de llevar hasta sus últimas consecuencias proyectos de espionaje como el anglo-norteamericano “Echelon”; finalmente, nos presenta unas escenas verdaderamente oníricas más propias de la fantasía que de la ciencia ficción, como es el caso de la escena de la Viena desierta poblada por fantasmas, que fue el origen del relato.

200” de Santiago Eximeno es un estremecedor relato sobre un zoológico poblado por seres humanos, sacrificados en aras de la audiencia. Verdaderamente tremendo aunque, ¿tan alejado de la realidad como nos gustaría creer?

“La última visita” de Iván Olmedo es una incursión en la ciencia ficción de este autor asturiano que nos explica cómo pueden ser los últimos momentos de vida de una persona en el futuro.

“Morfeo verdugo” de Yoss, fue galardonado con el Premio Domingo Santos 2005. Se trata de un relato bastante extenso, mitad ficción, mitad especulación filosófica, sobre los sistemas de castigo contra el crimen. Al protagonista condenado se le ha realizado una operación cerebral tal que, si sueña que muere, entonces muere realmente.

El relato es verdaderamente interesante en muchos aspectos: la discusión sobre la pena de muerte y sobre otros castigos paliativos, la capacidad del ser humano de rehuir los sistemas punitivos y sobre la psicología del delito. Lo único que, tal vez, queda un poco fuera de tono es el sarcástico final, cargado con muy mala leche.

“La balada del Hombre Anuncio” de Alfredo Álamo es una narración un tanto onírica, que en algunos aspectos nos recuerda al relato de Ellison “Arrepiéntete Arlequín” sobre el futuro de la publicidad. Muy interesante.

“No me pongas esa cara” de Tomás Donaire es una fábula sarcástica sobre un mundo en que cambiar de cara es tan sencillo como cambiar el color del cabello y sobre las consecuencias que esta tecnología puede conllevar.

“Lo que significa tu nombre” de Víctor M. Gallardo es uno de esos relatos de guerra que suele escribir tan bien el autor, de un mundo en que las Inteligencias Artificiales se han sublevado y han convertido la vida y las relaciones interpersonales en una verdadera pesadilla. Es un relato cargado de dolor y pesadumbre.

“Un día en la vida de una mente despierta” de Hernán Domínguez Nimo es una aproximación al clásico telépata de Silverberg, aunque desde una óptica algo más optimista (aunque tampoco excesivamente mucho más).

“Bidesari” de José Ramón Vázquez es una interesante especulación –a mi entender algo desaforada- sobre qué sucedería si Euskadi se independizara de España. El relato muestra una realidad claramente escorada hacia una opción ideológica, aunque puede ser interesante explorar todos los escenarios posibles. Por desgracia, los autores españoles no suelen utilizar la ciencia ficción muy a menudo para hablar de situaciones recientes de manera clara y directa, cosa que es de agradecerle a José Ramón Vázquez.

Finalmente, “Víctima y verdugo” de Eduardo Vaquerizo es un relato ambientado en uno de los universos alternativos del autor, en una Sudamérica poblada por indios y que parece ser más bien una revisitación de la película Apocalipse Now. Magníficamente ambientado.

Punto de fuga

Hay una cosa que sólo la literatura de ciencia ficción puede hacer de manera adecuada y que los otros géneros no están preparados para tratar. Para ver de qué hablamos, situémonos en los confines del Sistema Solar, en un lugar en que el Sol es simplemente una estrella brillante y la Tierra se ve como un punto azul pálido. Ésa es la necesaria perspectiva para nuestro razonamiento.

Desde esa distancia, todo, absolutamente todo lo que hemos sido y somos está contenido en un ínfimo punto azulado: las pirámides, el Imperio romano, Chichén Itzá, el Louvre, el Himalaya, la Odisea, las guerras púnicas, el asesinato de Lincoln, la I Guerra Mundial, el automóvil, internet, Hiroshima, el Ramayana, la Esfinge, la Gran Muralla china, el ajedrez, las seis mil lenguas habladas, Mozart, Kubrick, Fidias, Velázquez, Miguel Ángel, Venecia, el Etna, los dinosaurios, las hormigas, Platón, el existencialismo, la microelectrónica, la medicina… casi todo lo que seamos capaces de imaginar. Pero no todo.

Hay cosas que son mucho más grandes que nuestro pequeño sistema solar y que la ciencia ficicón trata a diario. No se trata de una simple cuestión de escala, sino más bien de un punto de vista.

Al ponernos a tal distancia y mirar la Tierra desde una panorámica cósmica, propia de la ciencia ficción, tenemos una sensación de insignificancia y de vulnerabilidad. ¿Realmente todo lo que somos y hemos sido se reduce a un insignificante punto azul pálido sobre un fondo negro en la inmensidad?

Pues parece que sí. Aquí no hay lugar para la soberbia. Seremos inteligentes, seremos conscientes y seremos exploradores, pero estamos contenidos en ese insignificante punto azul. Siempre hay una perspectiva adecuada que empequeñece hasta la insiginificancia nuestros posibles logros tecnológicos y filosóficos. ¿Da que pensar, no?

03 diciembre 2006

Artifex 2 Tercera Época / AA. VV.

“Todo lo que nadie pueda imaginar”, de Juan Miguel Aguilera es una magnífico relato de ciencia ficción que rememora a dos destacados personajes, uno del género (Jules Verne) y otro de la filosofía (Theilard de Chardin). Se trata de una narración maravillosa que nos conduce a paisajes sorprendentes y a imágenes maravillosas, hasta el fin mismo del Universo, hasta el punto Omega.

“Escombros”, de Santiago Eximeno es un espeluznante relato de terror en el que se nos presenta a unos misteriosos seres que habitan en las profundidades de la tierra y que entran en contacto accidentalmente con nosotros. En mi opinión, de lo mejor que he leído de Santiago Eximeno.

“Más rápido que nunca jamás”, de Victor M. Ánchel es una revisitación a uno de los personajes fantásticos más conocidos y sobre su posible final.

“La biblioteca de Alejandría”, de Carlos Abraham es, para mí, el más bello relato de esta antología. Nos describe un peculiar viaje en el tiempo de un caballero hispanoamericano a una época precolombina, a una misteriosa y verdaderamente fascinante civilización. La descripción que hace el autor de esta cultura es realmente soberbia y de una gran belleza. El desenlace del relato me recuerda un poco al de un capítulo de Star Trek, (The Inner Light) de temática similar.

“Espinas”, de Álex Vidal es un relato tierno a la vez que estremecedor sobre la infancia de un niño no deseado.

“Barrotes celestiales”, de Alejandro Carneiro es otra de esas humorísticas aproximaciones a un universo absurdamente fantástico a que nos tiene acostumbrados el autor. El argumento no deja de ser surrealista: de golpe y porrazo, comienzan a llover jaulas del cielo que dejan encerrados a algunos seres humanos en su interior sin posibilidad de espace.

El relato es realmente sarcástico y describe la odisea de un agente de policía a fin de tratar de resolver el misterio. Algunas escenas, como la de la santa estilita son verdaderamente memorables.

“Máscaras”, de Tomás Donaire es una clásica historia de máscaras venecianas con propiedades fantásticas. En la historia, el protagonista busca en una tienda muy especial la máscara con la que ejecutar su cruel venganza.

“Monstruos marinos”, de Jimina Sabadú es un relato precioso de contorno vagamente fantástico que nos habla sobre una época en que lo fantástico es cotidiano: la infancia.

“Margabarismos”, de Félix J. Palma es un perfecto relato en lo literario, tal como nos tiene acostumbrados el autor, con una temática realmente original (y algo escatológica).

“Paraíso”, de Carlos Martínez Córdoba es una inquietante narración sobre un enorme basurero en el que vive gente y en el que habitan fuerzas desconocidas. En medio de todo ello, una lucha entre uno de los residentes del basurero con el mundo exterior. Verdaderamente impactante.

02 diciembre 2006

Artifex Tercera Época 1 / AA. VV.

“La cotorra de Humboldt”, de Lorenzo Luengo es uno de esos relatos que no dejan indiferente. Escrito en un tono culto y algo denso, el relato va desde una ambientación inicial soberbia, aunque algo aburrida, al desarrollo de la trama que es de lo más original. Para mí, un relato redondo.

El relato se basa en la anécdota del lingüista y explorador Alexander von Humboldt quien, al parecer, descubrió en las cercanías de un poblado en que se había hablado una lengua ya extinta, una cotorra que aún era capaz de hablar en el difunto lenguaje. Luengo lleva esta anécdota por unos derroteros inesperados que convierten la narración en un relato verdaderamente fantástico, en todos los sentidos.

“Las muchas hazañas de la Sección 13”, de José María Faraldo, es una especie de Liga de los Caballeros extraordinarios pero en versión hispana y castiza. Es interesante, aunque algo vacuo. Es posible que se trate de una presentación de una serie de relatos ambientados en dicho universo, cosa que lo dotaría de pleno sentido y podría ser un terreno interesante de explorar.

“La traición de Judas”, de Joaquín Revuelta ha sido galardonado con el premio Ignotus 2006 a la mejor novela corta. Se trata de una novela de perfecta ambientación cyberpunk sobre un mundo futuro totalmente globalizado, con problemas medioambientales, en el que las armas son omnipresentes y la realidad virtual lo invade todo.

Lo más interesante, tal vez del relato, es la construcción en forma de cajas chinas que no nos permite saber hasta qué punto se nos está contando la realidad o una “realidad” soñada. Creo que es uno de esos relatos que le habrían encantado a Philip K. Dick.

“El bolso de Marga”, de Nuria C. Botey es un divertido, aunque algo macabro, relato sobre un enamoramiento entre un chico aparentemente normal y una chica aparentemente normal pero que resulta no ser tan normal pues es hija de una hechicera. Y de tal palo, tal astilla.

“No les llames dinosaurios”, de Javier Esteban es un relato, en mi opinión algo confuso, que pretende describir desde la aparente normalidad un fenómeno extraño. Particularmente lo encuentro demasiado oscuro. Un poco de mayor claridad cerca del final, posiblemente habría mejorado mucho el relato, aunque a gustos, colores.

“Grex Christi Blues”, de David Soriano es un relato en tono humorístico muy logrado, parodiando una conocida secta católica. ¿Perdón, dije secta? Sí, secta. Un hombre gris recibe un don extraordinario a través de una trompeta que le permite adentrarse en terrenos vedados a la mayoría de los mortales, hasta que descubre la verdadera naturaleza del objeto.

“Sushi”, de Marc R. Soto es un relato corto, de entrevela. Es uno de esos pensamientos algo obsesivos y casi paranoicos que a todos nos han asaltado alguna vez.

“Lugares”, de Sergio Gaut vel Hartman es una narración ciertamente inquietante y algo onírica sobr un lugar vedado a la mayor parte de la gente y sobre cómo puede llegar a ser peligrosa la curiosidad.

“Bajo la aurora”, de Blanca Martínez Sancho es un relato de vampiros en otro mundo. No aporta nada nuevo al tema, pero sí que presenta una ambientación diferente a la de la mayor parte de relatos del género.

“América”, de Juan Antonio Fernández Madrigal es una recreación surrealista de América. Particularmente, no lo he acabado de entender.

01 diciembre 2006

Noticias del cielo

Un par de noticias relacionadas con el “cielo” me han sorprendido esta semana. La primera afirma que no hay evidencias de reservas de hielo en la Luna, como últimamente se creía. Concretamente, se suponía que existía una cierta cantidad de hielo en los polos de la Luna, pero estudios recientes han desvelado que, de existir, estaríamos hablando de cantidades muy pequeñas.

Uno puede preguntarse, ¿bueno, y qué? Pero tiene su importancia a largo plazo. Esta noticia podría complicar el futuro establecimiento de una base permanentemente habitada en la Luna. A fin de cuentas, nuestro satélite gigante es un punto de partida natural hacia el espacio exterior, es decir, hacia otros planetas y podría ser en el futuro un lugar al que trasladar muchas industrias potencialmente peligrosas que actualmente tenemos en la superficie de la Tierra.

Pero si hay que importar el agua de la Tierra o de los cometas, los costes de establecimiento de una base lunar se disparan astronómicamente, nunca mejor dicho, por lo que la existencia o no de agua en la Luna tiene su qué.

La otra noticia es tal vez más llamativa. Según algunos estudios recientes, parece ser que el impacto meteórico de Chicxulub no fue el responsable directo de la extinción de los dinosaurios a finales del cretácico. Al parecer, una combinación de varios impactos (entre los cuales se hallaría el de Chicxulub) y un aumento desaforado de la actividad volcánica en la India, que liberó cantidades ingentes de gases de efecto invernadero a la atmósfera, fueron los responsables de la extinción de los grandes saurios.

Nuevamente nos podemos preguntar, ¿y qué? Bueno, siempre es interesante saber que la vida es más resistente de lo que nos pensábamos. Si tuvieron que concurrir varios eventos ligados a la extinción para cargarse a los dinosaurios (y de paso, a dos terceras partes de las especies de la Tierra de entonces), ello aumenta nuestras probabilidades de supervivencia sobre la Tierra a largo plazo.

Si creemos en la lotería cósmica y en la estadística, ya “pronto” tocaría un gran impacto meteórico en la Tierra, así que si sabemos que eso no fue suficiente para eliminar a los dinosaurios, podría ser que tampoco lo fuese para eliminar completamente a la Humanidad. De hecho, es más probable que nos eliminemos nosotros mismos en cosa de décadas.