24 abril 2017

La culpa fue del alcohol



Acaba de ser presentado en sociedad el “Alcosynth” (alcohol sintético), la primera bebida de gusto alcohólico que no produce resaca. Al parecer, la nueva substancia genera unos efectos euforizantes en el cerebro similares a los que induce el alcohol, pero sin sus temidos efectos secundarios: no es adictivo, no destroza el hígado, no produce resaca. Todo son ventajas.

Supongo que tendrá que pasar todavía por una batería de pruebas que garanticen su inocuidad, pero el nuevo líquido, parecido al vodka, tiene todas las de ser comercializado en breve.

¿Será una revolución en el consumo de bebidas espiritosas o sólo será una moda sin más que pasará como otras muchas dentro de un tiempo? La verdad es que todo parecen ventajas. Incluso el efecto euforizante es limitado: dura apenas dos o tres horas.

Y como otras míticas bebidas, su fórmula es secreta, para aumentar su fama.

Por cierto que su nombre se parece mucho al del Synthehol, una bebida ficticia con estas mismas características que aparece en varios capítulos de la serie de ciencia ficción Star Trek. La realidad superó nuevamente a la ficción.

¿Desaparecerá el whisky tradicional? ¿Qué pasará con el vino? ¿Se adaptarán al Alcosynth? ¿Coexistirán?

En fin, siempre nos quedará el vino de fuego klingon o la temida cerveza romulana.

03 abril 2017

Correlaciones: Delitos solares



En España, a diferencia del resto del occidente civilizado, la energía solar se ha convertido en poco menos que un delito. Se ha pasado de promocionarla entusiásticamente hace una década, hasta el punto que estuvimos a punto de ponernos a la cabeza de los países que más energía solar per cápita producían y tecnología de este tipo desarrollaban, instalaban y exportaban, a poco menos de convertirse en un pecado capital, penado y hostigado por tierra, mar y aire.

La verdad es que la cosa no se entiende. Si se supone que hay que combatir el cambio climático producido en buena medida por la quema masiva de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural, etc.), no queremos energía nuclear y con la eólica no llegamos, me temo que habrá que apostar por la energía solar.

¿Cuál es el problema? Pues que es una energía democrática. El sol derrama sus bendiciones para todo hijo de vecino. Cualquiera puede instalarse unas placas solares en el tejado de su casa y eso, para las compañías eléctricas tradicionales, es una verdadera herejía. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de los exministros acaban en los consejos de administración de dichas compañías, cobrando unos sueldos de escándalo por no hacer poco más que calentar una silla (eso cuando asisten a las reuniones), pues no hay que ser muy inteligente para ver por qué la energía solar está penada en España, entre otras lindezas.

Ello me recuerda indefectiblemente a un relato de Frederik Pohl, el apóstol del anticonsumismo desaforado, titulado “Cual plaga de langosta” (“Like Unto the Locust”, 1979), que forma parte de la Trilogía del Reverendo Hake, difícil de encontrar hoy día.

En el relato, las potencias occidentales, quieren sabotear a un país del desierto que ha construido una original y muy peculiar central solar gigante que permitiría aprovechar el sol de una curiosa manera.

No puedo evitar recordar ese relato. Está claro que mucho de esto veremos a partir de ahora con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, Mr. Trump y sus colegas negacionistas del cambio climático, ricachones y adictos al petróleo. Cuando Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca, una de las primeras medidas que tomó, fue eliminar las placas solares que el anterior inquilino había instalado en la azotea del edificio. En fin, de momento, hemos tenido un indigesto aperitivo en España.