13 septiembre 2013

Pohl, pot, pata, pod…



Últimamente no ganamos para disgustos en el mundo de la ciencia ficción. Hace unos días falleció otro de los grandes: Frederik Pohl, uno de los futurians, junto a Asimov o a Kornbluth.

Creo que lo primero que leí de Frederik Pohl fue La llegada de los gatos cuánticos una novela estupenda de corte bastante humorístico en la que se describen varios universos alternativos similares al nuestro.

Por ejemplo, en uno de ellos, Estados Unidos es una república islámica; en otro, Stalin no fue un dictador y en otro aparece un famoso cirujano llamado Yisak Asimov que lo mismo realiza un trasplante de corazón que hace una operación de almorranas. Delirante.

Una de las cosas que más me llamó la atención de este libro fue un sistema de nomenclatura para los números binarios que propone Pohl a partir de una serie de prefijos y sufijos que empiezan con la secuencia pohl pot, lo que no deja de ser una autoreferencia cargada de humor negro.

Otra de las obras que me impactaron fueron La guerra de los mercaderes (sublime, lo de la campbelización límbica o la descripción de la “gallina” o de los coches que funcionan a pedales porque el petróleo se ha agotdo) y la continuación Mercaderes del espacio.

Cómo no, una de sus obras capitales es la serie de Pórtico, conocida también como la serie de los Heechees, de factura desigual, pero con un inicio de saga especialmente memorable.

Sus grandes intereses fueron la crítica del capitalismo, del consumismo exagerado, el mundo de la publicidad o la crisis energética. Podemos verlo en alguno de sus relatos magistrales, como “La plaga de Midas” o “El túnel por debajo del mundo”.

Descanse en paz.