Pohl, pot, pata, pod…
Últimamente no ganamos para disgustos en el mundo de la
ciencia ficción. Hace unos días falleció otro de los grandes: Frederik Pohl,
uno de los futurians, junto a Asimov o a Kornbluth.
Creo que lo primero que leí de Frederik Pohl fue La
llegada de los gatos cuánticos una novela estupenda de corte bastante
humorístico en la que se describen varios universos alternativos similares al
nuestro.
Por ejemplo, en uno de ellos, Estados Unidos es una
república islámica; en otro, Stalin no fue un dictador y en otro aparece un
famoso cirujano llamado Yisak Asimov que lo mismo realiza un trasplante de
corazón que hace una operación de almorranas. Delirante.
Una de las cosas que más me llamó la atención de este libro
fue un sistema de nomenclatura para los números binarios que propone Pohl a
partir de una serie de prefijos y sufijos que empiezan con la secuencia pohl
pot, lo que no deja de ser una autoreferencia cargada de humor negro.
Otra de las obras que me impactaron fueron La
guerra de los mercaderes (sublime, lo de la campbelización límbica o
la descripción de la “gallina” o de los coches que funcionan a pedales porque
el petróleo se ha agotdo) y la continuación Mercaderes del espacio.
Cómo no, una de sus obras capitales es la serie de
Pórtico, conocida también como la serie de los
Heechees, de factura desigual, pero con un inicio de saga
especialmente memorable.
Sus grandes intereses fueron la crítica del capitalismo, del
consumismo exagerado, el mundo de la publicidad o la crisis energética. Podemos
verlo en alguno de sus relatos magistrales, como “La plaga de Midas” o “El
túnel por debajo del mundo”.
Descanse en paz.
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