Thomas Disch y la memoria
Hace poco he leído un artículo del escritor de ciencia
ficción Thomas Disch en la revista Gigamesh hablando acerca
de la naturaleza de la ciencia ficción que me ha hecho reflexionar. Aunque ya
advierto que no comparto muchas de sus afirmaciones, sí que algo de razón
tiene.
La tesis principal de Disch es que la ciencia ficción no
deja de ser una rama de la literatura infantil y juvenil. Al menos, buena parte
de la ciencia ficción clásica y mucha de la que se sigue publicando en la
actualidad.
Personajes con complejo de “emperador de todas las cosas”,
generalmente jóvenes e incomprendidos que acaban salvando el Universo de una
terrible amenaza y que se convierten de la noche a la mañana en héroes
galácticos.
De acuerdo, algunas novelas juveniles de, pongamos por caso,
Heinlein son así. Pero ni si quiera todo Heinlein es así. Es cierto que la
ciencia ficción de la época pulp tenía muchos estereotipos de esta clase, pero
creo que el género ha evolucionado mucho.
Asimismo, otro tanto se podría decir de la literatura
fantástica, que parece acercarse más al tópico descrito por Disch. Pero no veo
este esquema por ningún lado en novelas como Crónicas marcianas
de Ray Bradbury, 1984 de George Orwell o 2001. Una
odisea en el espacio de Arthur C. Clarke.
Sí que es cierto que otras novelas, parecen encajar muy bien
en este esquema, como El juego de Ender de Orson Scott Card o
Dune de Frank Herbert, en los que el héroe adolescente acaba
triunfando, con más o menos dificultades y matices y se acaba convirtiendo en
el jefe del cotarro, especialmente en Dune.
Si pasamos a las novelas cortas o a los relatos, creo que
encontramos todavía una mayor variedad de temas y menos recurrencia “emperador de
todas las cosas” spinradiano. Hay magníficos relatos como “Una canción para Lya”
o “El camino de la cruz y el dragón” de George R. R. Martin, “Nieve” de Crowley
o “¡Arrepiéntete Arlequín!, dijo en señor Tic-Tac” que no encajarían –para nada-
en el esquema que pretende imponernos Disch.
En cualquier caso, es buena la polémica, porque nos obliga a
replantearnos ciertas cosas. Uno de los argumentos de Disch es que la
literatura fantástica suele anidar en las mentes juveniles durante la
adolescencia y que difícilmente lo haría en la edad adulta. Pero es que creo
que esto es válido para muchos otros géneros que tienen poco de infantil, como
las novelas de detectives, la novela histórica u otros géneros.
La adolescencia es tiempo de cambios y es una época bastante
movidita, por lo que hay que tener en cuenta que mucho de lo que después se
fijará en la edad adulta, ha tenido su origen durante esta etapa de nuestras
vidas. No creo que por ello, lo que empezamos durante la juventud sea
necesariamente infantil.
Sí que es cierto que muchas novelas que a lo mejor nos
maravillaron durante la adolescencia después, al ser releídas con el paso de
los años y disponer de muchas otras lecturas a nuestras espaldas, nos parecen
aburridas o incluso nos sorprende que causasen tanto impacto la primera vez que
fueron leídas. Otras, en cambio, conservan la frescura del momento.
A mí, particularmente me ha pasado con las
Fundaciones, de Asimov o con Dune, de
Herbert, que me puedo releer con gusto. En cambio, La ciudad y las
estrellas, de Clarke me pareció bastante poca cosa cuando me la releí
hace pocos años, mientras que la recordaba con mucho cariño de la primera lectura
que hice.
Así pues, concluyo que hay libros que tal vez sea mejor no
releer nunca, para que se conserve el buen recuerdo en nuestra memoria, siempre
y cuando no queramos hacer una defensa a ultranza de ellos, a costa de todo.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home