31 julio 2007

Nunca llueve a gusto de todos

Eso dice el refrán. Pero parece que los chinos, que en esto de refranes entienden mucho, han decidido saltarse a la torera la sabiduría popular y coger el toro por los cuernos. Parece ser que China es capaz de provocar lluvia artificial en un tercio de su territorio.

El método es el clásico de utilizar cohetes u aviones cargados con yoduro de plata para que las nubes condensen y descarguen la lluvia. Al parecer tienen previsto utilizar esta tecnología durante los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 para garantizar cielos despejados durante la celebración de las competiciones.

¿Os suena a utopía? ¡Pues lo hacen! A mí, particularmente, esto de controlar el clima me parece sencillamente peligroso. De acuerdo, harán llover en un determinado sitio, pero esa lluvia no caerá donde o cuando debería haber caído. Me parece que es jugar a aprendiz de brujo.

La ciencia ficción ha dado por supuesto que en el futuro, el hombre será capaz de controlar el clima. Bueno, más bien, de controlar el tiempo meteorológico. Hasta un cierto punto, eso ya es posible, como demuestran los chinos, pero cuando se empieza a jugar a ser dios…

Hace una década, los rusos hablaban de utilizar grandes reflectores orbitales para alumbrar zonas de Siberia próximas al polo norte –y por tanto, con largos períodos anuales de oscuridad- a fin de obtener más cosechas…

Si ya se producen guerras por el control del agua, no quiero ni imaginarme los conflictos internaciones que se generarían entre los países que decidiesen hacer llover sobre su territorio a placer, privando a los vecinos de agua…

Algunos proyectos de transvases de agua entre grandes cuencas eurosiberianas y chinas de los ríos más caudalosos han producido verdaderas catástrofes ecológicas. ¿No deberían tomarlo como una seria advertencia?

Y, sobre todo, en una época en que vivimos preocupados por el cambio climático global, ¿no sería más prudente dejar de jugar con las variables climatológicas, que ya bastante difícil lo tiene el planeta para no reventar por culpa nuestra?

Además, si queréis puede sonar a exagerado, pero ¿qué pasa si alguien se pone a jugar con el “mando” del tiempo? Me recuerda a un capítulo de Star Trek, en que el paradisíaco y turístico planeta Rhisa tiene que aguantar los delirios de un loco que decide jugar precisamente con el mando del clima. ¡Ahí es nada!

30 julio 2007

Correlaciones: Second Faith

Leo el otro día en la prensa con bastante sorna, por cierto, que al parecer, los jesuítas creen que deben predicar la fe católica en el mundo virtual de Second Life. Ya tardaban los señores de la cruz en entrometerse y es que parece imposible la existencia de una sociedad en la que los predicadores de turno, sean de la fe que sean, no vengan a vendernos la auténtica fe y demostrarnos que somos unos impíos que vivimos en pecado.

No obstante, hay que reconocer que la cosa tiene su miga. Que la Iglesia empiece a reconocer que los entornos virtuales son un potencial mercado, como mínimo les dota de una cierta sagacidad que otras fes aún no han aprovechado. Ya me veo dentro de poco guerras de religión den Second Life, a menos que sus propietarios –más atentos al negocio que se han montado- vean que la cosa es contraproducente y las prohíban.

Por supuesto, si tal cosa sucede, pronto clamarán las voces de los de siempre diciendo que Second Life es algo peligroso para el alma humana y que es un invento del Maligno. Y si no, tiempo al tiempo. Lo han dicho de las novelas de Harry Potter, no van a decirlo de esto.

Pero volvamos a la predicación virtual. ¿Qué harán estos modernos defensores de la Fe? ¿Renderizarán unos hábitos modernos y unas iglesias majestuosas o irán directamente detrás de los second-ciudadanos persiguiéndolos y amenazándolos con una hoguera (virtual, por supuesto)? ¿Tendremos cyber quema de herejes? ¿Cyber conversiones masivas? Todo está por ver. Incluso tal vez se produzca una escisión de la Iglesia que sólo predique en Second Life y orden su propio second-Papa. Me extraña a que al Palmar de Troya aún no se le haya ocurrido la idea.

La literatura fantástica es rica en ejemplos en los que la fe se ha entrometido en los asuntos de otras especies y culturas, generalmente con resultados bastante catastróficos. Uno de mis favoritos es la magnífica novela de James Blish, Un caso de conciencia, aunque no es el único caso.

A veces, un simple relato es más descriptivo que una gran novela. Así, recuerdo perfectamente un relato de Harry Harrison, siempre crítico con estos temas, titulado “Las calles de Ascalón” (“An Alien Agony”, aka “The Streets of Ashkelon”), 1962) contenido en 50 en 50. Medio Siglo de Relatos I, en que una civilización alienígena completamente racional se ve gravemente perturbada por el choque con la fe cristiana.

Algo parecido, aunque el choque es diferente, sucede en la novela de Miquel Barceló y Pedro Jorge Romero, El otoño de las estrellas, basada en un relato anterior, titulado Testimoni de Narom.

Y, por supuesto, no podemos olvidarnos de una conocida novela de Orson Scott Card: La voz de los muertos, en que la fe católica de una colonia portuguesa choca con la cultura de los alienígenas locales: los cerdis, con notables consecuencias para todos.

No quisiera cerrar el post sin citar uno de mis relatos favoritos: “El camino de la cruz y el dragón” (“The Way of Cross and Dragon”, 1979) de George R. R. Martin, en el que una iglesia neocatólica se dedica a ir reprimiendo herejías allí donde tiene suficiente poder.

Si algún día salimos de la cuna, no sé si nos llevaremos nuestras religiones con nosotros. Desde luego, si llega ese momento, preveo un acalorado debate al respecto. Asimov, en sus novelas del ciclo de Trántor y en las de los Robots, creía que la Humanidad renunciaría –e incluso prohibiría- llevarse las religiones al espacio y preveía una galaxia claramente agnóstica.

Mientrastanto, disfrutemos de los intentos de las religiones por la conquista de Second Life. A ver con qué toros tienen que lidiar…

29 julio 2007

Tocata y fuga

El otro día comentábamos con unos amigos aficionados a la literatura fantástica que parece que el panorama narrativo del género en España está “tocado” por un curioso fenómeno: la fuga.

Hace tiempo que se había comentado profusamente la “huída”, o mejor dicho, el cambio de género de algunas primeras plumas del fantástico español como César Mallorquí o Elía Barceló hacia otros géneros de mayor aceptación, repercusión mediática y retribución económica, como las novelas juveniles o de misterio.

Este fenómeno, que parecía más o menos limitado a una generación de escritores, se ha extendido ya a las nuevas generaciones. Actualmente parece que lo que da bastante de sí es la novela histórica, ya sea propiamente este género, ya sea disfrazada de ucronía. Uno de los pioneros en este campo fue León Arsenal, con novelas como Las lanzas rotas o El hombre de la plata. Actualmente parece que le va bastante bien con El espejo de Salomón, novela con unas ciertas resonancias a lo Código da Vinci, otra de las modas al uso.

También Juan Miguel Aguilera y Rafa Marín, dos destacadísimas figuras del panorama narrativo fantástico español parecen haberse pasado a la novela histórica. Aguilera ha publicado últimamente algunas novelas en clave ucrónica, como Rihla o El sueño de la razón. Marín, ha hecho lo propio con Juglar.

Por lo que me han contado, alguno de los asistentes a la última Asturcón hizo el malicioso comentario de que alguno de estos escritores ya no se “digna” a asistir a los eventos del género, ya que están ocupados con cosas “más respetables”. Por supuesto, cada cuál es libre de opinar lo que quiera y los escritores también tienen derecho a publicar y promocionar lo que les plazca, que para eso se supone que estamos (salvo los jueves) en un país libre.

Yo denomino a este fenómeno de huída del género como tocata y fuga. Vaya, que cuando un escritor del fantástico toca las ventajas que le reporta escribir fuera de éste, se fuga ineludiblemente. Por suerte para nosotros los aficionados a la literatura fantástica, no todos obran igual y, en cualquier caso, siempre nos quedará su producción dentro del género.

No culpo a los escritores por actuar de esta manera. A fin de cuentas, los que aman al género siguen en él y los que quieren ganarsela vida escribiendo, ardua tarea en este país con bajas tasas de lectura, tienen todo el derecho a obrar de manera que puedan llegar a cuanto más público mejor.

En definitiva la culpa es de los de siempre: de todos. De unos, porque creen que todo lo que suene a fantasía o ciencia ficción apesta; de otros, porque sólo se acercan a un libro si tiene fotografías de jugadores de fútbol; y de los de más allá, porque sólo leen best-sellers homologados por el amigo “entendido” de turno. Eso si leen.

Es decir, que tenemos lo que nos merecemos. Lo que no deja, por ello, de ser bastante triste.

27 julio 2007

No necesariamente un gato negro

Según la tradición, si en tu camino se cruza un gato negro es señal de que algo malo te va a ocurrir. No sé exactamente de dónde viene esta superstición en concreto, pero me imagino que debe de ser bastante antigua.

Desde luego no es el caso de algunos de los gatos más famosos de la ciencia y de la fantasía. Ni el gato de Schrödinger ni el gato de Cheshire, ni si quiera en su maravillosa versión sapkowskiana de La tarde dorada son indicadores de mala suerte.

Sucede, no obstante, que a menudo la realidad supera la ficción. Parece ser que hay un gato llamado Óscar, que vive en el estado de Rhode Island, en Estados Unidos, concretamente en un geriátrico. Este simpático felino tiene la curiosa virtud de predecir con bastante acierto el óbito de los pacientes de la residencia.

Vaya, que cuando el gato visita a un paciente en concreto, éste tiene todos los números para irse al otro barrio al cabo de poco. ¿Fascinante, no? La tasa de acierto es bastante elevada y de momento el gatito ha predicho la muerte de 25 pacientes con una antelación de dos horas como mucho.

Nadie sabe cómo se las arregla este animalito para ser pájaro de mal agüero con tanto acierto. Se especula que podría haber alguna sustancia química que despiden los cuerpos antes de morir que el sofisticado olfato del felino capta y le hace reaccionar de esta manera.

Por supuesto, los new agers en seguida nos hablarán de telepatía animal y de otros fenómenos paranormales, aunque particularmente prefiero creer que se trata o bien de una increíble casualidad, o que hay alguna causa racional subyacente (como la de las sustancias químicas).

De hecho, que no sepamos por qué pasa una cosa exactamente no significa que estemos ante un misterio insondable o ante un fenómeno paranormal. Incluso podría ser un montaje y la información ser falsa. ¿Quién sabe?

Eso sí: algo tienen los gatos y los perros ante la muerte, sobre todo de sus dueños, que parecen poder percibir más claramente que los humanos. Quizás algún día sepamos qué mecanismos hay implicados.

La tradición popular afirma que un perro es capaz de saber exactamente el momento en qué murió su amo aun estando separados por una gran distancia. Claro que lo mismo dicen de los hermanos gemelos y no hay estudios concluyentes al respecto. Y es que experimentar con este tipo de fenómenos es complicado de por sí.

Entraríamos aquí en un largo y arduo debate sobre los límites de la ciencia y la falsabilidad. Si algo no es falsable (o sea, si no se puede demostrar que es falso) no podemos decir que sea estudiable científicamente. Lo que no implica que sea un fraude. Simplemente, la ciencia tiene también sus limitaciones.

Para acabar con esta entrada, prefiero quedarme con algo más simpático. La presencia de animales y, en especial, de gatos en la ciencia ficción no es algo extraño. Desde los que sirven para poner título a un libro (La llegada de los gatos cuánticos de Frederik Pohl) aunque no contengan felinos, hasta personajes entrañables, como el maravilloso gato de Puerta al verano de Robert A. Heinlein.

O el gato evolucionado de The Red Dwarf (El enano rojo), personaje vanidoso e irreverente como los hay pocos. Y por supuesto, siempre nos quedará el gato de Cheshire de Alicia y su inefable sonrisa: siempre fue mi favorito.

26 julio 2007

Energías

A veces, determinados temas están tan a caballo entre la ciencia ficción y la realidad que resulta muy difícil separarlos adecuadamente. Tal es el caso de las fuentes de energía. Desde antiguo, el hombre ha venido utilizando muchas fuentes de energía, desde el trabajo muscular, fruto de determinadas reacciones bioquímicas, pasando por la energía térmica de combustión, la energía solar, etc.

Actualmente, las formas más avanzadas de obtener energía son la explotación de la energía nuclear, ya sea en su forma de fisión, disponible desde hace unas cuantas décadas, ya sea en su forma de fusión, todavía en pañales.

No obstante, la ciencia ficción ha sido capaz de imaginar formas mucho más sofisticadas de obtener energía. Algunas, producto de una ingeniería avanzada que, tal vez, serán posibles en el futuro. Otras, completamente imaginarias, extensión metafórica de otras formas existentes hoy día.

En el primer grupo encontramos enormes centrales de energía solar, algunas espaciales que transmitirían la energía captada a la Tierra en forma de microondas o mediante láseres. Algunos aprovechamientos de la energía solar son verdaderamente originales, como los veleros solares de “El viento del Sol”, conocido relato de Arthur C. Clarke.

En Planeta prohibido (Forbidden Planet), los humanos llegan a Altair-4, un planeta antaño habitado por la desaparecida raza de los Krell, que tomaban la energía directamente del núcleo del planeta mediante colosales sistemas de ingeniería.

La fusión termonuclear, por ejemplo, se da por cierta en muchos relatos de ciencia ficción, en que las naves estelares utilizan esta forma de propulsión, captando el combustible directamente del espacio a medida que avanzan.

Entre las formas de energía del segundo grupo, estarían los sistemas de propulsión de Star Trek, basados en la reacción de una misteriosa substancia llamada dilithium, capaz de almacenar enormes cantidades de energía. El dilithium no es sino una evolución argumental del uranio de las centrales nucleares.

La energía nuclear puede ser una solución, al menos a medio plazo, en sustitución de otras formas de obtención de energía contaminante, responsables en parte del cambio climático. Pero tiene dos graves problemas: la seguridad y los residuos.

En teoría nada impide hacer extraordinariamente segura una central de fisión. Es más una cuestión de costes económicos que no algo relacionado con problemas de ingeniería.

Por otro lado, la cuestión de los residuos podría haber empezado a solucionarse recientemente. A parte de las ideas de Carlo Rubbia, base del relato “Tierra de residuos” de Charles Sheffield (que ya he citado más de una vez en este blog) sobre la posibilidad de obtener energía de dichos residuos y volverlos inertes, ahora un equipo israelí, con la colaboración de científicos rusos parecen haber encontrado un sistema de convertir los residuos nucleares en materiales inertes como vidrio y energía limpia.

Tal vez, uno de los relatos más curiosos en cuanto a cómo el uso de una nueva energía puede cambiar a toda una sociedad sea la novela de Robert Silverberg Las máscaras del tiempo, en que se nos habla de un futuro en que todo el mundo dispone de su propio generador de energía ilimitada en su casa, cosa que ha producido una sociedad de ultraindividualistas autosuficientes.

Tal vez la futura economía del hidrógeno hacia la cual parece que caminamos, no sea excesivamente diferente de ese mundo. Cuando cada municipio sea capaz de producir energía mediante el aprovechamiento de energía solar, eólica, biomasa, geotérmica, hidroeléctrica, etc. y pueda transportarla, distribuirla, comprarla y venderla con facilidad, es posible que algunos modelos socioeconómicos, basados en modos de energía costosos de producir (petróleo, uranio) cambien notablemente.

Y dentro de las soluciones imaginativas, no podía dejar de citar la que aparece en la película Reacción en cadena, en la que se extrae energía limpia… del agua mediante un peculiar sistema.

En todo caso está claro que el futuro nos deparará sorpresas. Quién sabe de qué fuentes de energía dispondremos dentro de cincuenta años y cómo se distribuirá la energía. Hace poco, se han realizado experimentos que permiten radiar energía electromagnética entre dos puntos no conectados físicamente mediante inducción resonante. Este sistema, todavía experimental, podría revolucionar el modo en que se distribuye la energía eléctrica a pequeña y mediana escala.

En cualquier caso, seguro que la realidad nos sorprenderá.

25 julio 2007

De un tirón

Cada vez me cuesta más encontrar libros de literatura fantástica que me pueda leer de un tirón, es decir, de esos de los que no consigues separarte de ellos hasta que te los acabas, de los que te mantienen en vilo hasta altas horas de la madrugada y de los que hacen que te olvides del resto del Universo.

Los primeros libros de ciencia ficción que leí eran así. Supongo que por el descubrimiento de un mundo nuevo. Así, la mayor parte de los libros de Asimov eran devorados y acabados a altas horas de la madrugada, en especial los del ciclo de los robots.

También recuerdo algo parecido con 2001. Una odisea en el espacio y 2010. Odisea dos, aunque tal vez el libro de Arthur C. Clarke que devoré con más ansia por el sentido de la maravilla que despierta sea La ciudad y las estrellas. Lamentablemente, su segunda lectura no me pareció tan apasionante: cosas de la edad, supongo.

Otro de los primeros libros que leí y que me dejaron anonadado fue Visitantes milagrosos, efecto que su autor, Ian Watson, no ha conseguido reproducirme con ninguno más de los títulos que le he leído.

De algunos libros más recientes, tal vez uno de los que recuerdo con mayor interés fue la sensacional space opera de Alfred Bester, Las estrellas, mi destino. Me lo leí en una intensa tarde de verano.

Algo parecido me sucede con la mayor parte de los libros de David Brin, en especial con los de la serie de los Sofontes, aunque reconozco que El cartero me encantó y, por supuesto, el que tengo todavía en un pedestal: Tierra.

En cuanto a la fantasía, género que consumo relativamente poco, el más destacado en cuanto a voracidad fue, sin lugar a dudas, El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien, cuya lectura tuve que obligarme a pausar a fin de contenerme y poder apreciar mejor los detalles, algo que no conseguí con el épico El Silmarilion, que me he tenido que leer tres veces para poder captar todos los detalles.

Pero cada vez me resulta más difícil encontrar novelas así. Tengo un par de experiencias recientes que lo demuestran. Por ejemplo, hace poco me leí Hyperion, de Dan Simmons y, si bien me gustó mucho, no hizo que me abalanzase sobre su continuación, La caída de Hyperion que espera pacientemente a que me decida por él en mi mesita de noche.

Otro tanto parecido me sucede con Juego de tronos, de George R. R. Martin. También me gustó bastante, pero particularmente, no lo encuentro tan adictivo como se dice por los círculos de la literatura fantástica. Y eso que Martin –al menos en ciencia ficción- me chifla.

¿Será la edad? ¿Será que cada vez es más difícil encontrar algo original, algo que no esté trilladísimo? ¿O es un efecto acumulativo después de tantas y tantas lecturas del género? ¿Es posible que me esté empezando a cansar de mi género favorito?

Sobre la última pregunta, quiero creer que no. Me tranquiliza el hecho de que la narrativa breve –ya sean relatos o novelas no muy largas- me siguen gustando mucho. Así, recuerdo con especial cariño algunas novelas que he leído recientemente de Robert Silverberg, como El libro de los cráneos o Muero por dentro, así como la estupenda novela de los hermanos Strugatsky, Pícnic junto al camino.

Pero los megatochos me aburren cada vez más. Además, la narrativa fantástica contemporánea adolece del perverso efecto da Vinci. Uno está bien, pero tantos, ya cansan y estoy asqueado de ver la cantidad de libros que se publican sobre conspiraciones, códigos secretos, libros fatales y eventos históricos trufados de cátaros, templarios, masones, rosacruces y similares.

Incluso algunos de mis escritores fetiche, como Michael Crichton me están decepcionando bastante en sus últimas producciones, ya que nos venden unos tecno thrillers del todo increíbles e infumables. Por supuesto, ya no hablo de Dan Brown quien, como decía antes, un poquito está bien, pero mucho, asquea.

24 julio 2007

Otra vez los dichosos saldos

Lo han vuelto a hacer. En este caso, La Factoría de Ideas. Tenemos en el mercado del libro de ciencia ficción español otro dichoso saldo. De acuerdo, es muy goloso eso de poderse pillar unos cuantos libros a buen precio, pero seamos realistas: ¿si tanto nos interesaban, por qué no nos los comprábamos antes? El precio, puede ser una respuesta, claro, y es que los libros de La Factoría no destacan precisamente por ser baratos.

¿Afectará el nuevo saldo al mercado español? Yo creo que repercutirá más bien en nuestras conciencias. Los tontos que hemos comprado los libros a su precio original, estamos ahora bastante cabreados al ver esos mismos títulos a precio de ganga. Claro que, en el sector, este fenómeno suele ser periódico, así que tampoco podemos decir que nos pille desprevenidos.

Pero sobre lo de las repercusiones, es evidente que todo saldo arroja al mercado potencial lector una oferta importante de títulos a bajo coste que pueden hacer que, más que no comprar otros libros, el lector lea menos de otras editoriales y, por lo tanto, acabe comprando también menos.

Lo cierto es que últimamente hemos asistido a varios saldos. Desde el cierre de Robel, pasando por algunas maniobras por todos conocidas de Pulp ediciones y a saldos de tramos de colecciones como en Nova. Y a pesar de ello, el mercado no sólo no parece haberse resentido, sino que hemos visto la aparición de nuevas colecciones de ciencia ficción, como Runas en Alianza editorial u Ómicron en Roca editorial, amén de una cierta bonanza en colecciones de bolsillo por parte de Ediciones B y la propia Factoría.

Parece que el mercado puede absorber bastante más de lo que algunos agoreros pronosticábamos hace tiempo. Resumiendo la situación, podríamos tomar la divisa de la ciudad de París, Fluctuat nec mergitur, o sea, algo así como “nos tambaleamos, pero no nos hundimos”.

No obstante, algo de preocupante sí que veo en el horizonte y no tiene que ver tanto con la cantidad de los títulos publicados, como en su calidad. Las dos editoriales que tradicionalmente ofrecían mejor ciencia ficción en nuestro país, Ediciones B y Minotauro parece que están en una cierta recesión. Lo de B es bastante triste y Minotauro, salvo alguna excepción, también parece haber aplicado una política de contención que asusta.

Para mayor lamento, las nuevas colecciones de ciencia ficción surgidas, tras una aparente entrada fulgurante en el panorama narrativo, parecen haberse estancado con la publicación de títulos no excesivamente atractivos.

Queda por ver qué sucederá con las tres editoriales medias que nos quedan y que publican ciencia ficción, a saber: Bibliópolis, La Factoría y Gigamesh, aunque tampoco catalogaría a La Factoría como editorial media, pues parece que se ha posicionado extraordinariamente bien en el mercado nacional de literatura fantástica.. Permaneceremos atentos…

23 julio 2007

Correlaciones: Si hoy es Jueves, esto es España

El viernes, al igual que muchos conciudadanos, viví una experiencia verdaderamente surrealista, de ésas que nunca te imaginas que puedan suceder en una democracia consolidada y plena. Vi por televisión cómo se anunciaba que por orden del señor juez (¡tuiiit!) a instancias del señor fiscal, se ordenaba el secuestro de la publicación de El Jueves por mostrar una portada ofensiva y “denigrante” con el sucesor de la “Corona” española. Vayamos por partes, que dijo Jack.

En primer lugar, la mayor parte de los ciudadanos de este país no teníamos ni idea de la portada que había publicado El Jueves. Ahora sí. Después de la impagable campaña de publicidad masiva en todos los medios de comunicación, creo que sólo queda una población de topos dormilones en Villacántaros de Abajo que aún no se ha enterado de lo de la “infamante” portada.

En segundo lugar, parece ser que ni el señor juez ni el señor fiscal leen asiduamente El Jueves, porque después de lo que se ha llegado a verter sobre la familia real, esta publicación habría sido clausurada de por vida. Por otro lado, parece ser que tampoco escuchan ciertos medios de comunicación madrileños ultracatólicos como la COPE, porque allí se vierten a diario unas animaladas que ponen los pelos de punta. Eso sí, a esos no se les clausura la emisora no vaya a ser que pase algo.

En tercer lugar, ¿a quién se le ocurre ir a secuestrar una publicación anunciándolo previamente por la tele? Cuando debió llegar la policía a los kioskos, no debía quedar ni un solo ejemplar. Asimismo, me imagino la cara de recochineo que se les debió poner a los de la redacción de El Jueves cuando les pidieron los moldes. ¡Pero si hoy todo va por ordenador! Claro que siempre pueden secuestrar el fichero… suponiendo que no hayan hecho copias, claro.

En cuarto lugar, ¿de verdad somos una democracia madura? En el Reino Unido han llegado a poner a la familia real boca abajo y les han sacudido como vulgares esteras y no ha pasado nada. ¡Y eso que son monárquicos!

Hace poco, un ciudadano europeo fue detenido en un país del sudeste asiático por pintar en una pared declaraciones ofensivas contra el rey local. Finalmente lo indultaron, pero en un principio le cayeron un montón de años de cárcel. Y ahora me hago una pregunta: ¿a quién queremos parecernos, a las democracias europeas o a los países del sudeste asiático?

En su blog, Nacho comparaba esta situación con la que se dio hace muchos años, en 1970, con la revista Nueva Dimensión a raíz de la publicación del relato “Gu Ta Gutarrak”. Claro que por aquel entonces corría la dictadura franquista que le tenía un gran cariño a esto de secuestrar publicaciones y a apalear humoristas. Pensaba que habíamos avanzado, pero no, eso de meterse con la familia real…

Como anécdota diré que hace poco me compré un recopilatorio de La Trinca que contiene una canción “homenaje” a la censura. Cuando la escuchaba me reía pensando en lo lejanos que quedaban esos tiempos. Si lo llego a saber, a lo mejor no me hubiese reído tanto.

En fin, que para los que todavía no hayan decidido qué leer este verano, les propongo unas pocas sugerencias:

- Rebelión en la granja de George Orwell

- 1984 de George Orwell

- Fahrenheit 451 de Ray Bradbury

Por supuesto, cualquier correlación entre nuestro país y los mundos descritos en dichas novelas es pura coincidencia. Claro.

20 julio 2007

Prospectando el futuro con Vernor Vinge

Acabo de ver las novedades previstas por Nova para el primer semestre de 2008 y, a parte de la eterna y requeterepetida Nueva Guía de la ciencia ficción de Miquel Barceló que saldrá a principios de 2008 (¡jajaja, que me parto!), está anunciada para abril la nueva novela de Vernor Vinge, El final del Arco Iris, premio Locus 2007.

Lo interesante del caso es que Vinge se atreve a prospectar en el futuro próximo, aunque no inmediato, de dentro de 20 años, cosa siempre arriesgada, ya que no es lo suficientemente cercano como para ser más o menos previsible, ni lo suficientemente lejano como para que no quede nadie vivo de los que la leyeron cuando salió y nadie le pueda recriminar que se olvidó de “esa cosa tan evidente, como fue Internet o la caída del imperio soviético”.

Las previsiones futuristas a medio plazo son arriesgadas, pero Vinge se cubre parcialmente las espaldas partiendo de tres premisas:

1. No hay en el futuro ninguna gran hecatombe.

2. La tecnología sigue evolucionando a un ritmo alocado.

3. La actual tendencia a reducir las libertades civiles en nombre de la seguridad, se afianza.

Partiendo de estas premisas nos propone un posible mundo que, ya lo veremos en su momento, podría ser más o menos verídico. Claro que, lo interesante en estos casos no es ver hasta qué punto acierta, sino en extrapolar las tendencias actuales de nuestra sociedad para llamar nuestra atención sobre ellas.

No es el primer escritor norteamericano –ni será el último- que nos advierte acerca del sacrificio de las libertades en nombre de la seguridad. Puede parecer que el fenómeno es hijo del 11-S, pero recuerdo un interesante artículo de Asimov en una colección de ensayos suya, La mente errabunda, en que ya alertaba sobre que ante seguridad y libertad e intimidad, las segundas tenían todas las de perder.

Tengo ganas de que llegue a las librerías el nuevo libro de Vinge, a quien casi siempre suele resultar todo un placer en poder leer.

19 julio 2007

¡Hasta aquí podríamos llegar!

La inminente salida al mercado de la séptima y última parte de las aventuras de Harry Potter está generando una expectación fuera de lo normal, muy superior a la que generaron anteriores entregas. Y es que el morbo de saber qué personajes la van a palmar ante la previsible confrontación entre las fuerzas del bien y del mal es enorme.

Ahora bien, creo que se están pasando. Por ejemplo, parece que los camiones que transportan los libros en cuestión están controlados por GPS y rigurosamente vigilados. Los paquetes que contienen los libros, tienen alarmas y en su envoltorio figuran serias advertencias sobre lo “peligroso” que puede ser abrir los paquetes de marras antes de la fecha prevista para su venta. A lo mejor al infractor le cae una maldición gitana, vista la naturaleza de su contenido. ¡Ni que fuese el relic!

Todo ello con la intención de evitar filtraciones y que se sepa antes de hora (y por internet, por supuesto) el desenlace de la archiconocida saga del niño-mago. Aunque claro, si otras veces no se ha podido evitar, ésta parece que tampoco. Al parecer circulan ya por determinados sites de internet de cuyo nombre no quiero acordarme, tres posibles desenlaces de la serie, todos ellos bastante creíbles, según cuentan.

No obstante, la noticia que más divertida me ha parecido es la reacción del ministro de Industria, Comercio y Trabajo del estado de Israel, Eli Yishai, quien ha amenazado con serveras multas a las librerías o cualquier otro establecimiento que abra sus puertas el sábado para poner a la venta el libro en cuestión. Y es que el sabbat es el sabbat y pobre del que lo viole: ¡hasta aquí podríamos llegar!

En fin, que además de una maldición gitana, a los pobres infractores les puede caer una maldición judía, ya saben, como ésas del tipo: “ojalá crezcas como las cebollas: con la cabeza bajo tierra y con el culo al aire”. Ante tamaña oleada de hechizos, al final uno no se atreverá ni a acercarse al libro.

Y es que todo el mundo ha tenido que decir la suya sobre Harry Potter: que si era una obra satánica, que si era una metáfora sobre el mundo gay, que si los niños que leyesen a Harry Potter después no leerían sino basura, etcétera, etcétera, etcétera.

Yo particularmente esperaré a que salga la traducción para zamparme el libro a velocidad de vértigo y rezaré mucho para que nadie me chafe el final, aunque dada la polvareda levantada, admito que esta vez va a ser complicado.

18 julio 2007

Fin de la Ciencia versus Efecto Star Trek

Repasando recientes noticias científico-tecnológicas tales como investigaciones para desarrollar computadoras cuánticas a partir de los átomos de Carbono-13 de una red cristalina de diamante, la posibilidad de obtener paneles de luz ultrafinos mediante microcélulas de zafiro y plasma o sobre los últimos avances en ingeniería genética y en nuevos materiales, hacen que me pregunte, ¿hasta cuándo la tecnología va a seguir avanzando ofreciéndonos cada vez más maravillas, imaginables tan sólo en el reino de la ciencia ficción hace unos años?

Existe un cierto debate desde hace algunos años entre dos posturas contrapuestas en lo referente al avance de la ciencia y la tecnología. Por un lado están los tecno-optimistas, que creen que la ciencia y la tecnología seguirán evolucionando, si no de manera indefinida, sí durante muchísimo tiempo y que aún quedan muchísimas cosas por descubrir en multitud de campos del conocimiento. Es lo que se conoce como efecto Star Trek, ya que es la filosofía que parece imperar en la conocida serie de televisión.

Por el otro, están los tecno-pesimistas, abanderados por el periodista John Horgan quien, en su libro El fin de la Ciencia defendía este modo de pensar. Según Horgan, la ciencia, sobre todo las ciencias físicas, están llegando a su final y en un futuro no muy lejano, no habrá nada nuevo que descubrir, pues se llegará a una teoría satisfactoria que lo explique todo. Es lo que en física se conoce como una TOE (Theory Of Everything).

Hace unos años, la postura de Horgan estaba parcialmente justificada. Parecía que tras la aparición de teorías de membranas y otras entelequias matemáticas extremadamente abstractas y complejas para explicar el entramado espacio-temporal, partículas y fuerzas de la naturaleza, nunca podríamos encontrar confirmación o refutación experimental para dichas teorías y que nos estábamos moviendo, de facto, en el terreno de la metafísica más que en el de la física.

Sin embargo, la realidad es tozuda. Se descubre que los neutrinos tienen un sabor oscilante, que el Universo se expande de manera anómala y que existe algo llamado “energía oscura” y para mayor inri, el bosón de Higgs sigue obstinado en no aparecer. Los modelos cambian, se simplifican, se complican… todo ello para adaptarse a la nueva realidad.

Lo cierto es que la Ciencia todavía nos depara muchas sorpresas. No creo que hayamos llegado a su fin, aunque tampoco tengo muy claro que el efecto Star Trek vaya a seguir ilimitadamente.