30 mayo 2016

Vacaciones en el bar



El físico y prospector del futuro Michio Kaku vaticina que en el futuro, mucha gente optará por renunciar a unas vacaciones físicas y decidirá implantarse en el cerebro, directamente unos recuerdos de unas vacaciones simuladas.

Se acabaron los inoportunos días de lluvia, correr para tomar el avión, hacer colas, los compañeros de viaje pesados o las indigestiones o las enfermedades tropicales. Todo será perfecto y maravilloso. Incluso podremos elegir un compañero/a de viaje ideal. Podremos escoger la época del año, si pasar calor o frío, ver una aurora boreal o zambullirnos en las cataratas del Iguazú sin riesgo a matarnos.

Y todo ello, sin riesgo alguno y por un módico precio. ¿Suena sugerente, verdad?

No sé si realmente la tecnología de creación de falsos recuerdos podría universalizarse y llegar a ser tan refinada como para hacer posible este universo de acontecimientos, pero a mí me da un cierto resquemor. Si es posible implantarnos cosas bellas, ¿no sería posible utilizar la misma tecnología para torturar a la gente con recuerdos verdaderamente espeluzanantes?

Algo parecido sucede en la película Desafío total, basada en un relato de Philip K. Dick: “Podemos recordarlo por usted al por mayor” (“We Can Remember It for You Wholesale”,1966), en que un hombre común decide implantarse los recuerdos de unas vacaciones en Marte, pero algo sale mal y se queda atrapado en el sueño, volviéndose completamente paranoico.

También otros autores, como Isaac Asimov han tocado el tema en relatos como “Soñar es asunto privado” ( Dreaming Is a Private Thing”
, 1955), en donde aparece una compañía dedicada a la fabricación de sueños para consumo privado y los usos que se derivan. En este caso, la cuestión de fondo es la pornografía.

09 mayo 2016

Hologramas de negocios



Últimamente hemos podido ver cómo se está explotando una nueva técnica en lo que a teleconferencias se refiere: los hologramas telepresenciales. De hecho, no son exactamente hologramas, sino unas pantallas especiales con una óptica adaptada que simulan un cuerpo en tres dimensiones si no te acercas demasiado para romper la ilusión.

Tal vez los videohologramas no se logren nunca, no sé si es físicamente posible, pero a efectos prácticos estamos ya muy cerca de mantener videoconferencias con un realismo increíble.

Isaac Asimov especulaba en su serie de los Mundos Espaciales de sociedades xenófobas en las que el contacto personal era prácticamente tabú y la gente no mantenía relaciones presenciales salvo si no era absolutamente imprescindible. Las teleconferencias estaban al orden del día.

En nuestro mundo en el que el combustible de los aviones será cada vez más caro, ¿para qué viajar si una videoconferencia te lo puede solucionar? Una cosa es una conversación telefónica impersonal y otra muy diferente es poder ver al interlocutor, sus gestos, su conducta, sin necesidad de estar allí realmente.

No representará ninguna revolución, porque hace tiempo que ya disponemos de ella, pero su uso será cada vez mayor y más sofisticado y la necesidad de viajar por negocios, posiblemente se reducirá.

02 mayo 2016

El internet de las cosas



La verdad es que el mundo que viene con la revolución del internet de las cosas no me apasiona precisamente. O mejor dicho, me da un cierto pánico. No me hace ninguna gracia que mi nevera se conecte a la red para decir que se ha acabado la leche. ¿Quién demonios se ha creído que es mi nevera para comprar la leche por mí? O que mi coche decida que conduzco mal y tome el control de la conducción.

Ya sé que son casos muy extremos y bastante peregrinos, pero la tendencia general es esta. Un montón de sensores y máquinas dando vueltas por todas partes, de cuyo control nadie se va a responsabilizar, y cuya principal función va a ser espiarnos para vender los datos a la corporación meganacional que más pague por ellos.

Si del uso de la tarjeta cliente de un supermercado ya se puede deducir prácticamente nuestra biografía en verso, imaginaos qué pasará cuando todo tipo de sensores y máquinas puedan cruzar sus datos, o mejor dicho, los datos relativos a nosotros, para usos comerciales o políticos de todo tipo.

La verdad es que el futuro puede ser un lugar verdaderamente angustiante. Y todo con la excusa de hacernos la vida más fácil, cosa que yo particularmente no le he pedido a nadie, pero que parece ser que otros ya han decidido por mí.

¿Es este futuro distópico? Yo juraría que se parece horrorosamente al 1984 de George Orwell, con un Gran Hermano en cada esquina, tratando de vendernos la última canción de la estrella del pop de moda o una funda para nuestro móvil con el color a juego con nuestros ojos, como podíamos ver en la película Minority Report.