07 febrero 2024

The Expanse

Finalmente, me he acabado de ver la sexta y última temporada de la serie de ciencia ficción “The Expanse” (traducible como “La inmensidad” o “La extensión”, según los gustos).

 

Reconozco que la última temporada me ha costado un poco de visionar y que el proceso ha sido algo fragmentario, pero la cosa se anima bastante al final. Y no me refiero a las ensaladas de tiros, que no me suelen gustar demasiado y que me ponen algo nervioso.

 

No sabría decir de qué va la serie. Es difícil de resumir. Podríamos afirmar que es la evolución de las relaciones entre los interianos (los habitantes de la Tierra, la Luna y Marte) y los cinturonianos (los habitantes del cinturón de asteroides).

 

Montones de tramas, conflictos, ideas… una mezcla de space opera, batallitas del espacio, detectives, ideas más o menos clásicas de la ciencia ficción, distopías, alienígenas y un montón de cosas más. Algunas de ellas rozando lo surrealista o casi lo mágico, aunque ya sabéis lo que dice la tercera ley de Clarke: “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.

 

Los cambios de escenario son constantes. Aparecen muchísimos personajes, de los cuales, sobreviven muy pocos hasta el último capítulo. Mi favorita, la secretaria general de la ONU, Chrisjen Avasarala, aunque creo que quien mejor actúa es el malvado Marco Inaros, a quien te entran ganas de estrangular en múltiples ocasiones.

 

La serie evoluciona muchísimo desde la primera temporada y de hecho, esa es una de sus características definitorias: el cambio constante. Cada temporada, aunque mantiene universo y personajes, es muy diferente de las restantes.

 

Así, vamos saltando de los mundos exteriores, a los del Cinturón, a Marte y a la Tierra. Y de premio, a otros mundos más allá del sistema solar, a través de una especie de puerta estelar más bien rarita.

 

Y por supuesto, el delirio de la protomolécula, que se va moderando casi hasta desaparecer en las últimas temporadas, pero que en las primeras es algo obsesiva.

 

Incluso los personajes principales desaparecen o evolucionan profundamente y pasa un poco como en “Juego de Tronos”: no te encariñes de nadie porque puede que desaparezca cuando menos te lo esperes.

 

Como ciencia ficción es interesante por la enorme cantidad de ideas de maneja. Ninguna especialmente innovadora (salvo quizás la de la protomolécula, que no deja de ser una especie de deus ex machina que sirve para todo), pero todas ellas interesantes.

 

No hay naves translumínicas, la falta de gravedad se nota, las aceleraciones a varios g tienen sus consecuencias, las leyes de Newton se conservan y el aire y el agua en el espacio valen su precio en oro. Además, las comunicaciones y las armas son normalitas y muy creíbles. Nada de fásers, warps ni fototorpedos.

 

A pesar de ello, todo es muy futurista a la vez que algo sórdido y decadente. La serie tiene ese punto derrotista: la vida en la Tierra no es maravillosa y en los mundos espaciales es aún peor. La guerra y el sojuzgamiento del fuerte versus el débil sigue siendo algo común y los problemas se arreglan antes a tiros que en las mesas de negociaciones.

 

Mi valoración general es bastante positiva, ya que no es tampoco una serie clásica y de entre sus múltiples planteamientos, seguro que alguno habrá que os gustará más.

 

La serie se canceló en su sexta temporada. De momento no parece que vaya a haber continuación. La trama quedó suficientemente conclusa como para aceptar un final, pero suficientemente abierta como para continuarla.

 

De hecho, se basa en una serie de novelas del autor James S. A. Corey, que sí que continúan la trama en el futuro. Será cuestión de esperar a ver qué pasa. De momento, puedo decir que es una gran serie de ciencia ficción digna de ser vista.