27 febrero 2007

Correlaciones: Lengua y senilidad

La ciencia ficción ha tratado la lingüística en múltiples ocasiones. Yo mismo ya le dediqué un post al tema. Pero ahora me gustaría analizar el tema desde un prisa distinto: desde el utilitarismo.

¿Para qué sirve dominar diversas lenguas? La verdad es que en el mundo en que vivimos, cada vez más intercomunicado y más globalizado, ello se convierte en una necesidad económica, educativa, social e incluso personal.

Por un lado, cada cual habla la lengua que habla. Por otro lado, en muchos estados conviven varias lenguas (como es el caso de España o en buena parte de los países de la Unión Europea); y además está la cuestión de la lingua franca internacional que, hoy por hoy, es el inglés.

Hay gente que considera una pérdida de tiempo el hablar tantas lenguas. Sin entrar a tratar aquí las enormes ventajas de la diversidad lingüística sólo citaré un ejemplo: es como si alguien se quejase de que hay demasiadas comidas en el mundo y que con un menú homogéneo para todos habría suficiente. Pues sí, suficiente nutricionalmente tal vez, pero qué cosa más aburrida y empobrecedora.

Volviendo a la ciencia ficción y el enfoque utilitarista del aprendizaje de las lenguas, en Lengua materna y en La rosa de Judas de Suzette Haden Elgin, los niños aprenden tantas lenguas como pueden, pues después utilizarán dicha capacidad para adquirir las lenguas extraterrestres del comercio.

En Los lenguajes de Pao, un mundo tradicionalmente oprimido es capaz de liberarse de la tiranía externa que le imponen gracias a la adquisición de varias lenguas especializadas (la de la burocracia, la del ejército, etc) y sacudirse de encima el yugo del dominio extranjero.

En el mundo real, hace unos años, no era raro encontrar anuncios pidiendo ejecutivos que dominasen alguna lengua clásica, como el latín o el griego. Es evidente que quienes lo pedían no pretendían comerciar con el Vaticano. Simplemente estaba en boga la teoría de que quienes dominaban estas lenguas eran capaces de estructurar y ordenar sus pensamientos con más claridad.

Es cierto que cada lengua que hablamos activa unas regiones diferentes del cerebro. Así, un hablante de chino mandarín y uno de italiano, no utiliza las mismas regiones neuronales de su cerebro cuando utiliza sus respectivas lenguas.

Tal vez ello ayude a explicar los resultados de un estudio reciente que ha demostrado que el bilingüismo (o la poliglotia) retarda en unos cuatro años la aparición de demencias seniles en comparación con los hablantes monolingües.

Así pues, aquellos que tengáis la ocasión de vivir en un territorio bilingüe o polilingüe, no seáis estrechos de miras y aprended y utilizad varias lenguas. Vuestro cerebro y vuestra salud a largo plazo os lo van a agradecer.

26 febrero 2007

Tierra de residuos, residuos de la Tierra

Según recientes estudios científicos, la radiación degrada más deprisa de lo previsto los contenedores de residuos nucleares. Si en principio se pensaba que los materiales que los contenían podrían resistir tranquilamente durante cientos de miles de años, al parecer la cosa se queda en caldo de borrajas, ya que difícilmente aguantarán 1400 años, esto es, 14 miserables siglos.

Puede que parezca mucho tiempo, pero esto entra dentro de la escala histórica. Así, si las centrales nucleares hubiesen aparecido a finales de la Edad Media y se hubiesen lanzado los residuos en bidones “seguros” al mar, ahora estaríamos al borde de una hecatombe ecológica.

En fin, que pasa lo de siempre, que aquellos que aseguraron que los materiales eran segurísimos y que no tendríamos que preocuparnos más por ellos, se quedaron calvos de tanto pensar y, como tantas otras veces, pecaron de optimismo. Eso si no pecaron de algo peor.

Pero es que la cosa aún es más grave. Parece ser que los primeros problemas no aparecerán dentro de 1400 años, sino dentro de 200, es decir, un par de siglos, cosa que no es muy tranquilizadora para nuestros herederos.

Supongo que a no mucho tardar se van a tener que empezar a replantear seriamente qué se hace con los residuos nucleares. Recuerdo que hace tiempo, alguien propuso la curiosa idea de la naranja radiactiva, es decir, vitrificar pequeñas cantidades de residuos y repartirlas por todas las familias del planeta, de manera que todo el mundo tuviese su pequeña cuota de residuos.

Pero teniendo en cuenta lo que ahora sabemos sobre materiales contenedores, más vale no adoptar esa idea si no queremos empezar a generar una nueva raza de mutantes en poco más de un par de siglos.

En el relato "Tierra de residuos", de Charles Sheffield se describe un sistema para reaprovechar los deshechos radiactivos y convertirlos en energía. El argumento, al parecer, está basado en una idea de Carlo Rubbia, el premio Nobel de Física. Hay investigaciones en marcha en la actualidad para ver si la cosa es viable.

No perdamos de vista que, aunque renunciemos a la energía nuclear, seguiremos generando residuos nucleares, aunque en menor cantidad pues los radioisótopos siguen teniendo aplicaciones médicas e industriales, por lo que seguirá habiendo residuos. Eso por lo hablar de los arsenales de armas nucleares que aún mantienen muchos países.

Por lo tanto, urge encontrar una salida más o menos razonable para esos residuos tan peligrosos. Esperemos que a alguien se le ocurra una brillante idea antes de que sea demasiado tarde.

22 febrero 2007

Homosexualidad, Bisexualidad y Transexualidad en la ciencia ficción

Es curioso que un género, como es la ciencia ficción, considerada tradicionalmente transgresora (o al menos, con algunos autores transgresores) se haya demostrado realmente conservadora y mojigata con algunos temas, como con la homosexualidad.

Es cierto que hay algunas novelas que incluso podrían catalogarse de obras maestras que abordan el tema en cierta manera, como es el caso de La mano izquierda de la oscuridad de Ursula K. LeGuin o Venus más X de Theodore Sturgeon, pero lo cierto es que ello no abunda en absoluto.

La sexualidad y sus diferentes expresiones sí que ha sido tratado con un cierto rigor en este género. Así, tenemos novelas como las de la serie del Centro galáctico de Gregory Benford o Playa de acero de John Varley en las que se exploran los cambios de sexo que se han convertido prácticamente en una moda social.

En otras novelas y relatos, lo que se analiza es cómo se comportaría uno de los sexos si desapareciese el otro. Así tenemos al menos un par de relatos en que tal cosa sucede: “Houston, Houston, ¿me recibe?” de James Tiptree o en “Cuando todo cambió” de Joana Russ, donde el mundo está formado únicamente por mujeres y “Más tequila”, de Joaquín Revuelta. Pero en ambos casos, la homosexualidad surge como algo artificioso, impuesto por unas circunstancias anómalas.

Algo parecido sucede en el relato “Historias para hombres” de John Kessel, con una sociedad matriarcal que mantiene a los hombres relegados al papel de meros espectadores, sin poder real.

Pocas son las narraciones en que la homosexualidad es tratada con una cierta naturalidad o se analizan los prejuicios que sobre ella se tienen. Tal vez una de las pocas excepciones sea el relato de Theodore Sturgeon, “El mundo bien perdido”, en que un par de extraterrestres sufren persecución por ser pareja y del mismo sexo, siendo víctimas de los prejuicios tanto de su mundo natal como de los de la Tierra.

Pero en la mayor parte de los casos, como mucho suele incluirse algún personaje homosexual, que rara vez es el protagonista y, cuando lo es, suele disfrazarse su homosexualidad como algo marginal o como una bisexualidad encubierta. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en En alas de la canción de Thomas Disch, quien debiera tener mayor sensibilidad con dichos temas pues él mismo es homosexual declarado.

Otras obras con personajes homosexuales son La guerra interminable (homosexualidad forzada por la superpoblación), Dune, con el repugnante barón Harkonnen, malo, vicioso y degenerado, justo el arquetipo de cierto homosexual que aún subsiste por desgracia en el imaginario colectivo de demasiada gente.

También están los conocidos casos de El maestro Cantor de Orson Scott Card, El libro de los cráneos, de Robert Silverberg, donde uno de los cuatro protagonistas es homosexual y otro de ellos, también pero reprimido, lo que acaba originando una tragedia, La llegada de Joe Haldeman, 334, nuevamente de Thomas Disch, etc.

Un caso que se aparta de la norma es el tratamiento que da a la homosexualidad o a la bisexualidad un autor tan conservador como Robert Heinlein. Lejos de censurarla, la considera como una libre expresión de la sexualidad y, en este caso, predomina su ultraliberalismo a una posible moral tradicionalista. Así, una pareja de homosexuales educan a una niña en Tiempo de amar o en Viernes, la protagonista es bisexual.

Otra posible excepción la encontraríamos en la escritora Poppy Z. Britte, cuyas novelas de vampiros, están pobladas por protagonistas sensuales y gays.

También se ha tratado el caso de un mundo habitado única y exclusivamente por hombres homosexuales en Ethan de Athos de Lois M. Bujold, aunque la situación tiene su trampa, como era de esperar.

Finalmente, me gustaría citar el caso de Ray Bradbury, uno de mis escritores favoritos pero que en este tema es verdaderamente reaccionario. En uno de sus relatos, el protagonista, al enterarse de que su hijo es gay, decide repudiarlo y volver a empezar de nuevo, esto es, tener otro hijo con una secretaria a fin de asegurarse descendencia.

En conclusión, creo que la homosexualidad es un tema todavía claramente tabú en la ciencia ficción. No olvidemos que la mayor parte de ésta es de origen norteamericano y, allí, esta temática es todavía menos tratable que en Europa. Esperemos que algún escritor se decida a romper el tabú y a tratar el tema con la seriedad que se merece.

12 febrero 2007

El aleteo de la mariposa

Me estoy leyendo un libro titulado Caos para todos de Ziauddin Sardar y Iwona Abrams. Se trata de un librito divulgativo sobre temas como el caos, los fractales y la complejidad, con un formato cercano al cómic y en un lenguaje asequible a la mayoría de los públicos. La verdad sea dicha es que devoro todo lo que cae en mis manos relacionado con estos temas.

El libro comenta, hablando del efecto mariposa, el famoso y magnífico relato de Ray Bradbury “El sonido de un trueno” (“A Sound of Thunder”, 1952) en el que durante un viaje a la prehistoria, un viajero del tiempo mata accidentalmente una mariposa, lo que desencadena toda una serie de cambios sutiles que afectan al presente político de los Estados Unidos y del mundo.

Ésta fue, tal vez, la primera vez que se trató el efecto mariposa utilizando una mariposa como icono, aunque en 1952, la teoría del caos y el “efecto mariposa” como tales, aún no se conocían. Al menos, no por este nombre y no con la importancia que ha adquirido esta teoría científica en el corpus central de la ciencia contemporánea. Se trata de un relato premonitorio.

En un argumento similar se han basado muchas películas de cine o series de televisión a la hora de explotar el filón de los cambios en el tiempo, desde la relativamente reciente Timecop, hasta episodios clásicos de Star Trek, en que una pacifista (interpretada por una joven Joan Collins) convence al presidente americano Franklin Delano Roosevelt de que no entre en guerra contra los nazis, lo que desencadena toda una serie de cambios en la línea temporal.

Pero no quería hablar de cronoseísmos ni de viajes en el tiempo, sino del efecto mariposa. Un reciente relato de Greg Egan, “Órbitas inestables en el espaciotiempo de las mentiras” (“Unstable Orbits in the Space of Lies”, 1992), contenido en la recopilación Axiomático, trata sobre una aplicación pintoresca de las cuencas de los atractores extraños, unos objetos ligados a la teoría del caos y al efecto mariposa.

También en Parque Jurásico de Michael Crichton se habla de esta teoría, en boca de uno de los protagonistas, el matemático Malcolm.

Aún así, el caos no es uno de los argumentos más usuales en la ciencia ficción y la verdad es que es una pena, porque da juego a realmente una cantidad y variedad enorme de enfoques y situaciones. Esperemos que los actuales escritores del género sepan aprovecharlo.

Más suerte han corrido los primos del caos: los fractales. No sólo se ha hablado y especulado bastante acerca de ellos, sino que han sido utilizados en el cine para le generación de múltiples paisajes y texturas realistas de cielos, montañas, planetas, costas, vegetación…

Supongo que los fractales, al poder ser representados gráficamente con facilidad y tener muchos de ellos un gran atractivo visual, se han popularizado más que una abstrusa teoría matemática como es la teoría del caos. Es más, se ha tendido a ver caos por todas partes y a confundirlo con cualquier tipo de fenómeno aleatorio, sea éste o no caótico, cuando en realidad el caos es algo mucho más concreto.

09 febrero 2007

Esperando a nuestro Homero

Hace tiempo, ya dediqué un post a una de las ideas que me corroen frecuentemente: la poca presencia de relatos fantásticos basados en el imaginario ibérico. Voy a insistir sobre el tema.

Últimamente me he estado documentando a fondo sobre las diversas mitologías ibéricas, que son increíblemente ricas y extensas. Hoy mismo me lo recordaba Instantón en su blog: El trasgu probabilista.

Lo cierto es que problemas no le faltan a nuestra mitología ibérica. Tal vez el más importante haya sido el desprecio del mundo intelectual hacia ésta, calificándola de mera superstición. Pero estos mismos intelectuales, exaltaban hasta las gloriosas alturas de la creatividad humana otra serie de supersticiones que, por el hecho de ser griegas o romanas, gozaban de la categoría de sublime.

Es cierto que la mitología greco-romana va acompañada de un corpus literario impresionante. Baste citar un par de obras maestras de la literatura universal: La Ilíada y La Odisea, amén de otras de reconocido prestigio, como Las metamorfosis o La Eneida.

Pero no todas las mitologías de “prestigio” tienen detrás un impresionante corpus literario. Así, las mitologías germánica y céltica, si bien tienen textos importantes que las sustentan, han sido desde siempre mucho más orales que escritas.

¿Por qué la península ibérica no tiene su propia mitología explícita? ¿Por qué no tenemos un panteón propio? Pues en buena medida debido al desprestigio de lo nuestro, de nuestros propios mitos. Es un mal endémico el considerar lo de fuera siempre como mejor que lo de aquí.

Cuando en los siglos XVIII y XIX, escritores de toda Europa recogieron la riquísima tradición oral en forma de cuentos (léase los hermanos Grimm, Andersen y otros), aquí no estábamos por la labor. Quién sabe la cantidad de hermosas y terribles historias que se han perdido. Aunque ya está en nuestra tradición el masacrar nuestra propia cultura. Cuando no lo consigue una guerra, lo lleva a cabo el desprecio y la indiferencia social.

Aun así, muchas cosas han persistido en forma de mitos y leyendas. Supongo que necesitamos nuestro gran escritor, ése que unifique las diferentes tradiciones y elabore una rica mitología a partir de los elementos preexistentes. Tal vez no llegue nunca. Pero la esperanza, nunca se pierde.

Está bien beber de Tolkien y de Lovecraft, de la mitología egipcia o de los nibelungos, de la saga de las islas Orcadas o de Beowulf, pero tanto en el norte como en el sur, en el este y en el oeste, así como en las islas, la península ibérica tiene fuentes innumerables de las que beber.

Mientras llega nuestro Homero, tal vez sería interesante ir allanando el camino y beber en las fuentes que nuestras propias culturas nos ofrecen. De personajes, historias y leyendas no andamos precisamente cortos.

08 febrero 2007

Tolkien inimitado

Se ha repetido hasta la saciedad que buena parte de la fantasía post-Tolkien no es sino una copia descarada de sus personajes, razas, reinos e incluso aventuras. No seré yo quien niegue la evidencia, pero creo que la esencia misma de Tolkien no ha sido explotada en absoluto. De hecho, su obra permanece intocada para la mayor parte de los imitadores, con y sin escrúpulos.

¿Por qué hago una afirmación tan categórica? Bueno, porque para empezar, Tolkien tiene un fondo y un contenido específicos que no son nada evidentes y que requiere de un cierto conocimiento del autor para poderlos apreciar. Aunque últimamente se ha escrito mucho sobre J. R. R. Tolkien, para la mayor parte del público lector de fantasía, Tolkien y su Señor de los Anillos no deja de ser una gran historia de aventuras en la que conviven magos, elfos, enanos, orcos, humanos y algún que otro ser más-que-maligno.

Pero si profundizamos en la obra de Tolkien, nos encontraremos con dos elementos vertebradores que no encontramos en otras producciones literarias. En primer lugar, existe una cultura propia creada a partir de la fusión de diversas mitologías e historias conocidas siguiendo el eje procedimental de la subcreación. Es decir, que el escritor nunca crea, sino subcrea, esto es, descubre los ecos de la Creación y construye nuevas historias que la reflejan.

Así, teniendo en cuenta que Tolkien era un católico conservador, algunas de sus obras, como en El Silmarillion se parecen claramente a la Biblia. Muchos de los elementos son vistos a partir de ese momento con otra luz. Así, los valar y los elfos tienen algo ángeles, Illúvatar es el Dios creador, mientras que Melkor es una especie de remedo de Lucifer.

Los grandes mitos son reflejados, previa distorsión, en los textos tolkenianos. El hundimiento de Númenor refleja tanto la caída de la Atlántida como la expulsión del Paraíso por culpa del orgullo del hombre y de su ambición desmesurada.

En cualquier caso, la subcreación lo baña todo. No son sólo unos simpáticos personajillos que las pasan moradas a fin de conseguir que el bien prevalezca sobre el mal al precio que sea. Es mucho más que eso. Y tal cosa, sólo se comprende desde los principios de la teoría de la subcreación.

Otro de los ejes vertebradores de la mitología tolkeniana, por llamarla de alguna manera, son las lenguas de la Tierra Media, lenguas que el propio Tolkien, amante y conocedor de las lenguas antiguas, inventó con todo cuidado mucho antes de que las propias historias tomasen forma.

Es decir, que el elemento central de la cultura, la lengua, es anterior al texto en sí. No es que Tolkien haya creado un mundo y haya dotado a sus razas de lenguas propias, es que las lenguas son anteriores al mismo mundo: En el principio fue el verbo.

Estos dos elementos característicos: la subcreación y las lenguas previas, no se observan en muchas novelas fantásticas posteriores. Es cierto que en muchas de ellas aparecen extraños lenguajes, pero suelen ser complementos a posteriori de las historias.

Incluso me atrevería a añadir un tercer elemento: la originalidad de la lucha entre el Bien y el Mal en la obra de Tolkien, en donde el mal es tan grande que resulta casi invencible. No es el sacrificio ni la redención lo que vence propiamente al mal, sino un pequeño acto aleatorio, previsto desde el principio de los tiempos. También aquí se respira una originalidad poco explotada a posteriori.

Tolkien creó un mundo nuevo considerándolo un reflejo de nuestro mundo. Si bien inicialmente su intención era, simplemente dotar a Inglaterra de una mitología propia, ajena a los mitos artúricos de origen continental, lo que consiguió fue mucho más que eso. Y para lograrlo, invirtió la práctica totalidad de su vida.

Pocos escritores hoy día pueden permitirse algo así. De hecho, casi me atrevería a decir que ninguno puede permitírselo. ¿Cómo va a ser realmente imitado Tolkien, entonces?

07 febrero 2007

El SETI y la Oreja de Dioniso

Muchos son los relatos que tratan sobre posibles comunicaciones –activas y pasivas- con hipotéticas civilizaciones extraterrestres no humanas. Sin adoptar plenamente el punto de vista totalmente escéptico de Stanislaw Lem en obras como Fiasco, La voz de su amo o en su magna obra: Solaris, debo reconocer que siempre he sido algo remiso a creer en tales posibilidades.

Por un lado, los factores reductores que suelo emplear en la ecuación de Drake, no arrojan demasiadas civilizaciones inteligentes de orden galáctico. Por otro lado, no hay evidencias serias de que los alienígenas nos hayan visitado. Vaya que, tal como lo planteó Fermi en su famosa paradoja, “si hay extraterrestres, ¿dónde están?”.

Otro de los factores que me hacen ser bastante escéptico es que tras los años que llevamos escuchando el Cosmos con radiotelescopios, no hemos localizado ni un solo atisbo de vida inteligente fuera de nuestro planeta. De acuerdo que, históricamente, llevamos a la escucha muy pocos años, pero si estuviésemos cerca de alguna red de civilizaciones, posiblemente algo habría caído.

Por supuesto, puede ser que estemos escuchando en los canales incorrectos o que las comunicaciones a largas distancias se realicen con potentes rayos láser, con neutrinos o con ondas gravitatorias, pero parece más plausible el uso de ondas de radio.

Recientemente, un equipo de astrónomos, mediante el uso de nuevos instrumentos que se están construyendo en Australia, tratarán de escuchar las eventuales transmisiones provadas de otras civilizaciones. Hay que tener en cuenta que, hasta ahora, sólo seríamos capaces de detectar potentes señales que hubiesen sido emitidas hacia nosotros, pero no conversaciones de fondo.

Esto será posible gracias al LFD (Low Frequency Demosntrator) del radioobservatorio MWA (Mileura Wide-Field Array), que sería capaz, al menos en teoría, de detectar civilizaciones tecnológicas similares a la nuestra en cualquiera de las mil estrellas más cercanas al Sol. El LFD está preparado para estudiar frecuencias entre los 80 y los 300 MHz.

Esta especie de Echelon cósmico o, si preferís un referente más mitológico, esta especie de Oreja de Dioniso, podría permitirnos fisgar en las conversaciones de otras especies, caso de existir. ¿Es una buena idea?

Algunos libros de ciencia ficción prospectiva han desarrollado el tema. En algunos, hemos recibido un mensaje que nos permitiría construir un dispositivo para viajar a las estrellas, como es el caso de Contact de Carl Sagan.

En otros, como en El texto de Hércules, el mensaje contiene una gran cantidad de información que la Humanidad no está preparada para asimilar, por los problemas de todo orden que ello comportaría.

En la serie de los Sofontes (Marea estelar y similares), David Brin pone a disposición de la Humanidad una Biblioteca Galáctica de conocimientos, cosa que suele conllevar un estancamiento tecnológico propio de las especies que aceptan el envenenado regalo, ya que pierden el interés por innovar y casi todo lo que pueden descubrir, les es entregado de golpe.

En definitiva, que puede pasar aquello de que “el que escucha lo que no debe, corre el riesgo de oír lo que no desea”

06 febrero 2007

Ecología y complejidad

El otro día mantuve una interesante discusión acerca de lo complejos que podían ser los mundos inventados por la imaginación humana y sobre si podían ser más o menos complejos que el mundo real (léase la Tierra, el único que conocemos moderadamente bien). Se utilizaron argumentos filosóficos, ecológicos, matemáticos… aunque no hubo ninguna conclusión clara, como en todo buen debate científico que se precie.

La ciencia ficción ha tratado de recrear mundos imaginarios basándose en nuestros conocimientos sobre los planetas y añadiéndole dosis muy generosas de prospectiva e imaginación.

Tal vez uno de los intentos mejor conseguidos por su magnitud sea el Dune de Frank Herbert, un planeta desierto y desolado con una ecología más compleja de lo que se puede suponer en un principio, con sus ciclos reguladores, su actores sorpresas y en los que los desechos de unos, son el oro de otros.

No es el único intento de epopeya ecológica, pero tal vez sí que es la más conocida de la historia del género.

Una de las cosas que me llaman profundamente la atención es el fenómeno universal de la urbanización total. Cuando un planeta se convierte en un importante foco político-financiero, su superficie urbanizada crece hasta, finalmente, abarcar toda la faz del planeta. Todos tenemos grabadas imágenes en nuestra memoria como el Trántor de Fundación o el Coruscant de Star Wars.

¿Por qué debería el hombre comportarse de otra manera si, a fin de cuentas, es lo que está haciendo con la Tierra? Esto es: urbanizarla, haciendo desaparecer ecosistemas enteros.

Pero la propia ciencia ficción nos ofrece modelos alternativos. Desde las bucólicas Aurora y Solaria del ciclo de los Robots de Asimov, mundos poco poblados, en el que la población vive aislada y atendida por una casta de robots-sirvientes, hasta el mundo subterráneo de Ix, en Dune.

Asimismo, cuando la civilización cae, el mundo vuelve al primitivismo rural que lo antecedió. Así sucede con Trántor tras su caída, a la que apenas sobreviven algunos restos de su esplendor.

Pero volviendo al tema de la complejidad… ¿podemos imaginarnos un mundo tan o más complejo que la Tierra? Abordémoslo con un par de ejemplos.

En primer lugar, tomemos el ejemplo del planeta de las margaritas imaginado por James E. Lovelock, coautor junto con Lynn Margulis de la teoría Gaia. En este planeta imaginario, sólo hay dos especies, las margaritas blancas y las margaritas negras, inicialmente en una determinada proporción de equilibrio.

Supongamos ahora que aumentamos la temperatura. ¿Cómo reaccionará el sistema? Pues como las margaritas negras absorben más radiación calorífica que las blancas debido a su color, así que tenderán a morirse, mientras que las blancas resistirán mejor el cambio y se reproducirán. Así, habrá cada vez más margaritas blancas hasta alcanzar un nuevo punto de equilibrio. Y algo análogo pasará si baja la temperatura con las margaritas negras.

De aquí podemos deducir que hasta los sistemas más simples, son capaces de desplegar comportamientos emergentes complejos en determinadas condiciones, concretamente, cuando las condiciones del sistema no fluctúan de manera drástica, en cuyo caso, estaríamos más bien dentro del reino de la teoría de las catástrofes (René Thom) o del caos.

El otro ejemplo es justo el contrario. Sea un sistema complejo como la Tierra, profundamente estudiado y del que conocemos multitud de dinámicas y factores. No obstante, su complejidad es tal que muchas de ellas nos son todavía desconocidas. No conocemos cuál es la capacidad real de absorción del dióxido carbónico de las algas oceánicas, cosa que tiene una trascendencia enorme en los modelos climáticos futuros sobre el cambio climático.

Por otro lado, por citar un ejemplo mínimo, se acaba de descubrir que más de la mitad del polvo necesario para fertilizar las selva brasileñas lo proporciona un valle del norte del Chad (el valle de de Bodélé) a través del régimen de vientos existente. ¿Qué sucedería si dicho valle fuese destruido o urbanizado o convertido en regadío? Las consecuencias podrían ser catastróficas para el Amazonas.

La vida forma un tapiz de una complejidad inimaginable. Ni el mayor de los superordenadores es capaz de reproducir una fracción misérrima de la complejidad de Gaia y, aunque así fuese, desconocemos multitud de factores. Creer que somos capaces de imaginar con realismo otros mundos, me parece cuanto menos, un acto de soberbia,

05 febrero 2007

Polaris

Cuando se escribe ciencia ficción y se pretende ser más o menos veraz hay que tener extremo cuidado con los detalles. Supongamos que queremos hablar de una civilización galáctica en el futuro remoto. Una de las cosas que no podremos hacer es hablar de nuestras familiares constelaciones.

Básicamente, por dos motivos. Por un lado, conforme nos alejemos del Sol, la forma de las constelaciones que conocemos se irá distorsionando. Por otro lado, con el paso de los siglos, también las estrellas hacen notar sus movimientos relativos y van deformando las constelaciones conocidas.

Así, hablar de tau-Ceti o de épsilon-Eridani puede no tener demasiado sentido dentro de unos milenios y a bastantes años luz de la Tierra.

Este tipo anacronismos no son privativos de la ciencia ficción, ya que hasta autores tan reputados como Shakespeare cayeron en ellos. Así, en su obra Julius Caesar, hay una frase que se ha hecho bastante conocida fuera de la obra:

"Pero yo soy constante como la estrella Polar que no tiene parangón en cuanto a estabilidad en el firmamento."

Sí, vale, hoy día quizás e incluso en la época de Shakespeare, pero no en la época en que se supone que es pronunciada la frase, esto es, en época de Julio César. Por aquel entonces no había ninguna estrella especialmente brillante que señalase el polo norte. Hacia el año 800, una pequeña estrella de la constelación de la Jirafa, pasó a ocupar un lugar parecido al de la actual Polar.

Pero nuestra actual Polar, una brillante estrella de magnitud 2, lleva ahí poco más de mil años y seguirá indicando el norte hasta C. 3500 dC. Poco después, la trayectoria del polo pasará por gamma-Cefeo (magnitud 3) y en C. 7400 dC, el lugar de la Polar lo ocupará gamma-Cisne, una brillante estrella de primera magnitud.

En C. 13600 la estrella Polar corresponderá a la estrella más brillante del cielo veraniego en el hemisferio boreal: Vega (alfa-Lira) y lo seguirá siendo durante 3.000 años más. Lo interesante es que ya ocupó esta posición hace 14.000 años, durante las últimas glaciaciones.

¿Qué debieron pensar los hombres de por aquel entonces? ¿Qué constelaciones trazarían sus mentes en los límpidos cielos prehistóricos? ¿Qué interpretarían al ver la estrella más brillante del verano apuntar hacia el norte? ¿Lo atribuirían a algún poder sobrenatural o se trataría de un hecho que pasó completamente desapercibido?

02 febrero 2007

Condensadores de fluzo y otras memorables pifias

Los científicos se quejan muchas veces de las pifias científicas que se encuentran en las películas, libros y series de ciencia ficción y no sin razón. No voy aquí a hacer un listado de ellas porque habría material para una enciclopedia completa. De hecho, existen algunos magníficos libros que tocan este tema de manera muy divertida.

Me voy a centrar en un tipo especial de pifia que puede provocar verdaderos quebraderos de cabeza a dobladores y espectadores que, muchas veces, se quedan estupefactos ante determinada jerigonza incomprensible originada por una inadecuada traducción.

Tal vez uno de los casos más espectaculares en nuestro país sea el archiconocido conversor o condensador de fluzo, parte fundamental de la máquina del tiempo que aparece en la serie de películas Regreso al futuro. Lo que mucha gente no sabe es que en el inglés original el fluzo de marras no aparece por ningún lado.

En realidad, condensador de fluzo es una inadecuada traducción de condensador de flujo, mucho más lógico e intuitivo. Si es que hay algo lógico en un viaje en el tiempo, claro.

Así, en posteriores películas, se mantuvo conscientemente la inadecuada traducción ya que alcanzó una fama notoria. Aún hoy día, mucha gente se refiere a un condensador de fluzo para referirse a un cachivache de difícil comprensión.

En la misma serie de películas, apareció el término jigovatio que no es sino una mala escritura/pronunciación del estándar gigavatio. Aunque aquí no hay que echarle la culpa a los traductores, ya que en el original en inglés el término ya es así. Inconvenientes del analfabetismo científico.

Otro caso de traducción más que discutible es el propio término ciencia ficción, que proviene de science fiction. Tal vez hubiese sido más acertado traducirlo como ficción científica o de cualquier otra manera, que de propuestas hay muchas, pero lo cierto es que el término cuajó en nuestra lengua y así se ha quedado.

Míticas también son las confusiones entre el término americano billion y el billón español. Mientras que el billón español es un millón de millones, el billion inglés equivale a miles de millones. Así, cuando tradujeron uno de los últimos libros de Carl Sagan al castellano: Billions and billions (una expresión que él familiarizó), se tradujo correctamente como Miles de millones, aunque perdió su encanto. Eso sí, mejor eso que no el espantoso millardos que se está intentando imponer ahora.

Las series de ciencia ficción muy cargadas de terminología suelen contener multitud de trampas saduceas. Así, en las ediciones en DVD en castellano de series como Star Trek, muchas veces optan por no traducir ciertos términos y quedarse tan anchos dejándolos en inglés.

Aunque algunas traducciones claman al cielo y suenan ridículas, como confundir el Imperio Klingon con el Imperio Clinton. Ahora podría hacer un chiste fácil sobre becarias en el Enterprise, pero me lo guardo para otro momento.

No obstante, una de las traducciones que más patidifuso me han dejado es la de sumidero negro u hoyos oscuros para referirse a los agujeros negros. Realmente impresionante, porque el término “agujero negro” está más que ampliamente aceptado y difundido en castellano.

01 febrero 2007

Mis próximas 10 lecturas

En cuanto me acabe Una noche de perros de Hugh Laurie, una especie de thriller con muy mala leche escrito por el actor que interpreta al doctor House, tengo intención de rebajar un poco La (inmensa) Pila de libros de mi habitación, porque temo por la integridad estructural del suelo.

He dividido las lecturas entre cinco novelas y cinco recopilaciones de relatos, ya que estos últimos me relajan mucho más que las lecturas de novelas, por lo general.

Los hechos de la vida de Graham Joyce. Es de esos libros que me venían con muy buenas recomendaciones y que tengo desde hace bastante tiempo en la pila, pero que no me acababa de decidir a leer. Sin embargo, por razones un tanto oscuras, me leí antes otro libro del autor: El fin de mi vida que me encantó, tanto por la trama, como por la prosa, lo que coloca este autor entre los prioritarios a la hora de ampliar lecturas.

Starplex de Robert J. Sawyer. Bueno, en parte por recomendación por la temática y en parte porque no he leído NADA, pero NADA de Sawyer, así que empezaremos por esta novedad.

El extranjero de C. J. Cherryh. Tengo debilidad por la space-opera de esta escritora. La verdad es que disfruté como un enano con la saga de Chanur y con otras obras suyas como La estación Downbelow o la impresionante Cyteen. Hace tiempo que no leo nada suyo y ya toca.

Los hijos de Anansi de Neil Gaiman. Otro autor que me viene superrecomendado y del cual voy a leer antes este libro que su mucho más conocido American Gods, aunque si me gusta, todo se andará.

La caída de Hyperion de Dan Simmons. Lógico: acabo de leerme Hyperion y los Cantos de Hyperion están incompletos sin su segunda parte. La verdad es que la primera me ha gustado mucho y te deja con la intriga. Veremos qué tal.

Por lo que respecta a los libros de relatos, tengo intención de hincar el diente en dos recopilatorios de James Tiptree, una de mis favoritas. Algunos relatos ya los he leído, pero otros no. Los libros son: Mundos cálidos y otros relatos y Cantos estelares de un viejo primate.

Historias imposibles de Zoran Zivkovic porque quiero probar una ciencia ficción algo diferente y también me viene recomendado, aunque sé muy poco de él.

Cuentos del libro de la noche de José María Merino también viene con muy buenas recomendaciones de varias personas. Tampoco he leído nada de Merino y todos me lo han recomendado encarecidamente. Veremos.

Finalmente, Planos paralelos de Ursula K. LeGuin, que tengo pendiente desde hace mucho tiempo. Cuando acabe con él, tengo intención de releerme Las doce moradas del viento, su recopilación más notoria de relatos.