15 junio 2016

Dulces dieciséis y otros relatos / Eduardo Vaquerizo



Comentaré los relatos que me han parecido más destacables de la antología Dulces dieciséis y otros relatos de Eduardo Vaquerizo, publicada en el sello Cyberdark.

“Dulces dieciséis” es un relato sobre Marte, escrito a la manera de León Arsenal. De hecho tiene tintes de relato de carretera, con algún elemento místico y en un entorno de un Marte mítico, entre burroghsiano y bradburiano.

Un relato curioso, es “Tierra poblada de preguntas” en la que se nos mustra una Tierra en la que los humanos se han ido y han dejado a su suerte a los antiguos sirvientes, los robots, huerfanos del liderazgo humano, que vagan por el planeta a la búsqueda de órdenes.

Otro relato de robots y de planeta abandonado es “El jardín automático”, algo desasosegante, en que un robot que cuida jardín en ciudad abandonada. Aunque no están del todo solos: de golpe aparecen unos seres globulares aéreos, posiblemente alienígenas, que ponen aparentemente en riesgo el extraño orden del robot.

Más interesante y con una cierta mala leche, tenemos “Quercarrán”, un relato en el que una sociedad futura en la que aparentemente reina la paz, pero en la que cada cierto tiempo (en Quercarrán) se desatan las furias del Infierno y todo el mundo se vuelve violento a fin de desahogar las tensiones acumuladas. Hasta que algo falla… El relato recuerda un poco a un episodio de la serie original de Star Trek titulado “El retorno de los arcontes” en la que el Quercarrán se llama allí la “hora roja”.

Finalmente, “Águilas negras”, tal vez el mejor relato del libro, nos cuenta en clave de ucronía una historia contemporánea de un Imperio Español en que nunca se puso el sol y que sigue dominando el mundo. La ambientación es excelente y ha sido desarrollada en alguna novela de Vaquerizo, como en Danza de tinieblas o en Memoria de tinieblas.

07 junio 2016

Correlaciones: La gastronomía según la OMS



La Organización Mundial de la Salud (OMS) está muy preocupada por nuestra salud y ante la previsible escasez futura de proteína animal de calidad para consumir, nos recomienda que mudemos nuestra dieta y nos pasemos al consumo masivo de insectos.

A fin de cuentas, el hombre primitivo comía insectos, entre otras delicias y en culturas diferentes de la occidental, el consumo de bichos es algo bastante común: termitas, hormigas, escarabajos, gusanos, larvas, etc.

Ello me recuerda al curioso relato de Neil Gaiman: “El pájaro solar”, contenido en la antología Criaturas fantásticas, en que un grupo selecto de gourmets han probado ya todo tipo de animalitos y sólo les falta por probar una mítica criatura: el pájaro solar, por lo que iniciarán un intenso viaje para poder degustar esta delicia.

Eso de comer todo tipo de bichos no es algo tan raro como pudiera parecer. Personajes tan conocidos como Charles Darwin degustaban todo bicho viviente que se iban encontrando en sus viajes y dejaban constancia de su buen o mal gusto y perteneció al “The Glutton Club” (el Club de los Glotones).

Así que si en el futuro tenemos que pasarnos al consumo intempestivo de ciertos animalitos, tal vez sea el momento de dejarse de manías o bien tal vez sea interesante plantearse el hacernos vegetarianos.

01 junio 2016

Los bondadosos alienígenas



Entre el mundo científico, en general, hay dos grandes grupos de entre los que creen que las civilizaciones extraterrestres pudieran existir: aquellos que creen que, de existir, serían intrínsecamente benévolas y aquellos que suponen que si existen serán agresivos e imperialistas.

Incluso podríamos añadir otro punto de vista: independientemente de sus intenciones, tratar con ellos sería un desastre para la Humanidad, pues si están menos avanzados que nosotros, lo más probable es acabáramos abusando de ellos o incluso los llevásemos a la extinción y si fuesen mucho más avanzados, ya hemos visto qué sucede en nuestro mundo cuando la civilización avanzada entra en contacto con la más primitiva: que esta segunda acaba pagando el pato y suele desaparecer al cabo de poco tiempo.

Está claro que si los alienígenas fuesen agresivos, ello sería un buen motivo para evitar su contacto y huir de ellos como de la peste. De hecho, ya tardamos en sustituir nuestras comunicaciones por ondas electromagnéticas, por cosas más “seguras” y menos visibles desde el espacio, como la fibra óptica, por poner un ejemplo.

Si los alienígenas fuesen benévolos y más avanzados que nosotros, tal vez estuviesen tan allá en su tecnología y filosofía que fuesen totalmente incomprensibles. Incluso si solamente fuesen algo más avanzados que nosotros, tal vez nos frustraría obtener su tecnología directamente, a cambio de nada, en vez de desarrollarla nosotros mismos.

No olvidemos que uno de los elementos más excitantes del progreso científico y tecnológico es saber que uno ha conseguido algo único, algo por primera vez. Si nos limitásemos a copiar una tecnología preexistente, por muy excitante que fuese, creo que nos llevaría a un callejón sin salida evolutiva.

Y en cualquier caso, por benévolos que fuesen, me temo que acabaríamos sucumbiendo.

Es por ello que tal vez no sean tan buena idea cosas como el proyecto SETI de búsqueda de inteligencias extraterrestres. Una cosa es la vida y otra muy diferente es la inteligencia. Tal vez encontrar vida inteligente en el cosmos, saber que no estamos solos fuese la noticia más importante de toda nuestra historia como especie desde el descubrimiento del fuego, pero también podría acabar siendo la más terrible y demoledora.

Pero tal vez lo mejor y lo peor del caso fuese que nos obligaría a mirarnos al espejo como especie y mucho me temo que no nos gustaría demasiado lo que veríamos reflejado. Pesimista que es uno.