29 abril 2006

Incertidumbres

Uno de los motivos por los que en el siglo XX ha estado tan de moda la ciencia ficción y la producción ha sido tan importante es porque gracias a ella hemos sido capaces de conjurar la incertidumbre.

A los seres humanos no nos gusta la incertidumbre: le tenemos miedo. Miedo a lo desconocido. Miedo a lo que nos pueda suceder. Miedo ancestral. Y gracias a la ciencia ficción, que muchas veces trata de escudriñar el futuro, otras el presente e incluso a veces el pasado, podemos poner coto a ese miedo.

Es como si el hecho de describir lo que puede suceder (o lo que está sucediendo o lo que sucedió) y discutir acerca de ello, conjurase el peligro en cierta manera. Y hasta cierto punto, así sucede.

Resulta muy difícil, por no decir imposible, tratar de averiguar qué efectos tendrá una determinada nueva tecnología en nuestra vida diaria. O una ley. O un cambio cultural. Pero podemos tratar de imaginárnoslo.

De hecho, las obras de ciencia ficción tratan de responder casi todas a la pregunta: ¿que pasaría si...? (o, ¿qué hubiese sucedido si hubiera pasado...?). Esto no es exclusivo de la ciencia ficción, pero sí que es uno de los elementos claramente definitorios de buena parte de ella.

Pero no sólo hay que responder a esa pregunta: hay que tratar de hacerlo de manera coherente, racional, en consonancia con los hechos y siguiendo una cierta estructura lógica. Ésa es la diferencia entre la especulación y la fantasía.

Con todo esto no pretendo decir que la ciencia ficción es mera especulación. Tiene muchas más cosas en su seno, pero la componente especulativa se encuentra en la médula de este género.

¿Hasta qué punto ha resultado efectiva la ciencia ficción? Eso también sería especular. Pero en algo tienen que haber influido obras como 1984 en Occidente, para rechazar los sistemas absolutistas y desnudarlos ante nuestra mirada. Y otro tanto podríamos decir de muchas cuestiones políticas, sociales, económicas, éticas, técnicas o medioambientales.

La ciencia ficción se encuentra mucho más cerca de la especulación socio-política y tecnológica que no de las grandes sagas de la space opera (aunque eso también es ciencia ficción, la mayor parte de las veces escapista). Pero también imaginándonos un mundo futuro muy lejano del nuestro, con sus guerras y conspiraciones, estamos hablando del nuestro, aunque con un lenguaje y un punto de vista distinto.

Esperemos que, a pesar de algunos indicios preocupantes, al género le queden muchos años de vida. A fin de cuentas, la realidad casi siempre supera a la ficción y vamos a seguir necesitando especulación para los múltiples retos que se nos plantearán en el futuro.

28 abril 2006

Los dos grandes retos

Hace veinte años del dramático accidente nuclear de Chernobil. Una de esas efemérides que preferiríamos no tener que recordar, pero que no conviene olvidar. El accidente de Chernobil marcó un antes y un después en la energía nuclear, sobre todo en Europa, donde una fobia pareció haberse apoderado súbitamente de las opiniones públicas.

En parte, elló reforzó el parón nuclear español y ha llevado a intentar desmantelar las nucleares en países como Alemania. Otros países, como Francia, con una nuclearización más que evidente, no parecen haberse dado por aludidas.

Y es que en este asunto hay temas muy delicados que se entrelazan sutilmente con hechos emocionales y con miedos profundos. Por un lado, la cada vez más inminente escasez de petróleo en un futuro no muy lejano y por el otro, el miedo a que un accidente similar se repita.

Todos queremos tener energía eléctrica disponible y más o menos barata, pero no somos consciente de que todo no se puede tener. Si además imponemos la condición de que su origen sea no contaminante o potencialmente no peligroso, estamos poniendo el listón muy alto.

Tal vez, en el futuro, dispongamos de una fuente segura y bastante limpia, como es la energía nuclear de fusión. Mientras tanto, deberemos combinar la energía nuclear, con el petróleo y el carbón así como con otras energías renovables (biomasa, hidroeléctrica, solar, eólica, geotérmica, maremotriz...)

Si no, podemos imaginarnos un mundo como el descrito por Frederik Pohl en muchos de sus relatos y novelas (La trilogía del reverendo Hake, Mercaderes del espacio, etc).

También podemos imaginarnos escenarios más o menos terroríficos de accidentes nucleares o de atentados terroristas contra centrales nucleares. Vivimos tiempos convulsos en lo que al mercado de la energía se refiere. De momento, el consumo sin freno de combustibles fósiles ya ha producido una catástrofe ambiental de dimensiones planetarias (el cambio climático), por el que la gente parece tener menos preocupación que ante otro Chernobil.

Es curioso que ambas catástrofes ambientales -Chernobil y el cambio climático- sean tan invisibles. Por un lado, los isótopos radiactivos no se perciben con nuestros sentidos y precisamos de un contador Geiger para detectarlos. Incluso cuando se manifiestan sobre la salud ambiental o humana, no parece haber a simple vista una relación causa-efecto.

Otro tanto sucede con el cambio climático. Se trata de algo tan gradual y sutil que, si bien los efectos que desencadena a veces (huracanes, sequías, inundaciones...) son de una magnitud espectacular, tampoco parece haber una relación causa-efecto evidente a nuestros limitados sentidos.

Tal vez el siglo XX y buena parte del XXI van a poner a prueba al ser humano ante percepciones invisibles de este tipo. Por un lado, los hechos diferenciales (en el sentido matemático), en el que pequeños cambios locales pueden producir grandes cambios globales. Por el otro, los hechos probabilísticos, ante los que nuestro cerebro no está preparado evolutivamente para captar de manera intuitiva.

Así, el hecho de que exista una probabilidad pequeña de sufrir un accidente de coche, un cáncer de piel debido a tomar el sol en la playa o un accidente nuclear, no significa que la probabilidad sea cero y que si tomamos las medidas oportunas, aunque el accidente puede seguir sucediendo, las probabilidades se reducen.

Pero mientras sigamos teniendo la percepción de que esas cosas sólo les pasan a los demás o que total, por un poquito no pasa nada, no habremos entendido una de las verdades más sutiles, pero más potentes de la realidad.

26 abril 2006

La llegada de las telepantallas

Parece ser que Philips ha desarrollado y patentado un genial sistema que impide cambiar de canal cuando están emitiendo publicidad. ¡Qué idea tan sutil y maravillosa! Ya puestos, podrían mejorar el sistema y emitir publicidad subliminal para que no tengamos ganas de levantarnos e ir al lavabo. O darnos descargas eléctricas si nos movemos, ya puestos.

Como se dice en nuestro país: las ciencias adelantan que es una barbaridad. ¿Dónde vamos a ir a parar? Bueno, pues supongo que depende de nosotros. Yo por poco que pueda no me compro una televisión que lleve incorporado ese puñetero sistema ni loco, pero si no tengo más remedio, es tan sencillo como grabar el programa i después verlo saltándose los anuncios, que es lo que ya hago en la actualidad.

A fin de cuentas, ¿qué sentido tiene ver un programa en directo cuando está grabado, como una serie o una película y tener que tragarse todos los anuncios?

Parece que la publicidad es cada vez más omnipresente y la gente lo acepta con toda naturalidad. ¿De verdad que estamos tan lejos de las telepantallas de 1984? A mí no me parece que la distancia sea excesiva. Pronto venderán un aparato de televisión que te obligará a ver un mínimo de horas diarias de televisión (con su correspondiente publicidad, claro).

En fin, un motivo más para no ver la tele y hacer cosas más productivas, como pasear, estar con los amigos, ir al cine o al teatro, leer o, simplemente, dormir, que buena falta nos hace.

Esos países meridionales...

En un comentario dejado por un visitante del blog en un post anterior se me comentaba que uno de los motivos por los que en los países hispanos se tenía en tan bajo prestigio a la ciencia ficción era que tenemos una cultura que vive de aparentar. Desarrollando la tesis, venía a decir que como las mentes sapientes tenían en mala consideración al género, toda la gente que quiere dárselas de culto aplica el prejuicio sin molestarse en leer nada del género.

Lo de "los países hispanos" me recuerda a un profesor que tenía cuando estudiaba en la Universidad que se refería jocosamente a nuestra costumbre de hablar en clase como "las costumbres de esos pueblos meridionales". Naturalmente nosotros le llamábamos irónicamente "el ario".

Es verdad -aunque no sólo en los países hispanos- que vivimos en una cultura que vive de la apariencia. No vamos a entrar en los abundantes anuncios de coches, en las modelos anoréxicas o en el culto al cuerpo. Algo parecido sucede con la cultura. No parece que esté excesivamente de moda, pero cuando alguien se las quiere dar de culto, siempre recurre a los clichés de moda. Generalmente, escritores cultos que escriben muy bien, pero que son más sosos que la leche desnatada y aburridos a más no poder.

He hecho la prueba en varias ocasiones. Selecciono un sujeto que va de culto y le pregunto si lee ciencia ficción. A veces asoma a su cara un rictus de sorpresa, como si le hubiese preguntado si ha descuartizado a su mujer; a veces, lo que asoma en su rostro es directamente la sonrisita burlona de "cómo me preguntas esa tontería a mí". Pero si seguimos insistiendo, lo normal es que responda -a secas- que "él no lee esas cosas".

Suele ser instructivo insistir un poco más, aun a riesgo de hacerse pesado y preguntarle el porqué de su rechazo. Habitualmente no saben qué decir. Simplemente lo consideran literatura infantil o de tercera categoría. Ellos no leen esas cosas. Pero pocas veces el rechazo está fundamentado en haber leído una obra del género y que no les haya gustado.

Otra cosa que suele apreciarse es que son incapaces de distinguir entre un "mal" libro de una franquicia barata de las perlas del género: todo es lo mismo. Y, por supuesto, si les citas 1984, ¿Un mundo feliz? o cualquier otra obra por el estilo, te dirán que eso no es ciencia ficción. Son buenas, ergo no son ciencia ficción.

Vivimos instalados en el prejuicio, aunque esto no tiene gran cosa que ver con la ciencia ficción o con la fantasía, pues afecta a casi toda la literatura de género y a muchísimas más cosas. Es un fenómeno generalizado en nuestra sociedad, o como diría mi ex-profesor, "de esos pueblos meridionales"...

25 abril 2006

¿Somos Borg?

Los temibles Borg de Star Trek son unos peligrosos cyborgs, esto es, mitad humanoides, mitad máquinas, con una mentalidad colectiva y una pasión casi absoluta por asimilar nuevas tecnologías: son consumidores terminales. ¿Estremecedor, verdad? Bueno, me pregunto si los seres humanos no seremos un poco borgs a estas alturas...

Veámoslo fríamente. Es cierto que la inmensa mayoría de nosotros no tenemos implantes cibernéticos en nuestros cuerpos, pero estamos cerca de ello. A ver, que levante la mano el que no tenga teléfono móvil. Este pequeño dispositivo, se parece cada vez más a un PDA, amén de permitirnos hablar con todo el mundo que conozcamos y que también tenga móvil (o sea, con casi todos los que conocemos).

No podemos vivir sin televisión, video consolas, ordenadores... que ocupan buena parte de nuestro tiempo ordinario de trabajo y de ocio. Además, tenemos ese otro dispositivo tiránico, que no por sencillo deja de tener una efectividad demoledora: el reloj. Éste marca el ritmo de nuestra vida y gobierna nuestras actividades de manera inexorable.

Nuestra sociedad se colapsa si falla el fluido eléctrico: perdemos los electrodomésticos, mucha gente la posibilidad de cocinar alimentos, el agua corriente, los ascensores, el alumbrado, en fin, una catástrofe. No podemos hacer vida normal sin electricidad. Eso por no hablar de la industria.

¿Y qué me decís de internet? Para los que nos hemos acostumbrado a trabajar con la web y el mail, el día que va muy lenta o, simplemente, no va es como si nos hubiesen lobotomizado parte de nuestro cerebro: no podemos acceder a conocimientos y servicios a los que nos hemos habituado.

Nuestro sistema global de vida necesita de telecomunicaciones, entre las cuales están las redes de satélites (telefonía, televisión, información meteorológica, internet) sin las cuales nuestra civilización volvería a la era preinformática.

Nuestra dependencia de la tecnología es enorme. Nuestro sistema sanitario prácticamente es incapaz de realizar diagnósticos o intervenciones quirúrgicas sin TAC's, RMN's, electrocardiogramas y todo tipo de sensores y maquinarias. Al menos en occidente, si les dijésemos a los médicos que volviesen a los años 40 del siglo XX, muchos no sabrían qué hacer. Y otro tanto se puede decir de los mecánicos, los contables, los policías, la industria, la hostelería...

¿Y qué me decís del automóvil? ¿Y del avión? Se habla mucho de la revolución informática, pero la verdad es que la revolución de los transportes ha sido casi tan espectacular como esta última. ¿Qué familia mínimamente acomodada no dispone de un coche o de una moto? ¿Quién (salvo los acrofóbicos) no ha tomado nunca un avión?

Además, existe una tendencia general a consumir cualquier nueva tecnología en cuanto aparece en el mercado. ¿Qué se comercializa un nuevo sistema operativo? La gente se lanza a la tienda, abalanzándose sobre él. ¿Qué aparece una nueva vídeo consola? ¡A por ella! ¿Una nueva generación de móviles que envían imagen y sonido? Pues a qué estamos esperando...

De acuerdo, el homo sapiens ha sido definido también como homo faber y como homo tecnologicus pero, ¿seguro que no somos Borg?

21 abril 2006

Camouflage

¡Bueno, bueno, bueno! Parece que no está de moda la ciencia ficción y que hay que camuflar como sea hasta las mejores novelas del género. César Mallorquí nos recordaba hace unos días cómo se está "promocionando" la edición de bolsillo de Soy leyenda, de Richard Matheson.

He aquí un breve catálogo-propuesta para nuestras notables editoriales, a fin de disimular argumentalmente algunas de las joyas del género. Espero que las mentes privilegiadas que dirigen el cotarro le saquen buen provecho.

Dune: trepidante novela ambientada en el desierto, con conspiraciones, traiciones, sexo, drogas, religión, violencia, luchas épicas y todo tipo de seres espantosos.

2.001: una apasionante lucha entre el hombre y la máquina ambientado en el espacio, en una nave en la que se han cometido unos espantosos asesinatos. Thriller del bueno, con algún elemento musical (Daisy, daisy).

Yo, robot: novela de detectives en la que una pareja de investigadores, asesorados ocasionalmente por una madura intelectual con agrio carácter tratan de resolver extraños y misteriosos casos en lugares inverosímiles.

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?: Novela negra futurista, de ambientes urbanos decadentes, en la que un peculiar detective deberá encontrar y acabar con los asesinos que están causando caos en el sistema.

Crónicas marcianas: western trascendente formado por varias crónicas sobre la conquista de Marte, con sus valientes vaqueros y sus escurridizos y extraños indios. No apta para xenófobos.

1.984: Un simpático funcionario padece un terrible mobbing por parte del sistema y es reeducado para ver las cosas de una manera más positiva. Final feliz.

Puerta al verano: Simpático pedófilo ultraliberal se liga a su propia sobrina tras perder a ésta y a su gato. Por fortuna recupera a ambos. No apta para alérgicos a los viajes en el tiempo ni para elurofóbicos.

Super-cannes: psicothriller con desbordante lujuria, violencia y riquezas en una urbanización de lujo para privilegiados.

Cronopaisaje: ¿quiere saber quién fue el asesino de Kennedy y qué hubiese sucedido si el tiro hubiese fallado?

Las estrellas, mi destino: el Conde de Montecristo regresa en el futuro clamando venganza con el rostro enrojecido por la furia. No apta para ciegas albinas ni para sinestésicos irredentos.

Marea estelar: Las aventuras espaciales de Flipper y de Chita, acompañados por la familia Hollister. ¡Qué cojonudos somos los seres humanos!

El juego de Ender: un pobre chico aparentemente desvalido y tonto, sometido a un cruel bullying por parte de sus compañeros de clase, demuestra a todo el mundo qué es lo que hay que tener para triunfar en la vida.

Esfera: Pide tres deseos, te serán concedidos.

El hombre en el castillo: los malvados nazis y los japos han ganado la II Guerra Mundial...

Congreso de futurología: una espeluznante crónica sobre el terrorismo y el consumo desaforado de drogas, con sus temibles consecuencias.

Los mitos de Cthulhu: ¡por lo que más quieras, John, no hagas caso de los ruidos que suben del sótano, no bajes a ver qué los produce!

Mundo anillo: Teela Brown, el hombre de hojalata (Luis Wu), el espantapájaros (Nessus) y el león-kzinti se dirigen a Mundo anillo siguiendo el camino de baldosas amarillas. ¡Nej!

Sobre todo, no se olviden de poner una portada muy llamativa, pero que parezca seria. Nada de BEM's, de naves espaciales ni de gente a quienes les salen rayos de las manos.

20 abril 2006

Correlaciones: Extinciones

Hace unas semanas, en otro post, ya comenté mi preocupación por el descubrimiento de un verdadero paraíso ecológico hasta ahora intocado por las manos del hombre en Nueva Guinea.

Desde entonces, han aparecido dos rincones más de nuestro planeta que no estaban muy transitados que digamos. Uno, en Perú, donde se ha descubierto un pareje que contiene la tercera cascada más alta del mundo. No es que fuese exactamente virgen, pues hasta poseía una leyenda, pero estaba lejos de las rutas turísticas. A partir de ahora no va a seguir teniendo la misma suerte, mucho me temo, pues ya hay proyectos para devastar, perdón quise decir, explotar el lugar.

El segundo lugar, recién descubierto, se encuentra en la isla de Panglao, en las Filipinas, donde se ha hallado un paraíso marino que contiene 62 nuevas especies de moluscos, más lo que pueda venir.

Particularmente, yo también tengo mis pequeños "paraísos" de fin de semana. Viviendo en el Pirineo es fácil, a pesar del turismo que insufla vida a las poblaciones de esta cordillera, pero que también tiende a destrozar todo lo que toca, en especial en cuanto a medio natural se refiere. Mis rincones no son, desde luego, intocados ni vírgenes, aunque suelen ser muy poco conocidos y, si por mí es, así continuarán.

Esto me lleva frecuentemente a reflexionar sobre la pérdida de la biodiversidad ecológica en nuestro mundo y acerca de la extinción de las especies que comparten con nosotros este Arca de Noé cósmica que es la Tierra.

Europa es un continente desgastado por la industrialización, una fuerte población y una dilatada explotación de sus recursos, cuando no su destrucción simple y llana, ya sea por las guerras que ha sufrido, ya sea por la inconsciencia humana. Aún así, la preocupación ecológica es fuerte y hay abundantes parques naturales y zonas con diferentes tipos de protección, suerte de la que no gozan otras regiones de nuestro mundo, tan necesitadas de ello, como el sudeste asiático o el Amazonas.

La ciencia ficción ha tratado estos temas muy profusamente, en especial en las distopías cataclísmicas. Aunque a mí me preocupan más esos futuros en que no ha habido ninguna hecatombe global, sino en el que van desapareciendo, poco a poco, especies. Éstas mueren silenciadas, sin que nadie llore por ellas o haga esfuerzo alguno para evitar su desaparición. Ése futuro es el que más me preocupa, porque es nuestro futuro, nuestro presente.

Así, son especialmente sensibleras, aunque no por ello dejan de ser sensibles y muy tristes, las historias de Connie Willis sobre un mundo futuro no muy lejano en el que los perros y los gatos han desaparecido debido a una plaga de origen desconocido. Éste es el argumento de la novela corta El último de los Winnebago y uno de los elementos centrales de la novela Por no mencionar al perro.

Otro mundo imaginado especialmente estremecedor es el que ha creado J. Van Pelt, con sus premiados relatos "La última de las formas-O" y "El hombre de los helados", en que el mundo ha sufrido una plaga mutágena que impide el nacimiento de humanos y de animales "normales" y las consecuencias sociales que ello implica.

Finalmente, una de las imágenes que más impactaron en mi conciencia fue la del búho-robot de Blade Runner (basada en la obra de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides en ovejas eléctricas?) y un mundo en el que los seres vivos de una cierta complejidad eran tenidos como verdaderas joyas, pues habían prácticamente desaparecido de la faz de la Tierra.

Espero de todo corazón que este futuro no sea el que nos aguarda. Ecología aparte, el mundo sería muy aburrido y estaría muy vacío sin biodiversidad. Cuando se habla de los territorios simplemente como una fuente de recursos pienso que hay mucha gente que no sabe realmente en el planeta en que vive. Así nos va.

19 abril 2006

El muro de César Mallorquí

El escritor César Mallorquí nos ha deleitado en su blog con un relato de ciencia ficción inédito en castellano: "El muro de un trillón de euros", aparecido en una antología europea de ciencia ficción.

Se trata de un relato francamente interesante que imagina un futuro no muy lejano en el que la vieja Europa se ha rodeado de un muro tecnológico que la mantiene "a salvo" de las oleadas migratorias provenientes del resto del mundo.

Pero el relato, como suele ser habitual en Mallorquí, es mucho más que el desarrollo de una idea. De hecho, la narración es rica en propuestas. Se nos presenta una Europa dinámica en la que conviven ciudadanos de todas las etnias y culturas junto a una selecta minoría de ancianos con unas vidas alargadas artificialmente mucho más allá de lo que sería natural gracias a un revolucionario tratamiento médico.

¿Es éste el futuro que nos espera? Tal vez. A fin de cuentas, muchos muros separan Europa del tercer mundo. Todos tenemos in mente las recientes escenas de subsaharianos intentando atravesar las alambradas en Ceuta y Melilla o las numerosísimas pateras que cada dos por tres llegan a las costas de Canarias o de la Península, cruzando el océano. Tampoco es preciso detenerse en España: baste ver el muro de cemento que separa a palestinos e israelíes, el que durante décadas separó la Europa comunista de la capitalista o el muro que separa Estados Unidos de México.

Por otro lado, la gerontocracia que imagina el escritor, anclada en el pasado y rememorando una y otra vez sus recuerdos (como el abuelo que siempre explica las mismas batallitas), incapaz de adaptarse a un presente que nada tiene que ver con su juventud, recluidos en prisiones de marfil, es de lo más creíble y recuerda un poco a los remansos para ricos de Ballard.

Tal vez, más que preguntarnos si éste será el futuro que nos espera, sería más conveniente cuestionarnos acerca de si éste es el futuro que deseamos. ¿De veras queremos vivir con un muro protector que nos rodee? ¿Puede que no nos quede otra alternativa? ¿O es que no las hemos buscado? ¿Preferimos seguir imponiendo dictaduras que oprimen a los pueblos africanos y asiáticos, pero que nos garantizan materias primas a buen precio (café, cacao, diamantes, oro, uranio, gas, petróleo, maderas) a costa del sufrimiento y la miseria de multitud de personas?

¿Es conveniente alargar la vida más allá de lo que uno puede disfrutarla? En este sentido, la vida de los ancianos recuerda un poco a la de los Espacianos de Asimov, muy longevos, pero con vidas tristes, aburridas y monótonas. ¿Es eso lo que deseamos para nuestra vejez?

También nos plantea serias dudas sobre la conveniencia de recluir a las personas en ghettos, ni que sean de la última tecnología y de lo más respetable.

Y, en última instancia, es una llamada de atención acerca del fenómeno migratorio en que estamos inmersos que, puede verse como un problema o como una oportunidad. O, en mi opinión, simplemente, como una realidad que nos desbordará si no tomamos las medidas oportunas que, no necesariamente, deben ser las más expeditivas.

Como nota final, recalcar nuevamente mi pesar por el abandono de este gran escritor de la ciencia ficción. Voces como la suya nos hacen mucha falta.

18 abril 2006

¿Qué futuro deseas?

Tal vez el lugar desde el que se ve mejor el futuro inmediato es el presente. Tampoco podemos escoger y hacer una escapadita al futuro, así que esto es lo que hay. La ciencia ficción ha tratado de proyectar el futuro a partir del presente y de las tendencias que en él se veían. Por eso, muchos de esos futuros imaginados los tenemos hoy entre nosotros con sorprendente viveza.

Existe un mundo superpoblado en las ciudades del sudeste asiático, pero también en occidente muy similares al de ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio! de Harry Harrison. Al precio que está la vivienda, cada vez es más difícil encontrar pisos de tamaño moderado (no digamos ya grandes) a precios asequibles.

Existe un mundo hipertecnológico de exploración conjunta del espacio descrito en 2.001: Una odisea en el espacio, de Arthur C. Clarke, aunque a un nivel mucho más atrasado que el previsto, en buena medida por el fin de la carrera espacial.

También nuestra sociedad tiene cada vez más parecidos con los mundos decadentes de las distopías cyberpunk, con jóvenes marginales que tratan la tecnología como una mercancía más. Así pues, un atisbo de Blade Runner lo podemos ver claramente en nuestro presente.

También vemos en occidente sociedades ociosas, más preocupadas por cuál es la última moda o de a dónde irán a pasar las próximas vacaciones que no por los problemas reales de la sociedad o del planeta. Se trata de un mundo muchas veces lujoso, de ghettos para ricos o para la clase media. Es una sociedad como la descrita por J. G. Ballard en libros como Super-Cannes.

Existe un mundo occidental cada vez más autocomplaciente acostumbrado a que una clase trabajadora barata y poco contestona le saque todas las castañas del fuego, como en ¿Un mundo feliz? de Aldous Huxley.

Y, cómo no, existe un mundo en que los medios de comunicación son todopoderosos, en el que se lee cada vez menos y en el que el líder de turno -no necesariamente un político- dicta los gustos y las modas de la mayoría. Tenemos atisbos más o menos destelleantes del 1984 de George Orwell o del Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.

En pocos años existirá un mundo envejecido, con poblaciones costeras amenazadas por la subida del nivel del mar debido al deshielo de los casquetes polares provocado por el calentamiento climático, con escasez de recursos y problemas de todo tipo, como el descrito en Tierra de David Brin.

Aunque también podemos tener un mundo en el que nos rodeen los robots, como el descrito por Asimov en sus novelas y relatos o por Jack Williamson en Los humanoides. Un mundo en que la tecnología es omnipresente y se utiliza para generar nuevos problemas y solventarlos a su vez.

Y, por supuesto, podemos tener un mundo en el que ha triunfado la hecatombe (nuclear, bacteriológica, química, ecológica, demográfica, social) y de éstos, por desgracia, podríamos a seleccionar una amplia gama de novelas.

¿En cuál de estos mundos deseamos vivir? ¿No buscamos la utopía? Pues por qué si buscamos la utopía parece que a la vuelta de la esquina sólo existe la catrástrofe. ¿No estaremos haciendo algo mal? Y, si es así, ¿no tendríamos que poner remedio antes de que sea demasiado tarde?

Entrevista a Lem

El miércoles 12 de abril, La Vanguardia publicaba en el suplemento cultural una entrevista a Stanislaw Lem, supongo que como homenaje póstumo a su carrera como escritor y a raíz de la publicación de Provocación. ¿A ver si averiguais qué frase resaltaban de la entrevista? La siguiente: "La ciencia ficción es un género pueril". Pues vaya, qué raro, ¿no?

Independientemente de las opiniones de Lem -que en paz descanse- no me sorprende en absoluto que ésta fuese (de entre todas las frases de la entrevista) la que resaltasen. El día que en un medio supuestamente serio vea una opinión contraria me voy a imaginar que es el Día de los Inocentes.

12 abril 2006

Lejos del mundanal ruido

Algunos hoteles tienen en su haber bibliotecas más o menos extensas formadas a partir de libros donados por clientes o que éstos se han dejado olvidados en sus instalaciones. De vez en cuando, me da la vena viajera y suelo hospedarme en hoteles, alguno de los cuales tiene una biblioteca de estas características.

Uno de los primeros que recuerdo es el hotel Saurat, un peculiar hotel de montaña situado en Espot, en la entrada del Parque Nacional de Aigüestortes, en la comarca del Pallars Sobirà, en el Pirineo de Lleida. Me sorprendió encontrar en dicha biblioteca libros de ciencia ficción. Algunos más o menos comunes y otros más raros.

Al parecer, los clientes suelen leer ciencia ficción cuando se van de vacaciones, por puro placer. Lo que no sé es cómo interpretar el hecho de que se hayan dejado olvidado el libro en cuestión.

La biblioteca del Saurat no es un caso aislado. En otras también me he encontrado libros de ciencia ficción. Incluso en algún caso he visto a algún cliente leer alguno. Tampoco es extraño encontrar en pequeñas librerías de pueblos perdidos, libros de ciencia ficción, en formato bolsillo, como me sucedió hace años en un pequeño pueblo en el centro de Gran Canaria.

Supongo que son los típicos libros que tienen una cierta salida entre turistas, que buscan una lectura más o menos intrascendente. La verdad es que los libros de ciencia ficción que he ido encontrando en este tipo de quioscos-librería no son del tipo distópico o trascendente, sino más bien colecciones de cuentos de Asimov o ediciones de bolsillo del best-seller de moda.

Existe, pues, un cierto público lector que ve la literatura de ciencia ficción básicamente como algo escapista, al igual que la mayor parte del público lector de fantasía o de terror sobrenatural. Tal vez una de las diferencias más claras entre la ciencia ficción y buena parte de (aunque no toda) la fantasía sea ésta: que también puede tener una componente no escapista, más reflexiva sobre la sociedad.

A mí, la verdad sea dicha, siempre me ha interesado más la componente crítico-reflexiva de la ciencia ficción que no el sentido de la maravilla o el escapismo, aunque debo reconocer que también me atrae. Pero tiene un serio problema: rara vez se admiten relecturas.

Así me ha sucedido con obras como La ciudad y las estrellas de Arthur C. Clarke, que me maravilló cuando la leí por vez primera hace años, pero que me decepcionó cuando la releí el año pasado. Y no porque la novela ya no me gustase, sino precisamente porque se basa sobre todo en el sentido de la maravilla y una segunda lectura es bastante enemiga de éste, pues ya sabemos qué va a suceder y las maravillas ya no son tales.

Con el paso de los años he aprendido a valorar más los libros reflexivos que no los que hacen gala de grandes exhibiciones y de fuegos artificiales, aunque de tanto en cuanto me gusta leer algunos así, porque la lectura también es escapismo y placer per se.

11 abril 2006

El círculo de Jericó / César Mallorquí

El círculo de Jericó
César Mallorquí
Ediciones B

El verano pasado estuve unos días de vacaciones en Olot, una población de la provincia de Girona cercana al Prepirineo, rodeada de volcanes y de frondosos hayedos. Una de las cosas que me hacía especial ilusión era volver a visitar el volcán Santa Margarita, un paraje realmente espectacular. Se trata de un cono volcánico arbolado en cuyo extenso cráter se edificó una pequeña iglesia. Ciertamente se trata de un lugar único, casi podríamos decir que mágico.

Mi interés, a parte del geológico y del paisajístico era también literario. En una casa ubicada en la ladera interior del cráter se desarrollan los hechos del libro El círculo de Jericó, de César Mallorquí, editado hace unos años por Ediciones B. Se trata de una magnífica recopilación de relatos de dicho autor, muy interesantes de por sí, pero que adquieren una cierta dimensión más trascendente, si cabe, al ser narrados como cuentos sobre realidades que pudieron ser y que, al ser contadas, quedan conjuradas.

La narración se desarrolla en un ambiente mágico y en un tempo característico (el solsticio de verano) y es de una gran belleza. Se trata de algo más que un simple fix-up y es un claro ejemplo de lo que podría ser una narrativa española de fantasía y ciencia ficción con una voz propia y diferenciada de las tendencias anglosajonas.

No voy a comentar aquí los diferentes relatos que lo componen, pues creo que forman un todo armónico, aunque fueron escritos independientemente. Reconozco que César Mallorquí me fascina y que tiene un estilo muy característico. Es capaz de crear un ambiente mágico único y merece la pena ser leído por cualquier amante del género (y de fuera del género) que se precie.

Por desgracia no estamos de suerte. Para empezar, el libro está saldado por Ediciones B (una de esas periódicas siegas de stock a que nos tiene acostumbrados la editorial). Y para mayor inri, el autor ha abandonado -quizá definitivamente- el género para dedicarse a otros campos, como la literatura juvenil, donde está cosechando notables éxitos.

Creo que es una verdadera desgracia -y no sólo para el género- que Mallorquí haya abandonado esta faceta. La verdad es que no acabo de entender muy bien sus motivos, aunque desde luego los respeto (¡qué remedio!). Tengo la esperanza que algún día mude de opinión y nos sorprenda con algún nuevo relato de Gedeón Montoya o nos explique qué fue de la niña del Círculo de Jericó o nos siga maravillando con esas historias que sólo él sabe escribir. La esperanza nunca se pierde.

Relatos que contiene:

El escritor, la muerte y el diablo
El rebaño
El mensaje perdido
La pared de hielo
Materia oscura
El hombre dormido
La casa del doctor Pétalo

Links:

Libros sabrosos: El círculo de Jericó

10 abril 2006

Impasse

Se habla bastante últimamente acerca de la crisis de la ciencia ficción. Por una parte, cuesta encontrar nuevas temáticas y tratamientos verdaderamente frescos y originales dentro del género. No ha habido nuevos movimientos propiamente dichos (como en su día lo fue el cyberpunk) desde hace mucho tiempo y, las temáticas, parecen agotadas.

Por otro lado, se nota un cierto cansancio entre los escritores del género más curtidos, en parte porque existe un desinterés creciente por este tipo de literatura, en parte porque la edad no perdona. Si examinamos detalladamente las edades de los escritores vivos más destacados, veremos que, salvo alguna excepción, la mayoría tienen ya sus años. Algunos, incluso, son viejas glorias que persisten en la labor literaria, no siempre con acierto.

¿Por qué se ha llegado a esta situación? Es muy difícil precisar todas las causas. De hecho, son muchas y variadas. La propia ciencia ficción pareció entrar en crisis en los años ochenta, con el surgimiento de las novelas-franquicia que, si bien tienen tanto derecho a existir como cualquiera, causaron un daño económico importante en el sector. Es más, ofrecieron al gran público lo que buscaba: literatura de masas, sin grandes experimentalismos, conservadora en las formas. Una especie de usar y tirar literario.

De hecho, algunos escritores bastante críticos con el fenómeno, han acabado sucumbiendo a los pingües beneficios que este tipo de novelas generan y han escrito para una u otra franquicia, con mayor o menor éxito. Desde luego, abandonando casi toda pretensión literaria.

La sociedad occidental consumidora de ciencia ficción, ha experimentado un gran cambio en las últimas décadas. La ciencia ha dejado de verse como algo esperanzador y su lugar en los altares domésticos ha sido sustituido por otros valores. En un mundo en el que las pseudociencias y la televisión basura están en alza, difícilmente la literatura en general, puede experimentar un renacimiento.

Por lo tanto, yo ubico esta decadencia de la ciencia ficción, una literatura por lo general con algunos autores innovadores y bastantes temáticas críticas, en un contexto más amplio de decadencia cultural. No creo que la ciencia ficción sea una excepción.

Es cierto que algunos subgéneros han parecido aguantar mejor el tirón, como el terror o la fantasía. Supongo que ello se debe a que poseen una componente más escapista, más acorde con unos tiempos en los que pensar no está de moda.

Por otro lado, algunos destacados autores de literatura mainstream (es decir, no de género) han empezado a experimentar con temáticas propias de la ciencia ficción. Así tenemos los recientes casos de Ishiguro o de Roth, pero si vamos escudriñando las publicaciones de los últimos años, podremos ver claramente que son muchos más.

Por supuesto, dichos autores han sido ignorados en gran medida por los lectores del género, aunque éstos están prestando cada vez mayor atención a lo que se publica fuera del rincón friki (afortunadamente para todos).

¿Se está diluyendo la frontera un tanto indefinible que separa el género que la literatura general? Es cierto que hay gente que apuesta a que sí. Es más, hay gente que trabaja activamente para que así sea.

No sé qué deparará el futuro y hacer predicciones no es lo mío. Pero creo que la ciencia ficción se disolverá en la literatura general a menos que alguien lance una nueva revolución como en su día fue el new wave o, posteriormente, el cyberpunk. ¿Pero qué? Los temas tecnológicos parece que están ya muy manidos y los temas sociales van a la zaga.

¿Qué tendencias hay en el "mercado literario"? Por un lado, un repunte de la ucronía, que tiende a fusionarse con el thriller y la novela histórica. Por ahí parece que puede ir una de las tendencias de disolución.

Por otro lado, la fantasía parece estar en una cierta ebullición. Algunos autores están ofreciendo algo más que dragones y mazmorras y ello ha sido premiado por el público lector, al menos en Europa, aunque aquí no tanto, tal vez por publicarse estas novelas en colecciones más o menos minoritarias. Aunque también es cierto que algunas de estos autores se han convertido en los abanderados de dichas editoriales. Baste ver el caso del genial Sapkowsky o del folletinesco Martin.

Pero no parece haber en el horizonte nada muy nuevo. Ojalá lo hubiese, pero parece que no. El hard sigue en sus trece, tocando paisajes y temas ya muy manidos; la space opera, un tanto estancada, ofrece nuevas sagas y nuevos conceptos, pero tampoco excesivamente rompedores. De hecho, existe una cierta autocomplacencia en el género que lo está condenando a un futuro poco halagüeño.

Claro que, también puede verse de otra manera. La ciencia ficción suele especular habitualmente sobre el futuro, ya sea con una función prospectiva, ya sea para hablar del presente en otro marco de referencia que nos permita comprenderlo mejor. Y el futuro es algo que se ha vuelto terriblemente nebuloso.

No existe la esperanza de un mundo mejor en el horizonte. A fin de cuentas, ¿qué alternativas serias y potentes hay hoy día al capitalismo ultraliberal globalizador, a la destrucción del medio ambiente y a los problemas sociales? ¿De verdad hay mucha gente que quiera leer sobre distopías? Puede suceder, entonces, lo que a Disch y perder a buena parte de su público lector, con el consiguiente abandono por el escritor del género.

Tal vez un mundo esperanzador, una nueva utopía, comprometida a la vez que arriesgada podría ilusionar otra vez a los potenciales lectores del género, aunque tal y como están las cosas, no sé ni si aun con esas...

07 abril 2006

El camino de la cruz y el dragón

Hace unas semanas leí en la prensa una pequeña noticia que pasó desapercibida para casi todo el mundo que me llamó la atención. Al parecer, la Iglesia católica había decidido restaurar el "buen nombre" de Judas Iscariote, quien supuestamente traicionó a Jesús a las autoridades romanas por trenta monedas de plata y, posteriormente, arrepentido de lo que había hecho se ahorcó.

La verdad es que la noticia era un tanto extraña, porque saber que la Iglesia quería limpiar el buen nombre de alguien que durante toda la historia del cristianismo ha representado a un traidor repelente, la verdad es que chocaba bastante.

Hoy, por la prensa, aunque también por la televisión nos hemos enterado que National Geographic ha recuperado un antiguo pergamino de unos 17 siglos de antigüedad -el evangelio de Judas, como lo han bautizado- en el que la figura del apóstol es vista desde una óptica muy diferente: Judas era el favorito de Cristo y entregó a éste a las autoridades romanas a petición del propio Cristo.

Como todos los evangelios apócrifos, no cuadra con la versión oficial de los hechos con que la Iglesia nos ha querido adoctrinar a lo largo de los siglos. Es posible que ésta, ante la inminente revelación del documento en cuestión, haya querido curarse en salud restituyendo a Judas un cierto honor. Quién sabe...

Lo que me ha llevado inmediatamente a pensar en el magnífico relato corto de ciencia ficción del escritor George R. R. Martin, ganador de un Hugo, "El camino de la cruz y el dragón" (The Way of Cross and Dragon, 1979).

Se trata de un relato preciosista en el que se nos describe un grupo de conspiradores encargados de inventarse religiones a lo largo y ancho de la historia y de la galaxia, con supuestas finalidades de estabilidad social y de la lucha de un Inquisidor neocatólico que se topa contra este hecho, cosa que le lleva a perder la fe.

Dicho así, parece un argumento poco original, pero el relato es espléndido. Con un lenguaje muy descriptivo, tal como suele ser habitual en el Martin de los relatos, se nos describe con gran viveza nuevos mundos, culturas y especies, con unas pocas pinceladas, como pintando con palabras, de manera magistral.

Martin da un enfoque claramente agnóstico al relato y denuncia el engaño que representan, a su modo de ver, todas las religiones y del fraude que conlleva perseguir las herejías, pues acaban siendo tan absurdas y falsas como las heterodoxias que concitan dichas persecuciones.

El relato nos ofrece una versión de los hechos del Nuevo Testamento radicalmente diferentes a los narrados por la historia oficial, mucho más imaginativos y con un papel central de Judas y sus dragones. La verdad es que a mí me pareció una historia maravillosa la de Judas llorando a sus dragones perdidos, de un lirismo notable.

El trasfondo de la historia es, por eso, amargo y trasmite decepción y escepticismo, que parece ser la postura que adopta Martin ante el fenómeno religioso. No es, desde luego, ni el primero ni el último de los escritores de ciencia ficción que adoptan esta postura, pero con este relato, lo hace de manera soberanamente fascinante.

Sobrecarga

Tengo en estos momentos un cierto problema de lectura y es que tengo tantas cosas pendientes por leer que no sé por dónde empezar. Supongo que éste debe ser uno de los síndromas característicos de las ardillas compulsivas, esto es, de los compradores voraces de libros.

Y resulta un verdadero problema, porque es como morirse de sed ante un manantial de aguas límpidas y cristialinas: ridículo. Pero así es. Ahora mismo me estoy leyendo La historiadora, un libro de género más bien tirando a terror y ya sufro pensando qué me voy a leer cuando me lo acabe.

Supongo que es una situación un tanto absurda, pero es lo que hay. Dudo entre producción novelesca de autores españoles (Vaquerizo, Aguilera, etc), entre clásicos que aún no me he leído (Solaris, Ubik...), alguna recopilación de relatos pendientes (Tiptree, Lafferty, Dick...), las últimas novedades...

El problema es que si me hago una programación de lecturas me agobio por todo lo que no me voy a poder leer. Además, basta que seleccione unos cuantos para que me entren ganas de leer justo los que no he escogido. Todo un problema.

¿Soy el único que sufre estos "dramas existenciales"?

04 abril 2006

Correlaciones: Prospectiva

Una de las componentes que siempre se le han asignado de facto a la ciencia ficción, a veces como un sambenito, es la de tener capacidad prospectiva, es decir, la capacidad de predecir el futuro.

Creo que es evidente que la ciencia ficción no es eso, aunque algo de ello también hay. Una de las muchas posibles interpretaciones de la ciencia ficción (en especial la hard y la soft) es la de ver cómo la tecnología afecta a nuestras vidas y, al mismo tiempo, analizar cómo puede evolucionar también la tecnología, con los consecuentes cambios socioculturales que ello podría implicar.

Esta es pues, a mi modo de ver, la capacidad prospectiva de algunas obras de ciencia ficción. Cuando se analizan más bien los cambios sociales, nos acercamos a las utopías y distopías. Cuando teorizamos acerca de qué hubiese pasado si... en vez de... estamos ante ucronías.

Pero no quería entrar en el pantanoso terreno de la definición de ciencia ficción, que esas tierras ya se han tragado a muchos incautos. Prefiero permanecer en tierra firme, que por algo soy de secano. Lo que quiero en realidad es analizar algunos casos de prospectiva fallida o exitosa en la ciencia ficción.

Uno de los casos fallidos más notables ha sido el de la exploración del espacio. En los años 60, 70 y 80, la carrera espacial era uan extensión de la carrera armamentística entre las dos grandes superpotencias de la época: los Estados Unidos y la Unión Soviética. El espacio era visto como la última frontera a conquistar a fin de evitar el dominio del otro. Todos recordamos la Iniciativa de Defensa Estratégica de la era Reagan, cuyo guión fue escrito, entre otros, por escritores de ciencia ficción como Larry Niven o Jerry Pournelle.

En aquella época todo apuntaba a que el espacio sería colonizado en pocas décadas y se hablaba con naturalidad de estaciones orbitales, grandes centrales de paneles solares en el espacio que enviarían la energía mediante microondas a la Tierra, una base lunar permanente en la Luna, una expedición a Marte...

Pero todos esos proyectos han quedado en el limbo. Con el hundimiento del bloque de los países comunistas, Estados Unidos ha perdido interés en el espacio. Como mucho se ve como una futura (lejana) fuente de materias primas o como un lugar a donde trasladar los problemas que ahora tenemos, pero poco más. El espacio se ha comercializado. Los grandes negocios son ahora los satélites de comunicaciones en nuestra era globalizada.

Mas el espacio concebido románticamente como un nuevo oeste, como una nueva frontera a conquistar ha desaparecido de los planes estratégicos occidentales. Tampoco parece que los derroteros de Japón o de China, potencias espaciales emergentes vayan por ahí.

Precisamente, ésa ha sido otra de las prospecciones fallidas. El mundo futuro se veía como una especie de equilibrio más o menos precario entre americanos y soviéticos, entre el occidente capitalista y el oriente socialista. Pocos previeron la creación de una única hiperpotencia (Estados Unidos). De hecho, es más frecuente encontrar en la ciencia ficción de la época relatos o novelas sobre una hipotética victoria de los comunistas, muchas veces en plan distópico (como no podría ser de otra manera visto desde occidente). Recordemos la serie de televisión Amerika, que más lúgubre no podía ser.

Tampoco se previó el verdadero despegue de la economía china que en cosa de décadas podría superar a la norteamericana. Y eso que desde Napoléon se viene hablando de lo que sucederá cuando el dragón despierte. Pues me temo que hace días que ha despertado y que tiene un hambre voraz tras una larga hibernación.

Sí que se previó un mundo más abierto, más globalizado. Tal vez la rama de la ciencia ficción que más se ajusta al mundo que se perfila (e incluso al mundo actual) sea la cyberpunk, en especial la segunda ola de novelas y relatos de este subgénero.

Aunque no parece que las prótesis por doquier y las conexiones directas cerebro-ordenador estén a la vuelta de la esquina o parezcan muy atractivas, sí que es verdad que muchos elementos del cyberpunk están a la orden del día. Baste ver la cantidad de teléfonos móviles, PDAs y otros gadgets tecnológicos que nos rodean.

Precisamente, la presencia de estos aparatos, cada vez más multifuncionales, están haciendo converger en un único producto grabadoras de vídeo, cámaras fotográficas sencillas, teléfonos móviles y PDAs. Una de las consecuencias es la interactividad, pero otra, nada desdeñable es el fin de la intimidad. Uno difícilmente puede ir por ningún lado sin ser grabado por una cámara de una entidad bancaria, por un móvil o por algún otro dispositivo.

La extensión de los sistemas biométricos de reconocimiento (por huella dactilar, lectura retinal, voz) y la implantación de documentos de identificación electrónicos han acercado el futuro cyberpunk a las puertas de nuestra vida cotidiana más de lo que hace tan sólo una década podríamos haber imaginado.

Otra de los notables aciertos predictivos de la ciencia ficción ha sido la idiotización de la sociedad, formada en creciente número por analfabetos funcionales, más o menos felices con su vida, pendientes únicamente de sus juguetitos, ultraindividualizados, con familias atomizadas y relaciones interpersonales cada vez más etéreas (chats, Messenger, etc.).

Vivimos en mundos no muy alejados del 1984 de George Orwell, del ¿Un mundo feliz? de Aldous Huxley o de Este día perfecto de Ira Levin.

Por citar un par de obras que se acercaron bastante, la trilogía distópica de John Brunner (Todos sobre Zanzíbar, El rebaño ciego y Órbita inestable) o Tierra de David Brin.

Otro elemento bastante predicho en su día fue el de la superpoblación, en especial en los países del Tercer Mundo (¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!, de Harry Harrison, aunque aplicado a nuestras ciudades), los desastres ecológicos (me viene a la mente el terrible Cronopaisaje de Gregory Benford) o el abismo creciente entre ricos y pobres, muy bien tratado en algunas obras cyberpunk.

Uno de los factores que han fomentado enormemente esta estupidización colectiva han sido los medios de comunicación audiovisuales, léase la televisión, con una cultura simplona y homogeneizadora, que ha destruído y corrompido más culturas que algunas guerras devastadoras.

Algunos escritores, como Ray Bradbury han sido especialmente críticos con esta realidad. Por citar una de sus obras más conocidas, Fahrenheit 451, así como algunos de sus relatos. También se ha tratado magistralmente la influencia de la televisión en la sociedad en Incordie a Jack Barron de Norman Spinrad.

Para finalizar, tras la crisis del petróleo parecía que esta fuente de energía se volvería súbitamente escasa y que Occidente perecería en la inanición. Esto se refleja en algunas obras de Frederik Pohl como La trilogía del reverendo Hake o Mercaderes del espacio.

La verdad es que el petróleo ha dado sustos y provocado guerras, pero no nos ha conducido a un futuro como el descrito en muchos relatos. Parece que las energías alternativas están en alza, que la energía nuclear no ha muerto, que estamos iniciando la transición hacia una economía basada en el hidrógeno y que, en un futuro más o menos lejano, podremos echar mano de la fusión termonuclear.

Podría seguir con la lista, pero de momento lo dejo aquí.

03 abril 2006

Pérdida de lectores

En alguna ocasión he dicho que muchos países europeos nos pasan la mano por la cara en cuanto a tasas de lectura se refiere. No hace falta irse a los países nórdicos, en los que no sólo se venden y se leen muchos libros, sino que los ratios de préstamos por lector y año son los más altos de toda Europa. Basta cruzar la frontera y ver qué sucede en Francia, donde hasta los pueblos pequeños tienen librerías que ya nos gustaría tener a nosotros. Lo sé porque vivo en la frontera y puedo comparar.

Pero la cosa está comenzando a cambiar y no precisamente para bien. Según los últimos informes sobre lectura, en países como Francia, el número de lectores está disminuyendo. Eso a pesar de que se editan más títulos, si bien a costa de reducir las tiradas. ¿Os suena? Es lo que nos pasa a nosotros cada vez más, sobre todo en las colecciones de género. Incluso alguna editorial francesa de ciencia ficción ha tenido que cerrar, no sé si por estos u otros motivos.

En España la cosa es mucho más preocupante. Casi la mitad de los españoles no leen ni un sólo libro al año y al menos un tercio consideran que la lectura es una actividad desagradable que no merece la pena el más mínimo esfuerzo y que rechazan de plano.

Entre los más críticos con la lectura están los jóvenes, entre la adolescencia y la madurez, que cada vez leen menos. Más concretamente, la población masculina, que salvo algunos libros de deportes y algunas publaciones técnico-científicas, no tiene el menor interés por la lectura. En cambio, entre la población femenina, las lecturas abundan más, aunque tampoco es para echar las campanas al vuelo.

¿Por qué sucede esto? Los niños suelen leer mucho más que los adolescentes, pero llegada una determinada edad pierden el interés por la lectura. A esto hay que añadir que asocian los libros como una especie de imposición escolar que nada les satisface. Recuerdo que hace unos meses, estando comprando en una librería, un chico que acompañaba a otro le espetó:

- Me voy fuera que esto huele a libro y me recuerda al colegio.

Por supuesto os podéis hacer una idea de qué tono utilizó en su aseveración.

La población adolescente, en especial la masculina, a penas lee. En parte también porque, sencillamente, no sabe leer. Tiene problemas de lectura y ya no digamos de comprensión. Así lo indican multitud de estudios realizados sobre este tema. ¿Cómo van a disfrutar de una lectura si les cuesta leer -casi les duele, podríamos decir- y encima apenas entienden lo que leen?

Es una serpiente que se muerde la cola: no leen porque les cuesta y como les cuesta, no leen y la bola se hace cada vez más grande. Así, estamos criando generaciones de analfabetos funcionales que, si bien en teoría saben leer y tienen el mejor acceso a la cultura que históricamente nadie ha tenido y de manera masiva, en el fondo es como si no supiesen leer. El acceso, aparentemente libre a la cultura, les está en realidad vedado.

Así pues, ¿nos extraña que haya pocos lectores de ciencia ficción en nuestro país? Muchos de ellos somos gente de una cierta edad, talluditos que dicen algunos y el repuesto generacional, simplemente, no existe. Es verdad que la fantasía tiene mejor suerte, siempre que sea ligerita y de corte juvenil, porque como pongamos obras de una cierta "calidad" literaria, estaremos igual que ante la ciencia ficción en general.

Todo lo que haga pensar y reflexionar no interesa demasiado. De hecho, parece que hasta moleste. A fin de cuentas, se presupone una cierta sensibilidad cultural, social, política, filosófica... del tipo que sea. Y esto es cada vez más difícil de encontrar en una generación de progresa adecuadamente y de créditos variables de macramé. Sinceramente, no hay mucho espacio al optimismo.

Preveo, pues, que mientras las actuales generaciones de lectores aguanten y tengan un cierto interés, la ciencia ficción subsistirá en nuestro país. Pero no parece haber reemplazo. Quizá os parezca exagerado, pero soy de la opinión que después de nosotros, el diluvio.