Cantando bajo las estrellas
En las series televisivas de la
franquicia de Star Trek, es muy frecuente encontrar personajes que
cantan o que bailan. Es uno de los signos distintivos de la serie. No suele ser
parte importante de la trama, pero sí, algo anecdótico y curioso, a menudo
divertido.
Empecemos por la serie original (TOS).
Aquí, el personaje cantarín y danzarín es la teniente Uhura. De hecho, la
actriz que la interpretaba, Nichelle Nichols, era cantante y bailarina
profesional. En el capítulo, “Charlie”, sale cantándole a Spock, en una especie
de rito de cortejo, al que el vulcano no parece hacerle mucho caso. Por cierto,
Spock, toca la cítara vulcana.
Posteriormente, en las películas que
interpretaron los actores de la serie original, Uhura vuelve a aparecer
cantando y danzando, en un planeta lejano, con unas lunas gigantes en el cielo,
de fondo, en una escena, ligerita de ropa, que no deja de ser un poco ridícula,
pero que tiene su gracia (“Siempre he querido actuar para un público tan
selecto”). Esto sucede en Star Trek 5: La última frontera.
En esa misma película, al principio de esta,
el capitán Kirk, el comandante Spock y el médico de abordo, McCoy, se van de
camping, al parque de Yosemite, a los pies del Gran Capitán, a pernoctar. Para
pasar el rato, se ponen a cantar el canon infantil: “Rema, rema, rema el
marino, con cuidado por el río. Feliz, feliz, feliz, la vida solo es un sueño”,
que el vulcano se toma demasiado en serio, para desespero de sus compañeros.
Saltamos a La Nueva Generación (TNG),
donde las escenas de canto y danza son más frecuentes. Entre otras cosas,
porque mientras que la serie original tiene solo 3 temporadas, TNG tiene
7.
Aquí, nos encontramos con el capítulo
“El día de Data”, en el que el comandante androide debe hacer de padrino de una boda y decide
aprender a bailar, para lo que acude a la doctora Crusher, especialista en el
tema. Por desgracia, no le dice que quiere bailar para una boda y la doctora le
enseña unos agotadores pasos de claqué, que el androide capta inmediatamente.
Cuando se aclara todo y la doctora le enseña un baile agarrado, más
tradicional, el pobre Data se las ve y se las desea, ya que tiene que
improvisar, cosa que se le da muy mal. Por cierto, la cara que pone cuando
baila con una pareja holográfica despampanante es memorable.
También el Jefe O’Brian aparece cantando
en el episodio “La herida”, una antigua canción irlandesa de batalla. Y en el
episodio “Allegiance”, una “fotocopia” del capitán Picard, que actúa de manera
extraña, se presenta en el bar de la nave y se pone a cantar una canción de
taberna, para asombro de todos los presentes.
Geordi La Forge también aparece en un
capítulo (“Desastre”), ensayando para una opereta de Gilbert and Sullivan,
concretamente, para Los piratas de Penzance. Por cierto, que en este
capítulo también podemos ver al capitán Picard, rodeado de niños en un
turboascensor averiado, cantando “Frère Jacques”, para tratar de asosegarlos.
Y en “Gámbito”, podemos disfrutar de un
verdadero antro del espacio, más propio de Star Wars, en el que el
teniente comandante Worf, canta una cacofónica aria de la ópera klingon Aktuh
y Melota, acompañado al teclado por una alien de cuatro manos adicta a la
sal.
También hay otras intervenciones
cantando en Klingon, una en “Derecho de nacimiento” y otra no recuerdo dónde,
en la que aparece el canciller Gowron y su tripulación, cantando en una nave en
medio del espacio.
Por lo que respecta a las películas de
la Nueva Generación, en “Generaciones”, tenemos a Data, con su recuperado
chip emocional, canturreando y haciendo ruiditos con el teclado de navegación
del Enterprise D.
Y en “Némesis”, en la boda del
comandante Riker y la consejera Troy, ofrece como regalo una interpretación de
la canción “Blue Skies”.
Como anécdota divertida, en un capítulo
de las primeras temporadas de TNG, aparece Data intentando silbar, cosa
que hace horriblemente. Al parecer, se necesita un chip emocional para silbar
decentemente.
Pasamos a Espacio Profundo 9 (DS9).
Las principales actuaciones musicales se dan en el simulador, en las últimas
temporadas, a cargo de Vic Fontaine, un supuesto cantante de las Vegas, de los
años sesenta, interpretado por James Darren, un cantante real, cuya carrera que
iba de capa caída volvió a despegar a raíz de su paso por DS9.
En Voyager, uno de los personajes
del elenco, el Doctor holográfico, interpretado por Robert Picardo, es un
apasionado de la ópera y aparece cantando en algún capítulo, arias conocidas
del género lírico. También lo podemos ver cantando “You are my sunshine”.
En otro capítulo (“The Killing Game”),
la tripulación de la nave es abducida por la belicosa raza de los Hirogen y
mediante una especie de control neural inducido les obligan a adoptar otra
personalidad, en una especie de teatro de marionetas. Seven of Nine se nos
muestra cantando en un escenario.
Finalmente, en la segunda temporada de
Picard, la doctora Agnes Jurati, poseída por la reina Borg, aparece vestida
despampanantemente en una fiesta, cantando “Lets It Go”.
Y hasta aquí, puedo leer.
TV alien
El otro día, vi un vídeo de YouTube en
el que se preguntaban si las inteligencias extraterrestres (hipotéticas,
claro), eran capaces de captar las señales de nuestros teléfonos móviles.
Planteada la cuestión, debo reconocer
que me viene inmediatamente a la cabeza una viñeta de Mafalda en la que se
pregunta. “Si hay vida inteligente en
el universo, ¿por qué no nos visitan?”, emulando la paradoja de Fermi. Y
tras una pausa dramática, concluía: “Si son inteligentes, no vendrán”.
En la película “Contact”, basada
en el libro homónimo de Carl Sagan, recibimos una señal procedente del espacio
que se trata, en realidad, de la primera emisión de televisión humana, rebotada
y ampliada. Dicha emisión muestra la inauguración de los Juegos Olímpicos de
Berlín, de 1936, que Adolf Hitler y su régimen nazi aprovecharon para hacer
propaganda sobre las supuestas virtudes de la supuesta raza aria.
En la película, aparece una esvástica en
primer plano y uno de los radioastrónomos dice algo así como: “No os
preocupéis, seguro que no entienden su significado”. Pues más nos vale,
porque como entiendan mínimamente algo de la basura hertziana que hemos estado
arrojando al espacio en forma de ondas electromagnéticas, de programas de radio
y televisión y ahora de móviles, nos va a declarar la guerra media galaxia. La
otra media, posiblemente, se harán los muertos o huirán despavoridos de
nosotros.
En la misma línea, hay gente que está en
contra de programas como el SETI o de enviar señales potentes al espacio,
porque podrían atraer a potenciales civilizaciones agresivas. Los más
bonachones teorizan que una raza agresiva se autodestruiría antes de alcanzar
el espacio. Y obvian que nosotros ya lo hemos hecho, aunque sea poquito y de
momento estamos tan panchos. Con calentamiento global, sí, pero vivitos y
coleando.
Además, una raza podría ser agresiva con
sus vecinos, pero en cambio ser tremendamente solidaria con sus propios
individuos. Creo que lo que hacemos nosotros, de matarnos los unos a los otros,
sí que ofrece pocas esperanzas de un futuro prometedor.
Pero volvamos a los móviles y a lo que
vertemos al espacio. También esto es el argumento de otra obra de ciencia
ficción, en este caso, humorística: “Héroes fuera de órbita”, en la que
unos alienígenas bonachones interpretan las series de TV tipo Star Trek,
como realidad. Los “documentos históricos”, los llaman y vienen a pedirnos
ayuda contra unos alienígenas agresivos que se los quieren cepillar.
¿Os imagináis a los extraterrestres
viendo nuestra telebasura o los culebrones turcos? Supongo que disfrutarían con
los reportajes de animales, pero no sé qué pensarían del porno o, peor, de las
carreras de automóviles o “El juego del calamar”.
En fin, esperemos que no haya nadie muy
cerca o que no estén interesados en nuestra primitiva civilización y si no,
espero que sean compasivos o que tengan un gran sentido del humor.
Hacer tiempo que tengo la sospecha que
alguien ha puesto una baliza en la “entrada” de nuestro sistema estelar
advirtiendo de la tremenda raza del tercer planeta a partir del Sol…
Correlaciones: El tamaño importa
El paleontólogo Michael D’Emic,
principal autor de un estudio que acaba de publicarse en la revista Current
Biology, ha postulado que los saurópodos del Cenozoico alcanzaron en hasta
36 ramas evolutivas diferentes, tamaños gigantescos. Parece que el tamaño SÍ
que importa.
Realmente, no se sabe qué ventajas tiene
ser tan gigantesco. Los grandes animales terrestres, en nuestros tiempos, se
han extinguido. Quedan las ballenas y los cachalotes en los mares. Pero en
tierra, lo más grande que podemos ver es un elefante.
En cambio, multitud de dinosaurios
gigantes, realmente enormes, poblaban la Tierra primitiva, antes de que un
meteorito (o lo que fuese) los hiciese trizas y se extinguiesen.
Está claro que el hecho de que la
evolución crease estos monstruos en tamaño no una, sino hasta 36 veces
diferentes, nos está diciendo algo. También es verdad que las condiciones
biológicas y ambientales de aquel momento eran diferentes de las actuales,
¿pero tanto?
Mantener un cuerpo gigantesco es una
tarea complicada. Deben ingerir una gran cantidad de alimento cada día y son un
problema para mantener poblaciones grandes, cosa que también es un problema
genético, pues disminuye la diversidad de especie.
Pero parece que los creadores de
monstruos gigantes, como King Kong o Godzilla, no iban tan desencaminados.
La alometría, la parte de la ciencia que
estudia los diversos tamaños en los seres vivos y sus consecuencias, nos
advertía, por ejemplo, que una hormiga gigante, con su actual “diseño”
biológico no era viable en tamaño gigante.
Uno de los principales problemas del
tamaño es la relación entre el volumen del cuerpo del animal, que es
proporcional al calor que puede generar y la superficie de su cuerpo, por la
que se disipa ese calor. El volumen crece o decrece con la potencia cúbica,
mientras que la superficie, lo hace con el cuadrado.
Un desajuste de tamaños hace que un
animal pequeño no puede alcanzar el gigantismo sin cambiar radicalmente su
estructura interna y viceversa.
Curiosamente, es en los oceános donde
los monstruos gigantes parecen seguir existiendo. No solo ciertos cetáceos,
sino pulpos o calamares gigantes u otros miembros de su familia biológica,
pesadilla de navegantes de todas las épocas. Tal vez el hecho de vivir en un
medio líquido y sin límites permita estos desarrollos de tamaño que, en tierra,
parecen prohibidos ahora mismo.