28 febrero 2006

Consecuencias naturales / Elia Barceló

Consecuencias naturales
Elia Barceló
Ed. Miraguano

Uno de esos libros que arrastran consigo una cierta polémica, sobre todo entre el público lector masculino (bastante mayoritario en la ciencia ficción) es Consecuencias naturales de Elia Barceló.

Para empezar diré que a mí me encantó. ¿Que trata a ciertos hombres como una especie de machos en celo irresponsables, insensibles y groseros? Bueno, será que no hay de esos a nuestro alrededor. No me pareció tan exagerado ni me hizo sentir mal por ser un hombre.

Se trata de una novela corta que se lee bastante rápidamente aunque no es exactamente ligera. El argumento es bastante simple: un hombre tiene relaciones con una alienígena que resulta no ser ella sino él, dejando preñado al hombre en el ínterin.

Aunque algunas escenas resultan divertidas, no es en absoluto una novela de humor, sino que en algunos aspectos es bastante cruda. Una de sus tesis parece sugerir aquello tan conocido de que si los hombres tuviesen que parir, posiblemente el género humano se extinguiría.

Así pues, es un libro que sin llegar a ser muy profundo, sí que aporta una cierta carga filosófica, entre irónica e irreverente, rompedor de tabúes y planteador de algunas problemáticas muy en boga hoy día (todavía por desgracia) sobre el comportamiento de algunos hombres respecto de las mujeres. Para ello se sirve del clásico tópico de la ciencia ficción de invertir los roles.

No deja de ser curioso, por eso, que algunos devoradores de obras de ciencia ficción marcadamente machistas, se sientan mal con este libro. Tal vez deberían preguntarse qué es lo que realmente les hace sentir mal, en vez de criticarlo a la ligera.

Existe un cierto tipo de ciencia ficción feminista más o menos radical en la línea de Ursula K. LeGuin, Joanna Russ, Suzette Haden Elgin, James Tiptree Jr., Elizabeth Moon o James Tiptree con la que enlazaría esta obra de Elia Barceló (no única en su producción), aunque con sus diferencias marcadas con cada una de ellas.

No obstante, lo más importante que se puede decir de esta obra y de todas las de Elia es que está muy bien escrita. Es un buen ejemplo de combinación de una idea interesante sobre la que especular (un mensaje), además con un cierto toque subversivo y rompedor y un desarrollo formal narrativo logrado, con algunas subtramas e ideas secundarias trenzando el núcleo principal.

Otro aspecto a resaltar es que se trata de una novela de 1994 (aunque desconozco si fue escrita ese año). Esto es sintomático, ya que no describe una sociedad mucho más anclada en los roles machistas clásicos anteriores a los años 80, sino que "ataca" a una sociedad aparentemente más igualitaria y avanzada. Pero claro, lo que parece y lo que realmente es, suelen ser cosas bastante diferentes.

27 febrero 2006

Por qué

Vivimos amenazados por la intransigencia y por los fantismos. No estoy pensando ahora mismo en el integrismo islámico, del que bastante se ha hablado ya. Me refiero al integrismo que reside en el corazón de nuestra civilización occidental.

Nuestro mundo está regido por los medios de comunicación, muy especialmente por la televisión. ¿Qué aparece una nueva moda por la pequeña pantalla? Todos a seguirla como borregos. ¿Que el humorista de turno se saca de la manga una nueva expresión jocosa? Todos a repetirla como loritos.

Pero esto es algo menor en comparación con el poder mediático en la manipulación de opiniones. Lo que no sale en la televisión no existe; lo que sale, es lo único que existe y centro y foco de nuestra atención. El resto de medios tradicionales (prensa y radio sobre todo) se limitan a actuar de caja de resonancia.

La gente compra, piensa, vota y organiza su vida en función de lo que le dicen por la televisión. ¡Qué crédulos que somos! ¿Cómo es posible que nos creamos lo que dice una empresa de sus propios productos sólo por el hecho de hacerlo con una musiquita agradable y con unos modelos fantásticos retocados por ordenador, a todo color?

Pero la publicidad no es ni de lejos lo peor. ¿Se acuerdan de aquella época en que en España había manifestaciones multitudinarias y mareas negras de petroleros que se hundían que eran negadas sistemáticamente por la televisión pública atribuyéndolas a cuatro descontrolados, mientras que daban a bombo y platillo la boda de la hija del Presidente del Gobierno en el Escorial?

Y sin embargo no es esto lo peor que Occidente es capaz de producir. Ni si quiera citaré las múltiples intervenciones -generalmente armadas, raramente legales y nunca éticas- de muchos gobiernos en otros países por el control del petróleo, el uranio o los diamantes. También sobre eso se ha escrito bastante.

Estoy pensando en la intransigencia y en el fundamentalismo religioso. Sí, ese mismo fundamentalismo del que nos quejamos cuando hay disturbios por las viñetas de Mahoma, pero que cuando se produce en países como Estados Unidos, suele pasar bastante desapercibido.

No importa que en la principal potencia científico-tecnológica del planeta los propios estamentos oficiales que la gobiernan promuevan la teoría creacionista, negando la teoría de la evolución, sólidamente fundamentada en pruebas. No importa que su intransigencia religiosa sea una lacra que se extienda por el país y que exporten también a otros lugares del planeta. Pero es que eso también es Occidente.

Nuestras democracias no son tan perfectas como algunos nos quieren hacer creer. Es verdad que las elecciones en muchos países del tercer mundo están amañadas. ¿Pero hay mucha diferencia entre un régimen de partido único y uno de dos partidos que se alternan en el poder, que gobiernan con políticas parecidas y que se distinguen, básicamente, porque unos mandan y los otros están en la oposición? El control que ejercen los partidos en muchas democracias como la nuestra de los medios de comunicación es tremendo. Y sin embargo, nosotros estamos encantados. Mientras no nos toquen nuestra lavadora, nuestro coche y nuestra tostadora, que hagan lo que quieran.

Por supuesto, después nos envalentonamos en dar lecciones de democracia, libertad y pluralidad informativa a todos los demás. Tenemos las santas narices de presumir de laicidad, cuando el 12 de octubre o el 25 de julio, las autoridades del estado visten sus mejores galas en el Pilar de Zaragoza o en la catedral de Santiago. Cuando en las fiestas mayores, los plenos municipales acuden a la misa mayor y cuando en semana santa, desfilan detrás de los pasos. ¿Es esto una sociedad laica?

Vivimos en un país en que la Iglesia interviene en política, yendo a manifestaciones, asociándose con ciertos partidos políticos de derechas (PP y UDC sobre todo) y poniendo trabas a la legislación promulgada por las Cortes, por nuestros representantes electos. Incluso opinan sobre la unidad de la patria o sobre si hay que negociar y cómo con ETA. Es fascinante.

En esta sociedad, hace falta gente con opiniones propias que no se dejen llevar fácilmente por lo que los medios dictan. Hace falta que sepa buscar los diferentes ángulos de una noticia, que se pregunte -simplemente- el porqué de las cosas. En definitiva: hacen falta ciudadanos con criterio.

Por eso leo ciencia ficción. Porque me gusta pensar. Porque me gusta leer hard y que alguien me cuente de manera comprensible que el Universo es inteligible y que no hace falta recurrir a teorías fantasiosas (y más simples) de cómo funcionan las cosas, como el creacionismo. Por eso me gusta el soft, las utopías y las distopías, porque creo que otro modelo de sociedad es posible, porque creo que si no solucionamos nuestros problemas, las cosas empeorarán y porque creo que vivimos en una situación inestable a largo plazo.

Por eso me gusta leer un tipo de literatura que me obligue a reflexionar sobre la naturaleza del género humano, sobre las consecuencias de los avances tecnológicos o sobre las nuevas tendencias socio-culturales.

Y es por eso que no me gusta circunscribirme a novelas de ciencia ficción de un tipo u otro y me importa un comino si algo es o no es literario, pues a pesar de que creo distinguir entre la literatura de calidad de la que no lo es tanto, leo por otras motivaciones.

Y también es por eso por lo que los debates endogámicos sobre la ciencia ficción que se diluye en el mainstream, sobre etiquetas o sobre cualesquiera otra consideraciones menores no dejan de ser un simple entretenimiento para mí.

La realidad está ahí fuera y es fría. Y mientras así sea, la ciencia ficción tendrá algo que decir. Lo que ya no veo tan claro, viendo el poco interés por la lectura de las nuevas generaciones, es si en el futuro tendrá público. Pero dudo que ello sea debido sólo a cuestiones formales o internas. Tal vez debiéramos buscar los problemas del género en otro lugar.

Mientras tanto, yo seguiré leyendo ciencia ficción y los demás debates al respecto, no dejarán de ser para mí sino entretenidas charlitas de café.

24 febrero 2006

Buscando un nuevo nombre

Pues, ¡ea! Viendo que las editoriales serias repudian la etiqueta de ciencia ficción como si tuviese la peste bubónica, habrá que buscar una nueva que satisfaga a propios y ajenos.

Lo primero que se me ocurrió fue realismo mágico o realismo fantástico, pero entre que ya existe y parece reservado para ciertos escritores sudamericanos y que no se me ocurren dos términos más contrapuestos que realismo y fantástico es mejor descartarlo.

Pensando, pensando, pensé que tal vez podría llamarse ficción especulativa o thriller especulativo. El primer nombre, por desgracia, suena también a ciencia ficción y no acaba de gustarme. Por otro lado, el segundo parece reservado a las novelas de Michael Crichton y adláteres. Además, ¿realmente pueden catalogarse como thriller especulativo las novelas de Ballard, Crowley o Bradbury, por citar tres ejemplos? No, creo que no.

Desde luego quedan descartadas todas las etiquetas que contengan las palabras ciencia o ficción por razones obvias. Hay que buscar algo más genérico, no sé, literatura finisecular o narrativa intrépida. Mmmm... no, tampoco. Lo primero ya habría quedado anticuado y lo segundo suena a historias de piratas.

Si no queremos cometer un fraude, tampoco podemos llamarlo realismo de ningún tipo, porque desde luego que no lo es. Parece que la cosa se complica por momentos.

¿Tal vez vanguardismo? No sé, no sé, a parte de que suena a nombre de periódico, tiene unas ciertas reminiscencias que no acaban de cuadrar con lo que es propiamente la ciencia ficción. Y, además, ¿era realmente vanguardista Heinlein?

¿Y un nombre propio? ¡Uy! Esto sí que sería divertido. Pero provocaría unas guerras tremendas dentro del fandom. Mientras unos postularían a san Asimov, otros se sacarían los ojos para que fuese un ubicuo Dick, por no hablar de las hordas de fanáticos de Lem o de LeGuin. No mejor tengamos la fiesta en paz.

Pues entonces, ¿qué? No sé, ¿qué tal si dejamos las cosas como están? Por mucho que le cambiemos el nombre... vaya, que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Al menos ahora sé a qué atenerme cuando compro un libro de ciencia ficción. Me da verdadero pavor encontrarme en las librerías con obras de vanguardismo especulativo, tecnofantasía samurai o esoterismo serio. Mejor no meneallo.

23 febrero 2006

Ho Melas...

Comentaba Julián Díez recientemente que consideraba que el relato "Los que se alejan de Omelas" (The Ones Who Walk Away from Omelas, 1973) de Ursula K. LeGuin era uno de los más paradigmáticos de nuestra época, porque describe a la perfección nuestro modo de vida.

Con esto supongo que quería decir que para que unos vivan en la opulencia o, como mínimo, bastante bien y sus preocupaciones sean quién ganará la liga o si han ganado unos kilitos de más, tiene que haber otros que se mueran de hambre y a quienes les lluevan las bombas, cuya principal preocupación sea sobrevivir hasta la siguiente salida del sol.

Parece que una de las principales premisas sobre las que se basa el capitalismo ultraliberal, que no cree en crecimientos sostenidos y para quien política y economía son exactamente lo mismo, es decir, lo mismo que lo segundo, es que para que unos disfruten otros deben sufrir. Vaya, un juego de ganancia nula: lo que gana uno lo pierde otro.

De hecho no tendría porque ser así. La tecnología y el uso racional de los recursos deberían bastar para que todo el mundo tuviese un nivel digno de vida. Pero claro, que se lo digan a los que dirigen la economía desde sus poltronas, que se partirán de risa.

El relato de LeGuin va en esta dirección. Un mundo idílico y maravilloso, una utopía perfecta, que descansa sobre una curiosa pero conocida piedra angular: el sufrimiento de un individuo, por lo demás, completamente inocente.

¿Aprenderá algún día nuestra sociedad occidental que el mundo es algo más que un juego de ganancia cero? ¿Entenderemos que la civilización no puede sustentarse en un principio tan injusto y tan inestable a largo plazo? Eso me pregunto yo. Mientras tanto, entenderé que haya gente que se aleje de Omelas...

22 febrero 2006

La autenticidad

Extraído de la prensa: "Se vende una fotografía de principios de siglo por casi 3 millones de dólares, titulada 'El Estanque - Luz de luna', tomada en 1904 por Edward Steichen, uno de los pioneros de este arte".

Ésta es la clásica noticia que de vez en cuando nos encontramos en los medios de comunicación, como cuando una empresa japonesa compra un cuadro de Van Gogh por una exorbitante cantidad de millones de dólares.

La verdad es que siempre me ha costado entender por qué se pagan estas sumas por obras de arte que pueden ser reproducidas a un nivel de detalle casi microscópico con relativamente poco coste. Dicho de otra manera: qué es eso de la autenticidad.

Existe un debate bastante curioso sobre el tema, creo recordar, en El hombre en el castillo de Philip K. Dick. ¿Qué diferencia hay entre, pongamos por caso, La Gioconda y un cuadro idéntico? Está claro: uno fue pintado por Leonardo da Vinci y el otro no. Uno es el auténtico y el otro una imitación. Pero, ¿el arte reside en la imagen o en el lienzo en sí? Yo creo que lo primero.

Si contemplamos una reproducción idéntica a un original, podremos sentir exactamente las mismas emociones. ¿Por qué tendría que ser diferente? Es más, ¿qué pasaría si nos dijesen que estamos contemplando el original? ¿Cómo podríamos saber que no nos engañan?

Por supuesto hay avanzadas técnicas para determinar si un determinado lienzo es o no es el original, que combinan métodos cromatográficos, de física de partículas, etc. Pero, ¿y qué? Si fuésemos capaces de reproducir la obra a nivel atómico, tendríamos algo del todo idéntico al original. ¿Dónde estaría la diferencia? Es más, si no marcásemos el original de alguna manera, ¿cómo seríamos capaces de distinguirlos?

No creo que la originalidad resida en el nivel físico. A fin de cuentas, ¿cuántos cuadros que vemos en los museos no serán copias que algún hábil ladrón pueda haber sustituido en su momento?

La originalidad consiste en ser el primero en pintar, esculpir, componer algo. Pero nada más. Es una cualidad inmanente, pero etérea. Va ligada al objeto de una manera extremadamente sutil. Tanto que muchas veces se precisa de un certificado de autenticidad para saber si una obra es o no es la original. Un papel firmado por una autoridad en la materia. Una opinión, en última instancia, falible por lo tanto.

Fijémonos en la música. Cada vez que escuchamos la sinfonía número 40 de W. A. Mozart, estamos escuchando en cierta manera el original, porque éste no murió tras la primera interpretación que se hizo de la sinfonía, sino que puede ser reproducida con mayor o menor fidelidad. De hecho, cada interpretación es diferente y a ella contribuyen el arte de sus intérpretes y directores.

¿Qué es pues eso de la autenticidad sino un simple convenio? ¿Por qué se pagan fortunas por obras de arte? Supongo que los temas fiscales y el blanqueo de dinero tendrán algo ver, aunque de toda la vida se han pagado grandes sumas por las obras de arte. Claro que hasta hace muy poco tenía sentido, pues reproducir una determinada escultura o pintura no era tan sencillo. Se requería un gran maestro de notable talento. Tal vez no tanto como el creador del original, pero...

En cambio, hoy día, podemos ver reproducciones fidedignas de las grandes obras de arte en nuestro ordenador. ¿Dónde ha ido a parar la autenticidad? Es más, ¿qué sucede con las obras literarias? Los originales suelen ser ficheros almacenados electrónicamente en memorias de un ordenador, pues la mayor parte de los escritores trabajan ya directamente con procesador de textos. No hay originales y, aunque los hubiese, ¿qué sentido tendrían?

Lo que está tan claro en la literatura o en la música parece no estarlo tanto en otras artes. Yo creo que es una simple cuestión de afán coleccionista o simplemente de fetichismo friki. Poder decir: "Tengo el original" y que la gente exclame "Ohhh".

Afortunadamente, ya ha pasado la época en que el arte sólo estaba disponible para unos pocos afortunados poseedores, ricos comerciantes o príncipes poderosos, que ejercían el mezenazgo a cambio de las obras de arte. Hoy el arte se ha universalizado y masificado.

Es cierto que se ha tenido que pagar un precio: dado que cualquiera puede producir arte, existe mucha mediocridad. Pero al menos, lo bueno, podrá ser disfrutado por todos. Los originales, han perdido su significado.

20 febrero 2006

Memento por la Asimov (Nº 18-19)

#18, Mayo-Junio, 2005

NOVELAS CORTAS
Corrimiento al verde, Mary Rosenblum
El enigma de Trujillo, D. M. Escudero
Portavoz del mar de madera, I.Watson

CUENTOS
El destino de los ratones, S. Palwick
El mal que no conoces, M. Hughes
Alcanzar Centauri, Stephen Baxter
La vida, o algo parecido, J. C. Planells
El veterano, Neal Asher
El santo, Phillip C. Jennings

"Corrimiento al verde" de Mary Rosenblum es una exótica novela corta, com ambientación de estación orbital con ligeros toques cyberpunk, fácil de leer y con un final abierto a posteriores desarrollos.

"El enigma de Trujillo" de David Mateo Escudero es uno de los relatos más impactantes del número. Aun a pesar de la existencia de parrafadas explicativas, la verdad es que es capaz de generar un clima de intranquilidad y de misterio, que no se resuelve hasta el final, que podía haber sido un poco más redondo, pero que deja a buen nivel la especulación antropológica que desarrolla. Una atractiva combinación de relato de terror y de fantasía que moderniza ciertas leyendas muy presentes en algunos lugares del planeta.

"Portavoz del mar de madera" de Ian Watson es uno de esos relatos verdaderamente originales, con unos ciertos aires a lo Chiang, por lo que de ciencia ficción cosmogónica representan. Y es que el mundo descrito es uno en que los océanos líquidos no existen y han sido sustituidos por un vasto mar de madera, habitado por plantas y criaturas de lo más sui generis. Todo ello, combinado con una especulación antropológica de cómo sería una sociedad que habitase un mundo tal y combinado con elementos de ciencia ficción más o menos manidos, hacen del relato una pieza muy interesante dentro del amplio abanico a que nos tiene acostumbrados su autor.

"El destino de los ratones" de Susan Palwick no deja de ser un guiño más o menos simpático a la entrañable y emblemática Flores para Algernon, de Daniel Keyes. Afortunadamente, con un final más feliz que el del relato homenajeado.

"El mal que no conoces" de Matthew Hughes es un muy breve relato ucrónico ambientado en la Inglaterra de Churchill, durante la II Guerra Mundial, tal vez demasiado confuso, pues no aclara en absoluto de qué va.

"Alcanzar Centauri" de Stephen Baxter es una de esas narraciones que hacen reflexionar en un sentido en que sería muy difícil fuera del mundo de la ciencia ficción. ¿Es lo que vemos real? ¿Por qué el Universo es aparentemente inteligible? ¿Por qué la mecánica cuántica no parece regir el mundo macroscópico? ¿Cuáles son los límites observacionales de nuestros métodos experimentales?

"La vida, o algo parecido" de Juan Carlos Planels es un curioso relato mezcla de ciencia ficción y de la más cotidiana realidad, narrado en un tono irónico, cuando no sarcástico.

"El veterano", de Neal Asher, es sin dudarlo una historia más bien rara, ambientada en un mundo futuro, no se sabe muy bien si el nuestro o uno ucrónico, al igual que sucede con "El santo", relato de Phillip C. Jennings. Mientras que el primero está centrado en los bajos fondos con un cierto tono de cyberpunk, el segundo es más bien una especie de utopía extraña, con unas ciertas connotaciones al mundo descrito en "El canto del chivo" de Poul Anderson.

#19, Julio-Agosto, 2005

NOVELAS CORTAS
Bajo la bandera de la noche, I.McDowell
Requiescat in pace, Gallego y Sánchez
Muy lejos de la tierra, William Barton

CUENTOS
Una princesa de la Tierra, Mike Resnick
Huesos secos, William Sanders
Perfeccionable, Geoffrey A. Landis
TK’TK’TK, David E. Levine
Regreso a la red, T. Donaire Mendoza
El colapso de la función ondulatoria, Steven Utley

"Bajo la bandera de la noche" (Ian McDowell) es una historia de piratas hibridada con un relato de fantasía oscura, trufado de aventuras. La verdad es que la combinación no deja de ser curiosa y resultona, aunque tal vez el relato resulte un tanto superficial. No obstante, una fantasía oscura basada en el vudú no deja de llamar la atención hoy día.

"Requiescat in pace" de Eduardo Gallego y Guillem Sánchez es otro divertido relato de este par de autores. Tras una sarcástica introducción, Gallego y Sánchez nos describen un mundo en el que la muerte es algo omnipresente y en que el culto a los difuntos ha llegado hasta extremos de verdadero paroxismo. Muy interesante.

"Muy lejos de la tierra" de William Barton es un relato en clave de space opera clásica, con un adolescente convertido en Emperador de todas las cosas, que emprende una aventura intergaláctica con final sopresa. Aunque la narración es entretenida y transmite bien la visión del mundo desde los ojos de un chico y el posterior choque con la realidad, no deja de ser una especie de remake de algunas narraciones clásicas de la ciencia ficción de los 50 y los 60.

"Una princesa de la Tierra" no es ni de lejos el mejor relato de Mike Resnick, aunque tiene su gracia, en especial el homenaje que hace del Barsoom (Marte) de John Carter, creado por William S. Burroughs. También es una apología de la fe y de la ilusión.

"Huesos secos" de William Sanders es una interesante narración con un cierto regusto clásico de una aventura de ciencia ficción ambientada en el mundo rural norteamericano de hace unas cuantas décadas. En el fondo, más que un relato de ciencia ficción es una historia sobre la pérdida de la inocencia.

"Perfeccionable" de Geoffrey A. Landis es una short short story en el más puro estilo de las de Fredric Brown. Muy interesante.

"TK’TK’TK" de David E. Levine, es una historia irónica y bastante divertida de un humano que trabaja de comercial en una sociedad alienígena. En algunos puntos recuerda a los mundos descritos por George R. R. Martin, aunque tal vez el parecido más notable sea con el excelente Estado crepuscular de Javier Negrete. Una historia bastante entretenida.

"Regreso a la red" de Tomás Donaire Mendoza es un relato puramente cyberpunk, con tintes de novela negra, ambientado en un futuro no muy lejano en el que algunas personas son capaces de conectarse a la red mediante un enlace directo a su cerebro.

Finalmente, "El colapso de la función ondulatoria" de Steven Utley es otra historia de los Cuentos silúricos de este autor, que no aporta gran cosa nueva a la temática ya tratada, aunque ejemplifica notablemente uno de las más famosas paradojas de la Mecánica Cuántica.

17 febrero 2006

Correlaciones: Trasplante obligatorio

Leo en prensa: "El Congreso aprueba la ley que permite la selección genética de embriones con fines terapéuticos". Como subtítulo consta: "Las parejas podrán buscar un bebé sano que sirva de donante para curar al hermano enfermo".

Pues podrá parecer muy progre, pero yo esto lo encuentro demencial. Para empezar, diré que lamento profundamente la situación que puedan padecer algunos padres que tengan un hijo enfermo que vean peligrar su vida.

Pero, ¿de verdad les parece ético "criar" (por no decir "cultivar") un hijo cuya principal función en esta vida será extirparle un órgano para curar a su hermano enfermo? ¿Es que ese niño va a tener si quiera la posibilidad de decidir por sí mismo si ayuda a su hermano o no? ¿No es eso un trasplante obligatorio? ¿No somos dueños de nuestro cuerpo? ¿No tenemos derecho, acaso, a permanecer íntegros a menos que decidamos lo contrario?

Las disyuntivas éticas que se plantean con esta posibilidad que la ley abre me parecen tremebundas. ¿Alguien puede creer que el niño será educado como para que llegado el momento tenga la posibilidad de negarse? Porque eso es la libertad: poder escoger entre una u otra opción.

Si yo fuese el hermano pequeño de verdad que acabaría con complejo de inferioridad. En el fondo tendría la sensación de que existo únicamente con el fin de salvarle la vida a mi hermano. Que si no, muy posiblemente, mis padres ni se habrían planteado la posibilidad de tenerme. ¡Qué panorama tan grato!

A mi esto me recuerda al horripilante relato de Robert Silverberg, "Trasplante obligatorio", que describe un mundo en que la gente joven debe donar sus órganos a los mayores para que estos puedan vivir más tiempo. Una metáfora estremecedora de cómo en algunas sociedades se vampiriza a los jóvenes en favor de los ancianos. Una sociedad no excesivamente alejada de la nuestra, si lo miramos bien.

Todos estos temas son muy peliagudos y creo que se debería proceder con mucho cuidado antes de aprobar alegremente una ley que puede tener consecuencias éticas tan desagradables. ¿Por qué no ha habido un debate social? ¿Por qué siempre tenemos que escuchar a los mismos hablando de cosas que sólo les interesan a ellos, sembrando cizaña, cuando después resulta que se aprueban leyes como ésta?

Por otro lado, ¿está muy lejos esta ley de otra que apruebe la selección genética de nuestros hijos sin restricciones? Supongamos que una pareja tiene tres hijas y que desea a toda costa tener un varón. Los padres se sienten tremendamente abatidos por no conseguirlo. ¿Haremos una ley que se lo permita? ¿Qué sucedería en un mundo todavía eminentemente machista en muchos ámbitos y países con una ley tal? ¿Cuánto tardaríamos en generar un terrible desequilibrio en la naturaleza favoreciendo unos nacimientos y no otros?

¿Está muy lejos una ley tal de otras posibilidades de tener niños a la carta?

No obstante, incluso con los niños a la carta, los posibles afectados van a ser, sobre todo, la sociedad en su conjunto. En el caso de los niños donantes obligatorios, van a ser individuos concretos los que van a resultar afectados. Porque los padres no van a esperar a que el niño sea mayor de edad para decidir, claro. Decidirán por él y le privarán de un órgano, que no es algo baladí. Se puede vivir sin un riñón, por ejemplo, pero no se puede vivir de la misma manera que con dos.

¿Qué sucede si el hermano que ha donado un riñón después tiene un problema en el riñón que le ha quedado? Pues que posiblemente se morirá o tendrá que vivir con diálisis el resto de su vida. ¿Qué pasa si, a pesar de la compatibilidad genética, el hermano enfermo rechaza el riñón donado? Esto puede suceder, es un riesgo. Pero no será el donante quien haya decidido correr libremente ese riesgo.

Dicho de otra manera: salvar una vida es algo maravilloso... siempre que se haga voluntariamente. Si no, uno puede pensar que hay personas de primera y personas de segunda. Esta es la terrible puerta que abre la ley. Una ley que pretende salvar vidas... a costa de otras.

Y para finalizar, ¿qué sucederá el día que un niño obligado a donar un órgano pida la tutela legal de los tribunales? ¿Qué decidirá el juez? ¿Es esta ley constitucional en tanto que vulnera los derechos elementales de un individuo? Yo tengo mis muy serias dudas. Más bien creo que se trata, en la práctica, de un trasplante obligatorio.

16 febrero 2006

Mirando el futuro con esperanza

Javier Negrete ha resultado ganador del III Premio Minotauro de Ciencia Ficción por su novela Señores del Olimpo, una obra fantástica con personajes de la mitología griega.

Antes que nada, felicidades al ganador -un muy buen escritor- por el galardón.

Tras eventos como éste, uno no puede ponerse en plan pesimista, así que vamos a mirar las cosas desde un punto de vista positivo, que ya bastantes disgresiones hemos tenido últimamente sobre lo mal que están las cosas en el mundillo.

Quisiera desde aquí proponer unas sencillas recetas, que la mayoría de nosotros ya seguimos desde hace tiempo, para promover más la literatura fantástica española.

En primer lugar, comprar más literatura fantástica española, que las ventas son importantes (por no decir que lo único que importa) para las editoriales. Si no se tiene demasiada idea, al menos comprar las principales obras galardonadas (Minotauro, UPC, Ignotus) y alguna de las finalistas.

En segundo lugar, leer literatura fantástica española. Separo los dos puntos, aunque pueda parecer un contrasentido, porque entiendo que no todo el mundo tiene tiempo de ir leyendo todas las novedades que se publican. Pero al menos, sería interesante apoyar las iniciativas patrias para que los editores tengan constancia de que el mercado merece la pena.

En tercer lugar, regalar literatura fantástica a nuestros amigos, especialmente los ajenos al fandom. Aquí, coincido con las ideas de Julián Díez, y mejor no decirles que es fantasía o ciencia ficción. Simplemente: 'una novela interesante' o 'una colección de cuentos que invitan a la reflexión'.

En cuarto lugar, para aquellos que viváis en lugares en donde hay otras lenguas a parte de la castellana en que se publique también literatura fantástica, apoyad también las iniciativas locales en otras lenguas.

En quinto lugar, tratar de hacer apología de la literatura fantástica fuera de los círculos del fandom sin ser un friki, pues suele ser contraproducente.

Son cinco sencillas recetas, poco originales, lo reconozco, pero que aplicadas masivamente pueden tener un cierto resultado.

Por desgracia la etiqueta degradada que tiene la ciencia ficción en nuestro país no se recupera ni en una generación, así que habrá que pasar de etiquetas, que suele ser lo mejor. En cualquier caso, fenómenos como Criptonomicón que ha tenido buenas ventas a pesar de haber sido vendida en una colección de género, sin ser exactamente una novela de género (lo cual no deja de ser sorprendente), deja un cierto lugar para la esperanza.

La cuestión es que todavía en España los lectores arrastran un cierto complejo de que "si está escrito por uno de aquí, no puede ser tan bueno como si lo ha escrito uno de allá" y si a eso le añadimos el desprestigio del género, se convierte en una rémora demasiado gravosa de soportar.

Esperemos que iniciativas como las de Minotauro sirvan para aligerar un poco el lastre del sector.

14 febrero 2006

A casi un año de la supernova naranja

Dentro de poco hará un año del cierre de Cyberdark.net. O mejor dicho, de su casi cierre, porque algo -muy poco- se ha conservado. La clausura dio lugar a una diáspora de cyberdarkianos de pro con todo tipo de iniciativas dentro del fandom, fenómeno conocido como la supernova naranja o la diáspora naranja.

Con mejor o peor fortuna, los proyectos van cuajando (SeDice, La Tercera Fundación, etc.), aunque a algunos de ellos les ha costado lo suyo arrancar.

Pero ahora que tenemos una cierta perspectiva me parece adecuado decir las cosas por su nombre y seré breve: no es lo mismo que fue.

En primer lugar, porque en Cyberdark estábamos todos, mientras que ahora nos hemos repartido y algunos han desaparecido en combate, aunque para ser justos, también han aparecido nuevos elementos.

En segundo lugar, porque en Cyberdark estaba todo reunido: la biblioteca, los foros, la tienda, los artículos, los grupos, las noticias de actualidad, mientras que ahora hay que ir saltando de un lugar a otro y leer mucho más para obtener un resultado similar. Sinceramente, yo hace tiempo que decidí invertir el tiempo en cosas para mí más productivas.

En tercer lugar, porque el ambiente que allí había -con sus más y sus menos- es irreproducible y difícilmente podrá clonarse, por mucho que algunos lo hayan intentado. Algunas cosas, como la portada con artículos, no ha podido ser reproducida en la misma medida por ninguna iniciativa derivada de la diáspora.

En definitiva, porque no es lo mismo. Fue bonito mientras duró y estoy orgulloso de haber participado en el fenómeno. Pero lo hecho, hecho está.

Pero... pero algo especialmente nuevo sí que ha sucedido desde entonces: la salida a la palestra de montones de blogs (la página de Onanismo naranja ha llegado esta semana a los 50 blogs enlazados) de antiguos cyberdarkianos.

La blogosfera es un fenómeno que tal vez Cyberdark estuvo retardando y su desaparición lo ha propiciado. No es que me alegre, pero al final las cosas parece que han ido por donde menos se esparaban los que querían gestionar el reparto de los despojos. Y es que la vida es del todo imprevisible...

13 febrero 2006

Una nota halagüeña

Pensando el otro día acerca de la supuesta crisis que atraviesa la ciencia ficción actual, fijé la vista en las estanterías de mi habitación en donde se encuentran las colecciones de este género. Y me di cuenta de que más de la mitad de ellos son volúmenes adquiridos en los últimos cuatro años, en buena medida, ejemplares de primera mano.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que no sé si tendría tantos ejemplares de tantos autores diferentes si coleccionase novelas históricas (que también tengo).

A veces habita en nosotros un algo de tremendismo que se nos propaga y tiñe nuestro juicio de oscuros tonos pesimistas. Pero visto lo visto, en los últimos años se ha registrado en España, sobre todo, un renacimiento de las publicaciones de ciencia ficción y fantasía (y no me estoy refieriendo a franquicias).

Así pues, ¿tan negro está todo? Es verdad que hay muchos peros. Es cierto que se editan pocos libros de relatos para mi gusto (Sheckley, Tiptree...), pero creo que es un mal que no afecta sólo a la literatura fantástica. Es verdad que algunos autores -como algunas emblemáticas obras de Silverberg o de Angela Carter- son inencontrables. Y también es verdad que algunas revistas de ciencia ficción han cerrado o han desaparecido en combate pero...

...Pero no está tan mal la cosa. Vaya, que si todo fuese de color de rosa, me tendría que comprar otra casa para guardar los libros y dejar de trabajar para podérmelos leer todos antes de morirme. Pero claro, entonces, ¿de dónde sacaría el dinero para comprármelos?

Seamos, pues, optimistas, que no están tan mal las cosas.

10 febrero 2006

Señales

Según un informe publicado en Science, de Timonthy Osborn y Keith Briffa, de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad de East Anglia, en el Reino Unido, el siglo XX fue el más caluroso de los últimos 1.200 años. El informe apunta a la acumulación de gases invernadero producidos por la quema de combustibles fósiles como principal responsable del fenómeno.

No es ninguna novedad: es el enésimo informe que dice lo mismo. Prácticamente todos los estudios que no están pagados por alguna multinacional del petróleo coinciden. Esta afirmación no es baladí. Por ejemplo, tenemos el caso descarado del plomo en la gasolina.

Cuando hace muchos años empezó a comercializarse la gasolina como principal combustible de los automóviles, fue necesario añadirle aditivos para optimizar las reacciones de combustión. Había dos candidatos idóneos, de los que uno de ellos era un compuesto de plomo. Los informes indicaban claramente que el plomo era perjudicial para la salud, mientras que el otro aditivo no comportaba esos efectos nocivos. Pero el aditivo de plomo era patentable, mientras que el otro no. Así que la industria optó por obtener pingües beneficios y se decantó por el plomo.

Durante décadas, los informes que demostraban la toxicidad del plomo en el organismo humano fueron sistemáticamente silenciados. Una de las principales consecuencias era que las personas expuestas al plomo en su infancia demostraban, dos décadas después, niveles muy superiores de agresividad. Vaya, que existe una correlación directa entre los niveles de plomo en la atmósfera en los años 60 y los niveles de criminalidad en los años 80.

Finalmente, después de mucho batallar se impuso la razón y el plomo fue proscrito de la gasolina y sustituido por otros aditivos menos perjudiciales para la salud y para el medio ambiente.

Con el cambio climático está sucediendo algo similar. Como los informes y estudios que atribuyen el cambio climático (que ya nadie parece negar) a la quema de combustibles fósiles son defendidos por toda la comunidad científica, las multinacionales que viven del petróleo han decidido producirse su propia "comunidad científica". Así, se sacan una serie de informes de la manga y se citan unos a otros para dar sensación de que existe un disenso entre los científicos, cuando no es así.

Algunos autores de ciencia ficción, como Michael Crichton, parecen haber sucumbido al canto de sirenas de esa pseudocomunidad científica en libros como Estado de miedo, donde esto del cambio climático viene a ser un cuento.

Por suerte no todos han obrado de la misma manera. Ya hace mucho tiempo, otros autores más honrados nos advirtieron del fenómeno. Así, se me ocurren los ejemplos de Tierra de David Brin, una magnífica apología ecologista de primera línea o, más recientemente, Señales de lluvia de Kim Stanley Robinson.

En general, los autores de ciencia ficción están de acuerdo con la línea oficial y claramente mayoritaria de la ciencia, aunque siempre hay ortodoxos. Eso no es malo, aunque a algunos se les ve claramente el plumero.

08 febrero 2006

Correlaciones: La naranja mecánica

Hace ya casi cincuenta años desde que la publicación de La naranja mecánica (A Clockwork Orange) de Anthony Burgess y la temática expuesta en dicho libro está de rabiosa actualidad: las bandas callejeras ultraviolentas, los jóvenes desorientados, una sociedad apática y desmotivada, la globalización...

Sin llegar a los extremos del libro, nuestra sociedad actual se parece mucho al fresco pintado en su día por Burgess. Estremece pensar en las muchas cosas que acertó, lo que quiere decir que la raíz del problema estaba presente ya entonces y se podía haber previsto y, por ende, actuar en consecuencia, en vez de esperar a que las cosas sucediesen sin más. Pero naturalmente, sólo era ciencia ficción, claro.

Hace unos días que se ha conocido la sentencia judicial por la que se condena a una multa irrisoria a los chicos que se dedicaban a apalear a transeúntes al azar, grabándolo todo en sus móviles y al grito de 'Sonríe Willy'. No sé qué me parece más triste, si la conducta de los chicos o el nulo castigo que les han impuesto.

Asimismo, no hace mucho que la opinión pública se vio sorprendida y horrorizada ante unos hechos verdaderamente atroces: una indigente fue quemada viva por unos chavales que al parecer no tenían otro pito que tocar. Pobres, se aburrían.

La relación con La naranja mecánica es más que evidente. También en nuestra sociedad tenemos al político genial de turno que lo arregla todo con medidas de tres al cuarto, de lo más progresista y, por supuesto, de lo más inútil. Pero quedan bien en las fotos que se hacen, en eso son unos hachas.

La falta de valores y la ultrasaturación de estímulos en la que viven inmersos los jóvenes casi desde que nacen son en buena parte responsables del fenómeno.

La verdad es que la película que hizo Kubrick a partir del libro es una obra maestra que merece la pena ser paladeada con calma. A mi me impresionó profundamente la primera vez que la vi.

Es curioso porque el propio título del libro encierra un acertijo que no fue revelado hasta hace relativamente pocos años. La naranja mecánica (que no sale por ningún lugar en el texto), A clockwork Orange en el inglés original es una curiosa superposición de clockwork (mecánico) y orang(e), un término asiático para primate, que es precisamente de donde deriva la palabra orangután. Así pues, el título contiene una elipsis de milenios entre el homo tecnologicus y los homínidos primigenios.

El propio nombre del protagonista, Alex, no es casual, pues hace referencia a Alejandro el grande, el caudillo por antonomasia, así como el juego de palabras: a lex (una ley), ya que el protagonista dicta su propia ley y no reconoce ninguna otra.

Una obra de actualidad que merece la pena una atenta (re)lectura.

07 febrero 2006

Renovarse o morir

Hay abierto ahora mismo un debate muy interesante en el blog de Julián Díez acerca de la etiqueta ciencia ficción, sobre lo desprestigiada que está y sobre si no sería buena idea que la ciencia ficción de calidad abandonase definitivamente dicha etiqueta y se diluyese en la corriente general de la literatura.

Bueno, la verdad es que no es un debate nuevo. Hace tiempo que suenan voces en esa dirección. Por ejemplo, la famosa frase de que la ciencia ficción se encuentra en las cloacas de la cultura.

El desencadenante ha sido otra presentación de un libro de ciencia ficción en que la editorial ha repetido hasta la saciedad que el libro en cuestión que estaban presentando no era, en realidad, ciencia ficción. Vaya, leyendo entre líneas, que era un buen libro, no un engendro de ésos que se venden como ciencia ficción.

¡Qué triste que hayamos llegado a esta situación!

Pero la realidad es tozuda. Estoy harto de ver relegados al rincón oscuro de la librería los libros del género, junto a los Warhammer o, en el peor de los casos, junto a los libros de Iker Jiménez o de J. J. Benítez. Y si yo -simple lector- estoy harto, cómo deben estar los autores...

Por otro lado, está la cuestión empírica de que si a un libro de ciencia ficción se le extirpan las palabras ciencia ficción de portada y se le pone una tapa resultona, acaba en la pila de libros central junto a los best-sellers y los libros de moda, con lo que se vende más.

Ya sabemos que la gente no suele ser muy selectiva y casi siempre compra con los ojos, por lo que si el libro tiene apariencia respetable aumentan las posibilidades de acabar en la cesta de la compra, independientemente de la calidad del producto.

Las editoriales así lo han entendido y me temo que los autores también (todo el mundo quiere que sus libros se vendan, digo yo).

Así que preveo que en un futuro no muy lejano, tal como se está viendo ya en otros mercados, como en el anglosajón, la ciencia ficción va a seguir estos derroteros. A la larga, las colecciones de género van a quedar como un reducto del fandom más recalcitrante o nostálgico y buena parte de las obras de un cierto calado las vamos a tener que localizar como buenamente podamos en las colecciones generalistas.

Puede que sea una moda pasajera y que no suceda así, pero tal y como pintan las cosas...

06 febrero 2006

¡Bienvenidos al país del Mago de Oz!

Hace poco que me compré El mago de Oz un relato fantástico infantil universalmente famoso gracias a la película protagonizada en su día por Judy Garland.

Así que, cuál ha sido mi sorpresa cuando me entero que en el sur de España (Murcia y Andalucía) se está representando una obra de teatro de nombre homónimo con unos sutiles elementos de caracterización.

Nada importante, sólo que la bruja mala habla con acento catalán y alguno de los malos va disfrazado de jugador del Barça. Pequeños detalles insignificantes. Al parecer también hay una descarada comparativa con Zapatero y su talante.

Y mira por dónde, destinado a un público infantil (¡qué tierno!) y financiado por la Caja de Murcia y el Ayuntamiento de Murcia, casualmente controlados por el PP.

También no deja de ser curioso que nadie haya levantado voces en contra de esto. Parece que a la mayoría de los murcianos les debe hacer mucha gracia (es una suposición, claro), porque la obra goza de bastante éxito.

Ahora ya sólo falta que la bruja se parezca a Maragall y asuste a los niños diciéndoles 'Estatut, estatut'. Aún tendremos que darnos con un canto en los dientes porque no se les haya ocurrido realizar un musical del mundo de Cthulhu en la misma línea. Pero mejor no les doy ideas.

A veces me sorprendo del uso partidista llevado hasta niveles verdaderamente repugnantes que se puede hacer de la cultura. Me viene in mente ahora mismo lo del "Venceréis, pero no convenceréis" tan hábilmente sacado de contexto por parte del excelentísimo Ayuntamiento de Salamanca, casualmente también controlado por el PP.

Soy reacio a hablar de política en este blog, pero es que a veces me lo ponen a huevo...

03 febrero 2006

La red

Leo con satisfacción como, poco a poco, se va creando una red nacional de tertulias y de grupos de promoción de la literatura fantástica. Es una muy buena noticia. Básicamente porque últimamente parecía que la única manera más o menos consistente de articular el fandom y de extenderlo eran los sitios webs.

Pero a la hora de la verdad, las personas reaccionan mejor con el contacto directo que no a través de foros, por bien montados y gestionados que estén. De hecho, cuando la gente se conoce a través del chat o de los foros, casi siempre acaban organizando kedadas para conocerse en persona.

El 11 de marzo, la Tertulia de Santander -la TerSa- organiza una kedada de las diferentes tertulias del fantástico existentes en nuestro país, abierta también a quien quiera participar, a la que han puesto el poético nombre de Septentrión.

Creo que es una buena noticia porque la creación de esta más o menos incipiente red de tertulias distribuida por todo el territorio nacional puede permitir que el fenómeno de la literatura fantástica se extienda con mayor facilidad a la gente ajena al fandom y que ello se haga desde una óptica medianamente ponderada.

Por desgracia, la inmensa mayoría de los medios de comunicación generalistas consideran que la literatura fantástica no son más que tonterías del espacio o dragonadas diversas, eso cuando no les da por compararnos con el tenebroso mundo de los juegos de rol, que tanta sangre hace correr, como notaba con gran acierto Julián Díez ayer en su blog.

Supongo que el poder ver que nosotros, los aficionados, somos tan normales como el que más (aunque de todo hay, claro) favorecerá la ruptura de los tópicos tan arraigados en nuestro acervo cultural.

Así pues, creo que hay que apoyar en la medida de lo posible este tipo de iniciativas que espero pronto se extiendan a muchos más puntos de nuestra geografía.

02 febrero 2006

Por escasez de medios

Una de las preocupaciones que tengo últimamente sobre el mundillo es la de cómo nos enteraremos los lectores españoles de las novedades en narrativa breve de ciencia ficción de fuera de España (y también de dentro) ahora que la revista Asimov ha desaparecido.

Una de las funciones que cumplía esta revista era la de tenernos más o menos al día de lo que sucedía en el mundo anglosajón de la ciencia ficción que es, no nos engañemos, el mayoritario hoy por hoy.

De acuerdo que quedan otras revistas como Gigamesh, pero en su caso, publica dos a lo sumo tres relatos por número, con lo que no es suficiente para que conozcamos lo que se produce.

No es que me quiera poner pesimista, pero si esta situación prosigue mucho tiempo, volveremos a tener una desconexión con las grandes tendencias internacionales como la que tuvimos durante buena parte de los años 90, generándose por lo tanto una laguna.

¿Existen soluciones? A mí no se me ocurre ninguna que sea muy factible. ¿Otra revista? Tal vez, pero posiblemente moriría del mismo mal. ¿Agrandar Gigamesh para publicar más relatos? No sería mala idea, pero posiblemente no sea factible. Digo yo que si no publican más relatos es porque no pueden, no porque no les da la gana. ¿Aprender inglés? Sí, vale, pero seamos realistas, los españoles no destacamos precisamente por nuestro interés en aprender otras lenguas...

¿Puede crearse un fanzine que traduzca los relatos más destacados? Poderse se debe poder, pero veo dos grandes impedimentos: los derechos de autor (¿cómo se sufragan?) y las traducciones (¿quién las realiza en condiciones o quién las paga?). Es poco práctico.

Tal vez haya una manera: publicar anualmente o bianualmente una antología con los mejores relatos publicados fuera de España. Ello nos permitiría seguira a valores consolidados, descubrir nuevos talentos y contribuir a la difusión del relato breve.

Pero el realismo se impone. Las antologías no suelen funcionar demasiado bien en lo comercial en nuestro país, así pues: ¿qué editor se arriesgaría a una iniciativa tal?

No sé, tengo la sensación de que nuevamente vamos a tener sequía, al menos en la narrativa breve. La novela, por lo que parece, va bastante bien.

01 febrero 2006

La gallina de los huevos de oro

Ya he hablado con anterioridad del fenómeno comercial de las sagas. Querría centrarme ahora en un subconjunto específico: el de las enelogías (n-logías), es decir, esas series más o menos extensas, aunque no necesariamente inacabables explotadas generalmente por un autor ante un éxito.

Tal vez la más comentada de todas ellas sea la serie de las Fundaciones de Isaac Asimov. Inicialmente se componía de tres libros, a saber los clásicos: Fundación, Fundación e Imperio y Segunda Fundación formados por relatos y novelas cortas, previamente publicados en revistas del género y que posteriormente se convirtieron en libros por el procedimiento del fix-up, reuniendo las piezas y añadiendo material adicional a fin de rellenar los posibles huecos.

Durante décadas fueron un referente en la ciencia ficción, no tanto a nivel literario como ideológico: un imperio decadente que da paso a una organización brillante que lo sucede, mutantes con poderes excepcionales, la psicohistoria, etc. Pero durante mucho tiempo, la cosa no prosperó. Hasta que en los años 80, la editorial que publicaba prácticamente todo el material de Asimov, Doubleday, presionó a éste para que escribiese una continuación que acabó convirtiéndose en Los límites de la Fundación, mucho más moderna y actualizada y con nuevas ideas (la intuición como guía en la toma de decisiones o la conciencia colectiva que es Gaia).

A partir de este momento, se destapa la caja de los truenos. Le seguirá otra novela Fundación y Tierra y un par de precuelas Preludio a la Fundación y Hacia la Fundación, en las que se explica la juventud de Hari Seldon y los orígenes de la Psicohistoria y de los Oradores, así como acaban de atarse los cabos sueltos resultantes de la unión del universo fundacional con el universo de los robots (que por si sólos ya constituyen otra enealogía).

La cosa no se acabó con la muerte del Buen Doctor, sino que siguió tras ella, en especial debido a la voracidad económica que están demostrando los depositarios de sus derechos. De ahí ha surgido una nueva trilogía escrita por Gregory Benford, Greg Bear y David Brin, con algunos elementos interesantes, pero en general muy alejada del espíritu asimoviano y de calidad más que discutible.

Otro tanto podríamos decir de las novelas de robots, que han dado un par de sagas adicionales (Robots en el tiempo y Robot City, esta última de calidad bastante dudosa) escritas por otros autores. Lo que se conoce como universo compartido, o más claramente, un sacadineros.

Se habla mucho de Asimov en este sentido, pero la verdad es que no es un caso único ni mucho menos. Los grandes autores de ciencia ficción, me refiero a los que han triunfado económicamente en el mundillo, han seguido la mayoría de ellos la misma tendencia.

Así, Arthur C. Clarke, no dudará en permitir que Paul Preuss convierta algunos de sus relatos más conocidos en una serie de novelas tituladas genéricamente Venus Prime (6 libros), que si bien tienen elementos remarcables, pierden mucho al estar constreñidas a los relatos originales de Clarke y suenan mucho a ya visto. Otro tanto ha sucedido con la serie de Rama (3 novelas, más la original) que ha escrito Gentry Lee.

Otro de los fenómenos que están explotando la gallina de los huevos de oro es el de Dune, que ya fue desarrollado por Frank Herbert en vida, con una serie de 6 novelas: Dune, El mesías de Dune, Hijos de Dune, Dios-emperador de Dune, Herejes de Dune y Casa capitular: Dune, de las cuales la mayoría de los expertos sólo salvan la primera o, a mucho estirar, también la tercera. Ahora, su hijo Brian Herbert y el escritor Kevin J. Anderson han decidido seguir con el filón y escribir toda una serie de precuelas. No contentos, ya han anunciado su intención de desplumar más el ave con continuaciones de la serie de Dune. No coment.

Algo parecido ha sucedido con Pórtico, la conocida novela de Frederik Pohl, de la que existen tres secuelas más y que le han hecho perder todo el encanto que generó el primer libro con la cuestión abierta de quiénes eran los Heechees y qué querían. Por si fuese poco, añadió un libro adicional de relleno, con relatos ambientados en el universo Heechee que no aportan nada nuevo al conjunto.

Lo del material de relleno se ha puesto de moda. Algo parecido sucede con la trilogía de Marte: Marte rojo,Marte verde y Marte azul, de Kim Stanley Robinson, a la que ha añadido un libro con materiales adicionales, como si de un DVD con contenidos extra se tratase.

Podríamos citar más casos: el mundo-río de Philip José Farmer, algunas series de Jack Vance o de Julian May, la estiradísima serie de Ender de Orson Scott Card o el universo de los sofontes desarrollado por David Brin.

Por fortuna, no todos los autores siguieron esta tendencia. Uno de los grandes de la literatura fantástica, J. R. R. Tolkien, tardó toda una vida en escribir El Señor de los Anillos y no sin continuas y extensas revisiones. A ello, añadió una novela introductoria, El Hobbit y dejó inconcluso El Silmarillion. De haber tenido mayor rapacidad comercial, en cuanto ESDLA triunfó, podría haberse puesto a sacar libros sobre elfos, orcos y enanos como churros. Afortunadamente no todos opinan igual y prefieren anteponer calidad a cantidad o, simplemente, saben cuando han acabado de contar todo lo que tenían que decir.

Cabe diferenciar entre un autor que necesita varios libros para desarrollar un proyecto más o menos extenso, tal como está sucediendo con el mega-culebrón de La canción de hielo y fuego de aquél cuya visión es la de explotar un filón a partir de un éxito, generalmente inesperado.

Pero la literatura es también un fenómeno comercial y no sólo un arte, como en teoría debería ser, así que estos fenómenos, lejos de constituir hechos puntuales, se generalizarán todavía más en el futuro.