¡No mires arriba!
Ayer pude ver en todo su esplendor la
película de moda de la que todo el mundo me hablaba: “¡No mires arriba!”
(Don’t Look Up!). La verdad es que no me decepcionó, aunque
cuando llevaba vista casi la mitad, estuve a punto de dejarla estar, porque la
encontraba un pelín aburrida. Por suerte, enseguida la cosa mejoró y me animé a
seguir hasta el final, que no me decepcionó.
La idea de la película es bien simple y
nada original: unos científicos que viven un poco en su torre de marfil
descubren un cometa bastante gordo que viene directo hacia la Tierra. A partir
de aquí, el planteamiento de la película difiere bastante de las clásicas obras
apocalípticas a que estamos acostumbrados.
De hecho, lo de menos es el cometa y la
catástrofe que se avecina. La película no va de eso. Va de una sociedad
aburrida e indolente, adicta a la televisión y a las redes sociales, gobernada
por políticos despiadados y ligeramente fascistas.
Hay que destacar el papelón de Meryl Streep
como presidenta de los Estados Unidos, el alter ego de Donald Trump, con hijo
tonto en el gobierno incluido. Y por supuesto, el clásico gurú hipermillonario
salvaplanetas y don redes sociales que nos tiene que redimir y en quien todos ponen
sus esperanzas para evitar la catástrofe.
La película no es exactamente una comedia
en la que te tronchas de risa, aunque tiene detalles (no explico el final, que
me parece delicioso y suculento) bastante divertidos y con muy mala baba.
En cuanto a los actores, creo que lo
hacen bastante bien. A parte de Meryl Streep, ya citada, Leonardo DiCaprio,
quien no ha sido nunca muy santo de mi devoción, actúa muy bien, por no hablar
de una estupenda Cate Blanchett, a quien creo que podían haberle sacado más
lucimiento. Mención especial para Timothée Chalamet, a quien al principio no
reconocí con su caracterización de macarra simpático.
También brillante la actuación de Ron
Perlman en su papel de neandertal WASP y machote que ha venido para salvar a la
Humanidad (blanca y americana) del cacho hielo que se nos tira encima. Glorioso
el discurso que nos escupe durante su lanzamiento y las vergonzosas disculpas
de que “es de otra época, pobre”.
Gloriosa la escena del discurso
presidencial desde el portaaviones, con toda la plana mayor del ejército y con
fuegos artificiales de fondo, anunciando que van a salvar al mundo lanzando
unos cuantos pepinos nucleares al cometa.
Lo mejor de la película creo que es el
título y lo que representa. Ante la evidencia, niégala. No mires arriba, es una
trampa. No mires con tus propios ojos, no vaya a ser que veas lo que no
queremos que veas. O si preferís al evangelio según san Juan: “Si no te gusta
lo que ve tus ojos, arráncatelos”. Me extraña que no se les ocurriese. Puede
que lo encontrasen demasiado gore.
La verdad es que la película se queda
corta. Y por supuesto, es pura ciencia ficción. No tanto por el cometa, sino
por cómo reacciona la sociedad ante un evento de esta magnitud.
Encuentro particularmente divertido que
no empiezan a producirse disturbios hasta que una de las protagonistas (Jennifer
Lawrence) les dice a unas cuantas personas que la escuchan que el problema es que
unos cuantos bastardos ricos juegan al apocalipsis porque quieren ser todavía
más ricos.
Entonces sí. Las malas noticias no nos
gustan, pero la envidia es un potente motor social. Encuentro que es una de las
escenas más reveladoras de la película, aunque tal vez los guionistas no
tuvieron la intención de que lo fuese.
Tampoco deja de ser un poco triste que
lo que hace que el protagonista mude su actitud y se pase al bando de los “buenos”
es que el hipermillonario chalado le advierte de cómo prevén los algoritmos de
sus redes sociales cómo morirá este.
En fin, una película para ver con calma,
sin pretensiones de reírse (porque en el fondo ni puñetera gracia que hace),
pero tampoco para tomársela con angustia. Es raro ver un producto cinematográfico
moderno con un cierto contenido reflexivo, así que disfrutémoslo.
Cultura Global
Michael Crichton, que tenía formación de
médico, fue un escritor y guionista de ciencia ficción del siglo XX más que
notable. Entre sus obras más reconocidas están “La amenaza de Andrómeda”
o “Parque Jurásico”.
En sus últimas obras, Crichton, quien
era un reconocido autor de tecno thrillers de lo más tecno escéptico,
afirmaba que esto de internet (que entonces era poco menos que incipiente) nos
iba a llevar a los humanos a una aculturalización global.
Dicho con otras palabras, que en todas las
partes del planeta habría la misma cultura y que la diversidad cultural
existente en la actualidad se diluiría en una especie de cultura global difusa,
ampliamente influenciada por el modo de vida occidental, especialmente por el
norteamericano.
De hecho, el lo expresaba más
enfáticamente, afirmando que en todas partes nos preocuparíamos por las mismas
chorradas y reiríamos los mismos chistes. Supongo que se veía venir lo que ha
acabado siendo la memesfera y el universo virtual de las redes sociales.
¿Tenía razón Crichton? Bueno, parece que
acertó bastante. Sin haberse producido un genocidio cultural verdaderamente
masivo, es cierto que hemos pasado de un mundo basado en átomos, a otro basado
en bits, como diría Esther Dyson. De lo real a lo virtual.
Antes, si una cosa no aparecía por la televisión,
no existía. Ahora, si no aparece en las redes sociales, o no existe o no tiene
importancia, que no sé cuál de las dos cosas es peor.
Si el mundo vivió ensimismado la muerte
de Lady Di y el posterior espectáculo que se montó a su alrededor, como una
especie de tragedia televisiva retransmitida en directo, o las guerras de Irak
o de los Balcanes, a través de las “noticias” de la CNN, ahora la gente vive
casi simultáneamente en todo el mundo los mismos memes de los youtubers,
tiktokers y otros animalillos del cybermundo.
Incluso algunos propietarios-gurú de
redes sociales nos proponen una inmersión total en la realidad virtual a lo Desafío
total (Hasta a Philip K. Dick se le pondrían los pelos de punta).
La verdad, lo único que frena el
fenómeno que previó Crichton es el idioma. Aunque el inglés es bastante
omnímodo, no es el lenguaje materno de la mayor parte de los seres humanos. Aún
quedan muchos nativos de chino, hindi, bengalí, ruso, francés, alemán, español
o árabe, por citar unos cuantos idiomas.
Pero posiblemente hasta esto pronto
cambiará. La posibilidad de traducir automáticamente de cualquier idioma a otro
cualquiera, tal vez esté a la vuelta de la esquina. Es posible que los
subtítulos pronto sean algo tan anticuado como el teletexto o la cinta
perforada.
Podría ser que los ordenadores, gracias
a la inteligencia artificial, doblasen con rasgos emocionales las bandas
sonoras de una película o serie del idioma X al idioma Y en cuestión de
segundos y a un coste irrisorio.
No sé si los actores del futuro deberían
temer al progreso, pero los dobladores me temo que están en peligro de
extinción.
¿Exageración? Bueno, ved cómo nuestros
hijos celebran el Halloween como si fuese una fiesta autóctona (de hecho, tiene
sus raíces locales, pero tampoco es idéntica a lo que aquí teníamos) o cómo la
gente empieza a participar del Black Friday o del Día del Soltero. Pronto
acabaremos celebrando el Día de Acción de Gracias, el Año Nuevo Chino o una
semanita del Ramadán (un mes tal vez sería excesivo para nuestra volátil e
hiperacelerada cultura global).
Nos dirigimos a una especie de
cultura-refrito de un montón de ítems mundiales, en que cada semana habrá
alguna fiesta o tótem cultural del que participarán las diversas culturas y
competirán para proveer de elementos a esta cultura-refrito universal.
¿Es esto un triunfo de la diversidad o
justamente su fracaso? ¿Veremos un renacimiento colorido de tradiciones y modos
de pensar o acabaremos todos más grises que el cemento?
Me temo que Crichton se quedó corto. No
quiero ser pesimista, pero hasta los medios de transmisión cultural se están
reduciendo: cada vez se lee menos, se ve menos televisión, se escucha menos
radio, se escucha menos música en directo, se va menos al cine o al teatro… y
todo en favor de internet, que lo envuelve y engloba todo.
Sé que suena a “Video killed the
radio star”, pero tal vez esta sea la buena,
Fijaos: la gente no disfruta plenamente
una comida si no la fotografía y se la envía a los amigos; los asistentes a un
concierto, lo graban en sus móviles, cuando la grabación va a ser posiblemente
pésima; y así sucesivamente. Si no está en internet o en tu móvil, no existe.
En fin, como diría nuestro moderno
filósofo global, el maestro Yoda: “siempre en movimiento el futuro está”.
Veremos qué pasa, pero pintan bastos.