21 junio 2021

Se acerca el momento

2021 parece ser, finalmente, el año en que verá la luz la nueva serie de ciencia ficción producida por Apple TV+, Foundation (La Fundación), adaptación de la serie de novelas de Isaac Asimov de nombre análogo.

 

Durante muchísimos años he estado esperando que alguien llevase al cine o a la pequeña pantalla esta serie de novelas, pero hasta ahora ha sido en vano. Ha habido multitud de proyectos, algunos incluso cuando Asimov aún estaba vivo, que no han llegado a buen puerto.

 

Un motivo de ello es que por aquel entonces, las series de este tipo no estaban tan de moda como hoy, gracias a las diversas plataformas que invierten muchísimo dinero en productos de entretenimiento. Por aquel entonces, la idea era llevar la Fundación al cine y eso es complicado porque se adapta muy mal al formato cinematográfico.

 

La serie original de la Fundación constaba de tres novelas: Fundación, Fundación e Imperio y Segunda Fundación, que posteriormente fue completada con Los límites de la Fundación y Fundación y Tierra, más un par de precuelas: Preludio a la Fundación y Hacia la Fundación.

 

La trilogía original, de hecho, era un fix-up de relatos cortos y novelas cortas que se recopilaron en forma de tres libros, pero que eran difíciles de explicar en una o pocas películas. Hoy día, tal vez, con un Peter Jackson es posible que ello no hubiese sido un problema, pero lo cierto es que la trama se extiende a lo largo de varios siglos y unos cuantos mundos y eso lo complica todo bastante.

 

Finalmente, después de algunos frustrados intentos, han decidido producir una serie, lo que se adapta mejor a la idea original de la trilogía. Apple TV+ tiene intención de contarnos una historia a lo largo de 80 capítulos. La primera temporada constará de 10 capítulos. Material no le faltará, aunque 80 capítulos me parece excesivo incluso para todas las novelas juntas.

 

Sobre la adaptación realizada, solo puedo especular. A fin de cuentas, solo conocemos un trailer y poco más. Lo más satisfactorio es la elección del actor que interpretará a Hari Seldon. Lo que menos, el intento de meter con calzador un montón de personajes femeninos allí donde los personajes eran, en principio, masculinos.

 

Esto ya lo comenté en un post anterior. Ahora, a esperar a que Apple TV+ se decida a ofrecernos esta nueva serie. Como siempre, habrá detractores, fans y fans irreductibles que criticarán cualquier desviación de la línea argumental original. Todo se verá.

 

 

 

13 junio 2021

El convector Toynbee

Hay un relato de Ray Bradbury bastante curioso, llamado “El convector Toynbee” (“The Toynbee Convector”, 1984), contenido en la recopilación de nombre homónimo. Se trata de uno de los pocos relatos de ciencia ficción del libro, en donde abunda más la fantasía o los relatos metafóricos.

 

En el relato, el personaje central, ahora ya un anciano, explica como cuando era joven construyó una máquina del tiempo para viajar al futuro, donde descubrió un mundo idílico, utópico, con el aire puro y los mares limpios y la gente feliz. Curiosamente, todo era mentira: el viaje en el tiempo fue una estafa, pero la gente de su tiempo se lo creyó y se lanzaron a construir ese futuro maravilloso que el personaje del relato les había prometido como cierto. Es la clásica profecía autocumplida.

 

El Toynbee del título fue un historiador británico (1889-1975), conocido sobre todo por ser el creador de la teoría cíclica sobre el desarrollo de las civilizaciones. Bradbury le atribuye la idea de que “las civilizaciones que no se lanzan a conquistar su futuro, son sociedades decadentes sin futuro”.

 

El personaje del relato, que es joven en los años 80 del siglo XX (cuando fue escrito el cuento), describe un mundo contaminado en todos los sentidos: tanto en la polución del aire y de los océanos, como socialmente. La gente no tiene esperanza y no cree en el futuro.

 

No sé qué habría pensado Bradbury del mundo actual, con problemas tan serios como la contaminación, la emergencia climática o la pandemia, pero me temo que las cosas todavía se han agravado.

 

Se afirma que la próxima generación será la primera que tendrá una calidad de vida inferior a su antecesora, por primera vez en siglos. Parece que el progreso se ha frenado en algunos aspectos.

 

Pero lo cierto es que si tomamos el mundo globalmente, vivimos en la época más próspera de la historia, con menos guerras, menos hambre y pobreza y menos enfermedades. Puede parecer lo contrario, pero los datos y los hechos son tozudos.

 

Otra cosa es lo que nos venden los medios de comunicación, que siempre hacen énfasis en todo lo negativo y casi nunca en lo positivo.

 

Por eso encuentro este relato bastante inspirador. Debemos conquistar el futuro, lanzarnos de cabeza hacia él. O de lo contrario, entraremos en una decadencia de la cual puede llegar a ser verdaderamente difícil de salir.

 

 

 

08 junio 2021

Tecnofobia

Pudiera parecer a simple vista que la ciencia ficción es una exaltación de las nuevas tecnologías, aunque nada más lejos de la realidad. De hecho, uno de los temas centrales de la ciencia ficción son los malos usos que se le dan a ciertas tecnologías o qué pasa cuando ciertas tecnologías se descontrolan y salen mal. Esa es la base de muchas distopías apocalípticas.

 

Algunos autores las tratan de manera ocasional, como es el caso de Lester del Rey que en su novela Nervios (Nerves, 1942) describe las secuelas sociales de una fiebre antinuclear debido a un accidente nuclear del pasado.

 

O Vernor vinge, quien en La guerra de la paz (The Peace War, 1984), describe un mundo que ha sido azotado por las consecuencias de la ingeniería genética y los ingenieros genéticos son perseguidos como criminales.

 

Con un transfondo parecido, en diversos puntos de la serie Star Trek se habla de las guerras eugenésicas, provocadas por humanos mejorados genéticamente para ser “superiores” a los seres humanos normales. Ello lleva a la Federación a prohibir la mayor parte de las prácticas de ingeniería genética con personas, aunque es evidente que no se trata para nada de una sociedad tecnófoba, sino todo lo contrario.

 

Otros autores, en cambio, son tecnófobos por naturaleza y en prácticamente toda su obra se destila esta fobia por las nuevas tecnologías, una especie de reacción alérgica al progreso tecnológico. Este es el caso de Michael Crichton, quien en sus tecno thrillers suele cultivar esta tecnofobia.

 

Por ejemplo, en Parque Jurásico (Jurassic Park, 1990), es la ingeniería genética y la recreación del pasado remoto lo que se descontrola y acaba mal, de manera parecida a lo que acontece en Next (2006). En Presa (Prey, 2002) es la nanotecnología lo que se sale de madre. En El hombre terminal (The Terminal Man, 1972), la interface máquina-cerebro. Incluso en Esfera (Sphere, 1987), que está a medio camino entre la ciencia ficción y la fantasía, nos da a entender que una tecnología demasiado avanzada, solo nos produciría problemas y se nos iría de las manos.

 

Esto es bastante opuesto al optimismo tecnológico de los primeros tiempos de la ciencia ficción. Los escritores de la factoría de John W. Campbell eran tecnófilos por naturaleza. Pero posteriormente, conforme el siglo XX fue avanzando y aparecieron accidentes nucleares, residuos industriales por todas partes, desforestación y miedo a un apocalipsis nuclear, químico o bacteriológico, los escritores de ciencia ficción empezaron a recoger estos miedos latentes y los volvieron claramente patentes.

 

Hoy día abundan más los tecnófobos que los tecnófilos, aunque hay una nueva corriente dentro de la ciencia ficción que vuelve a recuperar el bonismo de la ciencia como solución a nuestros problemas: “si la ciencia causó la situación actual, la ciencia nos sacará también de ella”.

 

Veremos cómo acaba la cosa. Lo cierto es que en la sociedad y muy especialmente en las redes sociales, la ciencia no tiene muy buena prensa. En parte es culpa de los propios científicos, quienes no han invertido el tiempo necesario en divulgar sus investigaciones y en parte es cosa del signo de los tiempos postmodernos y de relativismo cultural, en que cualquier teoría -por absurda que sea- tiene el mismo derecho a ser considerada como aceptable, aunque carezca de cualquier fundamento racional o empírico.