La versión light del Gran Hermano
En el relato “Como anillo
al dedo” (The Perfect Match, 2012), de Ken Liu contenido en
la antología El zoo de papel y otros relatos se describe un
mundo muy parecido al nuestro en que las empresas del estilo
Google se han hecho con el control total de la sociedad y de
la economía.
Este tipo de empresas
controlan a todo el mundo gracias a un asistente femenino dotado de
inteligencia artificial que te supervisa las 24 horas del día, vayas donde
vayas, hagas lo que hagas, a fin de recopilar información para conocerte mejor
(que tú
mismo) y hacerte más feliz
con sus acertados consejos.
De hecho, el asistente en
cuestión escucha todas tus conversaciones, supervisa tus compras, tus lecturas
e incluso decide con quién debes salir para asegurar la compatibilidad
interpersonal óptima.
La historia adquiere su
interés cuando un par de “renegados” del sistema deciden combatirlo desde
dentro y lo que les acontece.
Lo cierto, es que el mundo
descrito se parece enormemente al nuestro. La mayor parte de la gente ha
renunciado a la intimidad y a la privacidad de sus datos personales, a cambio
de obtener supuestas “ventajas” como cuentas de correo electrónico gratuitas o
supuestos códigos promocionales de compra.
¿Quién no ha hecho una
búsqueda en un conocido buscador de un libro, por ejemplo, y al cabo de poco a
recibido una oferta de compra de dicho libro en algún espacio publicitario de
las redes sociales que frecuenta?
Muchas veces se habla del
Gran Hermano (del de 1984, de George Orwell) en el sentido
del control que ejercen algunos estados totalitarios como China (y otros
aparentemente no tan totalitarios como los estados occidentales), pero se suele
obviar el paper de control social y económico que ejercen las grandes
corporaciones.
Es un mundo digno de
Black Mirror. No me atrevo a catalogarlo de distopía. De
hecho, no sé muy bien a dónde nos conduce está intromisión cada vez mayor en
nuestras vidas. Es cierto que si se hace bajo unas adecuadas condiciones de
control, puede servir para mejorar nuestra calidad de vida, pero seamos
sinceros: todos sabemos cómo se descontrolan las cosas cuando hay dinero y
poder de por medio, ¿no?
Pepinos nucleares en el espacio
Al parecer la NASA se está
planteando utilizar la tecnolgía nuclear de fisión para impulsar naves
espaciales. Vaya, dicho en plata, utilizar detonaciones nucleares para
propulsar naves. Esto ya se planteó hace muchos años. El proyecto incluso tenía
un nombre: el proyecto Orión.
La cosa se vio limitada
por dos motivos: uno, que según los acuerdos internacionales, la energía
nuclear está prohibida en el espacio fuera de fines muy específicos, como reactores
nucleares para sondas interplanetarias. Pero nada de fuegos artificiales.
La segunda es que
contamina un montón. Y es peligrosa. Sentarse en una nave que se tira pedos
nucleares no creo que sea una experiencia muy segura ni muy agradable. De todas
maneras, me temo que en caso de necesidad, ambos motivos pueden soslayarse con
relativa facilidad.
En la novela
Ruido de pasos (Footfall, 1985), de Larry
Niven y Jerry Pournelle (por cierto, ligeramente fascistoide, como era de
esperar vista la trayectoria ideológica de sus autores), se utiliza este
procedimiento para impulsar una nave espacial. Esta, incluso despega desde la
Tierra, con el consecuente coste ecológico que ello representa.
Es posible, no obstante,
que el uso que se le diese a la energía de fisión fuese de carácter térmico. Es
decir, que se emplease el calor generado para producir algún sistema de
propulsión.
Por supuesto también
podemos utilizar energía termonuclear de fusión, en el caso de que alguna vez
logremos conseguir la fusión sin necesidad de utilizar un artefacto de fisión
para iniciarla y poder mantenerla de manera sostenida y controlada. Sería la
energía ideal para vuelos más largos. También había un proyecto para esto: el
proyecto Daedalus.
Hay otros proyectos, por
supuesto y ahora parece que la NASA quiere rescatar viejas ideas y reconvertirlas
en nuevas. A mí no me parece muy buena idea utilizar energía nuclear para estos
fines. Ya bastantes disgustos nos ha dado la energía de fusión con fines
pacíficos en la superficie de la Tierra.
Una idea, propuesta por
Isaac Asimov, sería contruir centrales de fisión nuclear en la superficie de la
Luna. En caso de accidente, el riesgo sería mínimo. Al menos hoy por hoy que
está deshabitada, aunque podría conllevar un lastre para generaciones futuras.
Así que lo mejor será dejar las cosas como están y buscar alternativas menos
drásticas, aunque sean más futuristas.
Todos esos mundos son vuestros…
A raíz de las recientes manifestaciones
juveniles contra el cambio climático, recuerdo que entrevistaron a un chico
bastante joven quien dijo que si nos cargábamos este planeta nos tendríamos que
ir a otro. Ahora, el recién concedido premio Nobel de Física, Michel Mayor lo
ha dejado claro: si se trata de exoplanetas, están demasiado lejos.
Lo cierto es que no
tenemos tecnología para llegar ni al sistema solar más cercano en un tiempo
razonable (parte de la vida de una persona). Como mucho, nos podríamos plantear
emigrar a la Luna (muy hostil, muy baja gravedad, muy poca agua) o a Marte (muy
poca atmósfera, demasiada radiación, cantidad discutible de agua disponible).
Una opción intermedia
serían las estaciones espaciales. Pero tampoco nos hagamos muchas ilusiones:
construir una estación espacial capaz de albergar suficientes personas como
para que mereciera la pena construirla, sería enormemente caro y tampoco
tenemos la tecnología para ello, aunque tal vez estemos cerca.
Planteémos, en cambio,
esta otra cuesitón: ¿para qué vamos a cambiar de planeta si tenemos uno que,
adecuadamente tratado, es un paraíso, ya que es nuestro planeta natal, aquel
para el cual estamos adaptados genética y culturalmente?
El problema es que una
minoría quiere seguir viviendo a cuerpo de rey sin tener en cuenta que los
recursos son limitados y que si todos queremos tener a un ritmo de vida
desaforado, pues va a ser como que no. Por otro lado, los seres humanos somos
muy conservadores: eso de dejar de depender de los combustibles fósiles no es
complicado técnicamente, pero sí que lo es psicológicamente.
Así que, a pesar de todas
las historias de ciencia ficción que podamos sacarnos de la manga, a corto y
medio plazo, la mejor opción que tenemos es preservar nuestra cuna, nuestro
mundo natal y dejarnos de pamplinas. El Universo es muy grande. Tal vez
demasiado grande para nosotros. Al menos lo es para nuestra actual tecnología.