25 abril 2016

Idiotizando al género humano



El ser humano ha evolucionado mentalmente en parte gracias al desarrollo de nuevas tecnologías. En la prehistoria, aunque cuesta de saber qué fue antes, si el huevo o la gallina, el desarrollo del cerebro en los antropoides humanoides ha ido a la par con los desarrollos tecnológicos.

Sin embargo, en la actualidad, podemos ver cómo la tecnología, o tal vez un exceso de la ella, está estupidizando a la Humanidad.

Asimov ya previó el fenómeno de la pérdida del cálculo mental a raíz de la aparición de las calculadoras en su relato “La sensación de poder” (The Feeling of Power, 1958). Siguiendo con Asimov, sus relatos de robots, nos mostraban unos Mundos Espaciales en que la Humanidad (Los robots del amanecer, El sol desnudo, Bóvedas de acero, Robots e Imperio) había alcanzado grandes cotas de bienestar personal gracias a sus siervos robóticos, pero también un preocupante estancamiento social y demográfico.

No puedo dejar de pensar en estas cosas, cuando veo un montón de personas con la mirada hipnóticamente fijada en las pantallas de sus teléfonos móviles, enviándose whatsups de manera enfebrecida, ignorando completamente su entorno físico.

¿Cuántos somos ya capaces de recordar un montón de números de teléfono desde que los móviles tienen agenda? A veces me pregunto qué pasaría con algunas personas si se les privase del teléfono móvil y del tablet y pienso que sería algo así como sucede en la novela de Donald Kingsbury, Crisis psicohistórica con los psicohistoriadores privados de su fam.

¿No está pasando lo mismo con los navegadores para el coche, que nos están haciendo olvidar cómo se va a los sitios? Me temo que llegará un día en que los coches inteligentes se conducirán solos y ya no nos hará falta ni si quiera aprender el código de circulación.

Es cierto que algunas de estas capacidades que perderemos o que ya hemos perdido no tienen mayor importancia. Pero otras, como la concentración, la capacidad de articular discursos racionales más o menos largos o la simple escritura manual ya son harina de otro costal.

La tecnología nos ha dado y nos dará mucho, pero no lo hace gratuitamente. También nos quita algo cada vez que la utilizamos. Supongo que todo se trata de hallar el justo equilibrio.

Muchas personas estarían encantadas de tener un robot doméstico que cocinase, limpiase la casa y planchase la ropa. Tal vez incluso que fuese a buscar a los niños al colegio y los entretuviese mientras nosotros trabajamos o disfrutamos del ocio, pero tal vez el remedio sea peor que el mal.

Esto me recuerda a la anécdota de una pareja bienestante que estaba preocupada porque su hijo no les hablaba. Resulta que el niño, que se pasaba casi todo su tiempo  con la chacha filipina, sí que hablaba, pero en tagalo, que era la lengua de la chacha y que era la única que había oído el niño. Pues eso.

Tal vez el paroxismo de todo esto lo encotremos en la novela de Jack Williamson, Los humanoides, en que unos robots aparentemente bonachones pensados para facilitarle la vida a los seres humanos acaban conviertiendo su existencia en la peor de las pesadillas.

Y si preferimos verlo en el cine, tenemos alguna película que toca de pleno el tema, como es Idiocracia, una sátira con bastante mala uva sobre un futuro en el que los idiotas muy idiotas son la inmensa mayoría, cosa que ha puesto en peligro el futuro de la civilización.

19 abril 2016

La verdad, toda la verdad…



La mayor parte de las éticas humanas confieren un gran valor a la honradez y a decir la verdad. Pero curiosamente, no está tan claro que eso de ser siempre honesto sea una ventaja evolutiva.

De hecho, de ha visto que desde los primates, pasando por los cuervos, hasta los humanos, mentir es algo habitual y hasta necesario en muchas sociedades, sean humanas, o no lo sean.

La ciencia ficción ha tratado el tema de “decir la verdad” en algunas ocasiones. Una bastante curiosa es en la novela La máquina de la verdad de James L. Halperin, que habla de una sociedad en que es posible saber cuándo alguien miente, cosa que ha revolucionado el sistema judicial. La máquina de la verdad funciona realmente.

Otro desarrollo curioso lo encontramos en Dune, en donde las Bene Gesserit, llamadas también “decidoras de verdad”, son capaces de detectar los engaños analizando simplemente los tonos de voz, gracias a sus sorprendentes capacidades adquiridas.

Hay que reconocer que mentir da una cierta ventaja evolutiva, pero que detectar las mentiras aún la concede más grande. Una sociedad en que la mentira fuese imposible, sería una sociedad verdaderamente claustrofóbica, porque a veces las pequeñas mentiras, conocidas como las mentiras piadosas, son el aceite que engrasa las relaciones sociales.

O dicho de otro modo: ¿estamos preparados para conocer la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? Creo que no. Ese es el planteamiento de algunas novelas sobre telépatas, como Muero por dentro, de Robert Silverberg, aunque en el fondo, en esa novela, las capacidades telepáticas no son sino una metáfora sobre la inteligencia personal.

Un ejemplo más claro de ello lo encontramos en el episodio de Star Trek. The Next Generation de la tercera temporada: “El hombre de latón” (Tin Man), en que un betazoide con grandes aptitudes telepáticas, nace con el sentido de la telepatía activado y no es capaz de desconectar, sabiendo siempre de antemano lo que piensan los demás.

Claro que los vulcanos como el Sr. Spock, mediante fusión mental, son capaces de extraer, aunque sea dolorosamente, los conocimientos de otras personas. Mejor no cruzarse con un vulcano si uno está implicado en alguna confabulación.

13 abril 2016

La puerta a las estrellas



Durante el último simposio del NIAC (NASA Innovative Advanced Concepts), el profesor Phillip Lubin, científico de la NASA que trabaja en el programa Deep-In (Directed Energy Interstellar Precursor), ha propuesto un nuevo sistema de propulsión para astronaves: la propulsión fotónica.

Este sistema se fundamenta en el uso de un sistema de láseres que permitirían acelerar una nave no muy grande y no tripulada hasta velocidades del orden del 25% de la velocidad de la luz. Según Lubin, sería posible enviar una nave no tripulada a Marte en poco más de 3 días.

Si realmente este sistema acaba siendo posible y se encuentra a nuestra disposición en relativo poco tiempo y con un coste razonable, el sistema solar podría llenarse rápidamente de sondas robóticas de exploración.

Pero preveo un uso más interesante: a 0,25c podemos soñar con enviar una nave exploradora a la estrella más cercana, a Próxima Centauri, que se encuentra “solo” a 4,22 años-luz, lo que significa que una nave podría llegar allí en menos de 17 años. Parece mucho, pero está dentro de los márgenes de una vida humana, por lo que podría resultar interesante.

Tal vez la puerta de las estrellas de momento esté vedada al ser humano (un viaje a 0,25c podría comportar serios riesgos para la salud humana debido a los rayos cósmicos), pero no para los robots. Tal vez sean los hijos del hombre los primeros en ver directamente los rayos de otro sol y, a lo mejor, de otros mundos potencialmente habitables.

El último en apuntarse al carro ha sido el conocido científico Stephen Hawking que ha conseguido un patrocinio millonario para enviar una nanosonda no tripulada con propulsión fotónica a una estrella cercana, en unos 20 años. ¡Suerte!

11 abril 2016

Curso acelerado de partenogénesis



Dice la Wikipedia:

“La partenogénesis es una forma de reproducción basada en el desarrollo de células sexuales femeninas no fecundadas, que se da con cierta frecuencia en platelmintos, rotíferos, tardígrados, crustáceos, insectos, anfibios y reptiles, más raramente en algunos peces y, excepcionalmente, en aves.”

La ciencia ficción ha tratado este tema en algunas ocasiones, aplicado a la especie humana. Desde luego, el caso más conocido es el que se nos cuenta en Star Wars sobre el nacimiento de Anakin Skywalker, alias Darth Vader, aunque allí lo emborronan todo con el peculiar cuento de los midiclorianos.

Recientemente, he podido leer sobre un relato titulado “Ánima” de Sofia Rhei, contenido de la antología Terra Nova 3 que versa sobre este tema. En un mundo futuro, ligeramente distópico, en el que los futuros padres tienen que ir a una clínica especializada para poderconcebir hijos, una genetista se ve involucrada en una trama que la llevará por caminos insospechados, entre ellos la partenogénesis.

Lo cierto es que la partenogénesis en humanos podría ser el sueño de las feministas más radicales. Algo de esto encontramos en el relato, “Houston, Houston, ¿me recibe?” (“Houston, Houston, Do You Read?”, 1976), de la escritora James Tiptree Jr., que describe un mundo en que los hombres han desaparecido y las mujeres parecen estar de lo más satisfechas. Por este relato obtuvo el premio Hugo 1977 de novela corta.

05 abril 2016

Trocitos de futuro



En el relato “La decisión” de Paul McAuley, contenido en la antología Terra Nova 3 se describe una Inglaterra futura ligeramente distópica en la que conviven los humanos con una cierta presencia de alienígenas.

El relato cuenta la caída de una nave extraterrestre en el río y de cómo unos adolescentes se dirigen a su búsqueda en una embarcación que han construído ellos mismos, así como las aventuras y desventuras que les acontecen.

Uno de los elementos de la trama es que los protagonistas encuentran un fragmento de la nave extraterrestre y lo que desencadena una serie de sucesos.

El fragmento recuerda un poco a Pícnic junto al camino, de Arkadi y Borís Strugatsky, salvando las distancias.

La narración es bastante pintoresca y utiliza un lenguaje bastante descriptivo y también recupera un poco las historias ambientadas en el Mississippi de Marc Twain, combinada con las historias de los bajos fondos.

También son interesantes algunos de los secundarios, como la madre de uno de los dos adolescentes, una antigua luchadora ecologista que ha quedado algo desfasada en el mundo actual.