29 junio 2007

Vacaciones

Me voy quince días de vacaciones. Aprovecharé para recargar pilas y para leer algunos libros del género, que lo tengo un pelín descuidado últimamente. Le tengo echado el ojo a algunos libros de relatos publicados recientemente que, espero poder comentar cuando vuelva. Hasta la vista.

28 junio 2007

Urbanitas

Retomando el filo del último post (Blade Runner), ayer apareció en diversos medios de comunicación la noticia de que, según las previsiones, la mitad de la población mundial vivirá en las ciudades a partir de 2008. Es decir, por primera vez en la historia, más de la mitad de la población será urbana.

Hay un largo trecho entre las primeras ciudades-estado del creciente fértil y las modernas megápolis postecnológicas, pero la esencia se mantiene. La ciudad es un lugar de concentración. Un lugar de servicios. Una aglomeración de recursos humanos y materiales, así como una fábrica de culturas y modos de vida.

No soy un urbanita así que no defenderé ahora el modo de vida urbano. Lo respeto, aunque a mí, particularmente, que soy de pueblo, no me gusta. Yo prefiero los lugares pequeños y tranquilos (cuando no lo invaden los turistas, claro).

Pero está visto que estoy en minoría y cada vez más. La gente quiere disponer de todos los servicios en un espacio reducido. Es curioso que, a pesar de la fiebre viajera que parece que nos ha atacado a los occidentales, con vacaciones por todo el orbe y verdaderos sarpullidos de vuelos baratos, queramos movernos lo menos posible para acceder a algún servicio no básico. Eso sí, si hay que moverse mucho, mejor en coche.

La ciencia ficción describe casi siempre ciudades. Cuando no es así, suele adoptar un tono utópico, como es el caso de la mayor parte de las obras de Clifford D. Simak, con su peculiar ruralismo colorista, o bien describe mundos asolados por una catástrofe, en los que la civilización ha caído y se ha vuelto a los orígenes rurales.

Incluso buena parte de las sagas fantásticas adolecen de estos principios tan poco originales. Pero es que el campo, rara vez suele inspirar grandes historias o epopeyas. Se necesitan grandes escenarios, palacios, multitudes. Y claro, eso es sinónimo de urbes.

No obstante, la civilización hasta el día de hoy, ha sido sinónimo de ciudad. La propia palabra civilización proviene del latín, civitas, que además tenía la connotación de cosa ordenada, buena. De ahí el civismo, en contraposición con las burdas maneras rurales.

Sin embargo, en la era de las comunicaciones, en una época en que internet y transportes relativamente baratos nos permiten disponer de casi cualquier servicio o producto vivamos donde vivamos, esta necesidad de apretujarse en ciudades no se explica tanto. Tal vez sea que el hombre es un animal gregario o que, simplemente, las grandes ciudades deslumbran.

Los mundos espaciales descritos por Asimov, como Aurora o Solaria, hiperindividualistas y poco poblados, no parecen en absoluto un paraíso para la mayor parte de los humanos, sino todo lo contrario. Supongo que entre el mundo despoblado de Solaria y el hiperpoblado de Trántor debe haber un cierto punto intermedio que satisfaga a la mayoría.

Reconozco que me gustaría leer más historias de ciencia ficción menos urbanas, pero teniendo en cuenta los precedentes en el género y que la mayor parte de los escritores viven en ciudades, me temo que la cosa va a ser difícil.

Una novela que rompe varios moldes en este sentido (y en otros) es Restos de población, de Elizabeth Moon, una curiosa novela que tiene lugar en un mundo en el que sólo hay un humano, concretamente, una mujer ya mayor, que parece haber sido un estorbo incluso para su propia familia.

Pero novelas así no abundan. Supongo que, distopías a parte, cada vez tendremos más Trántors y menos Solarias en el panorama de la ciencia ficción. Lástima, porque en la variedad está el gusto.

26 junio 2007

Blade Runner cumple 25 años

Hace 25 años que se estrenó la mítica película Blade Runner, objeto de culto tanto por parte de cinéfilos, como por parte de amantes del género fantástico, así como adalid de la estética cyberpunk que puso de moda tras su aparición en la gran pantalla.

Blade Runner, basada en una novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? es mucho más que la novela. Precisamente, es esa estética decadente, combinada con la alta tecnología y un pesimismo generalizado la que lanzó a la fama a la película.

Pocas películas “serias” de ciencia ficción son tan conocidas por el gran público como Blade Runner, que siempre ha tenido un aura difícil de clasificar. ¿Es el futuro que describe posible? ¿Vivimos en él? Si hablamos de androides, está claro que no, pero si sustituímos los androides por mano de obra esclava, la verdad es que los demás elementos que la película dibuja no están tan lejos de nuestra realidad como podríamos suponer a primera vista.

En un mundo en que la población se concentra cada vez más en megápolis, en que la publicidad lo domina todo, en que lo “natural” es cada vez más escaso, casi objeto de reserva o de museo y en que los derechos colectivos parecen más amenazados que nunca en nombre de la seguridad nacional, el mundo de Blade Runner convive con el nuestro en un grado superior al que posiblemente nos guste reconocer.

Tal vez sea eso lo que convierte en un clásico a esta gran película: que no ha perdido frescura. Cuando vemos muchas películas que hablaban sobre la confrontación entre la Unión Soviética y Occidente, nos damos cuenta de cómo han envejecido algunas películas que en su día llegaron a ser míticas. Pero esto no sucede con Blade Runner, que nos sigue amenazando con un futuro oscuro que está a la vuelta de la esquina.

07 junio 2007

Pajaroides sofontes

En la novela de David Brin, La rebelión de los pupilos se narran las aventuras y desventuras de diversas razas de sofontes (seres inteligentes) en el marco del universo de las Cinco Galaxias que ha creado Brin.

Las razas inteligentes de la Tierra son, a parte de los humanos, los delfines, los chimpancés y los gorilas modificados genéticamente. Hay muchos estudios sobre la inteligencia de cetáceos y primates.

Curiosamente, una de las razas alienígenas creadas por Brin es de tipo pajaroide. Parece que el cerebro de las aves no está especialmente dotado para la inteligencia. O eso parecía hasta hace poco. Recientes estudios han demostrado que los córvidos son extraordinariamente inteligentes, capaces de razonamientos lógicos complejos, lo que los situaría en una posición privilegiada dentro del reino animal.

Si las aves descienden de los reptiles, parecería a priori que no tendrían por qué ser más inteligentes que, pongamos por caso, los mamíferos, con un cerebro mucho más complejo. Pero los cuervos siempre han sido un caso aparte dentro de las aves. Por alguna curiosa razón, parecen excepcionalmente dotados de inteligencia.

El cuervo es un ave mítica. Aparece en multitud de religiones y mitologías, así como en cuentos, tanto antiguos como modernos y siempre se la ha tenido por un ave peculiar y desde luego inteligente.

Tal vez nuestro antropocentrismo haya recibido otro golpe más. Quién sabe cómo evolucionarán estas aves en el futuro (si no las extinguimos, claro). Tal vez consigan entrar en el sendero de la inteligencia abstracta. Y eso que hasta hace muy poco parecía que el reino del aire estaba vacío en este sentido.

05 junio 2007

El mundo según san Egan

Hay preguntas clásicas en el mundo de la filosofía que conducen a verdaderos atolladeros para el común de los mortales. Cuestiones del tipo “qué sucede cuando una fuerza imparable topa con un objeto inamovible”. Me recuerdan a las cuestiones medievales del tipo “cuántos ángeles pueden danzar sobre la cabeza de un alfiler”.

Pero hay una de ellas que viene trayendo de cabeza a los físicos desde hace mucho tiempo. Se trata de la curiosa cuestión “hace ruido un árbol cuando cae en un bosque si nadie lo observa” o en su reformulación cuántica moderna, “¿existe la realidad cuando no la observamos?”.

No voy a entrar en detalles porque necesitaría un espacio realmente grande para ello y me temo que mis pocos lectores se batirían en desbandada, pero esta cuestión ha recibido un empujoncito hace bien poco por parte de unos científicos austríacos que han realizado unos experimentos que parecen confirmar la hipótesis de que la realidad no existe si no se la observa, en términos cuántos, desde luego.

Técnicamente tiene que ver con la desigualdad de Bell y ciertos experimentos que descartan todo un grupo de teorías de variables ocultas (si Bohm levantase la cabeza…). No obstante, para los que preferimos creer en el realismo –más que nada para no volvernos majaras del todo- el experimento no es concluyente ya que pueden existir otro tipo de teorías realistas que no quedarían descartadas.

Hace tiempo que tengo la sospecha, y muchos físicos y filósofos también, que el filósofo del futuro va a tener que aprender mecánica cuántica y teoría de la Relatividad si quiere tener algo que decir sobre el mundo físico.

Uno de los que lo tiene clarísimo y que nos ha ofrecido un montón de buenos relatos especulativos teniendo en cuenta estos parámetros es el escritor australiano Greg Egan. El que quiera saborear sus maravillosos relatos, que se haga con un ejemplar del recientemente editado en castellano Axiomático y sabrá a qué me refiero.

Mientrastanto, seguiremos contando angelitos en la cabeza del alfiler o nos preguntaremos qué sucede con Aquiles y la tortuga…

04 junio 2007

ATACA GATTACA

Los avances en genética y en biotecnología están al orden del día. Rara es la semana en que la prensa científica no nos sorprende con algún notable avance en las ciencias de la vida. Tal vez vaya siendo hora de tomar nota de algunos avisos lanzados desde muchos relatos y novelas de ciencia ficción y plantearnos seriamente cómo queremos que sea nuestro futuro en lo que a biotecnologías se refiere.

Se ha tratado muy a menudo de dos grandes temas dentro de la biotecnología: los experimentos que salen mal, ya sabéis, terribles virus mutados que exterminan a toda la raza humana (o algo por el estilo) o sobre los alimentos transgénicos.

Pero la biotecnología es mucho más que eso. Una de las cosas que a mí particularmente más me preocupan es la posibilidad de poder secuenciar rápidamente el genoma de una persona y poder deducir qué enfermedades o problemas puede sufrir en el futuro.

Esto, que sería un avance expectacular en calidad de vida, también podría convertirse en una verdadera pesadilla para aquellos que no tuviesen un genoma impecable que, no nos engañemos, a día de hoy, serían una minoría muy restringida.

La posibilidad de que la información biométrica y biomédica se codifique en chips que llevemos encima en una tarjeta –como el DNI- o en un chip insertado bajo la piel me recuerdan demasiado a ciertas distopías futuristas que no me atraen lo más mínimo.

Cuando los padres puedan seleccionar las características de sus hijos mediante ingeniería genética, ¿qué creéis que sucederá con la raza humana? La verdad es que me da bastante miedo imaginármelo. ¿Quién no quiere un niño rubio, alto, con los ojos azules y extremadamente inteligente?

¿No corremos el riesgo de reducir la diversidad genética hasta puntos peligrosos? Quién sabe qué utilidad tienen muchos genes ligados a carácterísticas que, sin ser nocivas o perjudiciales para el organismo, no lo favorecen excesivamente. Por ejemplo, ¿qué pasaría si de golpe, todos los seres humanos pasásemos a ser altos porque los bajitos han sido eliminados por selección artificial?

Y por supuesto, ¿alguien se ha planteado que los padres no van a ser los únicos en decidir este tipo de cosas? ¿Qué tal el perfecto líder, el perfecto general, el perfecto estratega? ¿O el soldado duro que obedece ciegamente las órdenes sin cuestionárselas nunca?

¿Qué sucedería con la homosexualidad en el caso de que un determinado gen la predispusiese y nuestro hijo hubiese heredado dicho gen?

Tal vez eliminaríamos a muchos Stephen Hawkings si obrásemos ciegamente, mirando a corto plazo y sin tener en cuenta que estamos jugando con fuego. Pero, ¿cuándo el ser humano se ha reprimido de jugar con una tecnología una vez ha dispuesto de ella? Todos sabemos lo peligrosas que son las armas atómicas o las armas químicas pero, ¿acaso los ejércitos renuncian a ellas? ¡En absoluto! De eso se trata, precisamente.

Otro tanto creo que sucederá con la ingeniería genética si no establecemos unas regulaciones claras y universales y no tengo mucha fe en ello, porque siempre habrá el típico país-santuario en que todo estará permitido por un puñado de dólares. ¿Y quién se lo va a impedir? No existe una organización mundial dotada de poder efectivo que imponga ciertas restricciones a todo el mundo. Ni en esto ni en otras materias.

Me preocupa que algo tan serio como el genoma pueda ser considerado como un arma o un negocio, pero debo reconocer que me asusta muchísimo más que puede ser tratado como un simple juguete.

A mi mente acuden las imágenes de la magnífica película GATTACA en la que sólo los humanos con un genoma “superior” pueden acceder a los puestos de élite de la sociedad. El resto son poco menos que parias. ¿De veras deseamos ese mundo para nuestros hijos?

01 junio 2007

La importancia de ser una vieja gloria

Al parecer, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos ha contratado los servicios de algunos escritores de ciencia ficción con el propósito de que ayuden –se supone que con sus ideas- a proteger al país de todo tipo de ataques. Entre el grupo de distinguidos escritores se encuentran autores como Jerry Pournelle, Greg Bear o Larry Niven.

¿Os suena? ¡Por supuesto! Es una de las subtramas de la novela de ciencia ficción Ruido de pasos de, ¡tachán, tachán! Larry Niven y Jerry Pournelle. En ella, el gobierno norteamericano debe enfrentarse ante una invasión extraterrestre y crea un grupo compuesto por escritores de ciencia ficción para que les ayude.

Nuevamente, la realida supera a la ficción. Claro que tampoco es nada nuevo. Niven y Pournelle ya ayudaron a la administración Reagan a divulgar y promover la Iniciativa de Defensa Estratégica –alias “Guerra de las Galaxias”- actuando como “guionistas” a la hora de hacer proselitismo del proyecto y de vender sus bondades al “mundo libre”.

En cualquier caso, consideraciones políticas aparte, parece que ser escritor de ciencia ficción en algunos países no sólo está bien visto sino que, encima, puede reportar pingües beneficios.

Me imagino qué diría la prensa española si al ministro de Defensa le diese por implantar una medida similar y contratar a nuestros autores patrios como asesores contra posibles amenazas para la seguridad nacional. Me temo que el cachondeo estaría asegurado por bastante tiempo.

En fin, otra diferencia a tener en cuenta entre la “vieja Europa” y los Estados Unidos. Allí parece que ha cuajado más en algunos campos el viejo dicho del mayo del 68 de “la imaginación al poder”. Para que luego digan.