26 noviembre 2020

Magnolias de acero

Debido a la tragedia del covid-19, hemos podido ver con dolor y una cierta rabia, cómo este virus se cebaba especialmente con la gente mayor y cuando entraba en una residencia, las víctimas empezaban a salir con los pies por delante en grandes cantidades. Una verdadera tragedia.

 

Pero las residencias generalmente suelen albergar un drama bastante más terrible, muchas veces: la de personas mayores, a veces solas, sin más familiares ni nadie que se preocupe de ellas (porque no tienen familiares o porque los familiares pasan de ellos).

 

En esos casos, estamos ante ancianos y ancianas que lo único que pueden hacer es esperar a que les llegue el turno, a que la parca determine su final, que están literalmente, esperando la muerte.

 

He estado en alguna ocasión en alguna residencia y a veces esos ancianos los ves cerca de la puerta. Están en sus sillas de ruedas, con la mirada vidriosa, esperando que les llegue el momento. Es verdaderamente desolador. A mí se me cae el alma a los pies.

 

Uno de los relatos de ciencia ficción que mejor ha tratado esta situación es “Flores de invernadero” (“Hothouse Flowers”, 1999), traducida en algún lugar como “Flores de estufa”, de Mike Resnick, en los que el autor traza la comparación entre los cuidados que se les da a la flores de invernadero y los que se les da a los ancianos y que denuncia el cuidado más allá de todo sentido que se les ofrece a unas personas que hace tiempo ya que se fueron.

 

Para acabar con un toque positivo, quiero citar una de las escenas que tengo grabadas en la retina desde hace muchos años. Aparece en la película 2010. Odisea dos (1984) y en ella podemos ver al fantasma del astronauta desaparecido David Bowman, cómo peina amorosamente el pelo blanco de su madre, internada en una residencia, justo antes de que esta muera con una mueca de felicidad en su rostro.

 

 

23 noviembre 2020

No hay dos sin tres

1920 fue un año importante para la ciencia ficción. En este año nacieron Isaac Asimov y Ray Bradbury, de los cuales ya hemos hablado, pero también nació otro conocido escritor de ciencia ficción: Frank Herbert, autor de la aclamada Dune (1965).

 

Franklin Patrick Herbert Jr. nació en la ciudad de Tacoma, en el estado de Washington, el 8 de octubre de 1920. Trabajó como periodista, fotógrafo, crítico literario, consultor ecológico y conferenciante. Parte de su formación profesional se verá reflejada en su obra, especialmente en Dune y sus secuelas.

 

El entorno familiar de Herbert era complicado. Nació en una familia humilde, de la que escapó y fue a vivir con unos tíos suyos a Salem (Oregón) y empezó de muy joven a trabajar en un periódico local.

 

Durante la II Guerra Mundial sirvió unos meses como fotógrafo y luego recibió un alta médica. Poco después se casó y se trasladó a vivir a California, aunque se divorció de su mujer en 1945.

 

Volvió a casarse en 1946 con una mujer que conoció en unas clases en la Universidad de Washington sobre escritura creativa. En 1949 se mudó con su esposa a California, donde se hizo amigo de unos psicólogos que le introdujeron en las ideas de Freud, Jung, Jaspers, Heiddeger y en el budismo zen. Esta curiosa amalgama de influencias tendría una cierta importancia en sus obras posteriores.

 

Escribió sus primeros relatos en 1952, para la revista Startling Stories. Poco después publicaría su primera novela: El dragón en el mar (Dragon in the Sea). En esta época trabajó como redactor de discursos para el senador republicano Guy Cordon.

 

Su gran éxito le llegó con Dune, formada inicialmente por dos partes que acabaron siendo una única novela. Esta obra monumental, que acabó por ser un icono de la contracultura universitaria de la época, fue rechazado inicialmente por veinte editores hasta que encontró uno que lo publicó y el resto ya es historia.

 

El origen de Dune hay que buscarlo en un artículo que debía escribir sobre las dunas de arena de Oregón, para una publicación estatal, en el que acabó involucrándose demasiado. El artículo nunca fue escrito, pero el resultado acabó siendo la conocida novela.

 

En 1974 su mujer contrajo cáncer y aunque sobrevivió una década, su salud se resintió enormemente. En 1984, su mujer murió, pero también fue el mismo año en que David Lynch lanzó su versión cinematográfica de Dune, que lo encumbró a la fama.

 

Aún tuvo tiempo de volverse a casar y dos años después, tras una cirujía por cáncer de páncreas, moría en 1986, en Wisconsin, a los 65 años.

 

Sus escritores favoritos del género eran, según el propio Herbert: H. G. Wells, Robert A. Heinlein, Poul Anderson y Jack Vance.

 

Otras novelas de Herbert, consideradas por muchos, como menores fueron Destino: el vacío, Los ojos de Heisenberg, La barrera Santaroga  o la serie de la cosintienza (Estrella Flagelada y El experimento Dosadi).

 

En muchas de estas novelas aparecen ideas y situaciones ciertamente cercanas al surrealismo. Algunas se hacen hasta difíciles de seguir o de entender y recuerdan vagamente a Philip K. Dick, aunque más que cuestionarse la realidad, Herbert parece decir que la realidad es más rara, rara, rara.

 

Dune, su obra capital, fue la primera gran novela ecológica de la ciencia ficción, pero en ella aparece también política, intriga, religión, historia y muchos más componentes, que la hacen difícil de catalogar, siendo esta una obra muy sui generis.

 

Sus secuelas, tuvieron menos éxito, aunque también contienen elementos interesantes. Su hijo, Brian Herbert, ha seguido explotando el filón que dejó abierto el padre con una serie de precuelas y secuelas, ayudado por el escritor Kevin J. Anderson.

 

Dune ha sido llevada al cine por David Lynch y también en formato de serie de televisión en el año 2000 (Dune) y 2003 (Hijos de Dune). Actualmente se está realizando una nueva adaptación cinematográfica.

 

El imaginario de Dune es ciertamente espectacular y resulta difícil olvidarlo una vez es conocido: Arrakis, los gusanos de arena, la especia melange, el Kwisatz Haderach, las Bene Gesserit, los mentat, los Atreides y los Harkonnen, los fremen, la Cofradía de la CHOAM, los navegantes espaciales… La lista es larguísima y forma parte de un tupido tapiz en el que múltiples tramas e ideas se entretejen. No en vano es considerada por muchos como una obra capital de la ciencia ficción y uno de sus ejemplos más destacados.

 

 

20 noviembre 2020

Arecibo, mon amour

“Nada dura para siempre… Hasta el reinado más largo y brillante debe llegar a su fin, algún día.”. Así comienza la serie británica House of Cards, interpretada en su papel principal de Francis Urquahart por Ian Richardson y que tuvo hace poco un exitoso remake norteamericano interpretado por Kevin Spacey, en una serie de nombre homónimo.

 

Ciertamente, nada dura para siempre. Hoy, diversos blogs han abierto con la noticia según la cual, Estados Unidos ha decidido desmantelar el enorme radiotelescopio de Arecibo, en la isla de Puerto Rico, famoso en el cine por haber aparecido en películas como Goldeneye (1995) o Contact (1997).

 

En el año 1974 se envió una señal codificada que supuestamente sería inteligible para una civilización extraterrestre, donde se indicaba la posición de la Tierra. Ya entonces hubo una cierta polémica, porque no todo el mundo estaba de acuerdo con que revelásemos la ubicación de la Tierra a una posible civilización alienígena belicosa. De todas formas, hace décadas que emitimos señales electromagnéticas al espacio, así que no creo que venga de aquí.

 

Una posible civilización extraterrestre lo tendría relativamente fácil para localizarnos si fuese lo suficientemente avanzada. No son precisas señales específicas com las de Arecibo.

 

Lo cierto es que el radiotelescopio ha envejecido. Dos cables se rompieron y al parecer, no hay manera segura de repararlos. O eso dicen. Tal vez sea una excusa. Sea como fuere, el gobierno ha decidido desmantelarlo y si te he visto no me acuerdo.

 

Tampoco pasa nada. Actualmente hay radiotelescopios y arrays de radiotelescopios distribuidos por tota la Terra, mucho más potentes que el de Arecibo. Los chinos hace poco inauguraron uno. Por medios, que no sea.

 

Pero Arecibo fue de los primeros. Estaba muy ligado al SETI (el programa de búsqueda de inteligencia extraterrestre) dentro del imaginario collectivo de los astrónomos y de los amantes de la ciencia ficción. Y da una cierta pena que ahora esté a punto de desaparecer. Naturalmente, es demasiado grande como para guardarlo en un museo.

 

Nada no dura para siempre…

 

19 noviembre 2020

Correlaciones: Buenas noticias desde el Vaticano

La lectura de la prensa siempre deja perlas muy interesantes. Por ejemplo, leo en internet que “el Papa Francisco pide rezar para que los robots ‘siempre sirvan a la humanidad’” (y no se vuelvan en contra de ella). Lo encuentro delicioso. La teología al rescate de la inteligencia artificial.

 

Por supuesto, siempre tendremos las tres leyes de la robótica asimovianas, pero por si acaso, nunca está de menos rezar, claro.

 

Esto me ha recordado a un curioso y un tanto surrealista relato de Robert Silverberg titulado: “Buenas noticias del Vaticano” ("Good News from the Vatican", 1971, ganador del Premio Nebula 1972 de relato corto).

 

En él se describe cómo un cardenal robot es elegido Papa de Roma. El primer Papa robot. En la elección toma parte incluso la mismísima computadora del Vaticano (sic), quien parece que tiene voz y voto junto al Sacro Colegio Cardenalicio.

 

Como se dice en el relato: “Cada época tiene el Papa que se merece […] ¿Quién puede dudar de que el Papa más adecuado para nuestros tiempos es un robot? En algún futuro no muy lejano puede llegar a ser deseable que el Papa sea una ballena, un automóvil, un gato o una montaña”.

 

Es cierto que el Vaticano siempre se ha plegado un poco al signo de los tiempos, pero en verdad os digo que antes escogerán un Papa robot que a una mujer o a un transexual. Creo que antes escogerían a un gato y eso que dicho animal tiene una cierta fama demoníaca.

 

En fin, que ya me veo cuando aparezcan las primeras IAs más o menos operativas, que los obispos iniciarán un debate acerca de si tienen alma y si son hijas/os de Dios. Tal vez la carrera del obispado de Roma no les sea negada. Quizás desconectarlas sea el equivalente humano del aborto. En fin, cosas más raras se han visto, ¿no?

 

 

 

16 noviembre 2020

Caliagnosia

Recomendaba hace poco el incombustible y siempre interesante Sergio Parra en su canal Baker Café, la novela corta de Ted Chiang: “¿Te gusta lo que ves? (Documental)” (“Liking What You See: A Documentary”, 2002), contenido en su maravillosa recopilación de relatos La historia de tu vida (Stories of Your Life and Others), como ejemplo de cómo la gente discrimina a sus semejantes en función de si son guapos o feos.

 

Se trata de un relato narrado como si fuese el guion de un documental acerca de la Caliagnosia, un supuesto tratamiento mental que permite alterar el cerebro de manera que este no perciba la belleza o la fealdad de los rostros humanos.

 

En el mundo de la Caliagnosia (que significa agnosia de lo bello; agnosia es algo así como no percepción, no conocimiento) hay individuos que tienen este sistema activado desde pequeños por decisión de sus padres y cuando son mayores de edad, pueden decidir si lo mantienen o lo desconectan. Algunos lo mantienen y otros no. Y algunos prueban y después vuelven a su estado inicial.

 

El relato es profundamente reflexivo. No te atrapa, no narra una aventura, pero te hace pensar bastante en qué entendemos por gente guapa y gente fea; cómo los promocionamos o discriminamos negativamente; cómo interactuamos con ellos y cómo sería el mundo con este sistema, si no hubiese prejuicios.

 

La verdad es que el relato te va posicionando ora a favor, ora en contra y vas dando continuamente bandazos. De todas maneras, más que una posición concreta, lo interesante son las reflexiones acerca de la caliagnosia que se hacen.

 

Mi postura personal es que aunque este sistema, aparentemente podría ser interesante para luchar contra cierto tipo de prejuicios, prefiero la educación, que es algo que respeta más la libertad individual, que no “cegar” la belleza o la fealdad de los rostros de nuestros semejantes.

 

Por otro lado, una de las reflexiones que se hacen es la de que vivimos en una sociedad tan políticamente correcta, que llegará un día en que cualquier prejuicio estará mal visto. Esto, que aparentemente sería muy deseable, podría convertirse en un verdadero infierno.

 

Imaginad: ni una sola palabra fuera de lugar, nada de chistes, ni humor (siempre resulta ofendido alguien), las películas antiguas y las novelas deberían ser refilmadas/reescritas o directamente censuradas para no molestar a nadie… De hecho ya estamos yendo hacia ese mundo hipercorrecto que a mí, particularmente, me molesta hasta la náusea.

 

Si alguien criticó esto con mordacidad, fue Alex de la Iglesia en su magnífica película Acción Mutante (de la que hablaré próximamente), en la que se nos muestra una insurrección de gente fea, tarada y deforme en contra de un mundo insulso, lleno de pijos, guapos y ricos.

 

 

12 noviembre 2020

Campos de conciencia

Según un estudio de Johnjoe McFadden, profesor de Genética Molecular de la Universidad de Surrey, el campo electromagnético generado por las neuronas de nuestro cerebro sería el responsable de la conciencia.

 

El concepto de conciencia es complicado y hasta ahora nadie ha dado una explicación científica satisfactoria sobre el tema. Desde fenómenos cuánticos (Roger Penrose, dixit), fenómenos emergentes y ahora campos electromagnéticos.

 

Si esto fuese cierto, se abrirían múltiples posibilidades para interferir o hasta duplicar y transferir la conciencia, tal vez, de un humano a un ordenador o viceversa. También se abrirían nuevas posibilidades de estudio para dotar a las máquinas de conciencia.

 

La verdad es que la cosa está todavía muy en pañales y solo es una propuesta, pero quizá no vaya muy desencaminada. Es posible que la conciencia no sea, por lo tanto, algo exclusivamente humano o algo ligado a la inteligencia. Puede que sean incluso posibles inteligencias colectivas, como nos ha propuesto la ciencia ficción (los insectores de Orson Scott Card o los Borg de Star Trek).

 

Tal vez el futuro nos deparará ambientes como los descritos en la corriente cyberpunk de la ciencia ficción, en que la conciencia y los conocimientos de una persona podrán ser transferidos a una máquina y se abrirá una vía a la inmortalidad de facto.

 

Las posibilidades son realmente enormes. Es posible que la conciencia sea una confluencia de factores y no solo obedezca a una única causa, como el campo electromagnético propuesto. Pero lo que está claro es que ahora se ofrece una posbilidad práctica de estudio de la conciencia, para ver si tiene o no tiene qué ver con los pulsos electromagnéticos generados por las neuronas cerebrales. Veamos a dónde nos conduce.