El efecto Star Trek
En el libro
El fin de la ciencia del periodista John Horgan, éste se preguntaba si no habríamos llegado ya cerca del final de las grandes revoluciones científicas y si las cuestiones básicas sobre el Universo no estarían ya respondidas, almenos en el ámbito de la Física.
Algo parecido se preguntaban los físicos a principios del siglo XX y ya se vió que no era así: en pocos años se sucederieron las revoluciones cuántica y relativista, que cambiaron totalmente el panorama de la Física.
Ahora puede estar sucediendo algo parecido. Poco después que Horgan negase el llamado "efecto Star Trek", es decir, que siempre se pueda seguir avanzando, descubriendo nuevos fenómenos y desarrollando nuevas tecnologías avanzadas, aparece en la Cosmología una nueva revolución: se confirma la existencia de materia oscura y, por si fuese poco, aparece algo que ningún modelo predecía: la energía oscura.
Además, en los grandes aceleradores se sigue investigando acerca de la naturaleza íntima de la materia y de las leyes físicas del Universo y van sucediéndose las sorpresas: los neutrinos oscilan y el esquivo bosón de Higgs no acaba de aparecer. Tal vez aún no hayamos "sondeado" lo bastante profundo, tal vez no exista.
En cualquier caso, otra de las revoluciones científicas de finales del siglo XX, los fractales y el caos, siguen evolucionando y dando sorpresas.
En Cosmología han florecido las teorías sobre el Multiverso y la teoría de las supercuerdas ha acabado en la teoría M, que no deja de ser preciosa, pero que de momento es de difícil confirmación empírica.
Vivimos tiempos interesantes en la Física. Cualquier día de éstos puede aparecer algún tipo nuevo de neutrino, una WIMP o el bosón de Higgs (o su inexistencia dentro de los parámetros del modelo estándard). O una nueva fuerza. O más dimensiones espaciales. O a saber qué cosa nueva e inimaginada.
Lo que está claro es que nos queda mucho
efecto Star Trek todavía en la Física y la Cosmología. Veremos cómo evolucionan las cosas.
Los niños de la Tierra
He acabado de ver la tercera temporada de
Torchwood, subtitulada
Los niños de la Tierra y me ha encantado. Si ya me gustaron las dos anteriores temporadas, el hecho de que ésta sea una sola historia desarrollada en cinco capítulos, a cual más emocionante, pero sin abusar de los
deus ex machina ni de los
macguffos, le confiere un interés especial.
La tercera temporada, a pesar de conservar varios personajes de las anteriores ediciones, es bastante independiente de ellas y añade otros muy interesantes, como el Primer Ministro, el Secretario Permanente o la Secretaria del Secretario, quienes bordan sus papeles.
Un amigo me comentó que de lo que había disfrutado más era de las tremendas conversaciones entre los miembros del Gobierno, especialmente en los dos últimos capítulos, que no por ser de gran enjundia, dejan de ser creíbles. Precisamente porque son tan tremendas, nos imaginamos lo peor, que es lo que casi acaba sucediendo.
Otra de las cosas que me gustaron del planteamiento es que no se abusa de los efectos especiales. Eso sí, para mí los aliens resultan demasiado indefinidos, aunque eso los vuelve más terroríficos, y demasiado "vomitadores". El detalle supongo que está puesto ahí con toda la mala idea para mostrárnoslos ya repulsivos de entrada. Vaya, que si alguien ha empatizado con ellos, que se lo haga mirar.
El uso de los niños es naturalmente inquietante y todo apunta a que la cosa acabará como el rosario de la aurora, a menos que el héroe de turno se saque el as de la manga y mande a los extraterrestres a freír gárgaras estratosféricas.
Para mí, lo mejor, es que mantiene las esencias de la ciencia ficción clásica. Ésa que trata de responder a la terrible pregunta: "¿qué pasaría sí...?", a la cual tratan de dar respuesta especialmente los políticos, que acaban hablando de "unidades" en vez de "niños", de males menores, de privilegios de clase dirigente, etcétera. En fin, nada que no fuese a suceder en el mundo real si algo parecido se plantease.
En el fondo, la pregunta a responder es: "¿que pasaría si tuviésemos que escoger entre sacrificar una parte de la Humanidad para salvar al resto? y "¿quiénes serían los sacrificados?". Naturalmente, esperar justifica y equidad en una situación así, si la decisión tuviese que ser tomada por políticos ordinarios, sí que sería ciencia ficción.
Nada que ver con la solución tomada por el presidente de los Estados Unidos en la magnífica película de Sidney Lumet,
Punto Límite, con un estupendo Henry Fonda y un jovencísimo Larry Hagman, con la que veo ciertos paralelismos, aunque con diferentes resoluciones.