02 diciembre 2023

Shakespeare era klingon

Un detallito curioso de Star Trek, especialmente de las películas sobre la serie original, vaya, la del capitán James T. Kirk y Mr. Spock, es que están llenas de pequeñas referencias y guiños a citas literarias muy diversas. Para ilustrar lo que quiero decir, pondré unos cuantos ejemplos, aunque podría haber muy bien seleccionado otros, ya que hay muchísimos.

 

En la segunda película, en “La ira de Khan”, el susodicho Khan le espeta a Kirk una frase tremebunda inspirada directamente en “Mobby Dick”: “Desde el corazón del infierno, yo te apuñalo”. De hecho, cuando Chekov va a Ceti Alpha V y se encuentra a Khan en el Botany Bay (nombre del famoso lugar de Australia en que James Cook desembarcó en este continente por vez primera), puede ojear un ejemplar de “Mobby Dick”.

 

Aunque será en “Primer Contacto”, con el capitán Picard, cuando “Mobby Dick” y la búsqueda obsesiva del capitán Ajab llegará a su pleno esplendor, ya que se convierte en el leitmotif de todo el comportamiento de Picard en la película.

 

En la tercera película, “En busca de Spock”, se cita la conocida frase: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”, mítico inicio de “Historia de dos ciudades”, de Charles Dickens.

 

El comandante Chekov alude al famoso cuento “ruso” (???) de la Cenicienta y Spock, para no quedarse corto en eso de los apropiamientos indebidos, cita un conocido proverbio “vulcano” que afirma que “Solo Nixon podía ir a China”. Y, ¿cómo no?, también hay referencias a películas, como “Adivina quién viene a cenar esta noche”.

 

En la cuarta película, “Misión: salvar la Tierra”, Spock y Kirk discuten sarcásticamente sobre los clásicos del siglo XX. Bueno, lo que ellos consideran clásicos y que posiblemente nosotros consideraríamos material fungible.

 

Pero será en la sexta película, en “El país desconocido” cuando las citas shakespearianas se multiplican. El propio título, “El país desconocido”, alude al conocido monólogo de Hamlet, en el que se alude al futuro, diciendo que es el país del que no retorna ningún viajero.

 

Los klingon, que afirman orgullosamente que “no se descubre a Shakespeare hasta que se lee en el klingon original”, también recitan el “Ser o no ser”, pero en klingon, claro (“taH pagh taHbe”). El general Chang, el archivillano klingon, excelentemente interpretado por Christopher Plummer, tiene una gran afición a las citas del autor de Strattford-upon-Avon.

 

Así, exclama, cuando empieza una cacería entre las naves klingon y las federales: “Comienza el juego” (de “Enrique V”) y también: “Soy constante como la estrella polar” (del “Julio César”) o “A partir de ahora soltaré a los perros de la guerra” (misma obra); “Partir es siempre una dulce tristeza” (de “Romeo y Julieta”); “¿Acaso escuchamos las campanadas a medianoche?” (de “Enrique IV”); “Sentémonos en el suelo y contemos la triste historia de la muerte de los reyes” (de “Ricardo II”) y una de mis favoritas: “Nuevamente en la brecha, amigos míos” (de “Enrique V”).

 

Otro autor citado en el universo Star Trek es Sir Arthur Conan Doyle, concretamente, su Sherlock Holmes. Así, Spock comenta: “Si de lo que tenemos eliminamos lo imposible, lo que nos queda, por improbable que parezca, será la verdad”.

 

En las diferentes series de las franquicias, las referencias son aún más numerosas, pero lo dejaremos para otra entrada.

 

Resumiendo: uno de los rasgos característicos de Star Trek es la multitud de referencias multiculturales que aparecen en sus episodios y películas, que abarcan toda la historia del arte y de la mitología.

 

Esto es interesante, porque para aquellos que nos aficionamos de jóvenes a la ciencia ficción, las referencias ajenas a ella son importantes a la hora de abrirnos las puertas de otros mundos igual de interesantes que esta y picarnos la curiosidad.

 

 

15 noviembre 2023

Dragones en el cielo

Con el paso de los años, la ciencia ficción clásica de tipo hard y de origen anglosajón (básicamente norteamericana) ha ido dejando paso a una ciencia ficción más multiforme, mestiza y multicultural, como el signo de los tiempos dicta.

 

A mí, particularmente, la idea no me desagrada en absoluto, aunque crecí leyendo la primera. Pero al final, acaba siendo siempre lo mismo, con el mismo tipo de personaje, blanco, occidental, de base cristiana y generalmente urbanita, por lo que los cambios son bienvenidos.

 

Así, por ejemplo, me gustan mucho los relatos de Aliette de Bodard, de ascendencia franco-vietnamita, que escribe historias ucrónicas de mundos en los que la cultura dominante es la azteca o la china clásica. Aire fresco en la ciencia ficción.

 

También algunos autores nos hablan de un mundo en que los soviéticos ganaron la guerra fría y no necesariamente las cosas acabaron como el rosario de la aurora (como sucedía en la serie distópica “Amerika”, profundamente depresiva y que pasó bastante sin pena ni gloria).

 

Igualmente, empiezan a abundar historias sobre pueblos africanos, como los relatos kikuyu de Mike Resnick o la trilogía Binti de Nnedi Okafor.

 

O incluso mundos basados en la evolución de la cultura árabe-musulmana , no tan abundante, pero que empieza a despuntar.

 

De hecho, hay toda una nueva generación de escritores chinos o de origen chino que copan buena parte de los grandes premios de la ciencia ficción moderna y supongo que os sonarán nombres como Ted Chiang, Liu Cixin, Xia Jia o Ken Liu.

 

O, bueno, escritores y escritoras de origen ruso, que no son bien, bien, lo que se dice occidentales, como los clásicos hermanos Strugatsky (¡Qué difícil es ser Dios! o Pícnic junto al camino) , Anna Starobinets o Dmitri Glujovski, autor de la distópica Metro 2033 y sus respectivas secuelas.

 

No quisiera dejarme la ciencia ficción latinoamericana, aunque creo que eso requiere varios artículos, así que no entraré en el tema.

 

Todas estas literaturas de ciencia ficción tienen rasgos comunes con la troncal común anglosajona, pero también son bastante diferentes. En algunos casos, son claramente distópicas; en otros, potencian la componente fantástica y casi siempre suelen ser mucho más exóticas y coloridas, aunque tampoco quisiera dar la sensación que son literaturas folklóricas, ¡en absoluto!

 

La globalización llegó hace ya tiempo a la ciencia ficción, como era de esperar y siendo esta una literatura que se encuentra todavía en evolución y sobre la que no se ha escrito la última palabra, se han incorporado las nuevas tendencias, como la lucha LGTBI, el feminismo, la ecología, el cybermundo e incluso un cierto relativismo cultural posmoderno.

 

Y más cosas que veremos en el futuro, porque la ciencia ficción, como decía, sigue evolucionando y ya no es solo la respuesta literaria y filosófica a los cambios tecnológicos, sino algo mucho más profundo y me temo que bastante más difícil de definir.

 

Así que, para quienes busquen una definición sobre qué es ciencia ficción y pretendan abarcar todo lo publicado desde el Frankenstein de Mary Shelley, ciertamente, están en apuros.

 

 

 

29 octubre 2023

Nuestro Fahrenheit 451

Fahrenheit 451 (en castellano, Celsius 232,7: es broma) es un libro muy interesante de los que conforme pasan los años está mucho más de actualidad que cuando fueron escritos.

 

Vivimos en un mundo dominado por las pantallas: las de televisión, las de ordenador, las tablets, los smartphones, los navegadores del coche, etc.

 

Ray Bradbury, autor de esta magnífica distopía de ciencia ficción, alertaba de un mundo futuro, que es sospechosamente parecido al nuestro, en el que la gente se gastaba su dinero para convertir las paredes de sus casas en enormes pantallas de televisión a fin de poder disfrutar de este “maravilloso” entretenimiento.

 

¿Cuántos de nosotros no tenemos una pantalla panorámica en nuestro salón o conocemos a un amigo que la tiene?

 

Naturalmente, la televisión ha evolucionado y ahora lo que tenemos son servicios de streaming, pero vaya, viene a ser lo mismo, solo que más caro y más adictivo, porque gracias al control que tienen sobre la programación que vemos, las empresas del sector saben exactamente qué nos interesa y qué no y se adaptan cada vez más a nuestros gustos.

 

Lo mismo que sucede con las redes sociales, aún de manera más adictiva y descarada. Tanto, que algunos organismos, como la Unión Europea o algunos estados de Estados Unidos quieren limitar la acción de los algoritmos de estos servicios porque se están convirtiendo en una verdadera plaga.

 

Pero volvamos a Fahrenheit 451, temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde. En la novela, los bomberos se dedican no a apagar fuegos, sino a quemar libros. Los libros hacen pensar, producen insatisfacción y por tanto son enemigos de la sociedad del bienestar.

 

Vaya, lo mismo que hoy día, aunque a menos que vivas en una república teocrática es poco probable que se quemen libros públicamente. Bueno, en Suecia algunos queman el Corán y yo no catalogaría ese país nórdico de república teocrática, pero también hay excepciones.

 

Uno de los grandes problemas de prescindir de los libros, que son el soporte físico por excelencia, es que quedamos en las manos de los productores y distribuidores culturales. Ya lo hemos visto con la casi desaparición de los CD y los DVD para la música y las películas.

 

Hoy en día, si queremos ver una película, tenemos que pagar por ella cada vez. Antes, si la habíamos comprado, podíamos disfrutar de ella tantas veces como quisiéramos y sin informar a nadie de nuestros gustos. Pero lo peor no es eso. Lo malo del asunto es que si “alguien” decide censurar una película o poner en el mercado una “versión” del origianl adaptada a los “tiempos modernos”, no nos queda más remedio que comérnosla con patatas.

 

Y si alguien retira del mercado una obra, pues como no la tenemos en un soporte físico, la perdemos indefectiblemente.

 

Otra ventaja de tener un soporte físico más o menos sólido es que si un día se colapsa internet, debido a una tormenta solar mayúscula, una guerra o algún otro tipo de catástrofe global, las vamos a pasar canutas, porque lo que no tengamos en nuestrta biblioteca o en la biblioteca de nuestro pueblo o barrio, va a resultar inaccesible.

 

Estamos demasiado bien acostumbrados a tener a unos pocos clics de distancia cualquier obra del saber humano y eso puede cambiar, no necesariamente por una catástrofe, sino por intereses económicos o políticos.

 

 

17 octubre 2023

El cambio de paradigma

Uno de los tótems más seguidos por la ciencia ficción, especialmente la más tecnológica o hard, es plantear la aparición de nuevas tecnologías y explorar a ver qué pasa con ellas, cuando son aplicadas a la sociedad.

 

Algunas de estas tecnologías pueden llegar a ser disruptivas y muy impactantes, como una máquina del tiempo o una forma de energía no contaminante y al alcance de todos.

 

Mi favorita es la invención del motor de curvatura de Star Trek, que según la película Primer Contacto, se produce en abril del año 2063, cuando en el primer viaje con curvatura de la raza humana, la nave en cuestión (la Fénix) fue avistada por unos extraterrestres (los vulcanos) y se produce el primer contacto oficial con una especie alien, lo que da nombre a la película.

 

A partir de ahí, todo empieza a cambiar. Más por el primer contacto que por el propio motor de curvatura, aunque este influye notablemente en el hilo de los acontecimientos posteriores.

 

Actualmente, la tecnología está al borde de experimentar saltos significativos que probablemente veremos en los próximos años. La revolución de los materiales nanotecnológicos no ha hecho sino empezar. La fusión termonuclear, como Santo Grial de la energía limpia y barata parece estar al alcance de la mano. La descarbonización de los medios de transporte gracias a los motores eléctricos y a la baterías, son ya una realidad.

 

Posiblemente, también veremos grandes avances en medicina, propiciados por la combinación de la nanotecnología, el big data y la enginería genética. Y por supuesto, el acceso relativamente barato al espacio también tendrá sus serias repercusiones en nuestras vidas.

 

La computación cuántica llevará la informática y la ciencia a otro nivel, inimaginable hoy día, así como la creación de comunicaciones impenetrables, con sus pros y sus contras.

 

Puede que también tengamos pronto materiales superconductores a temperatura ambiente, lo que llevaría el transporte y el almacenamiento de la energía a cotas fabulosas.

 

Todo ello si sobrevivimos al cambio climático, a la sexta extinción de las especies en la Tierra, a los efectos de la polución y de la superpoblación y no nos matamos los unos a los otros en alguna absurda guerra.

 

Pero seamos optimistas.

 

También el conocimiento puede que esté a punto de sufrir un cambio de paradigma. Los experimentos del CERN, los datos que nos envía la James Webb y muchos otros experimentos y observaciones, están llevando los límites de nuestro conocimiento, como los modelos cosmológicos o el modelo estándar de partículas y fuerzas, a lugares comprometidos.

 

Como sucedió poco antes de aparecer la teoría de la Relatividad de Einstein y la mecánica cuántica, se acumulan pruebas que nos indican que no comprendemos tan bien el Universo como pensábamos hace tan solo un par de décadas.

 

Algo se remueve en el conocimiento humano que nos alerta que la revolución está al caer y tal vez suceda antes de lo que nos imaginamos.

 

Si la postura más extendida entre los científicos a finales del siglo XX es que habíamos llegado al límite práctico del conocimiento (siguiendo las tesis de John Horgan), ahora las cosas parecen apuntar en la dirección contraria. Como sucedió a principios del siglo XX con las dos grandes revoluciones científicas antes citadas.

 

Tecnología y ciencia se dan la mano y ambas podrían experimentar (experimentarán) cambios muy importantes en pocos años. Solo espero poder verlo. Ganas, tengo.

 

 

 

07 octubre 2023

El efecto cuña

He comentado ya, en alguna ocasión, que me introduje a la ciencia ficción leyendo autores un tanto dispares. Por un lado, autores clásicos y consolidados, como Isaac Asimov o Arthur C. Clarke; después, otros que eran menos conocidos, pero que han llegado a ser verdaderos “monstruos” del género, como Philip K. Dick o Orson Scott Card y finalmente, autores más desconocidos o iconoclastas, como Fred Hoyle o Ian Watson.

 

Dicho sea de paso, creo que de todos esos primeros autores, ninguno tiene demasiada relación con los otros. Tal vez los que se parezcan más sean Asimov y Clarke, aunque salvando las distancias, por ser clásicos, mas que por el estilo o las temáticas tratadas.

 

A veces, cuando me han preguntado por dónde empezarían a leer ciencia ficción o fantasía, contesto que por donde les dé la gana. Por allí donde más les guste. Sea por temática o por estilística. Porque si el género está hecho para ellos, luego ya ampliarán las lecturas a otros autores y subgéneros, como me pasó a mí.

 

Así, por ejemplo, la primera obra de Dick que leí fue la un tanto insulsa y rarita “Nuestros amigos de Frolik 8”, pero eso me permitió después leer obras más interesantes al sonarme ya a conocido el autor, como pueden ser, “El hombre en el castillo”, “Cuentos completos” o “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”. Lo admito, aún no he osado con “Ubik”.

 

Con Asimov y Clarke fui mucho más completista, pues acabé devorando casi toda su obra de ficción y en el caso de Asimov, aún fui más lejos, pues le hinqué el diente a su bastísma obra de divulgación histórica y científica.

 

También tuve un rinconcito para los grandes distópicos, como George Orwell y su “1984” o Aldous Huxley y su “¿Un mundo feliz?”.

 

Poco después, empezaron a caer autores como Ray Bradbury y sus “Crónicas marcianas” o “Fahrenheit 451”; Ursula K. LeGuin y “Los desposeídos” o “El nombre del mundo es bosque” y otros autores clásicos como Frederik Pohl, Poul Anderson, Fredric Brown, Robert A. Heinlein, Frank Herbert o Howard Fast.

 

Y sería, mucho más tarde, cuando descubrí a J. G. Ballard, C. J. Cherryh, Stanislaw Lem, Brian Aldiss, Roger Zelazny, Connie Willis, Sheri Tepper, James Tiptree Jr. o Neal Stephenson. Y otros tantísimos.

 

Lo importante es empezar por algún lugar e ir abriendo boquete, como una cuña. Esta estrategia también la he practicado en mi vida con autores filosóficos, la música clásica, la música pop-rock, la ópera  y otras manifestaciones culturales.

 

Lo llamo el efecto cuña y funciona bastante bien. Por ejemplo, en la literatura fantástica, que hasta hace pocos años no me gustaba demasiado, empecé por un clásico: “El señor de los anillos”, de J. R. R. Tolkien y he ido aumentando el espectro de lecturas, tanto en completismo tolkeniano, como en muchos otros autores del género.

 

Supongo que hay gente que prefiere picotear y hay gente que debe seguir un programa exaustivo. De todo tiene que haber en la viña del Señor, pero a mí, este sistema me funciona bastante bien. En caso de duda, seguidlo.

 

 

23 septiembre 2023

Post nubila, Phoebus: del negro al verde

Si algo ha caracterizado la ciencia ficción de finales del siglo XX y principios del XXI, ha sido la superabundancia de distopías, esto es, de descripciones de mundos en el que las cosas han ido mal o muy mal y la Humanidad se encuentra entre graves problemas y la extinción total, debido, sobre todo, a problemas ambientales, catástrofes diversas y plagas de todo tipo. En este subgénero podríamos incluir las hecatombes zombis, también.

 

Si le añadimos los complicados años de la pandemia del covid-19 y los llamamientos desesperados a combatir el cambio climático (actualmente, convertido ya en “emergencia global”), la cosa se pone más fea todavía.

 

Pero esto es un problema. La gente tiene la mala costumbre de ignorar aquello que no le gusta. Si insistimos demasiado en que viene el lobo, en que el futuro es una mierda y en que todos moriremos, mucha gente lo que hará es desconectar, negar la evidencia y montarse una realidad alternativa en la que estas cosas no sucedan. De hecho, ¿no se inventaron las religiones sotereológicas justo para eso?

 

No todo el mundo está preparado psicológicamente para aceptar el futuro cuando este pinta mal. Por otro lado, tal vez algunos estén exagerando y las cosas no sean tan horrorosas como se nos quiere vender, sin entrar en negacionismos como los que acabo de describir.

 

Por ello, es normal que se genere también una reacción. Ya sabéis, Hegel decía que a toda acción corresponde una reacción y que de la tensión entre ellas, se crea una síntesis. El marxismo heredó estas ideas en conceptos como la lucha de clases o en el devenir del péndulo histórico.

 

Así pues, es normal que si hay muchas distopías, acaben apareciendo constructos literarios e ideológicos que nos describan un futuro maravilloso o incluso idílico. Estas corrientes reciben el nombre de hopepunk, greenpunk o solarpunk, según los diferentes matices diferenciales.

 

Pero lo que todas ellas tienen en común es que nos prometen un futuro esperanzador. Un ejemplo muy antiguo de hopepunk es todo el universo de Star Trek, en que después de una III Guerra Mundial bastante devastadora, la Tierra recibe la visita de unos alienígenas pacíficos y sabios (el Primer Contacto) y acaba uniéndose de una manera única, como jamás antes había sucedido y se inicia una utopía en la que el mundo se convierte en poco menos que un paraíso.

 

También, con una cierta antigüedad, encontramos la fantástica novela de Ursula K. LeGuin, Los desposeídos (The Dispossessed, 1974), que si bien tiene un fondo algo lúgubre, presenta un final esperanzador.

 

Algunos también incluyen, en este subgénero, novelas como El largo viaje a un pequeño planeta iracundo (The Long Way to a Small Angry Planet, 2014), de Becky Chambers; El marciano (The Martian, 2011), de Andy Weir o Buenos presagios (Good Omens, 1990), de Neil Gaiman y Terry Pratchett.

 

También es cierto que algunas obras significativas no se han traducido aún al castellano y tal vez nunca lo sean, aunque tengo esperanzas de lo contrario.

 

De hecho, el hopepunk no es sino un subsubgénero de las utopías clásicas de la ciencia ficción (y de la literatura general).

 

En definitiva, los pájaros de mal agüero tienen el inconveniente de ser poco creídos y además caen muy antipáticos y adolecen del efecto Cassandra, así que tal vez sea mejor presentar el futuro como ese país desconocido, con muchas dificultades, pero en el que merecerá la pena vivir, sin caer por ello en negacionismos peligrosos y sin esconder la cabeza bajo el ala.

 

 

15 septiembre 2023

Correlaciones: Vayan ustedes a por ellos…

Algunos desarrollos tecnológicos parecen sacados directamente de la ciencia ficción. Hay que reconocer que, a veces, el ingenio humano es utilizado para hacer el bien, en vez de servir para desarrollar la enésima arma destructiva o el próximo producto que vendernos en el supermercado, que no sirve absolutamente para nada más que para enriquecer a sus fabricantes.

 

Ahora, se ha producido un avance biotecnológico que podría revolucionar la lucha contra ciertas enfermedades transmitidas por parásitos, como las garrapatas y protegernos de enfermedades como la borreliosis, la encefalitis o las fiebres hemorrágicas del Congo o de Crimea. Incluso se cree que podrían servir contra el zika o el dengue.

 

Se trata de un nuevo concepto de vacuna que, además, rompe el paradigma de las vacunas establecido en tiempos de Pasteur. Veamos cómo funciona.

 

Se coge un conjunto de garrapatas o de otros parásitos. Se analiza la microbiota (bacterias, hongos y virus) que contienen en su organismo. A continuación, se crea una vacuna contra esa microbiota y se inocula a una persona. Cuando esta reciba la picadura de la garrapata, el sistema inmunitario del paciente humano -que habrá creado anticuerpos contra la microbiota- se los pasará a la garrapata cuando esta absorba la sangre del paciente y la microbiota de la garrapata quedará inactivada. Si vuelve a picar a alguien, ya no le podrá pasar enfermedades.

 

Es como si nuestro sistema inmunitario saliese a luchar al exterior contra los gérmenes en vez de hacerlo solamente dentro de nuestro organismo.

 

Esto me recordó muchísimo a un capítulo de Star Trek: Strange New Worlds: Fantasmas de Iliria (Ghosts of Illyria, 2022), en el que la primera oficial del Enterprise, la comandante Una Chin-Riley, que es iliriana, una raza mejorada genéticamente, dispone de un sistema inmunitario que hace exactamente eso: salir a combatir las amenazas y neutralizarlas antes de que puedan afectarla a ella.

 

Generalmente, en la ciencia ficción, los sistemas inmunitarios suelen tener otros papeles bastante más clásicos de contener enfermedades o de no poder hacerlo, pero que se dediquen a neutralizar amenazas de esta manera es bastante más infrecuente.

 

Como decía un personaje de Hill Street Blues (Canción triste de Hill Street): “Vayan ustedes a por ellos, antes de que ellos vayan a por ustedes”.

 

 

26 agosto 2023

El calor es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total

Siempre se ha dicho que la meteorología influye en el comportamiento de las personas y de los animales. Incluso hay un montón de gente que se gana la gente haciendo predicciones con esas cosas. Los meteorólogos, por ejemplo. Y algún jovenzuelo que se dedica a espiar a pájaros y hormigas para prever la llegada de tormentas de nieve.

 

Bromas a parte, el calor influye en el comportamiento humano de manera demostrable y parece que lo hace de manera negativa.

 

Por ejemplo, en verano y cuando hay olas de calor, los crímenes aumentan.

 

En algunos cantones suizos, tengo entendido que los crímenes que se cometen cuando sopla el viento cálido producido por el efecto Föhn, pueden obtener una rebaja de condena a causa de este hecho, que se considera un atenuante.

 

La verdad es que en la ciencia ficción hay al menos un caso en el que se habla de esto. Se trata del relato “Tiernamente Fahrenheit” (o “Afectuosamente Fahrenheit”) (“Fondly Fahrenheit”, 1954), de Alfred Bester, que podemos encontrar recogido en la antología Irrealidades virtuales, publicada en su día por Minotauro.

 

En dicho relato se nos habla de un androide que, cuando se supera una determinada temperatura, se dedica a cometer asesinatos. Se trata de un relato peculiar y está considerado por los críticos como uno de los mejores relatos del género.

 

Naturalmente, a parte del calor, también hay otras condiciones meteorológicas que afectan a las personas. Especialmente se ha hablado del frío, pero a mí me parece más simpático el relato de Bester. Tal vez, porque no solemos darle tanta importancia al calor.

 

Y lo cierto es que debiéramos. Últimamente, no paramos de oír en las noticias que se alcanzan temperaturas récord verano sí, verano también y que no paran de azotarnos olas de calor, cosa que antes era algo poco frecuente. Y lo peor, que esto irá a más, debido al calentamiento global y que la Tierra acabará pareciéndose a Tatooine o a Arrakis.

 

En fin, esperemos que con el aumento de las temperaturas, los móviles no se rebelen contra nosotros y se conviertan en máquinas psicópatas y no paren de hacer sonar reguetón a todas horas. Sería un triste fin para nuestra civilización.