08 enero 2018

Derechos robóticos



Arabia Saudita ha decidido conceder el estatus legal de “persona” a un robot. Lo primero que se me ocurre es que ese país debe ser el primero en que un robot tiene  más derechos que una mujer. Por ejemplo, al robot posiblemente le dejen conducir un coche. A la mujer, de momento, no, aunque la cosa podría cambiar en breve.

En la novela corta de Isaac Asimov, El hombre del bicentenario, el robot protagonista, Andrew Martin, decide solicitar ante la ONU la concesión del estatus de humano. Como la Biblia, cabe preguntarse, ¿qué es el hombre, vos que cuidáis de él?

De todas maneras, Arabia Saudita podría ser el primer país del mundo en tomar una decisión así. Supongo que habrá sido el capricho de algún príncipe saudí, pero la cosa tiene su miga. Todos hubiéramos apostado por Japón, ¿no?

Lo cierto es que no creo que los robots actuales, incluso dotados de los más sofisticados algoritmos de inteligencia artificial disponibles, sean capaces de pasar un test de Turing. Tal vez puedan ganarnos al ajedrez o reconocer mejor que nosotros una determinada imagen, pero no van -de momento- más allá, por lo que no hay que temer un escenario tipo Terminator o Battle Star: Galactica.

Pero en una época en que se discute si un simio tiene derechos “humanos” o si el selfish que se hizo un primate puede gozar de derechos de autor que reviertan en él, no es tan descabellado empezar a plantearse si los robots del futuro tendrán algún derecho o podremos tratarlos como nos plazca.

La cuestión tal vez no sea importante para los robots. Si estos carecen de conciencia y no pueden sentir “dolor”, no importa mucho como los tratemos: serán simples cosas. Pero, y aquí hay un gran pero, si tienen apariencia humana, les podemos transferir nuestros sentimientos y acabar sientiéndonos culpables por cómo les tratemos.

Hay quien habla de utilizarlos como “esclavos” del hogar, o incluso como consortes sexuales. La cosa puede acabar siendo peliaguda y tal vez quienes acaben demandando derechos especiales para los robots, no sean estos, sino los propios humanos.

De hecho, ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a dejarlos llegar? ¿Derecho a la vida? ¿Un trato digno? ¿Un salario? ¿Tiempo libre? ¿Libertad de expresión? ¿Derechos de propiedad privada? ¿Derecho a votar y ser votados?