07 diciembre 2017

Emigrando



Hace ya un tiempo que el científico retirado Stephen Hawking, conocido por todos, viene advirtiendo a la Humanidad que se tome en serio la exploración del espacio y que prepare a medio o largo plazo su migración desde el planeta Tierra a otros lugares del Cosmos.

¿Capricho? No. La Humanidad está condenada a la extinción si no emigra de la Tierra en un prudencial período de tiempo. Ya se sabe, tarde o temprano –es una cuestión estadística- un asteroide suficientemente grande o un cometa- acabarán impactando en nuestro planeta y provocarán una hecatombe. Como cuando se extinguieron los dinosaurios.

Si le añadimos que los humanos no hemos tratado precisamente bien a la Tierra (contaminación, cambio climático, residuos radiactivos, agotamiento de los recursos, superpoblación, existencia de arsenales químicos, nucleares y bacteriológicos, etcétera) la cosa se pone fea si esperamos suficiente tiempo.

Aunque no se nos venga encima un cometa de los gordos, siempre puede surgir en algún país perdido, un loco con armas nucleares que desencadene el Armagedón. Estaba pensando, sin ir muy lejos, en Corea del Norte, pero de candidatos hay unos cuantos. Occidente solito tiene el triste récord de disponer de arsenales de armas de destrucción masiva más que suficientes para destrozar todo rastro de vida por encima de las bacterias en nuestro mundo.

Me temo que Hawking es un optimista. Quizás podamos huir de los cometas o de los asteroides, pero no podemos huir de nosotros mismos. Lo cierto es que si emigramos a otros mundos, nos llevaremos nuestra idiosincrasia con nosotros. Seguirá habiendo naciones, egoísmos, xenofobias, guerras y otras tantas cosas que, por desgracia, nos son connaturales y que reproducirán la historia.

Si algo podemos aprender de la Historia, es que no aprendemos la lección. Es cierto que desde la II Guerra Mundial no ha habido ningún conflicto masivo que implique a toda la Humanidad, pero ha habido multitud de pequeños conflictos que, a efectos prácticos, han representado una especie de III Guerra Mundial a cámara lenta, más silenciosa, pero bastante mortífera.

Tal vez tendríamos que aprender a mejorar como especie antes de esparcir la porquería por toda la galaxia. No se me ocurre una peor pesadilla que una galaxia habitada por humanos, poco diferenciados de unos antropoides belicosos que somos nosotros.