Correlaciones: el retorno de Asimov
Últimamente no paro de
oír noticias que avisan sobre una inminente pérdida masiva de lugares de
trabajo –más o menos no cualificados- a costa de una teórica robotización de
estas plazas laborales.
Los robots y las
inteligencias artificiales se ven como una gran oportunidad empresarial: son
relativamente fáciles de amortizar, no protestan, no enferman, no dan problemas
“innecesarios”, no cobran… en fin, el sueño húmedo de muchos neoesclavistas de
hoy en día.
Lo cierto es que este
mundo ya empezó con la industrialización. Recordemos a Ned Ludd y sus luditas.
La cosa no ha parado. De hecho, ha ido in crescendo. Hoy día es normal
encontrar fábricas en las que no existe la menor intervención humana o, como
mucho, una de residual.
La cuestión es dónde se
traza la línea, si es que debe hacerse tal cosa. Se puede entender que los robots
asuman tareas repetitivas, aburridas o incluso peligrosas. ¿Pero deben
sustituir también a los humanos allí donde éstos son realmente eficientes?
Yo creo que esa debería
ser la línea. Si voy a un hotel, sinceramente, quiero que me atienda una persona,
no un robot o una grabación enlatada. Si tengo un problema, sé que el humano,
en general, lo resolverá mejor y si hay un incendio a media noche, qué queréis
que os diga, a pesar de que a veces dejan que desear, prefiero que me guíe una
persona, que será capaz de reaccionar mejor ante un imprevisto.
Y no, no quiero que un
coche automático me lleve por las calles de una ciudad. De eso ni hablar. Por
muy automatizado y probado que esté todo. Sigo confiando más en un taxista con
experiencia.
Isaac Asimov será muy
citado en este futuro neoludita que se anticipa ya. No será el único, por
supuesto, pero me temo que habrá que releer con interés algunos de sus relatos
más clásicos.
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