Las malvadas IA
Es un clásico de la
ciencia ficción la existencia de inteligencias artificiales (IA) que se
descontrolan y acaban enfrentándose a la Humanidad. Desde
Terminator, pasando por los cylons de Battle Star:
Galáctica y, por supuesto, por todo tipo de malvados robots
dispuestos a esclavizar al género humano.
En esta línea tenemos el
relato "Mendoza se atusó el flequillo", de Eduardo Delgado Zahíno,
contenido en Visiones 2015, en donde una inteligencia
artificial presa mantiene una curiosa conversación con su captor.
Últimamente, algunos
personajes públicos conocidos, como el científico Stephen Hawking nos han
advertido sobre la posibilidad de una IA descontrolada. Pero lo cierto, es que
el actual nivel tecnológico de la inteligencia artificial deja mucho que
desear.
No es que no tengamos a
un HAL (2001, Una Odisea en el espacio, de Arthur C. Clarke)
o un Mycroft (La Luna es una cruel amante, de Robert A.
Heinlein). Es que no pasamos de unas máquinas más o menos superespecializadas
que pueden ganar a un gran maestro de ajedrez o de go, pero que se quedan
trabadas ante un chiste o una frase hecha.
Ya he comentado en
alguna otra ocasión que “el futuro no es que lo solía ser” y
esto se nota especialmente en la eovlución de la IA. Uno de los casos tal vez
más preocupantes es el de los coches de conducción automática. Ante una
situación en que deban escoger entre atropellar a un peatón o poner en peligro
la vida del conductor, ¿qué decidirá la IA del coche? O mejor dicho, ¿qué
decidirá el programador de la IA del coche?
Las cuestiones éticas
sobre las IA están a la orden del día. Yo, por lo que pueda ser, me resistiré
todo lo que pueda a viajar en máquinas conducidas por un ordenador. Una cosa es
la navegación asistida, que puede ser muy útil y evitar accidentes, y otra muy
diferente es poner tu vida en manos de una máquina, pudiendo evitarlo.
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