12 diciembre 2016

Las malvadas IA



Es un clásico de la ciencia ficción la existencia de inteligencias artificiales (IA) que se descontrolan y acaban enfrentándose a la Humanidad. Desde Terminator, pasando por los cylons de Battle Star: Galáctica y, por supuesto, por todo tipo de malvados robots dispuestos a esclavizar al género humano.

En esta línea tenemos el relato "Mendoza se atusó el flequillo", de Eduardo Delgado Zahíno, contenido en Visiones 2015, en donde una inteligencia artificial presa mantiene una curiosa conversación con su captor.

Últimamente, algunos personajes públicos conocidos, como el científico Stephen Hawking nos han advertido sobre la posibilidad de una IA descontrolada. Pero lo cierto, es que el actual nivel tecnológico de la inteligencia artificial deja mucho que desear.

No es que no tengamos a un HAL (2001, Una Odisea en el espacio, de Arthur C. Clarke) o un Mycroft (La Luna es una cruel amante, de Robert A. Heinlein). Es que no pasamos de unas máquinas más o menos superespecializadas que pueden ganar a un gran maestro de ajedrez o de go, pero que se quedan trabadas ante un chiste o una frase hecha.

Ya he comentado en alguna otra ocasión que “el futuro no es que lo solía ser” y esto se nota especialmente en la eovlución de la IA. Uno de los casos tal vez más preocupantes es el de los coches de conducción automática. Ante una situación en que deban escoger entre atropellar a un peatón o poner en peligro la vida del conductor, ¿qué decidirá la IA del coche? O mejor dicho, ¿qué decidirá el programador de la IA del coche?

Las cuestiones éticas sobre las IA están a la orden del día. Yo, por lo que pueda ser, me resistiré todo lo que pueda a viajar en máquinas conducidas por un ordenador. Una cosa es la navegación asistida, que puede ser muy útil y evitar accidentes, y otra muy diferente es poner tu vida en manos de una máquina, pudiendo evitarlo.