Releyendo a Asimov
Tal vez en breve tengamos
que releernos los relatos sobre robots de Isaac Asimov. Lo cierto es que el
futuro que preveía está empezando a llegar y los robots, aunque lejos de ser
tan inteligentes como los suyos y sin ser de aspecto humaniforme, están
empezando a campar a sus anchas por nuestro planeta.
Hay algo curioso en esos
relatos. En general, Asimov los escribía de manera que lo habitual era que te
acabases poniendo del lado de los robots, sobre todo desde un punto de vista emocional.
Algunos de ellos son verdaderamente empáticos, como “Lenny”, “Sally” o “El
hombre bicentenario”.
Por otro lado, en nuestro
mundo real, esto no sucede. Los robots que vemos suelen ser de tipo industrial
o incluso los que tienen un cierto aspecto humaniforme, están bastante lejos de
despertarnos grandes simpatías.
De hecho, sucede más bien
lo contrario: suscitan alarma. Tememos que nos van a acabar sustituyendo, que
podemos perder nuestro puesto de trabajo, que el futuro va a ser todavía más
impersonal que el presente, que el internet de las cosas va a estar orientado a
eso: a las cosas. Y así sucesivamente.
Supongo que todo depende
del ASPECTO. Si los robots se parecen a nosotros, los acabaremos amando (u
odiando). No sé si eso me da más miedo todavía, pero está claro que mientras se
parezcan a una tostadora, por muy inteligente que sea, aunque se parezcan a la
tostadora con IA de El enano rojo, mucho me temo que no
dejaremos de considerarlos “simples” cosas amenazadoras.
¿Pero quién puede temer a
un inocente niño-robot desvalido o a un robot con aspecto de oso panda? Me
extremezco ante las posibilidades…
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